1.
sus señoritas en el peinado, afectando un airede aristócrata caída en la desgracia
2.
El Barón no era el único aristócrata Luciferino interesado en mí, y su interés en mí no era
3.
aristócrata, tan reveladora, la que ponía en sucorazón esas
4.
un aristócrata del régimen, que tenía su estirpe en lasagitaciones
5.
Luna, edificio de buena apariencia, que albergaba en el principal á un aristócrata; más arriba
6.
Se preguntó el objeto de tan peculiar ubicación del mismo modo que le había intrigado hasta ahora cómo estaba el aristócrata al corriente de su paradero, quién le había informado de su ruta
7.
–¿Tardarán mucho en acudir los otros grupos voladores? – indagó el aristócrata
8.
–No es ésta la ocasión propicia, Bennett -lo silenció el maltrecho aristócrata
9.
Y más fuerte sobre todo que el miedo, que le recordaba al oído que noticias de su vergonzosa debilidad por una aristócrata, por una mujer que lo tenía completamente dominado, ya habían llegado a París
10.
Me satisfaría que aprendiera a apreciar el encanto y la distinción de una aristócrata inglesa
11.
Desde el primer momento el pícaro sin escrúpulos interpreta con aplomo el papel del aristócrata de izquierdas, y todo cuanto ve o experimenta en la cárcel parece ayudarle en su interpretación, sacudiendo su conciencia: el mismo día de su llegada lee en las paredes de su celda los mensajes póstumos de los partisanos fusilados; los prisioneros se ponen a sus órdenes y lo tratan con el respeto que merece quien personifica para ellos la promesa de una Italia en libertad, le preguntan por parientes y amigos que lucharon en unidades bajo su mando, bromean sobre el destino desdichado que les aguarda, le ruegan sin palabras que les infunda ánimos; uno de los presos que frecuenta Bardone se suicida antes que convertirse en delator; para afincarle en su papel de De la Rovere, más tarde los alemanes torturan al propio Bardone, lo que a punto está de encender un motín entre sus compañeros de cautiverio; más tarde todavía Bardone recibe una carta de la condesa De la Rovere en la que la mujer del general intenta confortar a su marido asegurándole que sus hijos y ella se encuentran bien y sólo piensan en ser dignos de su coraje y su patriotismo
12.
Tal vez fue eso lo que sintió con los años Adolfo Suárez; eso o una parte de eso o algo muy semejante a eso, un sentimiento que se le impuso de forma paulatina tan pronto como resultó elegido presidente del gobierno en las primeras elecciones democráticas y que a partir de aquel instante empezó a operar sobre él una metamorfosis radical: el antiguo falangista de provincias, el antiguo arribista del franquismo, el Julien Sorel o Lucien Rubempré o Frédéric Moreau de los años sesenta acabó invistiéndose de la dignidad del héroe de la democracia, Emmanuele Bardone se creyó el general De la Rovere y el plebeyo fascista se soñó convertido en un aristócrata de izquierdas
13.
A Suárez le faltó tiempo para aceptar ese arreglo vejatorio, para hacerse bordar sus camisas con una corona ducal y para empezar a usar su título nobiliario; se trataba de los signos externos que permitían rematar la interpretación del personaje al que desde hacía tiempo aspiraba y que de algún modo ya era: un aristócrata progresista, exactamente igual que el general De la Rovere
14.
Era un resultado ínfimo, que no alcanzaba siquiera para formar grupo parlamentario propio en el Congreso y que lo confinó en el desván del grupo mixto junto con su eterno compinche Santiago Carrillo, quien por entonces alargaba su agonía al frente del PCE y no se cansaba de repetirle entre risas que así les pagaba el país a los dos el gesto de aguantar el tipo en la tarde del 23 de febrero; pero también era un resultado suficiente para permitirle ejercer de aristócrata de izquierda o de centro izquierda y de estadista de la concordia
15.
Don Fernando, un aristócrata, acostumbrado a los estrenos de gala, no podía ocultar su preocupación y disgusto
16.
—Eres un maldito emigrado —exclamó el herrador acercándose a él con el martillo en alto— y eres un maldito aristócrata
17.
Los presos se miraron con un murmullo sordo, y una tempestad levantada por la provocación del guardián más aún que por las palabras de Cavalcanti empezó a formarse contra el preso aristócrata
18.
Creo que una de ellas es una aristócrata
19.
¿No cree usted que es un placer encontrarse con una criatura tan exquisita como la condesa Czarnova? Ingeniosa, encantadora, inteligente, con generaciones de civilización tras de sí y aristócrata hasta la médula
20.
Vivía como un aristócrata, pero no repudiaba sus modestos orígenes y siempre que se presentaba la ocasión de hablar de su pasado en el pueblo minero, lo hacía con altura y buen humor
21.
Jeremy Irons en la vida real no era precisamente el helado aristócrata inglés que solemos admirar en la pantalla; podría haber sido un simpático chofer de taxi en los suburbios de Londres: hacía gala de una ironía negra, lucía los dedos teñidos de nicotina y se jactaba de un repertorio inagotable de historias extravagantes, como una en la que perdió a su perro en el metro y durante una mañana completa el perro y el amo se cruzaron en varias direcciones, saltando de los trenes cada vez que se vislumbraban en alguna estación
22.
Era que el viejo aristócrata había tomado la carta, y al leerla había dado un gran grito de dolor
23.
Un aristócrata con cierta prestancia era perfecto para el personaje
24.
Replicó a esto el afable aristócrata, que ante Dios, Padre común del género humano, todos los hombres eran iguales, y que, pues allí les reunía el acaso, no se acordasen de vanas categorías
25.
No se conformaba el buen aristócrata con aquel bajón impuesto por su naturaleza ya gastada y caduca; protestaba, quería suplir las fuerzas corporales con energías de concepto y alardes de temeridad, y D
26.
El otro convidado era en realidad un grande hombre, figura de primera magnitud en la historia social del siglo XIX, y tan notable por su facha, que era la de un perfecto aristócrata, como por su trato, el más afable y seductor que imaginarse puede
27.
La contestación del aristócrata quedó interrumpida por el secretario, que intervino algo acalorado
28.
Él es adicto leal [80] a la Reina y a la Monarquía; tiene talento; ambición noble no le falta; parece aristócrata sin serlo; es un hombre cortado para reconciliar al pueblo con la Corona
29.
Fue el más aristócrata de los periodistas y el más elegante de los políticos
30.
Pues allá van datos de este aristócrata perseguido inicuamente por haber tomado como buen caballero la defensa de la bondad y la rectitud
31.
Me han hablado de un armero, muy hábil por cierto, que trabaja en la calle de los Reyes, y de un vejete que se dice aristócrata napolitano y al parecer es gran pendolista y pintor de ejecutorias
32.
Sirio A es la aristócrata de la manzana
33.
Era hijo de un aristócrata que lo había enrolado en la prestigiosa Orden de los Caballeros de Malta en 1752, cuando tan sólo tenía dos años de edad
34.
Por supuesto, si hablamos del rey ("King"), sus ayudantes frecuentemente eran hombres de combate, y en épocas medievales significaba alguien que pudiera conseguir caballo y armadura lo que, a su vez, significaba un aristócrata
35.
Procedía de una familia semidistinguida, pero hacía ascos a la riqueza y a la distinción de un modo que implicaba que sólo un aristócrata de rancio abolengo podía permitirse semejante grado de cínica indiferencia
36.
Francisco, el más rico heredero del mundo; Ragnar, el aristócrata europeo, y John, el hombre forjador de si mismo, en todos los sentidos; el hombre salido de la nada, sin un céntimo, sin padres y sin compromisos hacia nadie
37.
Ningún aristócrata arciano se sentiría seguro dentro de unas fortificaciones tan frágiles
38.
Pero el sabio griego, aristócrata por nacimiento, no se cuidó jamás de los honores de una posición de que siempre había gozado; hasta el último minuto de su larga vida se dedicó a la Matemática con la misma intensidad con que lo había hecho en su juventud
39.
En política, el aristócrata intelectual Gauss era completamente conservador, pero no en sentido reaccionario
40.
Cuando los fuegos artificiales terminaron, Matthew se apoyó contra el marco de la puerta de la cocina con el aire indiferente de un aristócrata del Renacimiento a la espera de que alguien pinte su retrato
41.
Wayles, se removió con impaciencia en su butaca, jugueteando con sus delicadas manos de aristócrata con el cierre de su maletín y dijo:
42.
Los skaa nunca se convierten en brumosos a menos que tengan sangre aristócrata de las últimas cinco generaciones
43.
Hrathen no había conocido a un solo aristócrata que no estuviera al menos convencido en parte de que los campesinos se reían de él a sus espaldas
44.
Inevitablemente, el aristócrata se resiste a su deber final: hacerse a un lado y desaparecer en la historia
45.
Un hombre alto y armado, con aspecto de aristócrata, salió de un edificio situado tras los matones
46.
El aristócrata, con la misma decisión, parecía indicar que esperarían donde estaban
47.
La baronesa Frei le había contado a Morath en cierta ocasión que la vida del príncipe era la historia de un aristócrata de sangre que intentaba convenirse en un aristócrata de corazón
48.
Se agacharon juntos sobre el desmedrado cuerpo del que en otro tiempo había sido un apuesto aristócrata inglés
49.
–Es el diario de John Clayton, lord Greystoke, aristócrata inglés, y está redactado en francés -explicó
50.
Claro que Cynthia era una aristócrata exterior e interiormente, en su porte y trato y en su espíritu, el esnobismo y la aristocracia de Bárbara eran artificiales, de ese tipo tan corriente y común en Hollywood, que tanto engaña a los ingenuos
51.
No se daba cuenta, como Flora, de que sus vidas se hallaban en peligro, que era Tarzán de los Monos, una bestia de la jungla, con quien tenían que enfrentarse y no con John Clayton, lord Greystoke, un aristócrata inglés
52.
Si le acompañaba una aristócrata inglesa, a la que habría rescatado de una suerte atroz y la cual confirmaría que el hombre que iba con ella era de nacionalidad francesa y se llamaba Frecoult, entonces contaría con la ayuda activa de las autoridades británicas a partir del momento en que entrase en contacto con su primer puesto avanzado
53.
Por otro lado, las señoras rivalizaban por exhibir el tono de piel más claro, signo inequívoco de que no se veían expuestas al rigor del fuerte sol egipcio, como correspondía a todo aristócrata que se preciara
54.
Súbitamente, el Generalísimo decidió reemplazar a ese aristócrata por el nimio Balaguer, con un argumento contundente: éste carece de ambiciones»
55.
Eres la hija de un noble, una aristócrata: yo creía que…
56.
Gran aristócrata de la gens Cecilia, Ático podría haber hecho una ilustre carrera pública, podría haber llegado hasta el consulado, pero su pasión era el comercio, y un senador no podía dedicarse a negocios que guardaran relación directa con la propiedad de la tierra
57.
El joven aristócrata, una preciosa mañana que él encontró sin embargo amarga, tuvo que acudir a la colina y presentarse frente a Baranov, quien, con su absurda peluca atada bajo la barbilla, se adelantó para recibir el gran honor que el zar le había concedido
58.
Entre los comandantes había varios héroes famosos de los Dos Continentes, el conde Roldero, un fornido aristócrata cuya armadura estaba tan exquisitamente realizada y tan carente de cualquier tipo de decoración como la mía; también estaba el príncipe Malihar y su hermano el duque Ezak, los cuales habían participado en un sinnúmero de campañas, y el conde Shanura de Karakoa, una de las provincias más alejadas, y una de las más bárbaras
59.
Pensaba a lo aristócrata en aquel instante el que durante tanto tiempo se sintió mortificado por la sonrisa desdeñosa y la superioridad altanera que descubría en el fondo de las atenciones que le dispensaban los señores Rênal
60.
–¿Descerebrados? No se equivoque, amigo -reprobó suavemente el aristócrata, interrumpiendo por unos instantes su metódico quehacer-
61.
Su padre había sido un auténtico aristócrata a la antigua usanza… un individuo de alma dura y hablar suave que obtuvo todo lo que quiso por el sencillo procedimiento de tomarlo; le gustaban el vino viejo y las mujeres jóvenes, y ambas cosas en grandes cantidades, las cartas, los dados y las carreras de caballos… y las luchas, ya fuera que tomase parte en ellas o que asistiera como espectador
62.
Uno en particular, un corcel bastante negro con un aristócrata con peluca y encajes encima, se negaba a seguir las órdenes, y se quedó de costado a Jack, a muy poca distancia
63.
Sin embargo, el dueño de este maletín parece que era una especie de aristócrata
64.
—Para un aristócrata, nada de lo que se le antoje es afrentoso
65.
En la época de Sócrates, entre hombres de instinto fatigado, entre viejos atenienses conservadores que se dejaban ir -«hacia la felicidad», según ellos decían, hacia el placer, según ellos obraban – y que, al hacerlo, continuaban empleando las antiguas y espléndidas palabras a las cuales no les daba derecho alguno su vida desde hacía mucho tiempo, quizá fuese necesaria, para la grandeza del alma, la ironía, aquella maliciosa ironía socrática del viejo médico y plebeyo que sajaba sin misericordia tanto su propia carne como la carne y el corazón del «aristócrata», con una mirada que decía bastante inteligiblemente: «¡No os disfracéis delante de mí! ¡Aquí – somos iguales!» Hoy, a la inversa, cuando en Europa es el animal de rebaño el único que recibe y que reparte honores, cuando la «igualdad de derechos» podría transformarse con demasiada facilidad en la igualdad en la injusticia: yo quiero decir, combatiendo conjuntamente todo lo raro, extraño, privilegiado del hombre superior, del deber superior, de la responsabilidad superior, de la plenitud de poder y el dominio superiores, – que hoy el ser aristócrata, el querer ser para sí, el poder ser distinto, el estar solo y el tener que vivir por sí mismo forman parte del concepto de «grandeza»; y el filósofo delatará algo de su propio ideal cuando establezca: «El más grande será el que pueda ser el más solitario, el más oculto, el más divergente, el hombre más allá del bien y del mal, el señor de sus virtudes, el sobrado de voluntad; grandeza debe llamarse precisamente el poder ser tan múltiple como entero, tan amplio como pleno»
66.
Se casó con un aristócrata sueco y, justo antes de estallar la primera guerra mundial, viajaron a África, donde explotaron una plantación de café
67.
Sus trabajos se basan en la oposición entre el individuo y la sociedad, recurriendo a personajes casi arquetípicos: la aristócrata en decadencia, la joven débil y víctima del macho dominante, el joven sensible y con aspiraciones artísticas, el hombre emprendedor y agresivo
68.
–Empiezo a preguntarme si ese extranjero no es un tipo de aristócrata
69.
El aristócrata se dio por enterado con una reverencia
70.
Era el hombre que en el pasado siempre la había escoltado hasta la residencia del aristócrata
71.
La elegancia del doctor Vintila y la tosquedad atractiva, varonil, de Valeriu, y ella, Ródika, entre los dos, como una peonza, instrumento dócil para que el doctor pudiera seguir acumulando antigüedades en esa clínica para cuarentonas menopáusicas que se admiraban de la ¿clase?, del estilo del atildado sesentón, una joyita conservada como recuerdo de la vieja Europa bajo el marasmo grosero de las sucesivas revoluciones, hombre de mundo, refinado y culto, cáustico y prudente en sus juicios, impoluto como si el tiempo y la historia no hubieran dejado huellas ni cicatrices en sus ademanes de viejo aristócrata, esteta impenitente, amante de la belleza y del saber, hombre de ciencia, mago y brujo capaz de seducir como las serpientes a las mujeres de todo el mundo que le veneraban y respetaban…
72.
Entre ellos se encontraba Milcíades el Filaida, aristócrata ateniense y tirano del Quersoneso, recientemente sometido al yugo persa, no para alegría de Milcíades, que había ideado un plan audaz mientras éste contaba las semanas y observaba los cielos tornarse cada vez más plomizos y helados
73.
Los ojos violeta se clavaron en los de Ayala con tal intensidad que el aristócrata se pasó un dedo por el cuello de la camisa
74.
El prestigio de los Claudio era tal que ante él incluso un aristócrata con el linaje de Lúculo podía aparecer como un desesperado trepador social
75.
César, después de todo, no era el único que se había fundado su carrera sobre las más salvajes extravagancias, ni tampoco era el único aristócrata molesto por la desnudez de las paredes de su atrio
76.
La intervención del aristócrata francés pareció dejar zanjada la cuestión
77.
El aristócrata francés y el cirujano alemán se pusieron en tensión
78.
El brillante, aunque inestable, aristócrata se decía que si lograba derrotar la inminente Ley de Autonomía para Irlanda, el gobierno de Gladstone caería
79.
Si por casualidad ocurre que un aristócrata tiene trato con la clase media porque es muy rico y preside varias sociedades financieras, los buenos burgueses, que por fin dan con un noble digno de ser de los suyos, jurarían que ese noble no quiere nada con un marqués arruinado y jugador, muy amable, y que por esa misma amabilidad se figuran ellos que no se trata con nadie
80.
Aquel joven, con su aspecto de aristócrata y de sportsman desdeñoso, no sentía curiosidad ni estima más que por las cosas de la inteligencia, especialmente por esas manifestaciones modernistas de la literatura y del arte, que tan ridículas parecían a su tía; además, estaba imbuido de lo que ella llamaba las declamaciones socialistas, poseído de un gran desprecio hacia su casta y se pasaba horas y horas estudiando a Nietzsche y a Proudhon
81.
Y experimentaba gran alegría, pero no de amistad, sino de inteligencia, cada vez que volvía a encontrar en mi amigo ese ser anterior, secular, el aristócrata que Roberto no quería ser
82.
Esa actividad mental, esas aspiraciones socialistas que lo impulsaban a reunirse con jóvenes estudiantes presuntuosos y mal vestidos, parecían en él mucho más puras y desinteresadas que en esos otros muchachos precisamente porque Roberto era un aristócrata
83.
El joven aristócrata que tiene, como Saint–Loup tenía, una querida, se acostumbra cuando va a cenar con ella a un merendero a llevar en el bolsillo el valerianato, por si acaso ella lo necesita; dice al mozo, imperiosamente y sin ironía, que no haga ruido al cerrar las puertas, y le manda que no adorne la mesa con musgo húmedo; todo con objeto de evitar a su amiga esos sufrimientos que él no sintió nunca y que forman parte de un mundo oculto, en cuya realidad ella le enseñó a creer; y todos esos sufrimientos, que de esta manera aprende a compadecer sin conocerlos, los compadecerá también cuando los vea en otras personas
84.
Gracias a ella, la vida del gran mundo’ tenía muy poca importancia en la existencia de Roberto, y en cambio su querida le había enseñado a poner en el trato con sus amigos sentimientos de nobleza y refinamiento, mientras que si hubiese seguido siendo un aristócrata puro se habría guiado para hacerse amigos por la vanidad y el interés, y sus amistades siempre tendrían un tinte de rudeza
85.
Aun suponiendo que el aristócrata más moderado por sus aspiraciones haya podido ponerse al nivel de la época en que vive, su madre, sus tíos, sus tías-abuelas lo ponen en relación, cuando se acuerda de su infancia, con lo que podía ser una vida punto menos que desconocida hoy
86.
Me cuesta reconocer a mi vieja Raspeliére”, comentó con un aire familiarmente aristócrata, como si hablara de un servidor del que hubiese pretendido no tanto decir la edad como que lo habla visto nacer
87.
No cabía duda de que todos los sucesos que habían trastornado el mundo tenían su origen en las misteriosas actividades del aristócrata
88.
Para refrescarle la memoria —dijo Golding— le diré que Klaus von Stauffenberg era un aristócrata y un poeta que fue oficial con Hitler
89.
–Una mujer como tú debería estar con otro aristócrata
90.
Esto se debe en parte a que fui educado como un aristócrata, y en parte porque mis antepasados fueron reyes y, de acuerdo a la leyenda, dioses
91.
—¡No tiene ninguna posibilidad! Usted creerá que su fascinación y su encanto han inducido a esa bella aristócrata a caer en los brazos de un insignificante Ejecutor
92.
Por ejemplo, los aurorianos más pobres viven mucho mejor que cualquier aristócrata terrestre, pero se sienten en situación de inferioridad respecto a los aristócratas de Aurora, que sólo se comparan con los que rigen los destinos de su propio mundo
93.
La razón es bien sencilla, puesto que el más pobre de los sarkitas es un aristócrata comparado con los florinianos y puede considerarse a sí mismo, por falaz que sea la creencia, un miembro de la clase gobernante
94.
Entre sus amigos exiliados por Filipo figuraba un aristócrata macedonio llamado Hárpalo, cuyo apego sólo podía ser genuino porque entonces Alejandro no estaba en condiciones de ofrecerle nada a cambio
95.
–Es una metáfora, mi joven aristócrata
96.
Llegué a sentirme amigo de Teognis, el aristócrata, el exiliado, el observador sin ilusión ni indulgencia de las acciones humanas, siempre pronto a denunciar esos errores y esas faltas que llamamos nuestros males
97.
Aquella parte del recinto de la Torre, con sus cuidados árboles, arbustos recortados y amplios senderos de grava, habría podido confundirse con el jardín de un aristócrata