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    Use "abyección" in a sentence

    abyección example sentences

    abyección


    1. fuerza bendita quela antigüedad abandonaba a la abyección de la


    2. precipitándose hasta lo más hondo de la abyección y delvicio, cuida de ella y


    3. —No tendría valor, dijo Tragomer, para ver en la abyección un hombre áquien he conocido bello y


    4. haciéndole revolcarse en la abyección de su amor locoy desesperado, capaz de las


    5. abyección a esa raza por medio de laservidumbre, del oprobio, de rudos trabajos y de inhumanos


    6. que los habían levantado de la abyección y que les habíandevuelto el ser de criaturas racionales


    7. la abyección en que yo estaba?


    8. grado dela abyección en los hombres desocupados y ricos


    9. lacreciente miseria, la abyección moral de los siervos de la


    10. masas en la servidumbre yla abyección

    11. Se revolvería en la abyección, paladearía suenvilecimiento,


    12. á la abyección de ligar mi mano y mi vida con la suya


    13. El desprecio y la abyección en que viven las mujeres sin


    14. Por el momento, su abyección


    15. ocurrir, será que con su desdén orgulloso abatan yhundan en la abyección a los pueblos de que se


    16. abyección y en el vicio


    17. Frederic no podía concebir que se hubiesen levantado en armas por defender a un príncipe del que no sabían nada, del que ignoraban hasta las facciones, cobarde sin valor ni voluntad, huésped forzoso del Emperador, que había llegado hasta la abyección de renunciar a sus derechos hereditarios, y cuyo servilismo ante el dueño de Europa lo hacía indigno de cualquier lealtad del que ya no era su pueblo


    18. Y con estremecimiento de indignación recordaba la incalificable abyección suya de poseerla en un momento de embriaguez, cediendo a los impulsos de bestia que, como una invasión de demencia, le arrebataban en las horas de orgía…! Mas luego atenuaba su falta hasta absolverse…


    19. Con inmediata abyección juraron lealtad al nuevo califa y huyeron de Madinat al-Zahira antes de que la muchedumbre armada la tomara, comenzando un saqueo que duró cuatro días, y que al-Mahdi no quiso o no pudo detener


    20. El padre lo ha visto, como en sueños, con sus ojos turbios y llenos de la pobre abyección de quien está en las manos de los demás; ya ha hecho su cálculo y espera…

    21. Y en un paroxismo de abyección cayó de rodillas ante el Interventor


    22. Cuántas veces habrá pensado, viendo esa buena voluntad pronta, pero sin abyección, esa humildad que no renunciaba al orgullo, esa total entrega del espíritu cuya envoltura era la inconsciente imitación de ropa, vocabulario y modalidad, ¿Qué es lo que no puedo hacer con estos huesos y carne dispuestos, si se me antoja; esos huesos y carne y espíritu que nacieron de la misma fuente que los míos; pero en medio de tranquila paz y serenidad, corriendo bajo un sol monótono, pero siempre brillante, mientras la que él me legó nació en medio del odio, el ultraje y el no perdón y corrió en la sombra? ¿Qué no podría moldear yo con esta arcilla maleable y dispuesta que no pudiera moldear su mismo padre, a qué forma de bien que sin duda hay, es necesario que haya, en esa sangre, mientras nadie puede tomarla y moldearla en mí y pronto será demasiado tarde? En otros momentos, debe de haberse dicho que eran pamplinas, que no podía ser cierto, que esas coincidencias sólo se dan en los libros, al pensar con su fatalismo, su cansancio, su incorregible tendencia a la soledad: Este pequeño bastardo insignificante… ¿Cómo haré para librarme de él?; y luego la voz, la otra voz: No es eso lo que piensas en realidad; y él: No


    23. Desdicha grande fue la de nacer en la católica España a lo largo de siglos de persecución implacable! Ojalá nuestras madres nos hubieran cagado a mil leguas de ella, en tierras otomanas o de negros bozales! Allí hubiéramos crecido libres y lozanos, sin que nadie se metiera en nuestras vidas ni nos aterrorizara con castigos y amenazas! Cuántas veces vimos desfilar enjauladas a nuestras hermanas camino del quemadero! Cualquier gesto o descuido podían delatarnos y conducirnos a las mazmorras del Santo Oficio, debíamos obrar con sigilo, temblábamos de gozo y terror entre las piernas de quienes ofrecían lo suyo a la voracidad enloquecida de nuestros labios, quizás alguien nos había espiado e iría a denunciarnos, qué desgracia nos acechaba tras los breves instantes de fervor y de dicha? Nos sabíamos condenadas y la certeza de nuestra fugacidad nos empujaba a afrontar temerariamente el peligro, el Archimandrita en el que reencarnó Fray Bugeo nos protegió a la sombra de su convento, aquí no encontraréis mujeres sino hombres que huyen de ellas, componen fratrías y visten faldas, los que no corren tras las mozas de la cantina ni solicitan a las devotas en el confesionario se encargarán de vosotras y aliviarán vuestras ansias, éste es el único puerto seguro en nuestros tiempos de iniquidad y miseria, disfrazaos de monaguillos o monjes, vivid entre falsos castrati, fingid gran devoción a Nuestra Señora y afinad el canto en la iglesia, no puedo ofreceros más, extremad la prudencia, cien mil ojos y oídos fiscalizan nuestros actos, registran dichos y movimientos, graban el menor suspiro, ni el KGB ni la CIA han inventado nada, el Gran Inquisidor de estos reinos vela por su quietud y de todo tiene constancia, no confiéis en ningún amante ni amigo, sometidos a tormento podrían traicionaros, acampamos en un universo de fieras, quien no devora acaba por ser devorado a fuerza de envilecernos asumíamos el reto, invocábamos al demonio y sus obras de carne, celebrábamos aquelarres y coyundas bestiales, nos hacíamos encular junto a los altares por los matones más brutos del hampa, escupíamos su espesa lechada en los cálices, la consagrábamos y consumíamos con la misma unción de los Divinos Misterios las obleas eran nuestros preservativos! el odio y aversión del vulgo a las de nuestra especie nos servía de estímulo, instigaba a trastocar sus sacrosantos principios, convertía la abyección en delicia exaltada sangre, esperma, mierda, esputos, meadas, cubrían las ricas alfombras de la iglesia ante la mirada vacía de sus Vírgenes y santos de palo inventábamos ritos y ceremonias bárbaros, coronábamos con flores a los sementales más alanceadores, los proclamábamos Vicarios de Cristo en la Tierra, exprimíamos hasta la última gota del sagrado licor de sus vergas en noches inolvidables que evocábamos con místico rapto mientras prendían fuego a las piras y nos reducían a materia de hoguera entonces bendecíamos la crudeza del destino y la gloria de nuestra audacia, nadie nos puede arrebatar una furia y ardor que se renuevan en el decurso de los siglos, muertas hoy y renacidas mañana, sujetas a la gravitación de una absorbente vorágine, éramos, somos, las Santas Mariconas del Señor listas para todos los desafíos y asechanzas, las devotas del Niño de las Bolas y su Vara de Nardo, hemos sufrido mil muertes y no nos amedrantan los zarpazos del monstruo de las dos sílabas, descendíamos a las simas del Pozo de la Mina y nos dejábamos azotar por verdugos encapuchados, eran inquisidores?, gerifaltes nazis? Incubos revestidos de la parafernalia de las sex-shops neoyorquinas?, los zurriagazos restallaban en nuestras espaldas, nos revolcábamos con beatitud inmunda en los charcos de orina, allí no cabían sonrisas ni humor, sólo gravedad litúrgica, preceptiva de enardecida pasión, misterios de gozo y dolor, crudo afán de martirio, usted mismo nos vio, con cautela o cobardía de mirón, en la época de sus cursos en la universidad vecina, trabados en piña en el cerco de premuras y ahíncos, hasta el día en que topó con un denso e inquietante silencio y de escalera en escalera, túnel en túnel, aposento en aposento, asistió al espectáculo de la gehena, no ya de los mares de luz oscuridad fuego agua nieve y hielo, sino el de cadáveres y cadáveres maniatados, con grillos en los pies y collarines claveteados en el cuello, sujetos entre sí con cadenas, colgados de garfios de carnicero, inmovilizados para siempre en sus éxtasis por el índice conminatorio del pajarraco, debemos recordárselo? usted nos dejó allí, en aquel despiadado abismo, pero nosotras transmigramos y reaparecimos en el círculo de amigas del Archimandrita, de su odiado e inseparable pére de Trennes fuimos las gasolinas de mayo del 68 y desfilamos por los bulevares con nuestros perifollos del Folies Bergére y cabelleras llameantes, abrazamos con efusión todas las causas extremas y radicales, seguimos a Genet y sus Panteras Negras de Chicago o Seattle, coreamos con kurdos, beréberes y canacos consignas revolucionarias e independentistas, rechazamos las tentativas de normalización de nuestro movimiento y su inserción insidiosa en guetos, abjuramos solemnemente de cualquier principio o regla de respetabilidad nauseabunda somos, escúchenos bien, las Santas Mariconas, Hermanas del Perpetuo Socorro, Hijas de la Mala Leche y de Todas las Sangres Mezcladas y lo seremos hasta el fin de los tiempos mientras perdure la llamada especie humana o, mejor dicho, inhumana, ¿no cree? ya sé qué pregunta quiere hacerme, a mí, el fámulo importado de las remotas islas, sobre mi insulso traje de oblato, la adivino en el temblor impaciente de sus labios y la malicia abrigada en sus pupilas, y le responderé antes de que nos despidamos y le dejemos a solas con su asendereado libro por provocación, mi querido San Juan de Barbes! para dar una última vuelta al rizo y cumplir con el papel de garbanzo blanco en mi universo de garbanzos negrísimos!, voy con mi compañera al baile de máscaras animado por la Orquesta Nacional de su barrio, allí arderemos todas las gasolinas y corearemos nuestra consigna, derriére notre cul, la plage, y acabada la fiesta y con la aprobación expresa del bendito arzobispo de Viena y del cardenal romano que, según Millenari, hizo voto perpetuo de homosexualidad, celebraremos una clamorosa sentada frente a la Prelatura Apostólica con nuestros abanicos, penachos, plumas, lentejuelas, collares, minifaldas, tetas de goma, pichas gigantes, para exigir la canonización inmediata de Monseñor en razón de su vida y escritos cuajados de testimonios de santidad irrefutable si quiere acompañarnos, le reservaremos un billete de avión!


    24. Y la abyección del buhonero le había causado horror


    25. Nos saben ladrones e indignos de confianza, enfangados, andrajosos y hambrientos y, confundiendo el efecto con la causa, nos juzgan dignos de nuestra abyección


    26. Celestina, desesperada, se acercó al lecho de su padre, lloró otra vez, de rodillas, con la cabeza hundida en el flaco jergón, mientras don Santos repetía con voz pausada, débil, que tenía una majestad especial, compuesta de dolor, locura, abyección y miseria:


    27. Era, sin embargo, un hombre vigoroso, con un vigor popular salido de la entraña misma de Francia, con una honradez, una inteligencia y una humanidad que hubiesen bastado para gobernar el Estado con acierto y llevarlo a la victoria si Francia no hubiese sentido el impulso suicida de renegar de sí misma, de confundirse con el enemigo y de hundirse en la abyección totalitaria


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    abyección in English