1.
El caso es que mi tío sale de allí con la tela despuésde conseguir que le rebajen un duro en cada vara; ycuando está hecho el gabán, pregunta á los amigos:
2.
Tomé, pues, elbastón, el sombrero y el gabán y
3.
intacto lecho, revolviendo sábanas y colchas; tomé elsombrero y el gabán, y salí al corredor
4.
Hizo Sanchocostal de su gabán, y, recogiendo todo lo que pudo y cupo en el
5.
A Sancho lequitaron el gabán, y, dejándole en pelota,
6.
de las estacas,las puñadas del arriero, la falta de las alforjas, el robo del gabán y todala hambre,
7.
que daban las tres en el relojdel despacho, púsose el gabán y
8.
pueda recostarme, y el gabán depieles
9.
Luego, aquel gabán tan largo, las botas
10.
camisa, y se cubriócon el gabán del médico, mientras Piscis iba
11.
Si me envolvía en mi gabán de pieles me asaltaba de pronto la visión delas desgraciadas
12.
Pantaleón sacó de los profundos bolsillos de su gabán un compás degruesos y le
13.
El hijo predilecto de la Iglesia, sonriente y ruborizado, sacó delbolsillo del gabán un
14.
el cuello del gabán y comenzó a caminar másdespacio
15.
cuando, en lasestrecheces del camino, enganchábasele el gabán
16.
Marenval se subió el cuello de su gabán de pieles, alzó los ojos haciala puerta que se abría delante de él y, ya mal humorado sin más quehaber mirado aquel pasaje poco atrayente, entró resueltamente en elpatio
17.
—Más comienchos con mucho gabán de pieles y sin un céntimo en elbolsillo
18.
lapuerta entreabierta, reconoció á Jacobo á pesar de traer el sombreroechado sobre los ojos y el cuello del gabán levantado hasta la nariz
19.
Un lacayo lecogió el gabán
20.
En efecto, dos siguieron hacia laPresidencia, y el del gabán
21.
Envuelto en su gabán de pieles yarrellanado en el rincón del coche, no despegó los labios en todo elcamino
22.
era water-proof[25] el sombrero, el gabán, lospantalones, los guantes, las botas, todo
23.
Ni en el mes de Agosto entraba en el suyo sinponerse gabán
24.
Mas al verme llegar a la reja con el gabán puesto,
25.
Uno de ellos llevaba dos dedos de grasa en el cuello del gabán; a otrole faltaban los
26.
invierno sin gabán comparecenahora en la tertulia del café con distritos magníficos
27.
Mesía tardó en contestar; se abrochó su gabán entallado de color deceniza, hasta el cuello; se
28.
hechas quepasan de generación en generación como un gabán
29.
botones, y todosdeben de llevar colgando del gabán un botón de que no pueden
30.
Tuvo calor, y se desabrochó el gabán; pero temiendo coger frío, se loabrochó de
31.
Quitándose precipitadamente el gabán, el profesor dijo con cólera:
32.
seguía la confección de un gabán depunto de Irlanda
33.
larguirucho, aquel gabán raído,aquellos pantalones con rodilleras y tal cual remiendo, no se
34.
llevando en lashaldas del gabán varios salivazos
35.
importanteera poseer un sombrero de moda y conservar el gabán
36.
por el cuello desu gabán para quitarle las hilachas que siempre
37.
estaban allí, en el bolsillo interior del gabán
38.
En el «hall», mientras me ponía el gabán, oí que los
39.
Y, picando más de lo que hasta entonces, serían como las dos de la tarde cuando llegaron a la aldea y a la casa de don Diego, a quien don Quijote llamaba el Caballero del Verde Gabán
40.
Yo venía de una pequeña librería íntima, cuyo librero, gran amigo de todos nosotros, acababa de conseguirme un raro ejemplar de los poemas de Rimbaud, sintiéndome infantilmente feliz aquella tarde sabiéndolo apretado bajo mi gabán para librarlo de la lluvia
41.
Muy ufano, al quitarme el gabán, le descubrí mi precioso volumen, que él hojeó con un débil gruñido aprobatorio, dejándolo luego sobre la silla que a su izquierda sostenía en su respaldo los abrigos y las bufandas
42.
Allí quedó tendido, boca arriba, entre las esquirlas de roca y de hielo, mientras las llamas le lamían el mugriento gabán
43.
Sobre el frac llevaba un gabán amarillo pálido, tan ligero, que casi parecía una bata, y echado hacia la nuca, un sombrero de alas anchas color verde claro, sin duda una curiosidad oriental comprada por ahí casualmente
44.
La encontramos en el bolsillo de su gabán
45.
Llevaba gabán y bufanda
46.
Se quitó el gabán y los guantes
47.
—Estaba en el bolsillo del gabán de Giles cuando regresó
48.
Manfred se sentó en uno de los veladores del fondo y calándose la gorra hasta las orejas, extrajo del bolsillo exterior de su gabán un periódico deportivo y simuló ponerse a leer en tanto que, con el rabillo del ojo, vigilaba la entrada del establecimiento
49.
Norrell se puso el gabán y subió al coche, y, por la expresión de sorpresa que se dibujó en su cara cuando se abrieron las portezuelas y Drawlight subió por un lado y Lascelles por el otro, me inclino a suponer que no tenía intención de que esos caballeros lo acompañaran a Brunswick Square
50.
Terminada la visita, el lacayo acude con el gabán del hacendado y lo ayuda a ponérselo
51.
Vestía un gabán largo y de color oscuro, provisto de una capucha de gran tamaño que le colgaba alrededor de los hombros
52.
El miembro del clan de las Sombras que estaba de pie en el umbral llevaba un gabán oscuro, largo y con una capucha que le colgaba alrededor de los hombros
53.
Cuando Kid pasó por su lado rozándolo ligeramente con el gabán, Yunque se las arregló para descender un peldaño de la escalera, lo justo para apartarse un poquito del escenario de la acción que sin duda estaba punto de desatarse
54.
Sonó la descarga, y herido en el vientre, el reo permaneció en pie, las manos en los bolsillos del gabán, presentando el pecho a los fusiles
55.
En el hombre vi, como rasgos culminantes del tipo, un bigote negro cerdoso cortado en forma de cepillo, cabellera abundante cortada como escobillón, nariz pequeña y atomatada, bastón de cachiporra, [129] gabán claro de largo uso, y sombrero, que en toda la visita permaneció en la mano de su dueño
56.
" Según parece, el Padre duerme en el duro suelo, sin taparse más que con su gabán, una prenda verdosa, de edad incierta, a la que tiene mucho cariño y de la que dice con orgullo, acariciando las raídas mangas: "Empecé a usar este sobretodo cuando era estudiante en Holywell
57.
Prim, sobre las prendas venatorias, llevaba un gabán con el cuello levantado: se había constipado en el viaje y tiritaba de frío
58.
Llevaba el cuello del gabán subido hasta las orejas, sombrero hongo, pantalones doblados a estilo de pesca, las botas mojadas de la gran humedad del suelo herboso
59.
»Yo vi a don Nicolás Salmerón salir con el cuello del gabán levantado, y tapándose la boca con un pañuelo
60.
Del Tajo subía una humedad desagradable que detuvo a Corso bajo el arco mudéjar de la entrada para subirse el cuello del gabán
61.
Moviéndose con dificultad en el estrecho habitáculo, colgó el gabán y la chaqueta antes de sentarse en la cama, junto a su bolsa de lona
62.
Así que extrajo dos cigarrillos del gabán y le ofreció uno que ella rechazó, no sin mirarlo antes con cierta aprensión
63.
Dicho de modo más prosaico: mientras enviaba el resto de su ropa a reunirse con el gabán arrojado a los pies de la cama, Corso comprobó que la inicial erección provocada por las circunstancias se hallaba en franco retroceso
64.
Con infinitas precauciones para no despertarla alargó una mano hasta el gabán en busca de un cigarrillo
65.
Íbamos dispuestos para el viaje: Olmedilla con un gabán negro y largo, provisto el capitán de capa, sombrero, espada y daga, y yo con un enorme hato a cuestas donde llevaba, con más discreción, algunas provisiones, dos mantas ruanas, un odre con vino, un par de pistolas, mi daga —ya reparada su guarnición en la calle Vizcaínos—, pólvora y balas, la herreruza del alguacil Sánchez, el viejo coleto de piel de búfalo de mi amo, y otro ligero, nuevo, de buen y grueso ante, que habíamos comprado para mí por veinte escudos en un jubonero de la calle Francos
66.
Pensé en las inhabitúales huellas de pisadas en la escena del crimen y en el gabán de cuero negro que había mencionado Eugenio en el Scaletta
67.
En el cuello de su gabán y en el ala de su sombrero se habían prendido unos copos de nieve
68.
Como se había sacado el gabán del uniforme, sus insignias revelaban que se trataba de un capitán del Cuerpo de Ingenieros de los Estados Unidos
69.
Estaba encorvado sobre la mesa y el amplio gabán, con su cuello de piel, le hacía parecer aún más corpulento de lo que era en realidad
70.
No se dio por convencido el caballero pobre, y guardando cuidadosamente la cartulina, se abrochó su gabán y trató de ponerse en pie; operación complicadísima que no pudo realizar, por la extraordinaria flojedad de sus piernas, no más gruesas que palillos de tambor
71.
El capellán retirado de la Marina Real, a quien había localizado Pound a través del correspondiente departamento del Almirantazgo, había aceptado con satisfacción un generoso estipendio por sus servicios y se hallaba ahora sentado en la pequeña cabina con los demás, cubierto su sobrepelliz con un grueso gabán
72.
Entonces lo olvidó, pues debía esforzarse; el maletín no resultaba liviano, y tenía el viento completamente en contra que le sacudía el gabán y le hacía doblar las varillas del paraguas
73.
Con las manos en los bolsillos de su gabán marrón
74.
Y con el gabán de cuero que le llegaba hasta los pies y las manos cogidas a la espalda, al í, al lado de Rebecca, en el mismo borde del tejado del Arco del Almirantazgo, parecía un general conquistador
75.
Guardó el cuchillo en el amplio bolsillo del gabán y se dispuso a salir
76.
Sólo encontraron, tirado en una esquina de la cocina, un gabán sucio y arrugado
77.
Se levantó, se puso la chaqueta sobre la camisa empapada en sudor, se sujetó el nudo de la corbata sobre el dolorido cuello y se puso el gabán
78.
El indiano, por el frío de finales de octubre en Sevilla, se abrigaba con un grueso gabán que le cubría entero
79.
Al punto, todo se tornó confusión y alboroto: Juana Curvo, pillada en flagrante alevosía, gritaba a pleno pulmón entretanto se esforzaba por cubrir su desnudez con las ropas de cama que yacían por el suelo; su hijo Lope, liberado del gabán, avanzaba hacia ella como un perturbado rabioso con un afilado puñal en la mano llamándola pérfida, adúltera, infiel y traicionera; los tres criados de escolta de don Luján se habían arrojado, entre gritos y exclamaciones, sobre Alonsillo, que, tan despojado como su madre le había traído al mundo, se debatía con todas sus fuerzas para liberarse de las garras de sus apresadores
80.
También metió el revólver en el bolsillo del gabán
81.
Y picando más de lo que hasta entonces, serían como las dos de la tarde cuando llegaron a la aldea y a la casa de don Diego, a quien don Quijote llamaba el Caballero del Verde Gabán
82.
—Gfrrrlûlbh —lo interrumpió Ciacconio hurgándose en el gabán en busca de algo
83.
La sensación se extendía, envolviéndola como un gabán
84.
Porque lo cierto era que, si bien en cuanto a dimensiones físicas Viejo Apestoso Ron era un hombrecillo encorvado envuelto en un enorme y mugriento gabán, en cuanto a olor llenaba el mundo
85.
Saca la bolsa que lleva en el bolsillo de su gabán
86.
Camina haciendo volar el cabello de la peluca y los faldones del gabán
87.
Vuelve a cerrar el maletero y entra en el iCar vestida con el gabán y las botas de media caña
88.
Emily mete las manos en los bolsillos del gabán
89.
–Estaba quemando un gabán, y una chaqueta también
90.
) Estas palabras las dice don Quijote al Caballero del Verde Gabán después de que éste le hubo mirado y examinado con atención mesurada
91.
Es posible, y aun legítimo, pensar que la diferencia del trato que da al de los Espejos y al del Verde Gabán se debe, ni más ni menos, a que éste es un hombre real que se presenta como lo que es, y el de los Espejos es (y don Quijote no lo ignora) un farsante
92.
¿Quién duda de que el tema podía agotarse aquí? Se ha visto, sin embargo, cómo reaparece en la presentación que don Quijote hace de sí mismo ante el del Verde Gabán, y cómo explica la totalidad de la estancia en el castillo
93.
[42] El del Verde Gabán asume aquí la «función» del narrador; el que pueda hacerlo refuerza la tesis de que el narrador, con sus opiniones y en ellas, representa el «sentir común»
94.
Íbamos dispuestos para el viaje: Olmedilla con un gabán negro y largo, provisto el capitán de capa, sombrero, espada y daga, y yo con un enorme hato a cuestas donde llevaba, con más discreción, algunas provisiones, dos mantas ruanas, un odre con vino, un par de pistolas, mi daga -ya reparada su guarnición en la calle Vizcaínos-, pólvora y balas, la herreruza del alguacil Sánchez, el viejo coleto de piel de búfalo de mi amo, y otro ligero, nuevo, de buen y grueso ante, que habíamos comprado para mí por veinte escudos en un jubonero de la calle Francos
95.
Fleetwood se levantó el cuello del gabán y metió las manos en los bolsillos
96.
De aquel modo recuperaba la ventaja, pues se encontraba en una posición más elevada que la de Pitt, quien ahora estaba hundido en un sofá blando con el gabán desabrochado y la bufanda desanudada debido al calor de la habitación
97.
Desde entonces tenía que pedirle a menudo algún favor como vecino, y en cuanto lo veía que bajaba la escalera pensando en algún trabajo, y deseoso de evitar todo encuentro, el duque dejaba a sus mozos de cuadra, salía al paso de mi padre en el patio, le ponía bien el cuello del gabán con la servicialidad heredada de los antiguos ayudas de cámara del Rey, le cogía la mano y, reteniéndola en la suya, acariciándosela incluso para probarle, con un impudor de cortesana, que no le regateaba el contacto de su preciosa carne, lo llevaba así, fastidiadísimo y sin pensar más que en escaparse, hasta más allá de la puerta cochera
98.
Y de sobra sabía yo también que no era sólo una obra de arte lo que admiraba en el juvenil jinete que desarrollaba a lo largo de la pared el friso de su carrera; el joven príncipe (descendiente de Catalina de Foix, reina de Navarra y nieta de Carlos VII), al que acababa de dejar por mí, la situación de alcurnia y de fortuna que ante mí se inclinaba, los antepasados desdeñosos y desenvueltos que sobrevivían en el aplomo y en la agilidad, en la cortesía con que acababa de extender en torno a mi cuerpo friolento el gabán de vicuña, todo esto, ¿no era como unos amigos más antiguos que yo en su vida, por los que yo hubiese creído que deberíamos estar siempre separados, y que, por el contrario, sacrificaba a mí en virtud de una elección que sólo puede hacerse en las alturas de la inteligencia, como esa libertad soberana de que eran imágenes los movimientos de Roberto y en la que se realiza la perfecta amistad?
99.
Y, después de acompañar a la princesa de Parma, el señor de Guermantes me dijo, cogiendo mi gabán: “Voy a ayudarle a usted a meterse en su cáscara”
100.
Se ponían los dos muy guapos, de guante y gabán, y se medían todo el Retiro, hablando de la cosa pública, del reconocimiento del reino de Italia y de la guerra de Santo Domingo