1.
Pero los resultados son funestos, están a la vista, el hombre es incrédulo de DIOS pero No del fracaso del hombre, que es una decisión de fracasar, DIOS nos muestra que con mayor numero de profesionales, y mayor exigencia sobre la preparación académica, esta no sustituye la sabiduría que DIOS puso por cada hombre, el resultado es evidente
2.
siempre y solo, fracasa el hombre ; solo y siempre, fracasa el hombre; nunca fracasara el espíritu del hombre, jamás fracasara DIOS, nunca el fracaso del hombre será el castigo de DIOS, solo será el resultado de sus malas decisiones
3.
Y fue un fracaso total
4.
Desde ese segundo fracaso
5.
Fracaso desde el
6.
Tal vez de ese fracaso surge su misión en la tierra, que cae inexorable
7.
De las posesiones del amigo, sin rozar el fracaso de aquello que nadie lleva
8.
Si bien las acciones militares que dejamos mencionadas, significaron un gran fracaso para la causa libertadora, en buena parte por la precipitud de Liborio Mejía, condujeron por otra a la realización de un enlace que tuvo el más singular inicio de amor que registra nuestra historia, dada no sólo su fugacidad sino la posición de los personajes y las circunstancias novelescas en las cuales se produjo
9.
El primordial lo constituye la salvación de Bolívar, y por ende, el fracaso de la conspiración en su objetivo principal
10.
La llamada crisis ambiental, el fracaso de los planes de desarrollo,
11.
un roce, un fracaso, pues ningún contacto tiene el poder suficiente
12.
encontrados de poder e impotencia, el miedo al fracaso y a la muerte,
13.
fracaso la posibilidad de encuentros y deslices que a diario la vida
14.
los fantasmas que nos condenan al fracaso en el mismo momento de
15.
Juzgas que mi vida es un fracaso
16.
B) La política electoral incluye un alto grado de incertidumbre: las encuestas de opinión pública, la complejidad de las organizaciones de campaña, el apoyo de los ocupantes de puestos públicos de renombre, el apoyo de grupos de interés activos, el estilo de los ocupantes de la televisión, el liderazgo en cuestiones de política, todo proporciona claves para el éxito o fracaso de los contendientes
17.
El labrador se hallaba comprometido con el cambio económico y tal compromiso condenó su esfuerzo al fracaso
18.
Rubín, después de su fracaso en el campo y corte de D
19.
Después de su fracaso de poeta, quedábale el recurso de la prosa, queparece ser el prado del concejo para todos los aficionados a retozaren los campos acotados de las letras, y aun de las artes, las pedestres inclusive
20.
Y cuando él vio el fracaso de aquellaintentona y palpó la dolorosa realidad, se fue a Caracas, la ciudad deBolívar, y allí agrupó en torno suyo numerosos admiradores y amigos
21.
En 1893, la intentona de Purnio y su fracaso le quebrantaron la salud
22.
Con el fracaso económico neoliberal, se generan condiciones sociales,
23.
losvillaverdinos, y burlándose de sus antiguos partidarios,—a quienesatribuía el fracaso que le
24.
manifiéstase, en loliterario, en el frecuente fracaso de Lope en
25.
El fracaso de una señorita en un baile recae siempre sobre ladama que
26.
En cambio, el fracaso no era
27.
—Con el carácter de esa niña, considero expuesto a un fracaso
28.
á los otros; la convicción del fracaso, más viva ydolorosa, ante
29.
Aparte del fracaso del tricorniodel
30.
Después del sangriento fracaso de aquella intentona nocturna, los dosvolvieron á trabajar en el
31.
cuantos pudieraproporcionarme el fracaso de mis planes
32.
«El Calvario» es «el fracaso del amor»
33.
Finalmente, «Sebastián Roch», es el fracaso de la educación,
34.
fracaso de la obra;hasta la circunstancia de apagarse el gas
35.
su niñez; el padre,barbudo, cejijunto, enérgico, irritado todavía por el fracaso de
36.
triunfo estuvo á punto decomprometer, responde ante la historia deltremendo fracaso de los
37.
España,mientras que el fracaso de Inglaterra pocoafectaba á estas costas ni á su navegación
38.
La nueva del fracaso completo de aquellaotra expedición costosa enviada á las
39.
Mas luego, entre otros que ocultan el secreto de su fracaso,
40.
edad en que eran simples diputados? Porque si seguíancobrándolas, el fracaso del
41.
delpurgatorio y del infierno, que su universal fracaso en
42.
"Después del fracaso de la Invencible Armada contra
43.
sorprendidodesagradablemente lo que él llama el fracaso de mi
44.
Y en este apuro, cuando veía su empresa próxima al fracaso,
45.
orgullo varonil herido porel fracaso; el escozor de una situación
46.
van a ella, el fracaso más desoladoracompaña su intento
47.
El fracaso de suexistencia la hacía huir de toda
48.
Igual fracaso leacompañaba cuando,
49.
que ella pisaba; ypara explicarse este fracaso, admitía las más
50.
Margalida, queconsideraba un fracaso; por la actitud hostil
51.
El marino, bajo el peso de su fracaso y de
52.
consolar á Ferragut de su fracaso
53.
dobla lasprobabilidades del fracaso, y sobre todo la condena
54.
encontrado en ella algo que le hiciera dudar de su fracaso,
55.
fracaso los más heroicos y desinteresadosintentos; pero ¿por qué
56.
crítica, ni una recriminación por el fracaso; antes bien,él mismo se encargaba de
57.
La corrida fue un fracaso para Gallardo, y en las tertulias de losaficionados se habló
58.
Entre este populacho de la tauromaquia, amargado por el fracaso ymantenido en la
59.
Muy desalentado, confesé mi fracaso en el club
60.
Con el fracaso del sitio de Irúny con la retirada de don Carlos, los curas navarros y vascongadosempezaron a dudar del triunfo de la causa
61.
Los musulmanes, aunque se mostraron satisfechos con el fracaso de sus enemigos
62.
–El nazismo es una gnosis, la burocracia es una gnosis, la religión es una gnosis, la ciencia y el poder son gnosis, el éxito es una gnosis y el fracaso también lo es
63.
En el palacio de la ciudad de Lacynes, los ocho minotauros del Círculo Supremo aceptaron la noticia del fracaso del Amo de la Noche con diversas reacciones
64.
Frente al temor del fracaso, esta forma grata de vanidad engendra la timidez
65.
–No, a lo que me refiero es a que escapó del fracaso
66.
Un fracaso alegre, pero fracaso de todos modos
67.
Y a través de la prensa guerrillera que introduce un funcionario en la prisión, previo pago mensual de ciento cincuenta pesetas, se pondrá al corriente de que las Agrupaciones Guerrilleras continúan en la lucha armada a pesar del fracaso
68.
Morand objeto que el fracaso se debia a que uno de los aristocratas que formaban la patrulla habia llamado senor a alguien
69.
Cada lanzamiento de un transbordador para ayudar a construir o abastecer una estación espacial implica un uno o dos por ciento de probabilidades estimadas de fracaso catastrófico
70.
– ¿Es la cuestión del acceso a este material lo que te preocupa, verdad? Crees que esto puede terminar en otro gran fracaso como el de los manuscritos del mar Muerto, de los que un reducido grupo de científicos se ha convertido en guardián y custodio, reservándolos para ellos mismos, sin dejar filtrarse más información de la que están dispuestos a permitir
71.
Y el mayor fracaso de mi vida
72.
El fracaso de Cleopatra
73.
No era el miedo a la detención ni al castigo lo que la atormentaba; era la desesperación del fracaso, juntamente con una sensación de desamparo contra aquel hombre siniestro
74.
Otra de mis cruzadas destinadas al fracaso fue intentar conseguir que el Directorio otorgara el plácet a mi padre, Francisco Cabarrús (que estaba en libertad en España desde el año 1792 y no desde 1795, como erróneamente señalan algunos), para que aceptaran su nombramiento de embajador en París
75.
Para colmo, a la negativa de España de nombrar a mi padre, se unió el hecho de que, en París, mis labores como intermediaria se interpretaron como «una intolerable injerencia de la amante de Barras en los asuntos de Estado», de modo que todas mis tentativas se vieron abocadas al fracaso
76.
Entrevistó a Inti y Coco Peredo, dirigentes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), quienes se extendieron sobre las causas del fracaso militar de la guerrilla
77.
Desde entonces había corrido la noticia, y durante un siglo había sido un tremebundo tanteo de la selva, un trágico fracaso de expediciones, un extraviarse, girar en redondo, comerse las monturas, sorber la sangre de los caballos, un reiterado morir de Sebastián traspasado de dardos
78.
En 860 se presentan los primeros rusos ante la ciudad y pretenden entrar en la misma, pero ante su fracaso se entretienen con incendiar sus alrededores extramuros, en época de Miguel III
79.
Ahí reside todo el fracaso, por supuesto
80.
Ésa era la situación hacia las ocho y media o las nueve de la noche del 23 de febrero: con el Congreso secuestrado, la región de Valencia sublevada, la Acorazada Brunete y los capitanes generales todavía devorados por las dudas y el país entero sumido en una pasividad temerosa, resignada y expectante, el golpe de los rebeldes parecía bloqueado por el contragolpe de la Zarzuela, y parecía también a la espera de que alguien -los rebeldes o la Zarzuela-lo desbloquease, sacándolo del paréntesis en que lo habían encerrado el fracaso parcial de los primeros y el éxito parcial de la segunda
81.
Es el icono del golpe y es evidente que tenía vocación de icono y que su aspecto de guardia civil de viñeta costumbrista o de guardia civil de poema de Lorca o de guardia civil de película de Berlanga -el cuerpo robusto, el mostacho tupido, la mirada ardiente, la voz gangosa y el acento andaluz beneficiaba su vocación de icono; pero también es evidente que no era el fantoche irreflexivo que quiere el cliché del 23 de febrero y que el país entero se empeñó en construir después del 23 de febrero, como si la mala conciencia colectiva por la nula oposición al golpe necesitara demostrarse a sí misma que sólo un demente podía asaltar a tiros el Congreso y que por tanto el golpe no fue más que una fantochada a la que no hacía falta resistirse porque estaba de antemano destinada al fracaso
82.
La idea fue de él: él la parió y la acunó y la crió; Milans y Armada quisieron adoptarla, subordinándola a sus fines, pero para ese momento el teniente coronel ya se sentía su propietario y, cuando en la noche del 23 de febrero creyó comprender que los dos generales perseguían el triunfo de un golpe distinto del que él había procreado, Tejero prefirió el fracaso del golpe al triunfo de un golpe que no era el suyo, porque pensó que el triunfo del golpe de Milans y de Armada no garantizaba la realización inmediata de su utopía de España como cuartel y la liquidación de la Antiespaña que nadie mejor que Santiago Carrillo personificaba, o porque para Tejero el golpe de estado era antes que nada una forma de acabar con Santiago Carrillo o con lo que Santiago Carrillo personificaba y de -recobrando el orden radiante de fraternidad y armonía regulado por los toques de ordenanza bajo el imperio radiante de Dios abolido al llegar la democracia- recobrar lo que Santiago Carrillo o lo que para él personificaba Santiago Carrillo le había arrebatado
83.
El golpe del 23 de febrero fue un golpe singular porque fue un solo golpe y fueron tres golpes distintos: antes del 23 de febrero Armada, Milans y Tejero creyeron que su golpe era el mismo, y esta creencia permitió el golpe; durante el 23 de febrero Armada, Milans y Tejero descubrieron que su golpe era en realidad tres golpes distintos, y este descubrimiento provocó el fracaso del golpe
84.
Al cabo de sólo cuarenta y ocho horas de la entrevista entre Armada e Ibáñez Inglés, justo el día en que se iniciaba en el Congreso el debate de investidura de Calvo Sotelo como presidente del gobierno, Tejero telefoneó a Ibáñez Inglés: le dijo que había vencido el plazo otorgado por Milans para que triunfase la Operación Armada, que las sesiones del debate de investidura, con el gobierno y todos los diputados reunidos en el Congreso, eran una oportunidad de realizar lo convenido que tardaría mucho tiempo en volver a presentarse, le aseguró que contaba con un grupo de capitanes dispuestos a secundarlo, que los últimos acontecimientos -la ofensa al Rey en el Parlamento vasco, el asesinato del ingeniero de Lemóniz a manos de ETA, las consecuencias de la muerte del etarra Arregui- los habían soliviantado y ya no podía retenerlos por más tiempo, y que en suma iba a tomar el Congreso con Milans o sin Milans; la advertencia de Tejero a Ibáñez Inglés disipó las reservas que todavía albergaba el capitán general de Valencia: no podía parar al teniente coronel, el fracaso político de Armada le dejaba sin opciones, se había comprometido demasiado como para echarse atrás en el último momento
85.
Los valedores de esta teoría sostienen que Cortina se enteró de que el golpe iba a ocurrir cuando ya era tarde para desactivarlo; sostienen que comprendió que se trataba de una operación improvisada y mal organizada y que decidió precipitarla para no dar tiempo a que los golpistas terminasen de ponerla a punto y para asegurar así su fracaso; sostienen que por eso empujó al golpe a Tejero en su entrevista del día 19, fijándole la fecha del asalto al Congreso
86.
Insisto: no digo que ése fuera para la monarquía el único resultado posible del golpe si el Rey se oponía a él; lo que digo es que, como cualquiera de los demás conjurados, antes de unirse al golpe Cortina pudo llegar a la conclusión de que los riesgos que el golpe entrañaba para la monarquía eran muy inferiores a los beneficios que podía acarrearle, y de que en consecuencia el golpe era un buen golpe porque triunfaría tanto si triunfaba como si fracasaba: el triunfo del golpe fortalecería la Corona (eso es al menos lo que pudo pensar Cortina y lo que pensaban Armada y Milans); igualmente lo haría su fracaso
87.
Hasta aquí -y repito: hasta bien entrada la madrugada-, la actuación de Cortina: una actuación que parece descartar su implicación en el golpe, pero que en absoluto permite excluirla (en realidad, colaborar con el contragolpe era, a medida que la noche avanzaba y se alejaba la posibilidad de que el golpe triunfase, la mejor forma de resguardarse contra el fracaso del golpe, porque era una forma de resguardarse contra la acusación de haberlo apoyado); menos aún permite excluirla lo que sabemos de la actuación de algunos de sus subordinados
88.
Así pues, es altamente probable que el 23 de febrero el jefe de la AOME ordenara a varios miembros de su unidad -al menos Gómez Iglesias, García-Almenta y los tres integrantes de la SEA- que apoyaran el golpe, De este modo se explicaría que en la madrugada del día 24, cuando el fracaso de la intentona era ya inevitable y regresó desde la sede central del CESID hasta la sede central de la AOME, Cortina se reuniera en dos ocasiones, a puerta cerrada y durante largo tiempo, con Gómez Iglesias y García-Almenta, sus dos principales cómplices, posiblemente para asegurar coartadas y acorazarse contra cualquier sospecha; y de este modo se explicaría también que el día 24 Cortina realizara una ronda de reuniones en todas las sedes de la AOME con el fin de despejar los rumores que corrían por la unidad -casi todos procedentes de las infidencias de Monge-, establecer un relato oficial e inmaculado de lo ocurrido en ella el día anterior y eximir de cualquier responsabilidad en el golpe al general Armada, de quien Cortina había hecho grandes elogios ante sus hombres en las jornadas previas, como si quisiera prepararlos para lo que debía ocurrir
89.
Cualquier movimiento de tropas, cualquier enfrentamiento civil, cualquier incidente podía decantar el golpe del lado de los golpistas, pero a aquella hora el Rey, Armada y Milans eran quizá quienes disponían de más poder para decidir su triunfo o su fracaso
90.
Aunque sea mucho más arduo y más inseguro que el original, el plan improvisado de Milans tiene notables ventajas para Armada: si consigue su objetivo y es nombrado presidente del gobierno, el antiguo secretario del Rey podrá presentar el triunfo del golpe como un fracaso del golpe y su gobierno como una prudente salida pactada a la situación provocada por el golpe, como el vericueto de urgencia -temporal, tal vez insatisfactorio pero imperioso- que ha tomado el retorno del orden constitucional violado por el asalto al Congreso; pero, si no consigue su objetivo, nadie podrá acusarlo de otra cosa que de haberse esforzado por liberar a los parlamentarios negociando con los golpistas, lo que debería disipar las suspicacias que se han acumulado sobre él desde el inicio del golpe
91.
Enfrentado a aquel amago de rebelión en el interior de la rebelión, Armada intenta que el teniente coronel se avenga a razones: una junta militar es una quimera y un error, el gobierno de unidad es el mejor desenlace del golpe y además el único posible, Milans está de acuerdo y no aceptará otra cosa, el Rey no aceptará otra cosa, el ejército no aceptará otra cosa, el país no aceptará otra cosa; las circunstancias son las que son, y Tejero debe entender que es mil veces preferible el triunfo de un golpe blando que el fracaso de un golpe duro, porque, aunque las formas sean distintas, los objetivos del golpe duro son los mismos que los del golpe blando; también debe entender que el golpe duro no cuenta con ningún apoyo ni tiene la más mínima posibilidad de triunfar y que, para él y para sus hombres, es mil veces preferible una pequeña temporada en el extranjero como exiliados de lujo que una larga temporada en prisión como delincuentes de la democracia
92.
La comparecencia del Rey en televisión y el fracaso de Armada en el Congreso no marcaron por tanto el final del golpe, sino el inicio de una fase distinta del golpe: la última
93.
En lo verificable es falsa; está demostrado que el Rey no aguardó a conocer el resultado de la gestión de Armada para permitir que la televisión emitiera su mensaje: dejando de lado el unánime testimonio en contra de los directivos y técnicos de televisión, que aseguran haber puesto en pantalla el mensaje en cuanto llegó a sus manos, es un hecho que Armada salió del Congreso cinco minutos después de que se emitieran las palabras del Rey, que no pudo avisar a la Zarzuela de su fracaso desde el interior del Congreso -hubiese tenido que hacerlo en presencia de Tejero y éste hubiese sido el más interesado en airearlo durante el juicio- y que, cuando llegó al hotel Palace y supo por quienes dirigían el cerco a los asaltantes que el Rey acababa de hablar por televisión, el general mostró su sorpresa y su disgusto, en teoría porque la intervención del monarca podía dividir al ejército y provocar un conflicto armado, pero en la práctica porque no se resignaba a su fracaso (y sin duda también porque empezó a sentir que había calculado mal, que se había expuesto demasiado negociando con Tejero, que las sospechas que se cernían sobre él se volvían cada vez más densas y que, si los golpistas eran derrotados, no le iba a resultar tan sencillo como pensó en un principio esconder su auténtico papel en el golpe tras la fachada de mero negociador infructuoso de la libertad de los parlamentarios secuestrados)
94.
En sus últimos años de lucidez Suárez recordó algunas veces esa escena en público, al menos una de ellas en televisión, viejo, canoso y con la misma sonrisa melancólica de triunfo con que Julien Sorel o Lucien Rubempré o Frédéric Moreau hubieran recordado al final de su vida su momento máximo, o con la misma irónica sonrisa de fracaso con que un hombre que ha vendido su alma al diablo recuerda pasados muchos años el momento en que el diablo cumplió finalmente su parte del trato
95.
Se sintió disgustada ante el fracaso de su búsqueda y entonces deliberadamente dejó caer el pendiente de Anne junto al escritorio
96.
Después del fracaso de Armada en el Congreso había fracasado el golpe blando de Armada y Milans, pero no el golpe duro de Tejero, un golpe que pretendía terminar con la democracia aún a costa de terminar con la monarquía y que -con el teniente coronel todavía ocupando el Congreso, con Milans todavía en las calles de Valencia, con los capitanes generales todavía a la expectativa y con muchos generales, jefes y oficiales todavía tentados de actuar- continuaba a la espera de un mínimo movimiento de tropas que desatase en el ejército una reacción en cadena
97.
A lo largo de toda la tarde y la noche Pardo Zancada había asistido entre perplejo, airado e impotente al fracaso de la rebelión en la Brunete una vez que Juste, el general en jefe, revocó la orden de salida cursada a todos los regimientos minutos antes del asalto al Congreso; avergonzado por la huida de Torres Rojas, que poco después de las ocho había partido de vuelta a su destino en La Coruña sin cumplir con su misión, y por la parálisis de San Martín y del resto de los jefes y oficiales de la unidad, tantas veces partidarios ardorosos del golpe, poco antes de la una de la madrugada Pardo Zancada cambió el uniforme de paseo por el de campaña, improvisó su columna de vehículos ligeros con la colaboración de varios jóvenes capitanes y con las dos únicas compañías acantonadas en el Cuartel General y, después de dejarla formada durante más de un cuarto de hora en las inmediaciones de la barrera de salida a modo de desafío o de invitación a sus compañeros, partió hacia el Congreso tras comprobar que nadie iba a engrosarla y amenazar con pegarle un tiro en la cabeza al soldado que desobedeciese sus órdenes
98.
La llegada de su columna levantó el ánimo de los guardias civiles sublevados, que empezaban a ser víctimas de la fatiga y del desaliento, conscientes de que el fracaso de la negociación entre Armada y Tejero había impedido un desenlace favorable del secuestro y de que a cada momento que pasaba era más difícil que el ejército acudiera en su auxilio; pero, además de proporcionar una momentánea dosis de moral a los rebeldes -permitiéndoles creer que por fin la Brunete se había unido al golpe y que aquel destacamento era sólo la cabeza de puente del esperado movimiento general-, tan pronto como se puso a las órdenes de Tejero Pardo Zancada se concentró en la tarea de insubordinar otras unidades: provisto de un listín telefónico de la división que se había procurado en el Cuartel General y saltando de teléfono en teléfono a medida que quienes dirigían el asedio al Congreso le cortaban las comunicaciones con el exterior hasta dejar únicamente cuatro o cinco aparatos en funcionamiento de los ochenta de que disponía el edificio, Pardo Zancada habló (desde un despacho de la planta baja del edificio nuevo, desde la centralita, desde las cabinas de prensa) con numerosos jefes de la Brunete dotados de mando en tropa; tras dar novedades a San Martín llamándole al Cuartel General, habló con el coronel Centeno Estévez, de la Brigada Mecanizada II, con el teniente coronel Fernando Pardo de Santayana, del Grupo de Artillería Antiaérea, con el coronel Pontijas, de la Brigada Acorazada XII, con el teniente coronel Santa Pau Corzán, del Regimiento de Caballería Villaviciosa 14
99.
Minutos más tarde de la alocución televisada del Rey y de que Tejero se negara a obedecerle desde el despacho del edificio nuevo del Congreso, sellando el fracaso de su golpe blando, Milans recibió un télex de la Zarzuela en el que se le urgía de forma dramática a terminar con el cuartelazo
100.
y la realidad era que a aquellas alturas de la madrugada -a medida que tras la comparecencia del Rey en televisión caían en cascada las condenas al golpe de las organizaciones políticas, sindicales y profesionales, de los gobiernos autonómicos, de las alcaldías, de las diputaciones, de la prensa y de un país entero que había permanecido en silencio hasta que vislumbró el fracaso de los golpistas- el interior del Congreso empezaba a estar maduro para la capitulación, o eso era al menos lo que pensaban quienes dirigían el cerco al edificio y habían abandonado ya la idea de asaltarlo con grupos de operaciones especiales por temor a una escabechina y concluido que bastaba dejar correr el tiempo para que la falta de apoyos externos hiciese sucumbir a los secuestradores: salvo los principales líderes políticos, aislados durante toda la noche en otras dependencias del Congreso, los parlamentarios permanecían en el hemiciclo, fumando y dormitando e intercambiando en voz baja noticias contradictorias, a cada minuto que pasaba más seguros de la derrota del golpe, vigilados por guardias civiles que intentaban hacerles olvidar los ultrajes de los primeros instantes del secuestro tratándolos con mayor consideración cada vez porque cada vez estaban más desmoralizados por la evidencia de su soledad, más diezmados por el sueño, la fatiga y el desaliento, más arrepentidos de haberse embarcado o haberse dejado embarcar en aquella odisea sin salida, más asustados ante el futuro que les aguardaba y más impacientes por que todo acabase cuanto antes