1.
Simplemente me responde que en su miedo a la muerte no existe y, cuando pueden parecer asustados para aquellos que las observan, en realidad no lo son
2.
cantidades y con qué frecuencia, si responde a las ofertas
3.
por el servicio, el le responde que los
4.
En tal sentido, la descripción de la política jugaría un papel que no responde a la complejidad de la concienciación política
5.
-de ninguna manera- responde a las características de una entidad de servicio público cuya misión es de Bien Nacional
6.
mantienen vivo y sentir la emoción con la cual el cuerpo responde a esos pensamientos
7.
Pero responde, ¿es presunción tuyao
8.
Responde la equivocación del narrador al quid pro quo del personaje, porque Moreno, en las perturbaciones superficiales quepor aquel entonces tenía su espíritu, solía confundir las impresionespositivas con los recuerdos
9.
En nuestra región, los mercados laborales generan empleo insuficiente y precario (Pérez Sáinz, 1999), frente al cual la población responde con un intenso despliegue de modalidades informales de trabajo remunerado
10.
El diseño actual de la política pública responde básicamente a la arquitectura del momento previo a las reformas, con componentes de individualización del financiamiento y los beneficios, que todavía actúan de manera complementaria y son relativamente pequeños
11.
Si, en el útero, el Yo fetal responde con rabia y con odio a la percepción de una madre orca, es el feto el que muere y no la madre
12.
en combate - responde con evidente firmeza el oficial Dheram
13.
- responde con evidente satifacción el oficial Dheram -
14.
Nhara Rhuen, no responde, cierra comunicación con el
15.
Nhara con evidente convicción y claridad responde a
16.
su atención y Nhara responde de modo afirmativo
17.
Atodo lo cual responde aquel
18.
jefe con loimperioso de la necesidad? «No, responde su corazongeneroso; esto es cobardía que
19.
A lo cual el autor responde:
20.
Juan no responde nada
21.
Juan responde con una carcajada; y con los ojos brillantes, la
22.
la portera responde con esta frase, que resumetoda la filosofía
23.
triunfo estuvo á punto decomprometer, responde ante la historia deltremendo fracaso de los
24.
Y el otro responde: "Sí,
25.
Se propone el argumento de que las cosasincorpóreas no están en ningun lugar: y responde con las
26.
Elniño, si se le pregunta quién es Dios, responde enumerando susperfecciones y por consiguiente
27.
A la primeradificultad {244} se responde, que el enlace de lascondiciones
28.
juzgar por la ofrenda A Celia, una dulceneilla, que responde a las iniciales M
29.
El General responde: "aquel que tiene
30.
llama, y otropájaro responde
31.
que he salido, responde que meaguardará; y al entrar él por la
32.
han impuesto á los pueblos,basta en cambio con mirar, para ver cómo responde la diferencia de loshombres
33.
del rio, subdividido en tantos canales y cursos diferentes como en Viena ofrece, no responde á la idea de
34.
El Adelantado responde con tono tajante que la buena conservación de los granos es cuestión de más inmediato interés que los latines, y concluye el examen de las cuestiones anotadas en el orden del día, con una disposición sobre la tala y el acarreo de troncos para un cercado, y la necesidad de apostar gente para vigilar la aparición de ciertos cardúmenes que, este año, están remontando el río antes de tiempo
35.
«La daría un día para marcharse», me responde
36.
El capuchino no responde, y, con vieja experiencia de remedios selváticos, pone un tapón de telarañas en el entrepiernas de la niña, mientras le frota el pubis con ungüento sublimado
37.
Riendo me responde que ya se lo figuraba, pero que «por respeto» no me había dicho nada, creyendo, además, que al buscar la señal yo tenía en cuenta el hecho de la creciente
38.
«Hasta abril o mayo», me responde, poniéndome en presencia de una realidad sin apelación
39.
«Ya regresará… Ya regresará», me responde la enana Doña Casilda cuando, a la hora del café del alba, le pregunto si hay noticias del posible guía
40.
Nuestro país es el vasto territorio en el que se habla la lengua griega y la fe religiosa responde a la Ortodoxia
41.
¿No es verdad todo esto, hijo Andrés? ¿No notaste con cuánto imperio se lo mandé, y con cuánta humildad prometió de hacer todo cuanto yo le impuse, y notifiqué y quise? Responde; no te turbes ni dudes en nada: di lo que pasó a estos señores, porque se vea y considere ser del provecho que digo haber caballeros andantes por los caminos
42.
—Tampoco responde en la tienda
43.
Y la anciana responde:
44.
—Mira —dijo en árabe el conde a Alí—, esta señora dice a su hijo que lo dé las gracias por la vida que has salvado a los dos, y el niño responde que eres muy feo
45.
«¿Llamar? ¡Oh!, ¡no!, muchas veces el ruido de una campanilla, es decir, el anuncio de una visita, acelera la resolución de los que se encuentran en el caso de Maximiliano; y entonces al ruido de la campanilla responde otro ruido
46.
–Bien -dijo Geran y, un momento después-: No responde
47.
A lo que el señor responde:
48.
El cámara está ahora en el suelo y responde, sin entonación:
49.
—Un experto en la materia responde por el señor Quin —dijo su esposa—
50.
¿Por qué lo dices?, responde con la boca llena
51.
El anciano loro responde retorciendo las arrugas para componer sonrisa y dice:
52.
La amenaza del comandante había sido tajante: «Usted me responde de la mujer con su vida», y si intentaba alguna estratagema durante la conducción, al no poder pegarle un tiro, que era la medida que se adoptaba siempre que un preso intentaba algo, cargaría con las consecuencias y no estaba dispuesto a tener que pagar el fiasco; para lo cual tomó sus precauciones no fuera ser que le aconteciera algún incidente y tuviera que tragarse el sapo
53.
y Chang no responde
54.
-Es un proyecto de conversación con la reina, y suponiendo las observaciones que ésta ha de hacer, se le responde a todo según un plan combinado para convencerla de las picardías del Príncipe de la Paz
55.
-Sí -respondió el masón, como responde el moribundo a las preguntas del confesor
56.
-¡Oh! Señora, toca usted una fibra de mi corazón que siempre responde, aun cuando la hieran con puñal
57.
Ella responde asintiendo
58.
A la voz de Montes de Oca, que lanzaba a los pueblos endechas rimbombantes, responde Bilbao, sublevándose también con su Diputación al frente, y parte de la Milicia Nacional
59.
Ya responde una vieja en la otra casa:
60.
Declaró Santiuste con emoción y solemnidad que de las confesiones cristianas, prefería la católica, porque en ella había nacido y porque era la más bella, la más latina, en el sentido etnográfico, y la que a su parecer responde mejor a los fines humanos
61.
Es de nuestro amigo Overton y responde a una pregunta mía
62.
No se han reconstruido aún sus movimientos durante la noche del lunes, pero se sabe con certeza que una mujer que responde a su descripción causó un gran revuelo el martes por la mañana en la estación de Charing Cross con su aspecto enloquecido y sus gestos violentos
63.
Para probar esta conversión, ponemos todo el experimento en una solución química que es sensible a este impulso eléctrico y que responde a él brillando, emitiendo luz
64.
Lo es, hija mía, responde
65.
Afecta lo suficiente, responde ésta
66.
Interviene otro diputado para sugerir que podría autorizarse a Inglaterra a comerciar en América sólo durante un período de tiempo limitado, y responde Mañas, mirando con intención hacia la tribuna de los diplomáticos, que las palabras tiempo limitado son desconocidas por los ingleses
67.
Pepe Lobo no responde
68.
Rogelio Tizón no responde
69.
Tampoco ahora responde el policía
70.
Se niega a dar explicaciones, por eso responde con monosílabos y sin ganas
71.
El padre responde con el silencio
72.
– No responde a su ridicula acusación-
73.
El móvil de Benton suena dos veces y él responde
74.
La chaneliana no se mueve, adopta un semblante pensativo y responde:
75.
Win extiende el brazo para evitar que se cierre la puerta y responde:
76.
Salomón, en su sueño, responde:
77.
La liberación de una carga negativa equivale a ganar una carga positiva y responde a la formación de un protón cargado positivamente sobre la base de un neutrón descargado
78.
Pero el mercado responde con rapidez
79.
»-Mire, señor, el individuo responde a la descripción
80.
Si esta ecuación se aplica a una piedra que cae, por ejemplo, F es la fuerza gravitatoria a la que la piedra responde acelerando hacia abajo
81.
– ¡Que burro eres! responde, dándome un golpe en la rodilla
82.
Lathenia me mira y por un instante me da la sensación de que está pensando en lo que he dicho, pero entonces responde:
83.
No da tono -le responde el plantón-
84.
– ¿Fascistas? ¿Et tú? – ¡Anti, antifascista! – le responde el soldado, convencido de que ha salido a luchar contra un alzamiento reaccionario
85.
–Esto responde a una de las preguntas
86.
Su desaparición al final de la guerra responde a que sabía lo que le esperaba si se quedaba en Alemania
87.
Barker lo interrumpe para preguntarle dónde vivían en el Medio Oeste, y Hector, con toda la calma, responde: En Sandusky, Ohio
88.
No puedo decir que haya oído hablar nunca de eso, responde Azul
89.
¿O acaso los subalternos tienen menos derecho a viajar seguros que los consejeros? Si el coche responde a una necesidad real, ¿no sería más lógico que todos viajaran en vehículos de la misma clase? Si el vehículo cumple las necesidades de los asesores, se supone que cumplirá también las necesidades de sus jefes
90.
en donde se responde a la inocencia
91.
Todo esto abre más interrogantes de los que responde
92.
—Aquí hay un hombre que responde a esa descripción, señor capitán —dijo el posadero, dubitativo—, pero estoy seguro de que no es el que buscas
93.
Al otro, el que está al lado de los pobres, o de los débiles, o de los marginados, el que lleva un jersey y unas Reebok, ese mismo, habrá empezado con alguna deslumbrante aparición caótica del infinito, algo que en la penumbra de su juventud le habrá dictado vagamente el imperativo de tomar posición, y la sugerencia de qué parte estar, todo habrá empezado como debe empezar, de un modo honesto, pero luego, Dios santo, cuando vuelves a verlo ya adulto y famoso, Jesús, famoso, da cosa ya sólo decirlo, famoso, con su nombre en los periódicos y las fotografías, con el teléfono sonando sin parar porque los periodistas quieren preguntarle su opinión sobre esto o aquello, y él responde, puta miseria, responde, y participa, y marcha en cabeza de las manifestaciones; el teléfono de los sacerdotes no suena, Gould, quiero decírtelo con toda la crueldad necesaria, tú no puedes saberlo pero el teléfono de los sacerdotes no suena porque su vida es un desierto, es programáticamente un desierto, una especie de parque natural protegido, donde la gente puede mirar, pero desde lejos, son animales de parque natural, nadie puede tocarlos, ¿puedes imaginártelo, Gould?, para los sacerdotes es todo un problema incluso dejarse tocar, ¿has visto alguna vez a un sacerdote dando un beso a un niño o a una señora?, sólo para saludarlos, no pienses mal, una nimiedad, lo normal, pero él no puede hacerlo, la gente de alrededor enseguida tendría una sensación de malestar y de inminente irritación, y ésta es la durísima condición cotidiana del sacerdote en este mundo, él, que podría ser un hombre como los demás y que ha elegido en cambio esa soledad vertiginosa, que no tendría vía de escape, nada, salvo una idea, una idea incluso justa, llegada desde fuera para cambiar ese panorama, para devolverle una tibieza de humanidad, una idea que, bien utilizada, perfilada, revisada, protegida de los arriesgados choques con la verdad, conduce al sacerdote fuera de su soledad, simplemente, y poco a poco hace de él el hombre que es ahora, rodeado de admiración, y ganas de acercársele, e incluso deseo en estado puro, un hombre con jersey y Reebok, nunca solo, se mueve arropado por hijos y hermanos, nunca perdido porque está constantemente conectado a alguna terminal de los medios de comunicación, de vez en cuando entre la multitud atrapa al vuelo los ojos de una mujer cargados de deseo, piensa qué puede significar eso para él, esa vertiginosa soledad y esta vida que estalla, ¿hay que sorprenderse si está dispuesto a morir por su idea?, él existe en esa idea, ¿qué significa morir por esa idea?, estaría muerto de todas formas si se la quitaran, se salva en esa idea, y el hecho de que con ella salve a cientos o a lo mejor a miles de semejantes no cambia ni un ápice en este asunto, y es que ante todo se salva a sí mismo, con la coartada accesoria de salvar a los demás, robando a su destino esa necesaria dosis de reconocimiento y admiración y deseo que le hace estar vivo; vivo, Gould, ¿comprendes bien esta palabra?, vivo, sólo quieren estar vivos, hasta los mejores, los que construyen justicia, progreso, libertad, futuro, incluso para ellos se trata de una cuestión de supervivencia, acércate todo lo que puedas, si no me crees, mira cómo se mueven, a quién tienen a su alrededor, míralos e intenta imaginarte qué sería de ellos si por casualidad un día se despertaran y cambiaran de idea, simplemente, qué quedaría de ellos, intenta arrancarles una respuesta que no sea una instintiva autojustificación, mira si puedes aunque sea una sola vez escucharles pronunciar su idea con el estupor y la indecisión de alguien que la descubriera en ese momento y no con la seguridad de alguien que te está mostrando con orgullo la devastadora eficacia del arma que empuña, no te dejes engañar por la aparente docilidad de su tono, por las palabras que eligen, astutamente dóciles, están luchando, Gould, luchan con los dientes por la supervivencia, por la comida, la hembra, la madriguera, son animales, y eso que son los mejores, ¿comprendes?, ¿qué puedes esperar de los demás que sea distinto, de los pequeños mercenarios de la inteligencia, de los comparsas en la gran lucha colectiva, de los pequeños guerreros cobardes que rapiñan restos de vida en los márgenes del campo de batalla, conmovedores basureros de salvaciones irrisorias, cada uno con su ideíta artificial, el médico a la caza de financiación para pagar el internado de su hijo, el viejo crítico que intenta paliar el abandono de su vejez con cuarenta líneas a la semana que suelta donde hagan un poco de ruido, el científico y su puré de Vancouver con que alimentar de orgullo a mujer, hijos, amantes, las penosas apariciones televisivas del escritor que teme desaparecer entre un libro y otro, el periodista que apuñala a diestro y siniestro desde la primera página para estar seguro de existir al menos otras veinticuatro horas más, sólo están luchando, ¿lo comprendes?, lo hacen con ideas porque no saben utilizar otra cosa, pero en esencia es lo mismo, es lucha, y son armas sus ideas, y por mucho asco que nos dé admitirlo, están en su derecho, su deshonestidad es una lógica deducción de un deseo primario, y por tanto necesario, su asquerosa traición cotidiana a la verdad es la consecuencia natural de un estado natural de indigencia que hay que aceptar, no puede pedírsele a un ciego que vaya al cine, no puede pedírsele a un intelectual que sea honesto, no creo, de verdad, que pueda pedírsele, por muy deprimente que sea admitirlo, pero el concepto mismo de honestidad intelectual es un oxímoron
94.
Ginés no responde al comentario, y Hugo empieza a caminar hacia el edificio, cuya puerta, apenas visible, no es más que una mancha todavía más negra en la oscura superficie de la fachada
95.
Es María la que responde por él:
96.
Nadie responde a las palabras de María, nadie se atreve a añadir nada; sólo se oye el crepitar inocente y festivo, como una matraca en sordina, de los piñones de las bicicletas
97.
En ella se responde negativamente a la cuestión planteada por Poinsot (1777-1859): ¿Es posible que haya más poliedros regulares que los que tienen 4, 6, 8, 12, 16 y 20 caras? En la segunda parte de su memoria Cauchy amplía la fórmula de Euler que se encuentra en los manuales de Geometría, relacionando el número de aristas (A), caras (C) y vértices (V) de un poliedro,
98.
"Y además, pregunta Poincaré, ¿cómo es posible el error en Matemática?" Alexander Pope responde: "Errar es humano", lo cual es una solución tan poco satisfactoria como cualquier otra
99.
El capitán de la guardia del Decimotercero, Petronio Longo responde por mí
100.
¿No es la palabra que emplean los abogados cuando se trata de tomar un compromiso del que se responde con una propiedad? ¿Cómo funciona?
1.
Pero en seguida se advierte que nos referimos a un gran volumen de plumas y a una pequeña cantidad de oro, puesto que ambos tienen de masa «una libra», por lo cual respondemos, triunfalmente, que una libra de plumas y una libra de oro (o de plomo) son iguales en masa
2.
Pero, si exigimos que el sistema responda al mismo género de inputs físicos a los que nosotros respondemos y produzca los mismos outputs, somos una vez más chauvinistas, negando estados mentales a sistemas cognitivos posibles que tratan con diferentes inputs y outputs
3.
Nuestras creencias están en la base de cómo respondemos a nuestro mundo
4.
El método de curarlas se mostrará cuando consideremos si quienes viven en gracia y quienes no lo hacen son igualmente pasibles de ser embrujados de estas maneras; y respondemos que no, con excepción de la cuarta, y aun así en muy pocas ocasiones
1.
las estadísticas responden en la mayoría de los casos a personas
2.
responden de que los Portugueses nose poblarán al sud del rio
3.
Aesto responden las armas que las leyes no se
4.
le ha llamado la atención, responden consuma familiaridad,
5.
Espere usted, me responden los otros: hay tantos pretendientes enestas
6.
Sopla, y una tempestadalborota los mares; habla, y lasnubes le responden por la voz delos truenos; mira, y
7.
—Volverá o no volverá, pero los bienes responden de sus
8.
que responden que ellos no se han de mantenerni con las
9.
De las cuarenta y ocho secciones sólo trece responden mandando tropas y echando al vuelo las campanas
10.
Este estudio sugiere que la música recluta sistemas neuronales similares a los que responden específicamente a los estímulos biológicamente importantes, relacionados con la supervivencia -como el sexo y la comida-, y también a otros que se activan artificialmente mediante las drogas
11.
Los que no responden van al paredón
12.
Si les preguntas qué efecto tienen en los genitales femeninos, responden que no lo habían pensado
13.
Escoge las que responden mejor a su objeto y las guarda en su cuarto, destruyendo las otras
14.
Las descripciones que facilitan los agentes responden a extraordinarios optimismos
15.
Sólo ante una necesidad concreta responden, según el cauce que tengan establecido
16.
—Al parecer, funcionan y están conectadas, capitán, pero los planos de popa no responden
17.
Entonces, así responden los infantes de Carrión:
18.
Las mujeres le responden:
19.
A los dos interesados que responden les da la dirección de IBM como referencia y espera que no comprueben si todavía trabaja
20.
El diluvio de impresiones que entran en el cerebro desde el Universo exterior, y los órganos de manipulación que responden a esas impresiones, es lo que amplía los recursos del cerebro hasta su capacidad y más allá de ella, y lo que da valor de supervivencia a cualquier aumento en el tamaño y la complejidad del cerebro
21.
El gran matemático filósofo concibió la posibilidad y empleó el plan de representar algebraicamente la posición de cualquier punto en el espacio por tres coordenadas, que responden respectivamente a la distancia a que el punto se halla, en las tres direcciones rectangulares (Norte y Sur, Este y Oeste), de algún punto a origen fijo elegido o aceptado para ese fin; las tres dimensiones del espacio reciben así sus tres equivalentes algebraicos, sus concepciones y símbolos apropiados en la ciencia, general de la
22.
Las razones de esta volatilidad son complejas, pero algunas de ellas son las siguientes: el menor volumen y las pequeñas cantidades de metal que se consumen en relación con las de petróleo o carbón (que hacen que los metales sean más fáciles de almacenar); nuestra percepción de que siempre nos hace falta petróleo y carbón, pero de que el oro y la plata son artículos de lujo prescindibles durante una época de recesión; y el hecho de que las fluctuaciones del precio del oro responden a factores que no tienen nada que ver con la oferta y la demanda industrial de oro, sino a que, por ejemplo, los especuladores o los inversores compren oro cuando no se fíen del mercado de valores o a que los gobiernos vendan sus reservas de oro
23.
Los directivos de las minas responden a las críticas ecologistas con homilías acerca de cómo sin minería no existiría la civilización, y cómo una mayor regulación significaría menos minería y, por ende, menos civilización
24.
–Ni yo -coincidió von Harben-, pero estoy seguro de que les reconozco, pues su fama es grande y responden a la descripción que he oído miles de veces
25.
¿Y el espacio, entonces? Si hay una carrespondencia entre los puntos de vista y los pasos, si cada vez que se adelanta el pie derecho o izquierdo a la piedra siguiente se abre una perspectiva establecida por quien proyectó el jardín, entonces la infinidad de los puntos de vista se restringe a un número finito de vistas, cada una separada de la que le precede y de la que le sigue, caracterizada por elementos que la contradistinguen de las otras, una serie de modelos precisos que responden cada uno a una necesidad y a una intención
26.
Se corre la voz de que Galtieri se ha querido suicidar y cuando la gente pregunta si eso es verdad, responden: «Sí, le han sorprendido bebiendo leche
27.
Los tipos mantienen la cabeza gacha y no responden, mientras los policías pugnan por sacarlos a empujones del círculo de acoso
28.
¿Cobarde alguien que ha luchado en repetidas ocasiones contra Aníbal? ¿Cobarde alguien que ha sido cinco veces cónsul y una vez dictador de Roma? ¿Cobarde quien supo tener la sangre fría para dirigir la defensa de esta ciudad cuando el propio Aníbal llegó hasta las mismísimas puertas de Roma? Son éstas, entiendo yo, preguntas que se responden por sí solas
29.
Tres batallones republicanos responden al asalto y sólo quedan diecinueve legionarios en condiciones de combatir
30.
INSTRUCCIONES ESPECIALES: Los perros prefieren el acento británico y responden mejor a las órdenes si se les habla así
31.
Responden de la misma forma que tu cuerpo durante el combate, cuando las diferentes partes del cuerpo hacen automática, inconscientemente, todo lo que se supone que deben hacer
32.
¡Cuán necia, al lado de la discreción, es la necedad! (A partir de aquí, responden las Coristas saliendo del coro una por una)
33.
Pero todos responden a Gaballufix y el consejo del clan no ha podido reunirse para deliberar sobre el empleo de la milicia
34.
Los perros entienden la mirada de un extraño como un desafío y si son fieros, responden atacando, incluso puede que quieran matarte
35.
—¿Y responden los dioses?
36.
Los demonios le responden
37.
–¿Por qué no responden a los disparos? – exclamó Matt, lleno de frustración
38.
A esto responden las armas, que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y, finalmente, si por ellos no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas
39.
–Nuestro hombre detesta a las mujeres jóvenes morenas, guapas, que gocen de un cierto éxito social y embarazadas… ¡¿Cuántas mujeres responden a esta descripción en todo París?! Te imaginas…
40.
»Los decadentistas a la misma pregunta responden: “Yo, yo, yo, decadente, soy el más bello de todos”
41.
Estoy probando diferentes configuraciones, pero los cristales no responden a mis órdenes
42.
Los sacerdotes de Vichenú se aperciben de la sorpresa, y subiendo a las altas torres de la Pagoda, llenan el ámbito de los aires con los terribles bramidos del caracol sagrado, al que responden en la llanura las bocinas de marfil de los guerreros de tu padre
43.
Para crecer debemos obtener lo que es esencial para nuestro crecimiento, pero como somos siempre una entidad completa de pensamiento, esta completitud hace posible recibir solo como damos; el crecimiento por lo tanto se condiciona en la acción recíproca, y encontramos que en el plano mental similares atraen similares, que las vibraciones mentales responden solamente en la extensión de su armonía vibratoria
44.
Estos procesos de la mente subconsciente se producen generalmente sin nuestro conocimiento o dirección personal, y siempre y cuando no interferimos el resultado es perfecto, pero, como todas estos millones de células que reparan son inteligentes y responden a nuestro pensamiento, a menudo se paralizan y se rinden impotentes a causa de nuestros pensamientos de miedo, duda, y ansiedad
45.
–Bien, verá, los maliciosos siempre responden a un cierto tipo de personas
46.
En tal vasta red de dependencias, ¿qué leyes pueden gobernar la forma en que una mónada en particular responde a todas las otras mónadas del universo? Y me refiero a todas; porque las mónadas que la forman a usted y a mí, su alteza, sienten la gravedad del Sol, de Júpiter y de Titán, y de las estrellas lejanas, lo que significa que son sensibles, y responden a cada una de la miríada de mónadas que conforman esos cuerpos inmensos
47.
Estos estudios tratan a gays y lesbianas como individuos, que responden a las necesidades económicas de igual manera que lo hacen los heterosexuales, y que se trasladan a trabajar y vivir fuera de las grandes ciudades si eso les garantiza una mayor calidad de vida y un ahorro en sus economías
48.
Estas investigaciones responden a las necesidades generadas por la tactilidad de las formas virtuales
49.
Los cambios operados en el discurso del Nuevo Laborismo responden a lo que John Kenneth Galbraith denominó «la sociedad de los dos tercios» (1967): la división de la sociedad en un tercio dominante, un segundo tercio compuesto por profesionales, técnicos, funcionarios, clase obrera organizada, y un tercer tercio abocado a la marginación, a los trabajos precarios, a la flexibilidad y a la inseguridad
50.
Una práctica muy extendida en este tipo de organizaciones es su participación en comisiones que responden a temáticas especializadas que puede servir para llevar temas a la discusión política pública de mayor amplitud, pero también puede servir para asimilar a las elites de los movimientos
51.
Estas movilizaciones, que no parecen estar orquestadas por estructuras claras y visibles, responden a todas las características propias de las acciones que suelen emprender los movimientos sociales, identificadas por Jaime Pastor:
52.
Cuando éstos les hacen objeciones en tono violento, les responden: "¿Acaso este método es peor que el vuestro de la lapidación?"
53.
Y si nos hemos preguntado, de paso, si los lectores reunidos en torno de nosotros se den todavía claramente cuenta del tiempo que ha transcurrido desde el momento en que el honrado Joachim —muerto después— hizo, en la conversación, aquella observación sobre la música y sobre el tiempo, lo que testimoniaba, por otra parte, una progresión de su ser hacia la alquimia, puesto que las observaciones de este género no responden en suma a su naturaleza, no nos hubiera en modo alguno contrariado el enterarnos de que el lector no veía muy claro sobre eso
54.
¿Y qué responden, en silencio, a todo esto,
55.
Está muy bien cuando se construye un edificio, porque los materiales, en tal caso, responden como deben, pero…
56.
Los bolcheviques responden con una insurrección armada de una violencia tal que Kerenski se ve obligado a huir
57.
Y los del castillo responden:
58.
Por lo general responden sin pensar: la encuadernación cuesta 50 copeikas
59.
A los jugadores a veces se les pregunta por qué siguen manteniendo un establecimiento justo enfrente de un gremio que hace saltar en pedazos su sala gremial por accidente cada pocos meses, entonces ellos responden: «¿Has leído el letrero que hay en la puerta al entrar?»
60.
A esto no responden los ministros
61.
Tomando esos libros como punto de partida, jamás habría yo llegado a aquella nariz de caracol; pero partiendo de aquella nariz, que con aspecto de despreocupada bailaba “solo y fantasía”, iba a cualquier parte menos a la obra de Bergotte; al parecer, llegaría por ese camino a una mentalidad de ingeniero apresurado, de esos que cuando los saluda uno creen muy correcto decir: “Yo, bien, gracias; ¿y usted?”, antes de haberles preguntado cómo están, y que cuando les dice alguien que ha tenido mucho gusto en conocerlos responden con una abreviatura que ellos se figuran elegante, inteligente y moderna, porque evita perder en vanas fórmulas un tiempo precioso: “Igualmente”
62.
Y pasado el último coche, cuando sentimos con dolor que ya no vendrá ella, nos vamos a cenar a la isla; por cima de los álamos temblones que recuerdan sin fin los misterios del atardecer más que responden a ellos, una nube sonrosada pone un postrero color de vida en el cielo aserenado
63.
A estas organizaciones profesionales opone el espíritu el gusto de los solitarios, y sin demasiados artificios por una parte, ya que con ello no hace sino imitar a los mismos solitarios que creen que nada se diferencia más del vicio organizado que lo que a ellos les parece un amor incomprendido, con cierto artificio, sin embargo, ya que estas diferentes clases responden, tanto como a tipos psicológicos diversos, a momentos sucesivos de una evolución patológica o solamente social
64.
Tampoco en las tres librerías de la ciudad, la "Lux", la "Rodríguez" y la "Mesía" (hay una cuarta, de los Adventistas del Séptimo Día, donde no valía la pena intentar la averiguación) pudo el suscrito hallar material de calidad; sólo obtuvo, para colmo a precios subidos (recibos 9 y 10) unos manuales insignificantes y fenicios, que responden a los títulos Cómo desarrollar el ímpetu viril, Afrodisíacos y otros secretos del amor, Todo el sexo en veinte lecciones, con los que, modestamente, ha inaugurado la biblioteca del SVGPFA
65.
Rizzolatti, actualmente investigador en la Universitá degli Studi di Parma, demostró que en la corteza premotora hay neuronas que responden cuando el mono sostiene una taza
66.
Y estas mismas neuronas responden cuando el mono ve a otro sostener una taza
67.
La neurosis y la psicosis responden a distorsiones muy profundas en el carácter, y que en el campo de expresión de esas enfermedades, se expresan preferentemente en las relaciones interpersonales
68.
El presidente pareció sorprenderse, incluso molestarse un poco, como quien ha preguntada retóricamente «¿Cómo estás», y descubre que le responden que muy mal
69.
Las muertes deben tener lugar a lo largo de un período de dos años y medio, y responden a una motivación política, a una motivación nazi
70.
Diálogo dramático en el que los interlocutores se responden verso a verso
71.
cubrió que las fiebres de sus hijos responden a su contacto
72.
Los áfidos responden a esto: en algunos casos retienen aparentemente sus gotas hasta que una hormiga los acaricia, y aun retiran una gota si una hormiga no está dispuesta a recibirla
73.
En una última sesión, muy conmovedora, los masones de la Gran Logia moribunda responden a la intolerancia con la dignidad; disparan una «salva» ritual en honor del Gran Oriente y del Supremo Consejo que han sido sus principales adversarios
74.
Responden entonces con la calumnia, afirmando, por ejemplo, que los masones bollan con los pies el Santo Sacramento del altar en las logias
75.
Es un interrogante al que responden las leyendas y, más exactamente, las cosmogonías
76.
Toda Hueste Ascendida siente con inmensa alegría el Amor y la gratitud que les es enviada, y claro está, responden casi sin límites
77.
Los militantes responden con ardor a este grito de guerra y se lanzan a una orgía de violencia, incendiando las casas de los musulmanes y luego barrios enteros
78.
Tanto la ruta principal, Tiahuanaco-Pukara-Cuzco-Cajamarca, que sigue ¡exactamente! la dirección Noroeste con esas ciudades alineadas, cómo las distancias entre ellas y la disposición de las dos rutas secundarias, Cuzco-Pachacamac -seguida por dos emisarios con la incomprensible misión de «arreglar los equinoccios»- y Cajamarca-Puerto Viejo, responden a un plan diseñado con toda precisión, cuya puesta en práctica exigió necesariamente técnicas topográficas e instrumentos de medida sólo hoy posibles
79.
–Y la signora Battestini no parece haber sido de los que responden con diplomacia
80.
«Los perros responden a las recompensas y desarrollan malos hábitos cuando se aburren
81.
—Pues que no responden
82.
Estas ideas que, según parece, responden a una concepción estratégica verdaderamente moderna, iban prendiendo en el ánimo del gobierno, las defendían muchos militares prestigiosos y empezaba a entusiasmarse con ellas la población civil de París
83.
Las cosas maduran y responden de repente
84.
—Ustedes lo aceptaron en su revista y responden por ella
1.
También en lo espiritual el espíritu necesita responder a sus
2.
sólo esas raras veces que fui a la escuela sin preparación! Sin embargo, yo estaba muy querido en el aula y ver a mis buenos compañeros de vergüenza, no me esforcé sólo para sugerir que tenía que responder
3.
Pero te hará pagar muy caro! Todas las noches de aquí dos horas después del horario normal de cierre y no voy a reconocer las horas adicionales! Quién se burla de mí, como lo hizo, siempre es lamentándolo! A partir de ahora, después de haber hecho su trabajo normal, en comparación con la de sus colegas será capaz de ir regularmente, usted tiene que permanecer aquí y poner en su lugar los archivos, quitar el polvo del piso y limpiar los aseos! Y mañana voy a comprobar por sí mismo que todo está limpio y sólo encontrar ni una sola mota de polvo, me escriba una carta a la dirección general del banco, que a juzgar como improductivo, que no coopera, sin educación con los clientes y no es apropiado para utilizar tan prestigioso como éste es!" Creo que alguien pudiera responder a esas palabras como mínimo, con un buen puñetazo en la cara, pero realmente sentía que demasiado odio para ese trabajo, yo tenía en mente otra cosa
4.
responder a la presión, impuesta por los excesos del sistema
5.
ran las mismas características y debieran por eso responder a nues-
6.
Es natural que exploten estas oportunidades para mejorar su posición en la relación de influencias recíprocas, tales como la difusión de noticias en forma colectiva a un grupo creciente de prensa, en lugar de responder a solicitudes individuales, o el racionar el tiempo del candidato entre las organizaciones de noticias en competencia, con auditorios muy diferentes
7.
Para desarrollar este argumento, el punto de partida es una presunción central de la teoría democrática: un sistema político democrático debe obligar a quienes buscan u ocupan un puesto de elección popular, a responder a las necesidades y deseos de la ciudadanía
8.
A) Ello, sin duda, tendría estrecha relación con un interesante aserto visionario de Rubin, cuando afirma que: “En la Norteamérica contemporánea (1975), el abismo entre demandas electoralmente expresadas y la habilidad del gobierno para responder efectivamente ha crecido
9.
" la economía americana no podía responder con suficiente rapidez a los estímulos externos
10.
en unidad con la nueva situación y responder a las exigencias del momento presente, reaccionan contra la
11.
ego durante toda la vida), se apresuran a responder esa pregunta: hablan de su nombre, ocupación, historia
12.
Todo lo que en ella existía de presunción materna, toda laternura que los éxtasis de madre soñadora habían ido acumulando en sualma se hicieron fuerza activa para responder al miiiii subterráneocon otro miiii dicho a su manera
13.
Estabondadosa disposición de las ayudantes subió de punto cuando ladirectora, que no tenía hijos, y era aun una muy bella mujer, diomuestras de aficionarse tan especialmente a Leonor, que algunas tardesla dejaba a comer a su mesa, enviándola luego a doña Andrea con unafectuoso recado; y un domingo la sacó a pasear en su carruaje,complaciéndose visiblemente aquel día en responder con su mejor sonrisaa todos los saludos
14.
—Yo no soy el gobierno y no puedo responder de sus actos
15.
dejado de responder (según la percepción de la gente) a las necesidades y
16.
responder a las violaciones de los derechos GBLTT y que de forma constitucional se
17.
Perocomo Belarmino, para responder esto, no empleó el idioma que
18.
¿Cómo sacárselo? Antes de responder, espreciso que declares cuál es tu propósito y voluntad
19.
responder; pero, como la respeto y laestimo, estoy seguro que usted, en su conciencia, reconoce que yo
20.
la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda,habéis de responder que no tienen
21.
Responder quisiera don Quijote, pero estorbáronlo el duque y la duquesa,que entraron a verle,
22.
Con esto el ingenioso Sánchez se creyó en el caso de responder quemuchos de los
23.
siquiera el instante en que gozan, queno pueden responder de la
24.
Tragomer inclinó la cabeza sin responder, y se apoyó en el estrado desdeel cual se distribuían castigos á aquellos desgraciados que parecen, sinembargo, haber llegado al máximum del sufrimiento
25.
Sin responder, Sorege fué hacia la puerta y salió
26.
responder a esaspreocupaciones: por ejemplo la intervención, la realización, etc
27.
porqueles paresció que se pudiera ver la carta entre todos{110}y responder con el comedimiento
28.
sin responder a las objecionesque el temor o la fascinación sugiere a los otros
29.
diferían sobre la causa del mal, pero ninguno seatrevió a responder de la curación
30.
Ella, más cauta en el hablar que en el mirar, ya bajaba los ojos y seesquivaba sin responder, ya
31.
puerta de lasala y, en vez de responder al saludo, al alegre
32.
Julieta no se había levantado, y después de responder con una ligerainclinación de
33.
Guardó silencio el capellán, sin saber qué responder a la inesperadarevelación de celos
34.
labios y sin dignarse responder entabló conversación con su amigaRosario
35.
Como a lo más de esto tuve que responder, y la conversación
36.
responder en caso deapuro
37.
lados de los pantalones antes de responder
38.
Antes de que a Gilon se le ocurriera qué responder, Morath había salido de la habitación metiéndose por una puerta que al leñador le había pasado inadvertida, detrás de una de las librerías
39.
Habrá de responder por ello
40.
Los judíos tienen prohibido dar a Hitler una victoria póstuma decía ella tienen prescrito sobrevivir como judíos por temor a que se extinga el pueblo judío tienen ordenado acordarse de las víctimas de Auschwitz para evitar que se pierda su memoria está prohibido dejar de creer en Dios decía él pues Dios estaba presente en Auschwitz como lo estuvo en la cruz está prohibido perder la esperanza en el hombre y en el mundo decía ella y evadirse en el nihilismo o en el desencanto por temor a entregar el mundo a las fuerzas del Mal está prohibido perder la esperanza en Dios decía él que cumplió su cometido en Auschwitz castigando a los judíos un judío no puede responder a la tentativa que hizo Hitler de destruir el judaismo contribuyendo él mismo a su propia destrucción decía ella está prohibido dejar de creer a causa de Auschwitz decía él en la antigüedad el pecado impensable de los judíos era la idolatría en la actualidad es responder a Hitler cumpliendo su labor decía ella era el holocausto decía él que es comparable al Sinaí por su valor de revelación decía ella no dar a Hitler una victoria postuma
41.
Mientras Jean-Yves Lerais se levantaba para responder a las preguntas del tribunal, anunciaron que lo habían encontrado y que prestaría declaración después del acusado
42.
–Debe responder a ellas, por su interés -dijo el presidente
43.
Los rasgos de halcón del oficial se contrajeron, aunque, en lugar de responder al soldado, se justificó ante el clerical dignatario de Ergoth
44.
Siempre tienes que responder por la agilidad, y no por la resistencia
45.
El presidente le respondio que tomaban nota de su proposicion, pero que el era un buen patriota y no tenia que responder por nadie
46.
Pero antes de que ella pudiera responder, fueron interrumpidos por una brusca orden a sus espaldas
47.
»No supe qué responder y rompí a llorar
48.
Bassler del departamento de Biología Molecular de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, todas las bacterias son capaces de producir, soltar, identificar y responder a esas señales
49.
Cuando se hablaba era en tiempo pausado, cada cual escuchando y concluyendo antes de responder
50.
Tuve la discreción de no responder, a fin de no molestarla, pero se me oprimió el corazón
51.
»Pero ¿qué gana con la muerte de estos tres matemáticos que tan útiles le eran? Para responder a esta pregunta, será necesario que interroguemos a unos cuantos expertos matemáticos, que declararán que esos tres eruditos en concreto estaban trabajando en el mismo problema, conocido como el problema de los n cuerpos
52.
Pensé que no lo haría, que se reservaría para responder a las siniestras acusaciones, pero los letrados piensan muy deprisa, sin lugar a dudas, y el señor Haversham había tomado notas y completado la réplica a la exposición inicial del fiscal mientras éste hablaba
53.
Durante aquellos meses de suplicio personal y estertores políticos Carrillo ni siquiera evitó el ademán exasperado de usar el recuerdo del 23 de febrero para defenderse de los rebeldes del PCE (o para atacarlos): lo hizo en reuniones donde sus camaradas le abucheaban -«Si el teniente coronel Tejero no consiguió que me tirara al suelo, menos van a conseguir que me calle aquí», dijo entre el griterío de un acto celebrado el 12 de marzo del 81 en Barcelona- y lo hizo en reuniones de los órganos del partido, recriminándoles a los dirigentes que la noche del golpe quedaron a cargo de la organización su ineptitud o su falta de coraje para responder con movilizaciones populares al levantamiento del ejército; tal vez también lo hizo (o al menos así lo sintieron sus detractores) favoreciendo un cuadro del pintor comunista José Ortega que le retrata erguido en el hemiciclo del Congreso durante la tarde del 23 de febrero, mientras el resto de los diputados salvo Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado -en el lienzo dos figuras modestas comparadas con la figura panorámica del secretario general- se protegen bajo sus escaños de los disparos de los golpistas
54.
Ella, que estaba bien en todo, entendió que había de responder que sí; y así, dijo:
55.
»Calló, en diciendo esto, el virtuoso y prudente Lotario, y Anselmo quedó tan confuso y pensativo que por un buen espacio no le pudo responder palabra; pero, en fin, le dijo:
56.
Pero, decidme, señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder que no tienen comparación, ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo
57.
Y, a este tiempo, habían ya llegado el cura y el barbero, viendo que los caminantes estaban en pláticas con don Quijote de la Mancha, para responder de modo que no fuese descubierto su artificio
58.
Mas, ¿cómo había de responder el pobre y mal logrado, si le hallaron en lo más escondido del bosque, comido de lobos? Y, en viéndole, dijo su dueño: ''Ya me maravillaba yo de que él no respondía, pues a no estar muerto, él rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero, a trueco de haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el trabajo que he tenido en buscarle, aunque le he hallado muerto''
59.
A estas razones, sin responder con alguna, se levantó Sancho de la silla, y, con pasos quedos, el cuerpo agobiado y el dedo puesto sobre los labios, anduvo por toda la sala levantando los doseles; y luego, esto hecho, se volvió a sentar y dijo:
60.
Responder quería el arráez; pero no pudo el general, por entonces, oír la respuesta, por acudir a recebir al virrey, que ya entraba en la galera, con el cual entraron algunos de sus criados y algunas personas del pueblo
61.
Aún no podía responder a Luminara Unduli de igual a igual
62.
Los labios del viejo se doblaron en una apagada sonrisa, y éste pareció reflexionar un momento antes de responder
63.
El pastoreo es una tarea increíblemente compleja que requiere ser consciente de los movimientos y las distancias, conocer el espacio, poder responder al segundo e incluso ser capaz de planear una estrategia
64.
Con pocos días de práctica el cachorro empezará a entender la orden y a responder a ella
65.
—Pues bien —dijo Tarrou—, ¿por qué pone usted en ello tal dedicación si no cree en Dios? Su respuesta puede que me ayude a mí a responder
66.
¿Qué podía responder a eso alguien cuya próxima maternidad se encontraba tan a la vista y cuyo semblante parecía reflejar la felicidad que la invadía por el hecho de saber que portaba en su interior una nueva vida?
67.
El Emperador tardó en responder, miró a su esposa a los ojos y al poco apartó la vista y la clavó en la pequeña hoguera que brillaba en un rincón de la estancia
68.
Me dieron ganas de responder que ojalá se quedara tan alelado, como María Luna para el resto de sus días, pero me limité a brindarle todo mi apoyo para cuanto pudiera necesitar, y desearle un pronto restablecimiento a su amado
69.
El targuí tardó en responder
70.
El targuí no se dignó responder y echó a andar en dirección a la abierta puerta
71.
En el camino de regreso a Bon Temps, comprendí que Alcide quería seguir en silencio, pero sabía también que había llegado el momento de responder algunas preguntas
72.
Bottrall tomó un sorbo de aquel pálido café y se humedeció los labios antes de responder
73.
Sus cuellos eran por lo general muy tiesos, y su aspecto también me lo pareció; pero no tardé en darme cuenta de que respecto a eso no les hacía justicia, pues dos o tres de ellos tuvieron que levantarse para responder a las preguntas del dignatario que les presidía, y no recuerdo haber visto nadie más humilde en mi vida
74.
Decidí no tomar ninguna resolución antes de que expirase aquel plazo, y, en cambio, tratar de responder a la estimación de Agnes
75.
Montecristo se inclinó sin responder, aceptaba la proposición sin entusiasmo y sin pesar, como una de esas conveniencias de sociedad de que todo hombre de educación se hace un deber
76.
Montecristo se levantó, y sin responder una sola palabra, porque sólo en el temblor se hubiera conocido la emoción de que estaba agitado, se puso a recorrer el salón a largos pasos
77.
Ala de Halcón no tenía la más mínima intención de responder, pero el sacerdote extrajo la respuesta de su mente
78.
»Le preguntaron acerca de sus sentimientos, pero limitóse a responder que las cartas de la isla de Elba los habrían enterado ya de
79.
Pero los criados, en lugar de responder, miraban al doctor, que había entrado y corrido hacia Valentina, a la que sostenía en sus brazos
80.
Pero en lugar de responder, Debray la dejó en aquella penosa ansiedad producida por una interrogación entre la mirada y el pensamiento
81.
Quizá los tc'a lo supieran pero la estación de Kirdu no contaba con ningún tc'a dispuesto a responder esas preguntas
82.
Entonces, del último vagón del tren se precipitaron a tierra los soldados de caballería con sus espuelas doradas, de las que por cierto no habían de servirse, y huyendo, comenzaron a responder al fuego
83.
Richard estaba a punto de responder al pedido de Lucia, cuando una voz en el teléfono acaparó su atención
84.
¿Fue ilusión mía, o vaciló una fracción de segundo antes de responder?
85.
Ella fue a responder, pero en ese momento se abrió la puerta y entró sir Rowland en la habitación
86.
El malhechor vaciló un momento antes de responder
87.
Alexander Haig, secretario de Estado y antiguo máximo dirigente de la OTAN, se ve obligado a responder a las preguntas de los periodistas sobre el golpe de Estado en España
88.
Estaba a punto Tremal-Naik de responder cuando en la lejanía se oyeron gritos espantosos
89.
La mujer permaneció en silencio unos instantes más, antes de responder:
90.
Una vez más, ¿cómo alcanzar a estimar el daño hecho por sucios ancianos y solteronas histéricas, nombrados guardianes clericales para supervisar a los inocentes en orfanatos y escuelas? La Iglesia Católica Romana en particular esta siendo obligada a responder a esta pregunta de la manera más dolorosa posible, calculando el valor monetario del abuso de niños en términos de indemnizaciones
91.
Los piratas, a pesar de los violentos balanceos, se precipitaron hacia los cañones y las espingardas para responder, pero Sandokán los detuvo con un gesto
92.
Al divisar el barco a tan breve distancia, los piratas se lanzaron con bravura sobre los cañones y las espingardas para responder a la provocación del crucero
93.
—empezó a responder Nasuada, pero se interrumpió cuando el duro sonido del cuerno que había anunciado la llegada de los soldados se repitió, tan fuerte que Eragon, Arya y el resto de los elfos tuvieron que taparse los oídos
94.
El barón, en lugar de responder, la había conducido hasta el centro de un grupo de cactus, cuyas enormes hojas los ocultaban por completo
95.
Aunque la amonestación de Glaedr hizo que a Eragon le escocieran las mejillas, todavía pudo encontrar la manera de responder como era debido, con serenidad y con las siguientes palabras:
96.
En vez de responder, el veneciano se inclinó sobre los restos del pescado
97.
-Las precauciones nunca están de más -se limitó a responder el Corsario
98.
Ahora se encontraba sentado ante una mesa grande en una oficina llena de plantas y libros entre dos hombres que lo acosaban a preguntas, algunas imposibles de responder, mientras una secretaria escribía cada palabra en una máquina
1.
y se decidan, tú en seguida teencuentras en la gloria y respondes
2.
explicación el tono displicente con que me respondes hacerato
3.
Y cuando yo cometo la temeridad de preguntar por qué Eragon —el hombre cuya mera existencia ha provocado la participación de mi país en este conflicto—, cuando cometo la temeridad de preguntar por qué esta persona tan importante ha decidido poner en peligro las vidas de los surdanos y de todas las criaturas que se oponen a Galbatorix permaneciendo en medio de nuestros enemigos, ¿cómo me respondes? Tratándome como si no fuera más que un subordinado demasiado celoso e inquisitivo cuyas infantiles preocupaciones te distraen de asuntos más importantes
4.
Pero la mayoría de la gente siempre pensó que ello implicaba una comunicación controlada, como el lenguaje: «Te pienso un pensamiento y entonces tú me respondes
5.
—Te burlas de mis preguntas y respondes con burdas mentiras para ocultar tu cobarde comportamiento —replicó Yolan con aspereza—
6.
–Te burlas de mis preguntas y respondes con burdas mentiras para ocultar tu cobarde comportamiento -replicó Yolan con aspereza-
7.
—¿Qué respondes? —insistió el patricio
8.
«¿Dónde estás? No respondes en tu habitación de hotel
9.
–Observo que respondes con gran rapidez a todo lo que digo, Bob -comenta Sigfrid-, y a veces me parece que tu respuesta es un contragolpe
1.
respondido de un modo ambiguo yartificioso
2.
en la guerra, los máselocuentes no son los más habladores, y Eva hubiera respondido
3.
—¿No ha respondido usted de la elección, con cualquier candidato que sepresentase?
4.
El eco meha respondido, los espiritus y loshombres tambien me han
5.
Cubrióse luego de un sudor de pies a cabeza, tan lleno demiedo, que le volvió de león en cordero y de animalindomable en generoso caballo, de manera que los muchachos seatrevieron a manosearle, y los caballerizos del rey,enjaezándole, subieron en él y le corrieron conseguridad, y él mostró su ligereza y su bondad, hastaentonces jamás vista; de lo que el rey quedócontentísimo y Sulpicia alegre, por ver que mis obrashabían respondido a sus palabras
6.
muchasocasiones, pero, ¿no ha respondido el capital en muchas
7.
28 & Y llegándose uno de los escribas, que los habia oido disputar, y sabiaque les habia respondido bien, le preguntó: )Cuál es el más principalmandamiento de todos?
8.
28 Y le dijo: Bien has respondido: haz esto, y vivirás
9.
28 Y llegándose uno de los escribas que los habia oido disputar, y sabia queles habia respondido bien, le
10.
28 Y llegándose uno de los escribas, que los habia oido disputar, y sabiaque les habia respondido bien, le
11.
Indignada, habría respondido ella con vehemencia lo que su corazón ledictaba; pero
12.
Cuatro de los cinco vigilantes de servicio habían respondido al aviso de fuga, dejando a uno solo en el puesto, rodeado por una pared de pantallas que recogían imágenes en directo
13.
Tenía, por ejemplo, la enojosa costumbre de relatar una y otra vez cómo había sido su intervención en la Asamblea el 9 de Thermidor, lo que le había espetado a Robespierre, lo que había respondido el Incorruptible, lo que había contrarreplicado él
14.
Pero también es cierto que el Senado ha respondido a nuestras quejas —miró a sus colegas—
15.
Un día que Jacques había pasado al frente y, habiendo respondido bien, el señor Bernard le acarició la mejilla y una voz en la sala murmuró: «Enchufado», el señor Bernard lo estrechó y dijo con cierta gravedad:
16.
El hebreo le había respondido —y con ello se había ganado el corazón de alguno de los nuestros— que no deseaba alterar el orden ni ofender las creencias de nadie y que si sacrificaba a su dios animales que nosotros considerábamos sagrados, irremediablemente se producirían tumultos
17.
Después de hablarle de Jeanne, Grand le había preguntado por su mujer y Rieux le había respondido
18.
Después se había callado y había respondido evasivamente a las preguntas de Grand
19.
Ante ese mensaje, el género humano ha respondido históricamente de maneras muy similares a las mencionadas en la parábola del sembrador pero, sea cual sea la elección particular, persiste la tremenda pregunta de Jesús: ¿de qué le sirve a alguien ganar el mundo si pierde su alma?
20.
Estados Unidos (junto con Canadá, Japón, Noruega, Suecia, Inglaterra y Alemania) había respondido a la Gran Revelación con una calma relativa
21.
Si se lo hubieran preguntado, Hervé Joncour habría respondido que vivirían así para siempre
22.
–Comprendido -le habían respondido a través del comunicador
23.
Quince hombres, entre ellos los "águilas" de Hadgi, habían respondido a la orden lanzando el grito de guerra: -¡"Uran"! ¡"Uran"!
24.
Pero los cingaleses habían respondido con alaridos de guerra y de muerte, y se preparaban a rechazar el abordaje
25.
-En eso pienso yo -había respondido el cabileño
26.
—La fuerza no lo es todo en una lucha entre magos —había respondido Eragon
27.
Los jesuitas que habían respondido a las invocaciones de su superior hicieron un corro a su alrededor y se la llevaron hacia el interior del convento para evitar posibles incidentes
28.
El cuñado de mi hermana se reunió con otros hebreos a los que les habían respondido lo mismo y decidieron montar una feria paralela a las afueras del pueblo, en campo abierto, fuera de la jurisdicción del alguacil; sus precios eran buenos y, tras el viaje, nadie quería volver de vacío
29.
Al principio, Stephen encontró un tanto insólito el objeto, pero su sorpresa se disipó al instante, y si alguien le hubiera preguntado, habría respondido que los caballeros suelen llevar encima dedos en cajitas, y que aquél era sólo uno de los muchos casos que él había visto en su vida
30.
A menudo les hacía preguntas que debían de haber respondido con facilidad, nada más que para encontrar que lo remitían a los Bancos de memoria de la nave
31.
Dio las gracias amablemente y dijo una cosa y otra, de las cuales la buhonera no se enteró aunque más tarde recordaba haber respondido
32.
Ahora comprendía lo que había querido decir el robot cuando había respondido que los otros habitantes de la ciudad estaban durmiendo
33.
Y habiendo respondido de nuevo los invitados: "¡Amín!", dijo: "He aquí, pues, una historia entre mil de aquellos tiempos heroicos de la gentilidad:
34.
El de Naciones Unidas había respondido al policía: «Ustedes son responsables de que ese gobierno esté en el poder, por eso, si castigamos al gobierno, es lógico que los responsables de que ese gobierno esté ahí también resulten afectados
35.
Hay momentos en los que pienso que si mi padre no me hubiese traído a Lisboa yo sería feliz, y por ser feliz quiero decir no encontrarme tan sola con mi enfermedad como aquí, donde la adivino, la mido en el interior del cuerpo, calculo sus progresos en el hígado, en el corazón, en los riñones, me inyecto dos veces al día, si me siento mareada, en el retrete del Liceo, de modo que mis compañeras no desconfíen de nada, porque aquellas a quienes se lo conté imaginan que llevo una muerte contagiosa conmigo y tampoco a mi tía le digo nada, vuelvo del médico y ella, fingiendo que no sabe adonde he ido, Buenas noches, mi tía a la que nunca le gustó que mi padre se casase en África con una desconocida, con una mulata tal vez, sin prevenir a la familia, sin traerla primero a Portugal para someterla en Esposende a la aprobación de mis abuelos, y la única vez que vinieron se apearon sin avisar en Oporto, hicieron el resto del viaje en autobús, con mi madre en busca de Mozambique en las ventanillas, y aparecieron en casa de mis abuelos, a la hora de comer, con una maleta llena de estatuillas y de máscaras de madera, y mi abuelo, que vendía telas en un establecimiento llamado Perla del Tergal, ¿Qué es esto?, y mi abuela mientras se santiguaba Sácame de ahí la carantamaula del Demonio, Domingos, que siento la peste del infierno en casa, y era el olor de la diabetes, y mi madre a mi padre, sin hacerles caso, sin conversar con ellos, apoyada en el alféizar en busca de las traineras de la isla, mi madre, intrigada con los petreles, ¿Qué aves son ésas, Domingos?, y mi abuelo, cogiendo una jirafa de marfil, Fíjate en el bicho, Orquídea, ¿en el sitio donde vivís hay elefantes?, y mi padre Son petreles, devoran barcos hasta no dejar ninguna espuma detrás de las hélices, y mi abuela, agarrada al rosario, Huele a infierno, ya os he dicho que huele a infierno, que huele a las flores de los muertos, pásame el chal que voy a buscar al párroco, y mi abuelo, sirviéndose aguardiente, Daría diez metros de franela por toparme con elefantes al galope en el bosque, y mi tía ¿E hipopótamos, Domingos, qué es lo que hacen con los hipopótamos?, y mi padre A los petreles no les escapan ni la niebla ni el viento, devoran lo que pueden, hasta un cine ambulante que anduvo por allí se les sumió en el estómago, ¿no es verdad, Orquídea, no es verdad que no se volvió a saber nada del que manejaba el proyector?, y mi tía El cine se fue a Póvoa, Domingos, ¿dónde se han visto petreles que se lancen a picotear películas?, y mi abuelo, repitiendo el aguardiente, Sólo vi uno en el calendario de la taberna, y mi padre No picotean películas pero picotearon a tu amigo el que vendía las entradas, el que no volvió a tirarte los tejos, y mi abuelo ¿Qué?, y mi padre Que responda Orquídea, que Orquídea te hable de los sauces llorones, y mi tía Mentiroso, ojalá se te paralicen las piernas, mentiroso, y mi abuelo ¿De los sauces llorones, grosera?, y mi madre Petreles, dices tú, ¿es petreles como los llaman, Domingos?, y mi tía Yo qué sé, padre, es invención de Domingos, los aires de Mozambique le han secado la mollera, y mi padre a mi abuelo ¿No quiere venir a volar conmigo bajo la tierra?, y el párroco, atareado en bendecir el baúl y los rincones de la tienda, y cubriendo a mi madre con un crucifijo enorme, Realmente huele a infierno y a las flores de Satanás, pero no es de las estatuas sino de esa pecadora, y mi abuelo a mi padre ¿Tú vuelas bajo la tierra, muchacho?, y mi abuela a mi padre Ay has traído al demonio contigo, Domingos, y el cura, echándole agua bendita a mi madre, En nombre de Jesucristo vade retro, emperador de las tinieblas, te ordeno que liberes a tu sierva y regreses a tu reino, y mi abuela ¿Y si ella pare un hombre lobo?, ¿eh?, y mi padre a mi abuelo He volado en la mina de Johannesburgo, padre, si usted tiene un pico y quiere probar yo le enseño, abrimos un hoyo en el suelo y listo, y el cura Vade retro, y mi madre Devoran barcos pero ahora andan por encima de nosotros piando, en una de ésas nos meten en el buche, y mi abuela, lanzando cocodrilos y guacamayos de madera por la ventana, Un bebé oscuro, lleno de pelos, qué horror, un bebé que salta de la cuna para galopar por la casa, hace años, venía yo en el tren de Lamego, descubrí dos a lo lejos, a carcajadas en un pinar, el cura sujetó a mi madre por el brazo, Vade retro, y mi padre Alto ahí, no sea fresco, suéltele la mano a mi mujer, y mi abuelo Pico no tengo, ¿no sirve un rastrillo, hijo?, y mi tía Yo no me acosté con ningún hombre sobre la lona después de los espectáculos, yo no quise perder lo que sólo se sabe que se tiene cuando se pierde, lo que sólo es importante cuando deja de ser, porque cuando se tenía no existía y lo que yo tenía quedó en la arena de Esposende y es parte de las mareas y de los arbustos de la playa, y mi madre Yo no pretendo acabar a gritos, como las aves, por encima de esta casa, y mi padre al cura Si vuelve a tocarla le rompo la cara, vaya a echar su agua a otra parte, y mi abuela ¿Y el incienso, señor párroco?, si ha traído el botafumeiro échele unos humos a ella y listo, y mi abuelo Quien dice rastrillo dice cualquier cosa que agujeree, una pala, una hoz, unas tijeras, ¿lo que hay que hacer es cavar un foso, no?, y mi tía Nunca lo he visto con la cabeza descubierta, nunca lo he visto desnudo, pero me falta su aliento en los oídos, me faltan sus dedos, me falta la paz de después y el mar que bate en mis huesos en los peñascos y yo no quería, padre, yo no quería, yo quería y no quería, yo quería, yo no quería querer y quería, yo fui a Póvoa a visitarlo y el acomodador Hay aquí una moza que te busca, Claudino, y él al empleado Yo a ésa no la he visto en mi vida, dile que es un error, hombre, y el acomodador a mí Él no la ha visto en su vida, y yo sin el valor de hablar, yo sujetándome las horquillas del pelo sin darme cuenta de que me sujetaba las horquillas del pelo, y el cura, salpicando con agua bendita a mi padre, Yo no he tocado a su esposa, señor, he venido a exorcizar al Príncipe del Mal, y mi abuelo, a martillazos en la tarima, ¿Es necesario ir muy abajo para volar, Domingos?, y mi tía Pero me quedé hasta el final de la película, y cuando las personas salieron y el acomodador apagó las luces allí dentro, cerró la puerta con candado, puso cerrojo a la taquilla y desapareció por las calles de la ciudad, cuando el dueño del cine bajó los escalones desde la cabina allí estaba yo, a que era un error, a que él no me vio nunca en su vida, mirándolo, sin reproches, sin pegarle, sin llorar, mirándolo, y él ¿Qué pasa?, y yo, Sólo quería que me devolvieses lo que me quitaste en Esposende para poder irme, y mi madre, acostumbrada a los cocoteros de la playa, Los petreles se comieron las traineras, qué pena, y mi padre a mi abuelo, Con unos diez o quince metros alcanza que después cogemos el ascensor de la mina, y el viejo a mí, en la cervecería de los camioneros que recobraban fuerzas para el Alentejo, pedía, sonándose, otra infusión de limón, posaba su palma sobre la mía, la retiraba, la posaba otra vez, el viejo componiéndose sus pocos pelos con la mano libre, La señorita aún no ha respondido a mi pregunta, al fin y al cabo ¿se casa conmigo o qué?
36.
Elliot no ha respondido a las llamadas para que comentara su caso y ha evitado hablar con los medios; con excepción de la conferencia de prensa celebrada tras su detención, en la cual negó vehementemente su implicación en los asesinatos y lamentó la pérdida de su esposa
37.
Desde el encuentro clandestino junto a la playa, Simón Desfosseux no ha respondido por escrito a las comunicaciones del español
38.
Esto me lo contó después la propia editora, que acabó contratada porque había respondido con un sí meridiano y sin asomo de titubeo, no tanto porque se considerase decente como porque necesitaba el trabajo
39.
Luego Tina se alejaba y salía del cuadro, pero antes había dicho: «¿Cree que alguna vez lograrán abrir la esfera?» Y Beth había respondido: «Quizá
40.
Casey notó que no había respondido a su pregunta
41.
El pánico casi había demudado a Jondalar, pues temió que el caballo hubiese respondido a su instinto gregario y seguido a los otros hacia el precipicio, llevándose consigo a Ayla
42.
Jondalar podría haber respondido a la invitación de Attaroa, pero sabía que no era sincera
43.
A la amabilidad de la señora Jennings, a su ininterrumpida amabilidad, había respondido con desagradecido menosprecio
44.
Había veinte personas en mi grupo, un grupo de trabajadores sobre el terreno contratados para perseguir a las personas que no habían respondido a los cuestionarios enviados por correo
45.
Cuánto ansiaba la ayuda de Sylune, que había tenido la inteligencia de abandonar los Reinos antes de que existiese la posibilidad de caer en aquel terrible estado, o incluso de Simbul, que no había respondido a ninguna de sus comunicaciones
46.
Nadie ha respondido a la puerta y resulta que estaba abierta
47.
Todos habían respondido, instintivamente, a una precisa voluntad de escaparse de la anemia de su juventud -querían que se les devolviera la mejor parte de sí mismos
48.
En literatura: "Este es el único estudiante que me ha respondido mal, no sabe absolutamente nada
49.
El príncipe estaría agradecido por haber respondido con tanta premura a su llamada
50.
Había olvidado preguntarle a Carlos qué había pasado con él en la plaza, pero éste no tendría por qué haberle respondido
51.
«Ya has respondido, Juan, hijo del trueno
52.
Una vez que Matthew hubo respondido a todas las preguntas, recogió un sobre que había pasado desapercibido junto a su codo
53.
Durante el trayecto sobre las Rocosas, el mayor Duval había puesto a prueba el Eagle y este había respondido a la perfección
54.
Más adelante se los acusaría de haber respondido con lentitud a la situación, pero la investigación al final decidió que estaba justificado que primero se preocuparan de ellos
55.
Cawley se reclinó en su asiento, fumó, y pensó en lo que le había respondido el agente
56.
Había gritado un par de veces hacia abajo, pero nadie había respondido
57.
—El que ha respondido es el policía de pelo largo, que se ha plantado ante el prisionero y ha subrayado su orden de un revés con el cañón de su arma que abre un surco en la frente del hombre
58.
A veces los criminales hacen cosas bastante estúpidas, pero no tan tontas como parar el soche en el que se están fugando justo al lado de lugar de la escena del crimen para preguntar en qué pueblo están, encima bajándose del coche para machacar a un peatón que ha respondido desairadamente a sus preguntas
59.
El jefe le había respondido que se lo pedía por el bien de su país
60.
La princesa había respondido al plan equivocado
61.
John había respondido a la citación eclesiástica con una declaración escrita de sus creencias, en la que cuestionaba la venta de indulgencias y la confesión de los sacerdotes, e insistía en que la verdad del evangelio sólo se componía de la doctrina presente en las Sagradas Escrituras
62.
Ésta ha sido una situación de emergencia y he respondido a ella
63.
Le había respondido hasta el límite de sus fuerzas, y confió
64.
En cuyo caso ella hubiera respondido:
65.
Y había respondido bien al tratamiento
66.
Al instante fue respondido por los rugidos y, gruñidos de unos leopardos que de pronto aparecieron de entre la maleza, los matorrales o el bambú y corrieron para desaparecer tras los edificios
67.
Dos de los policías que habían respondido inicialmente a la llamada afirmaban que el supuesto árbol realmente se había levantado y se había marchado caminando
68.
La retaguardia catalana no había respondido al inflexible esfuerzo bélico que le pedía el presidente Companys
69.
Un buen rey es aquel en quien su pueblo confía… y que merece esa confianza, había respondido ella
70.
Escipión había dicho: «Tengo quinientos jinetes que no permitirán que lleguéis a la prisión con mi hermano», y él había respondido: «Si no nos dejáis pasar, si no os retiráis hasta la puerta Fontus, ejecutaré al prisionero aquí mismo
71.
—¡Que vean todos cómo vivo, que vean todos cómo vive el que fue su mejor general y que lo cuenten en Roma! —había respondido él una y otra vez, despechado, a los ruegos de Emilia para poder levantar esa nueva casa, pero su esposa, tenaz, siguió insistiendo hasta dar con el argumento adecuado
72.
El silencio se apoderó de todos los presentes: Cayo Lelio, Marcio, Silano, Mario, Terebelio, Digicio, Cayo Valerio, el resto de los tribunos y centuriones de la V y la VI, los seis praefecti sociorum de las tropas auxiliares, el rey Masinisa, que a los ojos de todos había respondido, sin ilusión pero con disciplina, a la llamada del procónsul, y los decuriones de la caballería romana, que se miraron entre sí sorprendidos
73.
—Si hay alguien de quien nunca me olvido es del emperador —había respondido Marcio con una gravedad inusual, pero sus palabras aún no daban respuesta a la petición del lanista, confundido por el tono extraño con el que Marcio había hablado
74.
Quien le ha respondido con una insolencia equiparable a la suya es Gregorio Martínez
75.
Mary podría haber respondido que estaba allí con la esperanza de tomar una muestra de ADN de Tukana; era verdad, en parte, y una explicación sencilla que le hubiera ahorrado la vergüenza, pero…
76.
En una ocasión le había preguntado acerca de su visita y él se había limitado a levantar una ceja y no había respondido
77.
La multitud pudo muy bien haber respondido exigiendo la muerte de Jesús como impostor religioso, pero Pilatos no estaba interesado en crucificar a charlatanes religiosos
78.
Alvin habría respondido, pero justo en ese momento llegaron al porche de la casa, y antes de que llegaran a la puerta, ésta se abrió de par en par y ante sus ojos apareció Mamá
79.
Había apretado todos los botones en el dormitorio, pero la pistola no había respondido
80.
Reflexionando sobre el asunto, se me ocurrió que era la imagen que la elite gobernante tenía de la percepción del honor de sus oficiales lo que impulsaba a éstos a proyectar sus propias ideas del honor sobre unos subordinados que podrían o no haber respondido a la retirada o reatrincheramiento japonés, como temían los oficiales de mayor graduación
81.
Durante toda la primavera en la oficina del fiscal del distrito me habían respondido con un «en cualquier momento», y esta vez no fue distinto
82.
El Lúculo de antaño nunca habría respondido a aquella orden dada en forma de bramido; pero este Lúculo avanzó con paso inseguro por el suelo de mosaico para detenerse y mirar hacia arriba, a César, con la boca abierta
83.
Bueno, en realidad no se lo había pedido, pero la noche anterior había respondido con interés a la propuesta
84.
“¿Querrías plantar las flores mañana?” habría pensado en ello y hubiese respondido que si y lo habría hecho
85.
Bosch pulsó el timbre pero no recibió respuesta, aunque tampoco estaba seguro de lo que habría contestado si alguien hubiese respondido
86.
Y así, la siguiente vez que Vy utilizó el teléfono, le había respondido el tipo que dirigía El Santo Templo de la Divinidad o, de vez en cuando, como tendría ocasión de comprobar por sí misma, Las Puertas Nacaradas del Paraíso
87.
El ejercicio te sentará bien», le había respondido cada vez que le pidió permiso para poner un aparato en su habitación
88.
–De ninguna manera -le había respondido Sam-
89.
Hubiera respondido, pero la esposa del maestro de escuela estaba allí ante mí
90.
–Diga -fue la respuesta en el teléfono; ni una sola palabra acerca de la actividad a la que se dedicaban, ni una indicación de quién había respondido
91.
El abogado quiso obligarme a decir lo que buscaba, esto es, que Ruth había podido ser la asesina, pero me negué hasta que el presidente del tribunal le amonestó y le dijo que el testigo ya había respondido a su pregunta
92.
Pentaquod había respondido siempre: «Steed es un amigo en quien puede confiarse más que en la mayoría de los nuestros
93.
Por el amor de Dios, si a esas alturas había respondido demasiado a la nostalgia que la vida le deparaba como para buscar más
94.
Si en ese instante le hubieran preguntado cuál era su modelo de tienda, incluso su modelo de vida, habría respondido sin titubear que aquél
95.
Una hora después de mi solicitud, Sun ya había respondido a mi correo y me comunicaba que me esperaría en la salida del nuevo aeropuerto -aún por bautizar-, ya que el viejo había desaparecido junto con la capital de la isla en la erupción de 1997
96.
De camino, el chico contó al oficial que llevaban más de dos semanas en la casa 6/1 y que durante ese tiempo se habían alimentado de las patatas que habían encontrado en el sótano y bebido el agua del circuito de calefacción central, y hasta tal punto se las habían hecho pasar moradas a los alemanes, que éstos les habían enviado a un negociador ofreciéndoles dejarles salir del cerco hasta la fábrica, pero que obviamente el comandante —el chico lo llamaba el «gerente de la casa»— había respondido con la orden de abrir fuego
97.
Sofía Ósipovna no quería reconocer cuál era el motivo por el que no había respondido a la llamada de los médicos, por qué había permanecido en aquella columna, ni el sentimiento de exaltación que la había invadido en aquellos instantes
98.
¿Era posible que el director hubiera respondido con tanta celeridad a su petición de traslado? No podía comprender por qué de repente sentía que se había quitado un peso de encima
99.
Le habría gustado que alguien le hubiera respondido:
1.
—¡Bah!—dijo Julio respondiendo a la acusación de Muñoz,—
2.
respondiendo apreguntas que se le hacían, el casco de su Flash
3.
Por fin, dio un gran suspiro y dijo, respondiendo, sin duda, a
4.
Respondiendo a los deseos del conde, miabuelo optó por la carrera eclesiástica, en la cual, dado su
5.
Mientras tanto, el resto de la procesión seguía respondiendo,
6.
ellospreguntando y respondiendo, ya con seriedad, ya con
7.
El joven sonrió disimulando su turbación, y respondiendo con fingidaindiferencia:
8.
Canterac, respondiendo á su pregunta, señaló el horizonte, en el queempezaban á brillar las primeras
9.
Respondiendo al contento de la anciana, Almudena, con cara
10.
respondiendo al latir desesperado delos perros; y la señora con
11.
—No es del amu, gracias a Dios—me dijo respondiendo a una
12.
respondiendo alas preces que en voz resonante le dirigía don
13.
respondiendo a las oraciones del Cura, y enlos intervalos de
14.
48 Y respondiendo él al que le decia [esto,] dijo: )Quién es mi madre, y
15.
37 Y respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo
16.
26 Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y
17.
2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando es la tarde del dia, decís: Buen
18.
16 Y respondiendo Simon Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Diosviviente
19.
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, que en cuanto [lo]
20.
23 Entónces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato,
21.
66 )Qué os parece? Y respondiendo ellos dijeron: Culpado es de muerte
22.
21 Y respondiendo el presidente, les dijo: )Cuál de los dos queréis que os
23.
19 Y respondiendo él, le dijo: (Oh generacion infiel! )hasta cuándo estaré
24.
35 & Y respondiendo Jesus decia, enseñando en el templo: )Cómo dicen los
25.
20 Y él respondiendo, les dijo: [Es] uno de los doce, que moja conmigo en el
26.
2 Y le preguntó Pilato: )Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él,le dijo: Tú lo dices
27.
19 Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de
28.
22 Y respondiendo Jesus les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéisvisto y oido: Que los ciegos
29.
45 Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dice: Maestro, cuando
30.
14 Y respondiendo un príncipe de la sinagoga, enojado de que Jesus hubiesecurado en sábado, dijo al
31.
3 Y respondiendo Jesus, habló á los doctores de la ley y á los Fariseos,diciendo )Es lícito sanar en sábado?
32.
17 Y respondiendo Jesus dijo: )No son diez los que fueron limpios? )Y los
33.
48 Y respondiendo él al que le decia [esto,] dijo: ¿Quién es mi madre, y
34.
26 Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo
35.
2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando es la tarde del dia, decís: Sereno;
36.
17 Y respondiendo Jesus, dijo: ¡Oh generacion infiel y torcida! ¿hastacuando tengo de estar con vosotros?
37.
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, [que] en cuanto [lo]
38.
23 Entónces el respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato,
39.
66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos dijeron: Culpado es de muerte
40.
21 Y respondiendo el presidente les dijo: ¿Cuál de los dos quereis que os
41.
17 Y respondiendo uno de la compañía, dijo: Maestro, traje á tí mi hijo, quetiene un espíritu mudo,
42.
19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generacion infiel! ¿hasta cuándo estaré
43.
35 Y respondiendo Jesus decia, enseñando en el templo: ¿Cómo dicen los
44.
20 Y él respondiendo les dijo: [Es] uno de los doce que moja conmigo en el
45.
2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los Judíos? Y respondiendo él, ledijo: Tú [lo] dices
46.
19 Y respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de
47.
22 Y respondiendo Jesus les dijo: Id, dad las nuevas á Juan de lo que habeisvisto y oido: Que los ciegos
48.
14 Y respondiendo el príncipe de la sinagoga, enojado que Jesus hubiesecurado en el Sábado, dijo á la
49.
3 Y respondiendo Jesus, habló á los doctores de la ley, y á los Fariséosdiciendo: ¿Es lícito sanar en Sábado?
50.
17 Y respondiendo Jesus, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los
51.
37 Y respondiendo, le dicen: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde [estuviere]el cuerpo, allá se juntarán
52.
respondiendo él, dijo: Tu [lo] dices
53.
19 Entónces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo
54.
29 Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es menester obedecer á
55.
15 Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesus conozco, y sé [quien es]
56.
9 Mas Festo, queriendo congraciarse con los Judíos, respondiendo á Pablodijo: ¿Quieres subir á Jerusalem,
57.
48 Y respondiendo él al que le decia [esto], dijo: ¿Quién es mi madre, y
58.
26 Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y echarle
59.
2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando es la tarde del dia, decis: Sereno:
60.
17 Y respondiendo Jesus, dijo: ¡Oh generacion infiel y torcida! ¿hastacuándo tengo de estar con vosotros?
61.
23 Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato,
62.
66 ¿qué os parece? Y respondiendo ellos dijeron: Culpado es de muerte
63.
21 Y respondiendo el presidente, les dijo: ¿Cuál de los dos quereis que os
64.
17 Y respondiendo uno de la compañía, dijo: Maestro, traje mi hijo á tí, quetiene un espíritu mudo,
65.
19 Y respondiendo él, le dijo: ¡Oh generacion infiel! ¿hasta cuándo estaré
66.
20 Y él respondiendo, les dijo: Uno de los doce que moja conmigo en el
67.
2 Y le preguntó Pilato: ¿Eres tú el rey de los Judíos? Y respondiendo él, ledijo: Tú lo dices
68.
3 Y respondiendo Jesus, dijo á los doctores de la ley, y á los Fariséos,diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?
69.
17 Y respondiendo Jesus, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? ¿y los
70.
19 Entonces Pedro y Juan respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo
71.
29 Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Obedecer es menester á
72.
9 Mas Festo, queriendo congraciarse con los Judíos, respondiendo á Pablo,dijo: ¿Quieres subir á Jerusalem,
73.
respondiendo decuando en cuando á lo que ansí el nuevo Señor
74.
Luego, pasa volando en triángulo una bandada de garzas y, como respondiendo a una orden dada, todos los pájaros de la espesura empiezan a alborotar en concierto
75.
Hace cinco días que los perros de Puerto Anunciación aullan lo mismo, de idéntico modo, respondiendo a una determinada orden, y callan a una señal inconfundible
76.
Y dijo, respondiendo a la pregunta de Hilaria:
77.
Poco después, respondiendo rápidamente a las órdenes de los oficiales, los soldados recompusieron sus filas sin dificultad, disponiéndose en orden de marcha a lo largo de la orilla del torrente
78.
Podía advertir que el pueblo no estaba respondiendo a sus repetidos llamamientos para atacar a los seguidores del capitalismo
79.
—Lo siento mucho —dijo el gobernador respondiendo a la declaración del médico—, mucho lo siento, porque era un preso amable, inofensivo, que nos divertía con su locura, y sobre todo fácil de guardar
80.
Naves mahe respondiendo a la emergencia
81.
Respondiendo a la pregunta de Poirot, dijo que la señora estaba en casa
82.
Mientras algunos hacían fuego con las espingardas, respondiendo a los tiros de fusil de los sitiadores, los otros habían retirado las fajinas, y luego habían cavado un segundo foso para levantar las estacas abatidas
83.
Poirot abrió mucho los ojos, respondiendo sin la menor vacilación:
84.
Los dineros serán necesarios, y respondiendo a la pregunta que me ha sido formulada al principio os voy a aclarar la presencia del subastador del mercado de esclavos Simó lo Renegat
85.
Antes de partir, la concurrencia hizo mil y una preguntas, y el caballero de Sant Jaume fue respondiendo a todas ellas ayudado por el prestigio de los jueces allí presentes y del notario mayor
86.
Han atacado a los Estados Unidos y los Estados Unidos están respondiendo militarmente
87.
Como decía Rupert, el disco estaba respondiendo a los movimientos musculares inconscientes
88.
Respondiendo a su oferta, Obediencia habló en nombre del otro vampiro y de él:
89.
En el ardor del trabajo del hierro sus negros ojos echaban chispas, y los resoplidos de su nariz, que se hinchaba respondiendo al énfasis interno, armonizaban con la música del fuego atacado por los chorros de aire
90.
La mujer sonrió, respondiendo que ya lo había arreglado para ir abajo tan pronto como una de las criadas pudiera relevarla en el cuidado del niño
91.
Respondiendo a mi invitación, y en lugar del hombre violento que esperábamos, entró renqueando en el cuarto una mujer muy anciana y arrugada
1.
más en ella y le respondo que la haescrito con el corazón, no con
2.
Respondo queeso es verdad: la quiere con delirio
3.
respondo el algebrista de lo que valen en realidad,las letras del problema que
4.
Con esta precaución respondo de que encontrará muy pronto á tío
5.
yaristocracia literaria, y yo le respondo a usted de que llegará a unaedad provecta
6.
respondo de salvarla, puesto que usted me proporciona los medios
7.
—Le respondo de que la dama en cuestión no ha recibido ni un rasguño
8.
—Yo leconozco y respondo de él
9.
Yo respondo de que es un buenliberal y hombre de bien
10.
No respondo de las consecuencias
11.
hacía unapregunta y yo respondo
12.
—Y yo respondí, y ahora respondo: «Hágase la operación, y cúmplase lavoluntad de Dios
13.
le respondo de que se llevaránlos apuntes con ministración, y no
14.
pero de las que vengan luego no respondo; en unode esos ataques tiene que quedarse
15.
«Es posible», le respondo, sabiendo que ahí no hay señal alguna «Posible no es palabra de tribunal», comenta el otro, sentencioso, y al punto caigo sobre una borda de la barca, que ha ido a meterse, de proa, en una red de lianas
16.
No respondo a su acusación
17.
Respondo de él
18.
Cuando me preguntan cuál es la mejor estación para visitar Japón, siempre respondo: octubre
19.
–Yo respondo por el Centro
20.
-Así parece, señor, y así me lo contaron en el camino; pero no respondo de que sea verdad, aunque la gente de San Martín es capaz de eso
21.
De esto no respondo
22.
De que le traeré bueno y sano, respondo con mi cabeza
23.
En una de éstas me contaron (no respondo de la veracidad) que los Generales afectos a la dominación borbónica propusieron a Concha la proclamación del Príncipe Alfonso, como el mejor entretenimiento para pasar el rato
24.
–Eh, ¿por qué no respondo a las preguntas de una en una?
25.
Abre los ojos a lo que respondo,
26.
Presidente; la intención es sana y patriótica, y de eso es de lo único que yo respondo
27.
No podría precisar en qué momento de aquel otoño-invierno de 1861 concebí la idea de escribir una historia sobre un globo… De lo que sí respondo es de que Nadar fue segura fuente de inspiración, catalizador, motor y barquilla sustentadora de mi primer gran "sueño"
28.
Yo le respondo de que se llevarán los apuntes con ministración, y no se nos escapará ni una hila-cha
29.
A lo cual respondo que, conociendo los hombres que percibían ideas de Jas cuales no eran creadores (pues no procedían de su interior ni dependían de las operaciones de su voluntad), supusieron que dichas ideas, objeto de su percepción, existían con independencia de la mente y fuera de ella, sin barruntar siquiera la contradicción que implicaba semejante modo de pensar
30.
A todo lo cual respondo en primer lugar que la conexión entre las ideas no implica la relación de causa a efecto sino la que hay entre el signo y la cosa significada
31.
Y se lo mandó a decir en serio: «De aquí en adelante yo no respondo»
32.
Por regla general, cuando me ha tocado actuar en la plaza de algún pueblo en fiestas, no respondo a los que gritan o arman escándalo, y esto produce el milagro de que de ahí en adelante se establezca el silencio y la gente me preste atención por encima de los alborotadores, que en ningún caso lo hacen con intención de ir contra el artista, sino que todo ese alboroto forma parte de su diversión
33.
—Y en medio del silencio más completo en la Curia Hostilia como no se recordaba en meses—: No, este joven e inexperto senador no siente miedo de nadie de los presentes, pero claro, algunos pensarán que eso es sólo señal de mi inexperiencia o, como decía Marco Porcio Catón, de mi supuesta estupidez; pues bien, a esos respondo yo que no: no siento miedo porque he aprendido bien mi lección y sé que hay falanges más temibles que las de los ejércitos de Oriente y ahora sé que una falange de patres conscripti encabezada por Catón puede ser aún más mortífera que todos los catafractos de Asia, así que aunque se me abra un pasillo delante de mí por parte de mis enemigos en el Senado, que sepan todos que nunca cruzaré esa línea hasta estar seguro de que todos y cada unos de esos senadores ha sido abatido por un torrente irrefrenable de votos en su contra
34.
–No respondo a las preguntas de un marinero mercante
35.
–No -le respondo con afectación-, no se trata del trabajo
36.
Y siempre les respondo lo mismo: ¿por qué no buscan en la historia de los papas? ¿No sabe que algunos se esforzaron mucho por hacerse con el candelabro?
37.
Respondo con el corazón, pero miento sobre su identidad
38.
No le respondo
39.
No respondo de la calidad literaria
40.
Y yo le respondo: -Brahms no me molesta jamás
41.
Yo estaba tan confundido que casi le respondo que no, que nunca había estado por allí, pero el Caballero de Oriente me dio un empujón para que dijera que sí, y así lo hice
42.
«Si lo haces -le dijo Tor-, no respondo de la integridad ni la continuidad de este lugar
43.
Y yo le respondo: «¿Cómo? ¡Oh, no, no se preocupe, ya llevo rato sentado!»
44.
Por eso estoy sentada aquí —le respondo
45.
—Creo que puedo entender tu interés por Kathleen Lawler —le digo a Jaime, y respondo a Benton con un signo de interrogación
46.
—Me gustaría creer que no tentaría a alguien a quien supuestamente amo a hacer algo destructivo, porque quiero acabar con la relación —le respondo
47.
Si no respondo, no dude en entrar sin llamar, ¿eh?
48.
Le respondo que sí
49.
Nada que responder a ello, naturalmente, por lo tanto no respondo nada
50.
No respondo de que mi dependiente haya cumplido esa diligencia: Es un cabroncito poco práctico, recién arribado de la Madre Patria
51.
No respondo que todo el Estado mayor pueda salir muy airoso del trance, pero no es poco ya que parte de él, por lo menos, pueda sacar alta la cara sin plantar fuego al polvorín ni armar gresca
52.
Se os enviará una compañía de gendarmes o de agentes de la policía, y os respondo que que esos valientes penetrarán en el castillo, sea para cazar a los farsantes que se divierten con vuestra credulidad, sea para detener a los malhechores que preparan algún mal golpe
53.
–Estoy a la vuelta de la esquina, en casa de una amiga -le respondo
54.
A veces le acaricia el pelo como si fuera su hija y se le llenan los ojos de lágrimas, qué bonita es, me dice, si logramos mantenerla sana tal vez la ciencia descubra una manera de renovar las células dañadas y hasta de trasplantar cerebros ¿por qué no? Ni de vaina, doctor, le respondo, no le permitiré a nadie hacer experimentos de Frankenstein con Paula
55.
Finalmente respondo a nuestro hermano Gottfried, aquí presente
56.
—Esto es una infracción, una infracción al arresto —dijo el Jefe con desconsuelo—, y no respondo por las consecuencias
57.
—Esto es una infracción, una infracción al arresto —dijo el jefe con desconsuelo—, y no respondo por las consecuencias
58.
–Mariscal Atkins, en referencia a tu insinuación de que los poderes militares, el Parlamento y los tribunales de la ley ecuménica me castigarán por traición y me ejecutarán si no me someto a tu extorsión, sólo te respondo esto: que lo intenten
59.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
60.
Respondo a los que así se expresan tratándose de la locomoción aérea, que no se han dado cuenta de la distancia INFINITA que separa la importancia de este descubrimiento de la de todos juntos los descubrimientos precedentes, incluidos el de la pólvora, el de la imprenta, el de la brújula, el del vapor, el de la electricidad, y hasta el de los Montgolfier
61.
Con eso el conde quedará satisfecho, respondo por él
62.
—¿Pero y si no os entiendo? ¿O si respondo en esa otra lengua?
63.
Respondo con una estupidez:
64.
-Y yo respondí, y ahora respondo: «Hágase la operación, y cúmplase la voluntad de Dios
1.
—¿Qué me decís, nobles de esta ciudad, qué respondéis a mi propuesta? —gritó el cónsul, y para su sorpresa y alivio, con gran rapidez, uno a uno, los trecientos caballeros de Siracusa empezaron a responder «acepto», «acepto», «acepto», y Publio cerró los ojos y dejó que cada aceptación cayera sobre sus oídos como agua de lluvia tras una larga y penosa sequía de estío
2.
Pero, con todo esto, por dondequiera que va muestra su tristeza y melancolía, y no se precia de criar en sus aguas peces regalados y de estima, sino burdos y desaboridos, bien diferentes de los del Tajo dorado; y esto que agora os digo, ¡oh primo mío!, os lo he dicho muchas veces; y como no me respondéis, imagino que no me dais crédito, o no me oís, de lo que yo recibo tanta pena cual Dios lo sabe
3.
El segundo se insinúa en una hipérbole inserta en la descripción de la vestimenta de Montesinos: «cuentas (de rosario) mayores que medianas nueces, y los dieces asimismo como huevos medianos de avestruz»; se sigue con la inclusión de detalles «realistas» en contraste con el carácter fantástico del conjunto: el «puñal buido, más agudo que una lezna»; el adjetivo «peluda» (en vez de «velluda») aplicado a la mano de Durandarte; el «pañizuelo de puntas» en que Montesinos envuelve el corazón de su pariente; la serie sal-mal olor-mojama referida al corazón del mismo; la mención de una situación extraordinaria que, por el lugar en que está situada y, sobre [182] todo, por el tono con que está contada, puede tener efectos cómicos: «siendo esto así, y que realmente murió este caballero, ¿cómo ahora se queja y suspira de cuando en cuando, como si estuviese vivo?»; la recitación, por Durandarte, de un romance escrito visiblemente después de su muerte (un romance popular); una declaración de Montesinos que quita a la escena y a sus palabras toda espontaneidad y la mecaniza por repetición: «Esto que agora os digo, ¡oh, primo mío!, os lo he dicho muchas veces, y como no me respondéis, imagino que no me dais crédito o no me oís, de lo que yo recibo tanta pena cual Dios sabe»; un estereotipo (cuyo comentario se hace en el capítulo siguiente) cuya vulgaridad desentona en el conjunto y en labios del difunto Durandarte[41]; por último, la descripción de Belerma como mujer fea, y, momento el más bajo de este sistema en degradación, la mención, por Montesinos, del «mal mensil» y de los años que ha que no asoma por sus puertas (de Belerma), mención que el relato como tal no exige, ya que la causa, expuesta en el segundo miembro de un período subordinado, puede enunciarse correctamente sin el primero
4.
–¿Qué me decís, nobles de esta ciudad, qué respondéis a mi propuesta? – gritó el cónsul, y para su sorpresa y alivio, con gran rapidez, uno a uno, los trecientos caballeros de Siracusa empezaron a responder «acepto», «acepto», «acepto», y Publio cerró los ojos y dejó que cada aceptación cayera sobre sus oídos como agua de lluvia tras una larga y penosa sequía de estío
1.
Qué podía hacer para evitar que la mujer santa de mi madre, los costos de la gasa y vendas? "Gracias, usted era un amigo" - le respondí bajando la cabeza y frotando el punto de impacto
2.
“Es un día helado, el invierno debe de estar por llegar” yo le respondí
3.
Yo le respondí “si es que hay alguna traición, sea yo castigada, pero en mi corazón, es lo que he elegido hacer
4.
"No sé", le respondí, "todos suenan muy interesantes"
5.
¿Era cinismode la infame, o un disfraz de su vileza? Yo entendí lo primero, y bajoesta impresión la respondí
6.
y le respondí
7.
Esta vez respondí con resolución:
8.
A pesar de la emoción que me oprimía la garganta, respondí
9.
Yo le respondí que ya estaba rescatado, y que en el precio podíaechar
10.
—Sí, señora—le respondí yo,—y encontrando en ella goces tan grandescomo los que proporciona la
11.
Y usted una mentirosa,le respondí
12.
No respondí por no envenenar la discusión
13.
—Y yo respondí, y ahora respondo: «Hágase la operación, y cúmplase lavoluntad de Dios
14.
Entendíle y respondí, haciendo de tripas corazón:
15.
—Y bien a las claras respondí a usted que aquello era pedir
16.
haciendo un esfuerzo, respondí á la poetisa:
17.
A los dos respondí, y en este hecho
18.
Así que al decir el gordito su recuento de acepciones de la palabra soledad, le respondí:
19.
–¡No! – respondí con un respingo de mi conciencia-, ¡no! Pues los escritos valen más que todo el oro del mundo
20.
Desde luego respondí, emocionado todavía por las últimas palabras de Marguerite y con los ojos aráientemente fijos en ella
21.
No respondí, sino que mentalmente me dediqué a repasar lo que estaba ocurriendo con el resto de los termidorianos
22.
—Profesor Mittag-Leffler —le respondí, con toda la sinceridad que era capaz de expresar—, usted no sabe, no puede saber, qué gran papel han desempeñado el problema de los n cuerpos y el Concurso del Aniversario del rey Óscar en el móvil de los asesinatos
23.
No rechacé la invitación en cuanto al té, pero respondí que en primer lugar sería mejor que inspeccionásemos el edificio
24.
En estas conversaciones siempre me correspondía el papel de intérprete de los sentimientos del Cupido, y cuando me llegó el turno, respondí de manera tal que Boris me cogió del brazo y me arrastró hacia el estanque declarando que me echaría en él
25.
«Adiós, Hunter», le respondí
26.
Respondí que lo suponía
27.
-Estoy encantado de que la experiencia le haya resultado tan bien -le respondí
28.
Respondí que, en efecto, me había casado hacía un año
29.
»Respondí al amigo que aceptaba de buena gana su proposición, y al día siguiente le vi llegar con dos elefantes, una jauría de veintiocho perros robustísimos y un considerable número de criados y halconeros
30.
—Y yo os respondí que todo es factible con el tiempo suficiente y los medios y la autorización oportunos
31.
¿De dónde viene este sobre? »De Dundee respondí, mirando el matasellos
32.
»La firma lo hace cuando la garantía es buena respondí yo
33.
»Una de las más preciadas posesiones públicas del Imperio respondí yo
34.
Puede que el desenlace lo fuera respondí, pero sostengo que los métodos fueron originales e interesantes
35.
»Le aseguro que no me ha ofendido respondí
36.
»Fui tan tonta que me metí en el ala vacía respondí
37.
»¿De veras? respondí
38.
No respondí, mientras sopesaba la nueva información
39.
«Angélica viene de ángel», respondí, embelesado
40.
–De acuerdo -le respondí, y subí las escaleras del porche
41.
–Un café estaría muy bien – respondí -
42.
–Quizá las dos cosas – respondí -
43.
–Sí – respondí, y llamé su atención hacia unas radiografías montadas en la caja de luz de la pared
44.
–Sí – respondí -
45.
Pero me lo estaba pidiendo, y le respondí
46.
–Todo bien – respondí, horrorizada, mientras buscaba a tientas con el pie descalzo sin demasiado disimulo
47.
–Que empiezo a pensar en dedicarme al bridge – respondí, mientras mi frustración se convertía en ira
48.
–En ninguno de los otros casos se encontró sangre en el asiento del conductor respondí -
49.
–Gracias – respondí, y me desabroché el abrigo
50.
–Tal vez Deborah le dijo quién era, cuando el asesino estaba en el coche con ellos y los amenazaba con la pistola – respondí
51.
–¿Murió alguien en el baño principal? ¿Tal vez sí? ¿Cómo sucedió? ¿Y cuándo? ¿A las ocho de la tarde? Respondí que lo ignoraba
52.
–La mayoría de los muertos en un incendio no sufren -le respondí, evitando la pregunta con palabras suaves-
53.
Le respondí que 1
54.
Y yo respondí sin la menor vacilación:
55.
Cuando me dicen cosas así, me pregunto por qué no llevo un rollo de cinta aislante en el bolso -le respondí, con los ojos fijos todavía en la puerta del cuarto de baño
56.
Paz me dirigió una mirada en la que creí leer un «¿De qué están hablando?», a lo que respondí con un encogimiento de hombros que quería decir: «Ni idea
57.
No le respondí a Marianne, intentando por ese medio impedir que volviera a reparar en mí; y durante algún tiempo incluso estuve decidido a no acudir a Berkeley Street; pero, por último, juzgando más sabio fingir que sólo se trataba de una relación fría y ordinaria, esperé una mañana a que hubieran salido de la casa y dejé mi tarjeta
58.
Respondí con una venia
59.
En esto, el general Chilton, jefe del estado mayor del general Lee, vino a buscarme y me preguntó: ¿Dónde están pues las tropas de que dispone para sostener esta posición? Mientras mostraba el regimiento de Cooke y mis dos cañones, respondí: Helos allí, pero el regimiento no tiene ni un solo cartucho
60.
Por supuesto que no respondí Es el modo de hablar de los presidentes
61.
Frunciendo el ceño, respondí:
62.
Sostuve su mirada el tiempo suficiente para compartir la broma y respondí sin comprometerme que esa sugerencia se había planteado
63.
Le respondí que no, siempre que, una vez allí, hiciera todos los esfuerzos posibles para ahogar a Augustinilla en alguna fuente sagrada
64.
Luego me preguntó si sabía bordar, coser o cocinar, a lo que respondí tres veces no
65.
respondí, feliz de que alguien, en medio de una confusión, me
66.
Y le respondí:
67.
Le di las gracias por cuidar de ellos y respondí a unas cuantas preguntas curiosas sobre cómo y por qué estaban allí
68.
Respondí, pero el ruido repentino fue excesivo
69.
–Voy a recoger a Pan Dan Chee y Jad-Han -le respondí, y un momento más tarde aterrizaba en la plaza que estaba cerca del palacio de Nastor, y dos hombres salieron de las sombras y se acercaron a la nave
70.
Abrí los ojos, y respondí con cariño:
71.
–¿Qué es el robo de un banco en comparación con fundar uno? – respondí a su pregunta con una cita de Bertold Brecht
72.
Respondí: «Voy a la tierra de los chóntaltin
73.
Podés, respondí, y ya tenía mis temores
74.
Le respondí en el acto que por supuesto
75.
Tal vez la esposa de alguno de los nobles, me respondí al momento, o tal vez no
76.
Me sobrepuse a todo el dolor que suponía anticipar la segura muerte de mi hijo y lo hice porque como representante de Roma no puede uno mostrarse débil, sujeto a chantajes del enemigo y así, cuando Antíoco me propuso pactar para liberar a mi hijo yo le respondí, sangrando por dentro en mis entrañas con un dolor que no acierto a describir, le respondí que un senador de Roma no negocia bajo presión
77.
) Respondí: «Nada de exageraciones, para ser pintor no basta pintar
78.
» «¿Y ahora? ¿Qué va a hacer? ¿Volver a su antigua pintura?» Respondí de golpe, con brutalidad inadecuada pero que no pude evitar: «No»
79.
Les respondí con la siguiente carta:
80.
Yo le respondí que todos los escritores somos vanidosos, ¿se puede uno imaginar mayor vanidad que la que se permite quien se atreve a dedicar su tiempo, su vida a contar una historia que lo apasiona movido sólo por el deseo de que apasione a otros? Por un deseo tan intenso que a ratos colinda con la certeza de que otros quieren oír nuestra historia
81.
—¿Y por qué no los memorizas y los metes tú en el ordenador? —le respondí
82.
Le respondí que no, pero que ella lo había visto en las cartas de Pappy
83.
¿Para qué? No respondí a esa pregunta
84.
–¿Cómo lo sabes tú? – le respondí, con una furia para la que luego no supe encontrar explicación-
85.
Respondí que, siendo hombre de palabra, no tenía intención de traicionarle
86.
Adopté una actitud que juzgué pizpireta y le respondí que quería ser estrella del séptimo arte, que me habían recomendado aquella agencia y que me condujera a presencia del director
87.
Pulsé el botón de apertura automática y respondí a la muda interrogación del marido de Reinona diciendo que el recién llegado era un ayudante mío al que había colocado en su propia casa (la de él y Reinona) para ver si averiguaba algo sobre el asesinato de Pardalot
88.
Cuando respondí que había tenido la intención de suicidarme, hubo una nueva sonrisa irónica detrás del escritorio
89.
Le respondí que de una parte no, pero que de la otra sí
90.
Respondí, alto y claro, y sin violentar mi conciencia, que no estaba en condiciones de afirmar el hecho que se me planteaba
91.
"¿Qué es eso?" "Es en la casa, señora Stevens", le respondí, "estoy segura
92.
Le respondí que era algo deseable, pero lejos de poder convertirse en realidad, y en la continuación de la charla le pregunté qué fundamento tenía para creer en el consentimiento del rey de Francia
93.
–¿Pero eso no fue cosa de un tal Sarda? – respondí, recordando el tremendo lío organizado cuando el cierre de las plantas y las fotos de los manifestantes ahorcando un pelele con el nombre de Sarda cosido al pecho
94.
Añadió otras muchas cosas por el estilo a las que respondí siempre de la misma manera y, por fin, se fue muy disgustada
95.
Yo iba a escribir cómo respondí a la pregunta, pero Siobhan me dijo que no era muy interesante
96.
– Por cierto, ¿has visto alguna vez a los padres de Sumire? – Le respondí que no
97.
Le respondí que sí
98.
–El último gana -le respondí interrumpiendo la enumeración
99.
Le respondí que unos diez minutos y se quedaron esperando
100.
Respondí por ella:
1.
Mira que solo eres un vaso con agua, y el agua respondía, No estoy en venta, porque soy de todos y para todos, y de forma gratuita, y mi valor no se calcula en dinero
2.
Tyjanov respondía a la civilidad cuando entró el soldado de servicio con el samovar y una
3.
Vivía en compañía con aquélla una tal doña Fuensanta, viuda de uncomandante, y la casa respondía a esta situación comanditaria, puesconstaba de dos salitas enteramente iguales, cada una con ventana a lacalle
4.
Esforzábase la mujer de Maxi en disimular el aburrimiento que esto lecausaba, y a la hipérbole de doña Casta respondía con exclamaciones depasmo y asentimiento
5.
Sería prolijo detallar el laboreo de los cabos de maniobras que, lomismo el de las brazas, respondía á las necesidades subsistentes
6.
dirección de la casa, y cadavez que éste le consultaba, respondía con displicencia:
7.
mujer se lo echaba en cara, respondía que los que allí iban entraban al modo de filósofos y no
8.
Y el muchacho respondía:
9.
los papeles que yo aLuscinda enviaba y los que ella me respondía, a título que de la discreciónde
10.
Viendo lo cual el gran gobernador,preguntó al acreedor qué respondía a lo que
11.
respondía a las lágrimas con desdeñoso encogimiento
12.
Respondía Gonzalo con distracción a las preguntas, que, por
13.
carta respondía, y conesto su amor dio ya en los últimos
14.
una estatua;y creyendo Cervantes que no le respondía por el
15.
el silencio turbadocon que respondía a las razones que él hallaba
16.
quequedaba preso con el Rey y que respondía de la vida de éste
17.
vozpor las rendijas del balcón, respondía: «Carmen, te quiero, te quiero»;y se
18.
respondía el degüello, a la piedad, rara, rara vez la piedad
19.
medida dela leña, respondía al principio a la cantidad de la
20.
la convicción de queno respondía de sí misma y recurría a
21.
respondía él con una inclinación de cabeza
22.
hombre mientras yo respondía al nombre de su hijo
23.
llamado el Comité y el Comité respondía a los líderes de los Iluminati
24.
respondía tan sólo al constante temoren que vivía de los ladrones
25.
Respondía el señor de las Matas con amablecondescendencia y la
26.
respondía a todos con cortesías
27.
laconversación me respondía en un tono tan frívolo y aun se corría a vecesa tan libres
28.
El joven respondía con cordialidad, tratando de conocer en las jóvenesque salían de
29.
saludos de Maltrana respondía siempre con una inclinación
30.
Pero el amo estaba de mal talante, y respondía con
31.
respondía en los matorrales un rumorde medrosas carreras
32.
hombre por su aficióna los trapos, Margalida le respondía
33.
chanzas respondía invocando a Dios y a los santosde la corte celestial en apoyo de sus
34.
declaró, puesta la mano en el pecho, que respondía de laelección de Cebre
35.
» Marta respondía lacónicamentey sin
36.
Y Tiburcio respondía riendo siempre:
37.
cumplidos con que yo la respondía, echó sobre mítodo el
38.
ocupaciones y planes del segundo, respondía que eraun
39.
respondía mi corazón a las larguezas y distinciones demi tío
40.
en lasalona, y al mismo tiempo una voz que respondía a estas
41.
respondía a todaobservación, encogiendo, los hombros
42.
exclamacionesanálogas a las que invariablemente respondía
43.
Toda su cara, en lo muscular, respondía a la intención de su
44.
respondía dando instrucciones á su hijo y recomendándole prudencia y, sobre todo, discreción
45.
Viendo que Mina no respondía, el presidente repitió la pregunta
46.
Incluso después de jornadas agotadoras, respondía a las peticiones individuales y recibía a las personas hasta muy avanzada la noche
47.
Era un hombre de edad mediana, alto y bastante grueso, que respondía al nombre de Yukio
48.
Les explicó que un hombre, que respondía a la descripción de Rosewicz, había dejado el aeropuerto solo una hora antes en dirección a Cork, Irlanda, también en un vuelo charter privado
49.
La carpeta estaba encuadernada con sencillez y respondía a una única leyenda caligrafiada en tinta azul sobre la portada: El Pájaro de Fuego
50.
Entonces se enfureció al ver que no le respondía; pero finalmente se impuso su razón y, con un encogimiento de hombros, se dio media vuelta comprendiendo que aquel camino conducía a la locura y que por encima de todo debía de continuar siendo dueño de su mente
51.
Fray Pedro informa que el trabajo realizado respondía a un intento de cultivo de la cebolla, la cual exige terrenos en los que no se estanque el agua ni haya demasiada humedad, cosa que sólo podía lograrse trazando los canteros con el narigón hacia la vertiente
52.
Recuerdo ahora la rara mirada que me dirigía, cuando me veía escribir febrilmente, durante días enteros, allí donde escribir no respondía a necesidad alguna
53.
Aunque sólo conocemos el testimonio de Armada acerca de lo hablado en esos conciliábulos con el Rey, podemos dar algunas cosas por seguras o por muy probables: es seguro o muy probable que, además de insistir ambos en la negra opinión de Suárez y del momento político, Armada hablara de los rumores de una moción de censura contra Suárez y de los rumores de un gobierno de unidad, que se mostrara partidario de éste y que de forma más o menos elíptica se propusiera como candidato a presidirlo, subrayando que su perfil monárquico y liberal respondía al perfil del presidente confeccionado por los medios de comunicación, las organizaciones sociales y los partidos políticos, muchos de los cuales (siempre según Armada) ya le habían dado o insinuado su beneplácito; es seguro o muy probable que el Rey dejara hablar a Armada y no lo contradijese y que, si no lo había hecho antes, empezase ahora a considerar seriamente la propuesta del gobierno de unidad presidido por un militar, fuera o no éste Armada, siempre y cuando contase con la aprobación del Congreso y con un engarce constitucional que Armada consideraba garantizado; es seguro que, además de insistir ambos en su negra opinión del momento militar, Armada la exasperaría al máximo y hablaría de su visita a Milans, presentándose a sí mismo como un freno a la fogosidad intervencionista del capitán general de Valencia, dosificando con zorrería la información sobre sus proyectos o amenazas y sin entrar en detalles perjudiciales para sus propios fines (es improbable por ejemplo que mencionara a Tejero y su relación con Milans); también es seguro que el Rey le pidió a Armada que continuara teniéndole al corriente de lo que sucedía o se tramaba en los cuarteles; también, que prometió encontrarle un destino en la capital
54.
A la renovación de sus gritos respondía el cielo con nuevas crepitaciones de rayos, y respondía Jessica con alaridos que volvían a potenciar los de Vanessa, porque los creía provenientes del mismo reconocimiento
55.
Mas, ¿cómo había de responder el pobre y mal logrado, si le hallaron en lo más escondido del bosque, comido de lobos? Y, en viéndole, dijo su dueño: ''Ya me maravillaba yo de que él no respondía, pues a no estar muerto, él rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero, a trueco de haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el trabajo que he tenido en buscarle, aunque le he hallado muerto''
56.
Cuando le vido tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía
57.
Un hombre despotricaba contra una mujer, que le respondía en tono suplicante
58.
No respondía, desde luego, al carácter típico del militarote destinado fuera de la tierra de Jemet
59.
Diez días más tarde avisaron que un fulano que respondía a la descripción del enano sonriente solía desayunar en un bar de «La Candelaria»
60.
El hombre que respondía a los vítores y aclamaciones con los brazos en alto le descubrió casi al instante, el terror se dibujó en su rostro y adelantó las manos abriendo las palmas para protegerse mientras dejaba escapar un grito de espanto
61.
Era el estribillo que respondía en mi alma al eco de mis pasos, y permanecía tan constante a estos pensamientos soñadores como si hubiera venido a encontrarme en la casa a mi madre viva, para edificar a su lado mis castillos en el aire
62.
Esta especie de exclamación, que respondía al pensamiento del conde, más bien que a lo que acababa de decir Alberto, sorprendió a todo el mundo, y sobre todo a Morrel, que miró a Montecristo con admiración
63.
Le habló de su nacimiento, de su posición, de su fortuna y más de una vez, al interrogar la mirada del paralítico, vio que ésta le respondía:
64.
»Un silencio significativo siguió a estas palabras, y en vista de que el general no respondía, dijo el presidente a los porteros:
65.
Oyóse la voz del criado que respondía
66.
Era un labriego flaco, pelirrojo, de fuerte mandíbula y barba, y de ojos azules casi lelos; respondía al nombre de Israel Gow, y era el único servidor de aquella desierta propiedad
67.
Esto era lo que gritaba todos los días, y la señorita Ainether, invariablemente, le respondía:
68.
Seguía al mismo un chico alto que bizqueaba un poco los ojos, quien respondía, al parecer, al nombre de Bert
69.
El establecimiento no respondía a la idea general que Poirot tenía de los hoteles y de lo que éstos debían ser
70.
La cuestión de la independencia india en su conjunto se entrelazó con la cuestión de la unidad: ¿renacería el antiguo protectorado británico como un solo país, con las mismas fronteras e integridad territorial y seguiría llamándose no obstante la India? A esto, una determinada facción inquebrantable de musulmanes respondía que no
71.
Los elfos se presentaban con leves reverencias y se tocaban los labios con los dedos índice y corazón, a lo que Eragon respondía con el mismo gesto, entre infinitas repeticiones de las fórmulas para el saludo en el lenguaje antiguo
72.
El niño respondía con sonrisas a las caras furiosas que lo miraban
73.
Luego, la voz rotunda de Rufo el Colorado, acompañada por la de sus adláteres distribuidos sabiamente a trechos entre la filas del público, atronó el espacio: «¡Se han meado en Nuestra Señora! ¡Sacrilegio!» Desde el otro lado de la calle otra voz respondía: «¡Han profanado a la madre de Jesús!» Veinte pasos más allá otra más ronca y potente: «¡Han sido los judíos, vamos a dar una lección a estos perros!» La multitud comenzó a tomar conciencia de la magnitud del pecado y a moverse como un solo hombre
74.
Y ella, mientras se lavaba en una palangana, respondía invariablemente: «Estás al principio»
75.
Era un matrimonio que respondía más a los intereses de los cónyuges que al amor entre ellos
76.
El vizconde preguntaba y Bertran respondía sobre los temas que iban surgiendo: su estancia en la corte de Barcelona, su aprendizaje de las armas… Era como si el vizconde estuviera dando un rodeo antes de entrar, por fin, en un asunto que le arañaba el alma
77.
Ahora bien, proseguía Matilda: ¿qué pasa con los errores intelectuales? ¿No tendríamos que hacer, nosotros los filósofos (Matilda se incluía aquellos años en esta categoría), un pormenorizado análisis práctico de nuestros criterios equivocados? A esto respondía Juan diciendo que el examen del error era, por supuesto, parte integrante de la investigación filosófica desde Platón a nuestros días: la posibilidad del error es parte esencial de la búsqueda de la verdad
78.
El coro de los hombres en las plantaciones, respondía:
79.
El VIP era el único hospital que, en opinión de la embajada, respondía a los estándares de salud occidentales
80.
En numerosas ocasiones, ocurrió que lograra expresar en esa lengua ideas tan sofisticadas que mi interlocutor, creyendo que estaba tratando con una catedrática en niponología, me respondía con comentarios de nivel equivalente
81.
Nada en él —ni cara, ni pelo ni ropa— estaba limpio, pero en todos los demás aspectos respondía a la idea general de la estampa del mago (a diferencia de Norrell)
82.
La señora Concetta Pizzicato, que tenía un puesto en el mercado con un letrero que ponía: «Pescado vivo de Cuncetta, quiromántica y vidente», siempre respondía lo mismo cuando sus clientes le preguntaban si el ingeniero pagaría el rescate:
83.
David hablaba lento, como si arrastrara cada palabra con su dedo hasta colocarla en algún rincón del cuerpo de Fiamma, que respondía a la leyenda floreciendo
84.
Allí se quedó escondida Estrella, mientras Martín se dirigía a la entrada con la carta; golpeó en la vieja puerta de madera, y al ver que nadie respondía decidió hacer sonar la enmohecida campana de cobre que colgaba a la entrada
85.
Y sabía también que ella no le respondía
86.
Mi amo iba también a esas Juntas, y cuando su mujer se lo echaba en cara, respondía que los que allí iban eran al modo de filósofos, y no hacían mal a nadie
87.
Estuve llamando a casa toda la tarde pero nadie respondía y no habías conectado el contestador, así que supuse que habías salido y te dejé un mensaje en el buzón del móvil
88.
Pero nadie me respondía
89.
Cuando Jean-Jean y comparsa se empeñaban en llevar a Salvador a la taberna, este iba en tal estado de sombrío estupor y excitación mental que a las palabras de sus amigos, respondía tan sólo:
90.
Entre tanto el Alcaide respondía:
91.
En el camino, ella le preguntaba insistentemente a Mikhail qué era aquella «reunión», y él respondía siempre lo mismo: una manera de recuperar el amor
92.
Y a todas las preguntas que le hacían respondía sólo con el silencio, meneando la cabeza con pudor y sembrando así en el alma de su padre y de su madre la turbación y la desolación
93.
Respondía de su defensa, administración, recaudación de impuestos y diezmos y muchas otras cosas
94.
Y ella respondía: «Las cosas feas se vuelven bonitas cuando vamos [203] aprendiendo a ver en ellas la utilidad
95.
Si al principio pareció que el politicastro tomaba el asunto con interés, pronto dejó de hacerlo; tan sorbido le tenían el seso los negocios políticos, el interés de las sesiones y el periodiquillo que había fundado en unión de su amigote reciente, Luis González o Luis [250] Brabo, que de ambos modos respondía, en el cual papelejo apoyaban al grupito de oposición parlamentaria que formaron en Procuradores Caballero, López y el Conde de las Navas
96.
La repetición de este concepto, al siguiente día, quitó a Ibero toda esperanza de que el General accediese por el momento a trasladarle al Norte; y para colmo de desdicha, siempre que de esto se le hablaba, respondía Espartero con mayor severidad y firmeza, tomando a broma lo de la licencia absoluta, que calificó de chiquillada indigna de un hombre serio
97.
A las preguntas de Ibero no respondía sino con expresiones desconcertadas y delirantes, acariciando una pistola que llevaba en el bolsillo interior de la levita
98.
Uno de los lacayos declaró haber visto salir de la casa a una señora cuya vestimenta respondía a la descripción, pero se negaba a creer que fuera la novia, por estar convencido de que ésta se encontraba con los invitados
99.
interrogaba al viento, que respondía con silbos aterradores; a la mar, que no paraba en su mugir hondo
100.
Después de lo que había sucedido el día anterior, esa leyenda ya no respondía a la verdad, pensó Marc amargamente
1.
Y si le gustaba lo que le respondíamos se sentaba y esperaba su turno para hacerse con los cascos
2.
Respondíamos cuestionarios y caminábamos tímidamente en grupos, con el aspecto inocultable de reclutas
1.
” – respondían como
2.
artillería, a quien respondían los que estabanen las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería
3.
gruesa conespantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones decrujía de
4.
relacionadas con el origen delniño, y que respondían a su
5.
satisfacción por los ojos; pero las piernasno respondían a aquella eterna juventud
6.
Al instante respondían los otros:
7.
Y mejor enterados los otros, respondían:
8.
entreveía,graves preocupaciones que respondían a mi posición
9.
unaasociación de hombres libres; a esto respondían ellos que ya
10.
observaron con elmayor interés las señales con que respondían los transportes y que
11.
Los lobos respondían con lúgubres lamentos
12.
las bayonetas, y gritos de rabia respondían a lasimprecaciones; a la sombra de la gran
13.
se respondían unos á otros
14.
cuando en cuando, y que ellos respondían con grangrita, dando
15.
¿Y las conversaciones de las criadas que respondían a las jeremiadas dela viuda del
16.
Las cabras del Vedrá respondían de vez en
17.
El portero escuchó lo que le respondían y colgando la boquilla
18.
Muchos auditores creyeron que las interferencias respondían a tecnología sofisticada, con empleo de satélites
19.
Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería, a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras
20.
«Los conductistas creían que esos conceptos básicos lo explicaban todo sobre los animales, que básicamente sólo eran máquinas que respondían a estímulos
21.
A lo cual Rambert podía contestar que ello no tenía nada que ver con el fondo de su argumentación, y le respondían que ello, sin embargo, tenía algo que ver con las dificultades administrativas que se oponían a toda medida de favor que amenazase con sentar lo que llamaban, con expresión de gran repugnancia, un precedente
22.
Por su parte, el vizconde y la duquesa respondían a los marineros que los saludaban al pasar
23.
Desde el mar y desde el escollo respondían con supremo vigor, sin economizar proyectiles
24.
Las trutucas -flautas hechas con largas cañas- respondían desde el bosque a las maldiciones en mapudungu de los jefes
25.
No respondían cuando ella les hablaba como si no comprendieran el castellano, y entre sí hablaban en susurros o en dialectos del altiplano
26.
Cada vez que Blanca preguntaba de dónde salían esos seres que aparecían súbitamente en su patio, le respondían que eran primos del que servía la mesa y, en efecto, todos se parecían
27.
Esos candidatos no respondían a un anuncio en el diario, por lo cual Hendley tenía un pequeño número de reclutadores muy discretos en distintas áreas del gobierno
28.
Los sirvientes respondían anunciando el apellido de sus amos: todos habían muerto en el yate
29.
Y nunca le respondían
30.
Viendo que no respondían, cogí el aldabón y repetí los golpes
31.
Los ladrillos del suelo respondían siempre a cada pisada de los presos con un movimiento de balanza y un sonido seco, señales ciertas de su disgusto por verse molestados en su posición horizontal
32.
Pasmado se quedó el forastero al oír razones tan incoherentes y que tan mal respondían al asunto de que se trataba
33.
ellos, bondadosos, respondían a todo, dándole una idea de las maniobras en que habían gastado sus mejores años
34.
Algunos querían matarlas, para castigar en ellas la increíble torpeza de los urbanos, que así rompían la tregua y respondían tan indignamente a la generosidad con que se les había concedido la vida de sus esposas
35.
No miró ni una sola vez a su hermano; aunque quizá fuese porque tenía los ojos puestos en Farnaces en el momento en que la atenazaron los espasmos y a continuación ya no le respondían los músculos del control de dirección de la vista
36.
Y si no respondían, pediría nuevas órdenes por radio a la Tierra
37.
La multitud era bulliciosa pero cortés, los más cercanos tendían las manos ansiosos por tocar las palmas de los visitantes, Richard y Michael respondían encantados, en particular a las mujeres, Arak tuvo que hacer las veces de perro pastor para guiar al grupo hacia las puertas, sobre todo a los buceadores
38.
, que respondían a algún horrible nombre sureño como Tina Ñola, o eso me habían contado
39.
Los detectives descentralizados del departamento actuaban bajo las órdenes de la comandancia de Campo y, por tanto, no respondían ante Frances Penn
40.
—No —dijo Hércules intentando ponerse en pie, pero las piernas no le respondían
41.
Intentó gritar algo, moverse y escapar, pero sus músculos estaban rígidos y no respondían a las órdenes de su cansada cabeza
42.
Luego, en 1870, dos científicos alemanes, Gustav Fritsch y Eduard Hitzig, empezaron a localizar las funciones de supervisión del cerebro por estimulación de varias zonas de él y observación de los músculos que respondían
43.
En la época de Stalin, camiones negros entregaban nuevas víctimas todas las noches a ese mismo patio y esas mismas paredes rojo sangre, y las preguntas sobre la salud, el paradero y el destino de alguien se respondían en susurros con una sola palabra: Butyrka
44.
Pero los caballos, sobre todo, sabían que era la manera que tenía ella de hablarles y le respondían escuchando
45.
Solíamos preguntarles si hablaba de Cecilia, pero siempre respondían que, en realidad, hablar no era exactamente lo que hacían
46.
Estaban calientes pero no respondían a ningún estímulo
47.
Aún más, las meditadas restricciones que le imponía, respondían al deliberado propósito de irritarlo, de incitar a su cerebro a funcionar, no de un modo exagerado para las circunstancias, sino apenas lo necesario para que la recuperación de su mente fuera paralela a la de su cuerpo
48.
No quería a los realistas, ni a los que respondían a José Bonaparte ni a los de Fernando VII
49.
Dentro de ese perímetro se encontraban seis nuevas urbanizaciones que respondían a las especificaciones dadas por el Consejo de Planificación y Zonificación
50.
Se escuchaban con interés, se respondían con franqueza y las breves intervenciones de la señora Mclnnery hacían la conversación más cordial
51.
La mayor parte de ellos respondían simplemente que no veían esperanza
52.
La primera vez que visité Australia, hace cuarenta años, muchos propietarios de tierras australianas respondían a las críticas de que estaban deteriorando la tierra para futuras generaciones o causando daños a otras personas diciendo sencillamente: “Es mi parcela y tengo perfecto derecho a hacer lo que me venga en gana”
53.
Su cerebro trabajaba al máximo, pero su cuerpo se movía como en cámara lenta, los miembros no le respondían
54.
Durante el camino, la religiosa me habló sobre la casa, y la tornera, a cada frase de elogio sobre la misma, añadía a manera de estribillo: «Es la pura verdad…» Congratulábase de que la hubiesen escogido para ir a recogerme, y quería ser amiga mía; en consecuencia, confióme algunos secretos y me dio consejos sobre cómo debía conducirme; estos consejos respondían, al parecer, a su costumbre, pero no podían adaptarse a la mía
55.
¿No era eso lo que Lovecraft trataba de comunicar en La Llamada de Cthulhu? Los artistas, escultores o pintores, que eran sensibles, respondían a tales sueños y reproducían sus recuerdos sobre la arcilla o el lienzo
56.
Todos respondían a Rand si se paraban a mirarlo
57.
" Se dirigió hacia la entrada de la tienda; las piernas le respondían un poco mejor ahora
58.
Adelante del ejército iban mensajeros furtivos, que llamaban a las puertas y susurraban a los que respondían:
59.
Sin embargo, su rapidez de reflejos y sus músculos respondían a la menor señal de alarma con tal celeridad y sincronización que ya se había levantado y plantaba cara a sus enemigos casi en la misma décima de segundo en que el instinto le dijo que algo se movía a su espalda
60.
Ellos respondían imperturbables con pedazos del informe Krutchev
61.
Algunos interpelaban a los legionarios, quienes respondían de buen grado, y hubo considerables bromas y burlas; probablemente, supuso Tarzán, a costa de los infortunados prisioneros
62.
–¡Sir James! ¡Sir James! – gritaron los espectadores en las tribunas del lado sur, mientras las del norte respondían coreando el nombre de su campeón
63.
Pero mis cuerdas vocales no respondían
64.
Pero así como las cosas respondían siempre a sus previsiones y a sus proyectos, los hombres no, en los seres humanos había siempre algo que se le escapaba, que defraudaba sus expectativas… ¿Es así? Henry Ford
65.
Insultaban a los guardias, se resistían a que les quitaran los objetos que llevaban, escribían palabras obscenas en el suelo, comían descaradamente alimentos robados que sacaban de misteriosos escondrijos de entre sus ropas e incluso le respondían a gritos a la telepantalla cuando ésta intentaba restablecer el orden
66.
Pero sus dioses no respondían, y los hombres seguían sufriendo
67.
Cuando un niño preguntaba quién había hecho las casas, las calles o las conservas, los padres le respondían siempre: los americanos
68.
Sin embargo, esos ritos fúnebres respondían a una de las más viejas necesidades del corazón humano, y quizás éstos encontraran un eco en el futuro
69.
Una intolerable angustia la había empujado hasta la habitación de éste, y al ver que no le respondían, persuadida de que Lafcadio acababa de matarse, se dirigió hacia la cabecera de la cama y cayó de rodillas, sollozando
70.
Las cimitarras respondían con rapidez y precisión; alcanzaban y detenían los golpes en arco y desviaban todas las estocadas
71.
Las antorchas empezaron a encenderse a su alrededor mientras los hombres de Cett, los que estaban acampados en el patio, respondían a la alarma
72.
Algo tan sencillo, tan simple… Pero sus dioses no respondían, y los hombres seguían sufriendo
73.
Pero los japoneses respondían asegurando que, aunque las visiones no hubieran mostrado un futuro real, claramente enseñaban uno factible
74.
Las naves humanas eran torpes; las flotas respondían a las nuevas circunstancias con una lentitud insoportable, mientras que la flota insectora parecía desenvolverse en perfecta unidad y respondía inmediatamente a cada situación nueva
75.
Pero en la mente de Nafai, con la reproducción de esta experiencia, los pensamientos no respondían a su voluntad, y se superponían con su propio fluir de la conciencia
76.
Los jóvenes lores respondían lanzando besos esperanzados y entusiastas
77.
Todas las personas a quienes había entrevistado le respondían del mismo modo
78.
La desaparición anunciada generaba miedos a los que algunos individuos respondían con proposiciones francamente irracionales
79.
Pero los hombres razonables tenían conciencia de las presiones, buenas o malas, y respondían a ellas de un modo diferente
80.
Jeb descubrió que, cuando mencionaba el nombre de Markham en las aldeas pequeñas, los nativos respondían invariablemente con una sonrisa, pues Poley, con su simpatía, había dado a esos aldeanos no sólo orientación, sino un sentido de su propia valía
81.
Sin necesidad de llamarse por el nombre, respondían y hacían preguntas
82.
Comenzó con las primeras preguntas de rigor, aquellas a las que los detenidos políticos respondían siempre con precisión y rapidez
83.
Los Solidarios, por su parte, respondían matando policías, empresarios, chivatos: en realidad, se trataba de una guerra encubierta
84.
Pero ahora, reflexionando y poniendo este malestar en relación con una irregularidad significativa de mi vida física ocurrida precisamente aquel mes, me convencí de que ciertas sospechas mías de los últimos tiempos, siempre rechazadas a las zonas más oscuras de mi conciencia, respondían ahora a la realidad
85.
Era el primer año del régimen soviético; de las cuarenta alumnas con que contaba la clase sólo quedaban diecisiete, quienes cada día saludaban a los profesores con la misma pregunta: «¿Habrá clases hoy?», y ellos respondían siempre de la misma manera: «Todavía no hemos recibido instrucciones definitivas
86.
Cuando se les preguntaba algo, respondían con precisión, pero no solían ofrecer más información de la necesaria
87.
Las piernas no me respondían muy bien, pero al menos avanzaba
88.
Pero de cada lote, unos pocos respondían al martillo de la forma correcta, y ésos se dejaban a un lado
89.
La responsabilidad de las barcas recaía completamente en ellos, respondían frente al patrón del resto de los pescadores y éste les reclamaba la captura
90.
En opinión del joven del valle, los motivos de proponer tal paseo respondían en parte a la necesidad de dejar de pensar en Garet Jax, que aún no había regresado
91.
Ojos y orejas que sólo respondían a sus órdenes guardaban cautelosamente aquella franja estrecha de tierra
92.
Los propagandistas de Reno respondían diciendo que, puesto que cualquier ciudad cercana a la planta generadora atómica evocaba inevitablemente pensamientos de muerte y sus consecuencias, el nombre más apropiado hubiera sido el de Las Puertas del Infierno
93.
Algunos de ellos ayudaban a los marineros a evitar que los enemigos entraran por las escotillas y otros respondían a los disparos que les hacían desde la cofa del mayor y la del mesana
94.
Los nombres de aquellos otros que, o bien respondían que no estaban interesados, o bien no respondían para nada, Ogi los tachaba de la lista con sus direcciones respectivas; pero cuando en este quehacer se topaba con nombres conocidos gracias a los medios de comunicación, Ogi llegaba a dudar si esa lista de nombres no la habría confeccionado Patrón a su antojo
95.
Al cabo de un silencio, se escuchan las trompetas que respondían desde los muros de la ciudad
96.
De vez en cuando todos los wargos del círculo respondían en coro al jefe gris, y el espantoso clamor sacudía al hobbit, que casi se caía del pino