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costra Beispielsätze
costra
1. costeras se cubrieron, también allí, de una costra formada por ladrillos mal pegados
2. desfigurado por la costra de polvo que amasaban los sudores de la angustia; de uniforme lujoso y
3. serevolcaban en el suelo, cubiertos de una costra de suciedad, mientraslos mayores reñían á
4. sólido cubre la faz de la tierra; es la costra del mundo
5. actividad desarrollada en la costra dela tierra y sus entrañas?
6. horno, con la dorada costra perforada por lacara roja de los
7. Ésta era la boca del volcán, cubierta con una costra de lava endurecida
8. Sin embargo, la ilusión se reaviva cada vez que surge de la tierra el diamante singular, y su fulgor futuro, adivinado antes de la talla, salta por encima de selvas y cordilleras, desacompasando el pulso de quienes, al cabo de una jornada infructuosa, se desprenden del cuerpo de costra de fango que lo cubre
9. Por las Pozuelas vuela el alcaudón y sobre la dura costra de la tierra los cuervos se ceban en el burro muerto y con la panza hinchada, lleno de moscas azules y zumbadoras
10. A veces un pedazo de esa costra se adhiere, cual rasta, a un pelo del pubis y, con los movimientos de fricción que produce el caminar durante todo un día, se va tejiendo como el polen alrededor de la pata de la abeja
11. Seguro que cada vez que van al lavabo tiran la hermosa costra junto con el salvaslip
12. Eragon no dijo nada y recorrió la hilera de hombres mientras estudiaba sus mentes, hun—diendo las botas en la costra de tierra calcinada con un molesto crujido
13. Fernando en la tarea de volver de aquel estado rústico al de persona fina, pues tan dura era la costra de su figurada barbarie, que para romperla y rasparla fueron menester muchas aguas y restregones muy fuertes
14. Sacamos el lomo del horno, rompemos la costra de sal y lo cortamos en lonchas que se colocan en el plato de la ensalada
15. Al inclinar la cabeza podía contemplar su pecho, brazos y piernas, cubiertos por una costra de barro seco y hojas; el dormán estaba desgarrado, habían saltado la mitad de los botones
16. Estaba cubierto por una costra de barro y grasa y tenía en el muslo un arañazo que parecía doler
17. Pero tras la Segunda Guerra Mundial, las nuevas técnicas de exploración del subsuelo marino descubrieron la costra global, el fenómeno del despliegue del suelo marino, la existencia de capas de roca, y quedó claro que la corteza terrestre era un grupo de grandes bloques en continua traslación y que soportaban a los continentes
18. Siguió trabajando en ella y poco a poco la porción de metal reluciente fue haciéndose más y más grande, al mismo tiempo que la costra de herrumbre retrocedía hacia los bordes, hasta que finalmente la superficie de la enorme bandeja apareció ante sus ojos con todo su esplendor, cubierta totalmente por un maravilloso dibujo de animales y hombres y otras muchas cosas legendarias
19. que cocidos estaban en la costra,
20. Y un triste de esos de la fría costra
21. La misma tierra estaba siendo desprovista de su costra, casi literalmente; metro y medio de las capas superiores del suelo, viajaban ahora por los aires, llevados por el viento
22. Los cuatro romanos asentaron bien sus sandalias en la dura costra de la roca y, blandiendo los bastones y la espada, descargaron cuatro secos y tremendos golpes sobre las piernas de los infelices
23. Porque aquello era gobernar, lo demás es música: era hacer milagros, porque milagro es vivir sin recursos; milagro mayor cubrir decorosamente todas las apariencias, cuando en realidad, bajo aquella costra de pobreza digna, se extendía la llaga de una indigencia lacerante, horrible, desesperada
24. Una gruesa costra de barro le cubría el rostro y sus ojos adquirían, entre los párpados ennegrecidos de tierra, una viveza singular El muchacho de Torrecillórigo, doblado por la cintura, aguardaba serenamente una nueva ofensiva y su mirada penduleaba entre los ojos del Ratero y la pincha que sujetaba entre sus dedos crispados
25. Una costra marrón y amarilla cubría la herida
26. El medicamento aflojó la costra y Luzia la levantó con los dedos
27. Arriba, la tormenta rebullía; nubes plateadas y negras que recordaban una olla renegrida suspendida sobre la lumbre, con algunas pizcas de acero brillante asomando entre la costra de hollín
28. Durzo volvió a moverse y desprendió una gran costra de polvo centenario
29. Pese a toda el agua con la que los había lavado, los ojos seguían como cerrados por una costra que no se iría de allí a menos que la frotara con un estropajo
30. Las heridas de sus flancos, que florecieron como rosas rojas bajo las garras del león el día anterior, ahora estaban secas y cubiertas por una costra marrón
31. ¡Pero, aun así, es mucho mejor que morir en la calle con una botella de alcohol en la mano y pulgas y piojos en la ropa, y costra en el cuerpo, y vómito manchándome la camisa, y orín y mierda en los pantalones!
32. Los criados estaban sirviendo el plato principal, lucio con costra de hierbas y frutos secos picados
33. Tenía el rostro hinchado y una costra en la frente, semioculta por un rizo
34. Los dientes de nailon se atascaron en una costra de sal cuando le abrió los pantalones franceses
35. Debajo de la pesada costra de queso y pan, el caldo hervía
36. Tenía un aspecto horrible, cubierta de un color carmesí que le había corrido en hilillos por el cuello y le había llegado hasta el escote de la camiseta, donde se petrificó en una especie de costra
37. Chris señaló la costra blanca que recubría las cubas de alrededor
38. Con el tiempo, cuando ya se ha desarrollado suficiente cantidad de esta convección, las gachas que se encuentran expuestas al aire empiezan a espesarse de modo perceptible y, en el instante en que el calor interno disminuye o se interrumpe, se endurecen hasta formar una costra
39. La vacían de todo el mortero que queda fluido, pues en las paredes ya empieza a formar costra
40. El primo Feramor no era más que un figurón, una inteligencia secundaria, petrificada en las fórmulas del positivismo, y barnizada con la cortesía inglesa; Consuelo y María Ignacia dos fantochonas, en las cuales se encontraba la comadre vulgarísima, a poco que se rascara la delgada costra aristocrática que las cubría; mujeres sin fe, sin calor moral, ignorantes de todo lo grave y serio, instruidas tan sólo en frivolidades que las conducirían al desorden, al vicio mismo, si no las atara el miedo social, y las posiciones de sus respectivos maridos; la Marquesa de San Salomó una cursi por [213] todo lo alto, queriendo hacer grandes papeles con mediana fortuna, echándoselas de mujer superior porque merodeaba frases en novelas francesas, y tenía en su tertulia media docena de señores entre políticos y literarios que poseían cierto gracejo para hablar mal del prójimo; Zárate un sabio cargante, que coleccionaba nombres de autores extranjeros y títulos de obras científicas, como los chicos coleccionan sellos o cajas de fósforos; Jacinto Villalonga un político corrompido, de esos que envenenan cuanto tocan, y hacen de la Administración una merienda de blancos y negros; Severiano Rodríguez otro que tal, mal revestido de una dignidad hipócrita; el general Morla un Diógenes cuyo tonel era el casino; el Marqués de Casa-Muñoz un ganso, digno de morar en los estanques del Retiro; y por este estilo todos cuantos en otro tiempo le movían a envidia o a estimación, se degradaban a sus ojos hasta el punto de que él, José Antonio de Urrea, mirado con menosprecio y lástima, se conceptuaba ya superior a todos ellos
41. —Lo que sea —dijo ella, con las mejillas bañadas en lágrimas que abrían surcos blancos en la costra de roña y sangre
42. Y un leproso, a quien se le prohibía la relación con la comunidad, quedó libre de toda postilla y costra cuando Jesús le pasó la mano por el rostro desfigurado
43. La mente sondeó los recuerdos más recientes, de la misma manera en que uno se rasca la costra de una herida
44. Deseo guardado para un retorno que él fomentaba por las noches reconstruyendo los rasgos de María con la misma devoción, con el mismo cuidado con que durante el día intentaba limpiar, reconstruir el rostro de la Virgencita o de la santa, tapando esa huella del tiempo, la cal al descubierto, la costra de porquería acumulada por las velas y la respiración y el incienso y la fila interminable de bostezos de todos los fieles amontonados allí con su tristeza de siglos, hincando las rodillas, cruzando las manos, abriendo las bocas en un rezo, en un canto para pedir; allí en los reclinatorios, en los bancos de madera, ese aliento empecinado de desdichas y de impotencias: «Abre tus ojos piadosos, mírame, apiádate de mí», y él limpiaba, restauraba, daba forma de nuevo, hacía relucir los colores, acentuaba o atenuaba la expresión de dolor o de ternura, y por las noches, con la misma parsimonia, se volcaba en su rezo silencioso a esa María, la suya, que se desdibujaba con la distancia, esa tripa que iría creciendo, simiente suya, fructífera, ajeno él a los embates, a las posibles pataditas, a los sobresaltos, a los antojos, las fresas al anochecer o el champán o el marisco
45. –En tal caso, necesitas mucho aire fresco para quitarte la costra de los pulmones
46. Sebastián Copons se tenía a su lado, apoyada la cabeza en la pared, cruzada la espada entre las piernas, la cara cubierta por una costra parda y el cachirulo echado hacia el cogote, descubriéndole la herida de la sien
47. Preferí no tocar la ventana izquierda de la nariz, hacia donde se había inclinado el tabique, pero raspé con el dedo la costra de sangre e intenté introducir la uña en el orificio derecho para extraer parte de la masa negruzca que taponaba el caño
48. Una costra de sangre seca le salía por la nariz hasta la barbilla sin afeitar y el cuello sucio de la camisa, y Barles le dijo a Márquez que le filmara el rostro; pero este prefirió hacerlo de espaldas, encuadrándolo tal y como se veía desde el pasillo: sentado ante la ventana destrozada por la bomba, silueta patética, gris, inmóvil en la sobrecogedora soledad de aquella habitación deshecha, entre los ladrillos y muebles rotos, los hierros retorcidos y los jirones -maleta, sombrero, zapatos, ropa, papeles entre los escombros- de su pobre vida concluida a oscuras, cuando oía correr a los otros por el pasillo, despavoridos, y el se vestía buscando a tientas los zapatos para escapar
49. Tenía una costra seca de sangre alrededor de la boca y sus uñas estaban repletas de una capa de restos también sangrientos
50. Hatch advirtió de que el enfermero lo miraba de un modo raro, y poco después se dio cuenta de la razón: sin camisa y cubierto por una costra de lodo y sangre secos, no se parecía en nada a los médicos de Maine