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    modista Beispielsätze

    modista


    1. A pesar de losartificios de la modista y del


    2. regularidad; los proveedores no la molestaron yaexigiendo el pago de los atrasos, y la modista


    3. se lanzaban a la de la modista, a laguantería, a la perfumería, dejando en todos


    4. modista; nuestra heroína tuvo diez años felices demodistilla; el pañuelo de labor en la


    5. trajes y la cuenta de la modista, quedóestuperfacto: estuvo por gritar ¡ladrones! Maldijo de su


    6. á la picaresca y alegre modista; jamás haentrado en casa de


    7. La agarró por los hombros y la condujo entre los visitantes de la feria en dirección al puesto de la modista


    8. Sabía llevar una casa y cocinar, y quería ser modista


    9. Consulta de 4 a 6; más arriba encontré un carbonero que bajaba, luego el panadero con su gran banasta, una oficiala de modista de sombreros con la caja de muestras, y a todos les preguntaba con el pensamiento: «¿venís de allá?»


    10. Me entretuve en suponer a la muchacha rubia hermana de mis vecinos de la Calçada do Tojal, la mudé a casa del empleado de la Vacuum y del oficial preso, y cuando mi sobrino volvió a enderezar cuadros y a cambiar los cacharros de sitio dejé de reparar en él porque la encargada de la pensión cayó presa de un ataque, el cuervo graznaba tirando de su delantal con las patas, la lluvia le empapaba la falda y el pelo, mi sobrino me informó sonriendo La tía ha de durar eternamente, y yo asentí para no perturbarlo, le encajé un sombrero tirolés en la coronilla, lo puse en la Quinta do Jacinto, en Alcántara, casado con la hija de la modista de mis padres, una diabética nacida en Mozambique o en Guinea o en Ciudad del Cabo, pudriéndose por dentro, como yo, de un mal sin remedio que la devoraba, y entonces volví a oír el mar de octubre y los albatros que piaban en la bodega de las calderas, me dormí frente al televisor apagado y desperté paseando por mi habitación como por los castaños de Mortágua, donde el padre de mi cuñada, con chaqueta de lino, resolvía los crucigramas del periódico en el mirador hacia la sierra, rodeado de avispas, de grillos y del silencio de sol de los olivos

    11. y yo le apreté la manga con fuerza creyendo que tal vez podríamos partir todavía y no podíamos, con qué dificultad se curvan las espaldas, con qué dificultad los brazos, con qué dificultad las piernas se mueven, en el sitio de la Estrada Militar no hay soldados marchando con un oficial y un tambor al frente, sino chabolas de negros y gitanos, de gitanos y de negros, sin una luz salvo la de los dientes y la de la baba de los perros tan enclenques como ellos, barracas con trozos de cartón, con tablas, con duelas de barricas, con maderas de andamios, mujeres descalzas calentando cazos en las piedras, niños con rostros como charcos, cieguitos, aun en septiembre un lodazal de lluvia, pobres de vosotras que habréis de entrar a la iglesia (y yo encerrada en el ataúd) y al empujar la antepuerta las llamas de los cirios se inclinarán trémulas hacia vuestro luto que dura lo que una misa y un entierro y habréis de mediros, indecisas, ¿A cuál de nosotras le tocará, Manuela?, ¿A cuál de nosotras le tocará, Luisa?, el cementerio lleno de maridos que no esperaron, que no esperan, ¿Oyes la tormenta?, no es que yo tenga miedo, tú sabes que no tengo miedo, de qué sirve tener miedo, pero habla conmigo, pero quédate ahí un rato, pero no cuelgues todavía, en Ericeira encendía la salamandra al atardecer, el viento en los pinos me aterraba, por la ventana de la sala la colina bajaba hacia las dunas y la arena brillaba, las olas me rompían los huesos en la muralla, mis sobrinos seguían en bicicleta hacia el agua que la bandera roja prohibía, había un café desierto, con grandes letras pálidas, en la cima del farallón, nadie frecuentaba aún la playa de Sao Lourenço, sólo habitada por raras gaviotas, ningún veraneante, ninguna sombrilla, ningún bañista, adolescentes lejos de sus padres saltando por las rocas, y ellas proyectando partidas de canasta, proyectando excursiones a Sicilia, a Yugoslavia, a Leningrado, a Egipto, ¿No te parece, Maria Antonia?, y yo que sí con la cabeza, imaginando un autobús de visitas que tejen por Europa, Sicilia claro, Yugoslavia claro, Leningrado claro, tiene un museo estupendo, Egipto, las pirámides, la Esfinge, y por qué no una excursión a Benfica, y por qué no una excursión a lo que fuimos, bodas, procesiones, bailes de carnaval, partidos de hockey, el lobo de Alsacia de mi padre, encerrado y soltando aullidos, en una jaula, y después de salir las visitas, con sus Sicilias y sus museos, mi sobrino, de espaldas a mí, observando el mercado nuevo, Si la tía no quiere ponerse en tratamiento de quimioterapia no se pondrá, no se preocupe, y yo a él ¿Cuánto tiempo, hijo mío?, y él, cambiando los cacharros de posición, No lo sé, y entonces lo vi sentado en la Quinta do Jacinto, bajo un nogal seco, él, que vivió en Londres, que trabajó en Londres, que tenía ocho canales de televisión y una criada española, ni de la existencia de la Quinta do Jacinto sabía, viviendas con dalias mustias en el otero de Alcántara, el borracho que irrumpía en la sala de costura asegurando Yo vuelo, la modista que lo amenazaba con la plancha y después, ya más calmada, La niña disculpe pero es por culpa de estas cosas y otras más que tengo el corazón hecho una pena, y mi sobrino, con la cartera en las rodillas, en espera de la noche para entrar en casa como yo espero el día para entrar en la muerte porque, no sabiendo gran cosa, sé que moriré de día, durante las primeras horas del día, con un vecino médico, llamado con tal urgencia que ni tiempo tuvo de peinarse, que me auscultó el corazón parado pensando que lo oía cuando lo que realmente oía era el cangilón del ascensor, y conmigo morirán los personajes de este libro al que llamarán novela, que en mi cabeza, poblada de un pavor del que no hablo, tengo escrito y que, según el orden natural de las cosas, alguien, un año cualquiera, repetirá por mí del mismo modo que Benfica se ha de repetir en estas calles y fincas sin destino, y yo, sin arrugas ni canas, cogeré la manguera y regaré, por la tarde, mi jardín, y la palmera de Correios crecerá de nuevo antes que la casa de mis padres y que el molino de zinc pidiendo viento, y mi hermana, viuda también y sin el pecho izquierdo, amputada del pecho por un cáncer, un cáncer como el mío, un cáncer, un cáncer, No es que yo tenga miedo a las tormentas, hay pararrayos por todas partes y además de qué sirve tener miedo, pero no cuelgues todavía,


    12. Yo llevé a Palacio a la modista Teresa Valcárcel, fundamento de todo este enredo; tras de la modista fue el guardia D


    13. De modo que aquí me tiene usted oficiando de causa histórica, porque si yo no hubiera llevado a la modista


    14. Con pretexto, ciertamente bien motivado, de probar un cuerpo en casa de la modista, salió al siguiente día con su padre, a primera hora de la tarde del sábado 31 de Enero


    15. ni de lo que murmurarán las de Eme! Este vivir libre y sano no lo conoces tú, ni ninguno de los desgraciados que se pudren en ese presidio, condenados a pensar en el sastre, en la modista, en lo que traerá el cartero, en lo que dirá el periódico, en si cae el Gobierno, en las pisadas del aguador y en el precio de la carne


    16. Tía Carolita dispuso que la mejor modista de Buenos Aires se hiciera cargo de mi vestido para la tertulia; parecía muy interesada en que yo descollara esa noche


    17. Una modista diseña


    18. La visión de una gotera cuyo dibujo recuerda el de una foca la distrae momentáneamente de la idea de los trajes, luego piensa que así tirada se le puede pasar la tarde y que mejor sería llegarse a casa de la modista por pereza que dé y decirle las reformas que quiere


    19. Pero, ¿es que tiene ganas de ir a la modista? Se levanta, por lo menos el de rayas valdría la pena arreglarlo, ha cambiado tanto la moda; lo palpa, lo separa de los otros; sería bueno sacar ganas de llegarse hasta Ríos Rosas, a casa de Vicenta, el autobús 18 no deja mal, probarse el traje en aquella habitación con bibelots pasados de moda, que huele a cerrado y dejar eso resuelto esta misma tarde, decidir allí con ella: «Verá usted, lo que yo quiero…», pero es que ataca los nervios Vicenta con su impasibilidad y sus ojos de rana, verla allí detrás en el espejo, de pie, mirándote como un palo, y con aquella voz de sosera: «Pues no le está a usted mal… no, si yo, por deshacérselo, se lo deshago… yo, lo que me diga… bueno, bien… entonces ¿cómo? ¿con un bies?»


    20. Pero cundió por toda la ciudad la fama de la hermosura de una modista de París, que, loca de amor, había llegado a Besançon para consolar al pobre prisionero, y Matilde, objeto de la atención general, Matilde, que se pasaba los días recorriendo las calles, creyendo que nadie la conocería, o tal vez con intención deliberada de producir impresión en el pueblo, a que, en su locura, esperaba amotinar cuando Julián fuese conducido al patíbulo, consiguió al cabo ser recibida por el señor de Frilair

    21. La señora Cake ocupaba su abundante tiempo libre con trabajos como modista y una activa colaboración en la iglesia


    22. Entraron y, dejando a su derecha la puerta de acceso a la tienda de comestibles, subieron por la estrecha escalera que les condujo ante la puerta del piso, sobre la cual había una inscripción con el nombre de Lukacek, sastre modista


    23. Allí estaba el vestido, en medio de la habitación, sobre un maniquí de modista


    24. En cambio, ¡con qué gusto hubiera trepado por los escalones negros, malolientes y escurridizos de la modistilla retirada, con qué gusto habría pagado más caro que un proscenio abonado el derecho de pasar en aquel quinto piso los ratos que Odette iba allí, y aun los ratos en que no iba, para poder hablar de ella, vivir con personas que ella trataba, sin que Swann las conociera, y que precisamente por eso le parecía que guardaban una parte real, inaccesible y misteriosa de la vida de su amante! Mientras que en aquella pestilente y deseada escalera de la modista, por no haber en la casa otra escalera de servicio, se veían todas las noches, a la puerta de cada cuarto, encima del felpudo, sendas botellas sucias y vacías para el lechero, en la escalera magnífica y desdeñada que Swann iba subiendo había a uno y a otro lado, a distintas alturas, ante la anfractuosidad que formaba en el muro la ventana del portero o la puerta de una habitación, representando el servicio interior a ellos encomendado, y rindiendo pleitesía a los invitados, un portero, un mayordomo, un tesorero (buenos hombres, que vivían todo el resto de la semana muy independientes, cada uno en sus habitaciones propias, comiendo allí y todo, como tenderos modestos, y que quizá pasarían el día de mañana a servir a un médico o a un industrial), muy atentos a las instrucciones que les habían dado antes de endosarse la librea, que rara vez se ponían, y que no les venía muy ancha; manteníanse tiesos, cada uno bajo el arco de una puerta o ventana, con una brillante pompa, entibiada por la simplicidad popular, como santos en sus hornacinas; y un enorme pertiguero, como los de las iglesias, golpeaba las losas con su bastón al paso de cada invitado


    25. Y, sin embargo, en lo que a Odette se refiere, la gente debía haberse dado cuenta que si bien aquélla no llegó nunca a comprender por completo lo inteligente que era Swann, por lo menos sabía los títulos de sus trabajos, estaba muy al corriente de ellos y el nombre de Ver Meer le era tan familiar como el de su modista; además, conocía a fondo esos rasgos de carácter de Swann ignorados o ridiculizados por el resto de la gente, y que sólo una querida o una hermana poseen en imagen amada y exacta; y tenemos tanto apego a dichos rasgos de carácter, hasta a esos de que nos queremos corregir, que si nuestros amores de larga fecha participan en algo del cariño y de la fuerza ,de los afectos de familia es porque una mujer acabó por acostumbrarse a esas características del modo indulgente y cariñosamente burlón con que estamos hechos a mirarlos nosotros y con que los miran nuestros padres


    26. Y como es modista y debe de saber manejar las tijeras, me tendrá que dar un bonito patrón de ella misma en papel


    27. En esto monsieur de Charlus merecería el apodo que le pusieron más adelante, la Modista


    28. Le contó anécdotas de sus entrevistas con Legrande, el modista, con Claude Goupil, el rey de los gastrónomos, y con Maurice Quarolli, el funcionario de la Policía de Seguridad


    29. Se detuvo junto a un establecimiento cerrado, con un cuchillo dibujado en el letrero que todavía colgaba sobre la puerta, y simuló estar quitándose una china del zapato mientras examinaba furtivamente la tienda de la modista


    30. Nynaeve tomó asiento al lado de Elayne y la modista les puso las tazas delante, tras lo cual corrió hacia una alacena, de la que sacó cucharillas de peltre

    31. Advirtió que la rolliza modista le sonreía desde la puerta y tiró de Nynaeve hacia la esquina del edificio


    32. Considerando la cantidad de puntillas que la modista lucía en su propio vestido, con el corpiño casi enterrado bajo ellas y con chorreras colgando sobre las enaguas expuestas, pediría precios exagerados si Nynaeve encargaba algo—


    33. Incluso la madre de Clovis, que por lo general se mantenía bien informada de todo lo referente a las carreras gracias a su modista, confesó que en aquella ocasión se encontraba completamente desorientada


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    modista in English

    dressmaker seamstress tailor modiste couturier

    Synonyme für "modista"

    creador modistilla sastra