1.
Juntad la imagen del cardenal y la del hidalgo o bien combinadlas, al albur de las
2.
¿Por qué la picardía y la listura se considerangrandes cualidades en el pueblo español cuando no hay otro comoél tan noble, tan altivo y tan hidalgo? ¡Porque nuestroslegisladores, con la mejor intencion, han dudado de su nobleza, heridosu altivez y desafiado su hidalguía! ¿Quiere usted abriren España un camino en medio de rocas? Pues ponga allí uncartel imperioso prohibiendo el paso, y el pueblo, protestando contrala imposicion, dejará la carretera para trepar elpeñasco
3.
orientación sexual e identidades de género (Alberto Hidalgo, 2009)
4.
Hidalgo de Cisneros por medio de unadiputacion, compuesta de
5.
El marido presumía de origen hidalgo
6.
Pero en una u otro las muchachasrenovaron el lujo detonante de sus trapos, anidáronse la cabeza depeinetones, ahorcáronse de cintas—robado todo con perfecta sangrefría al hidalgo alcohol de su compañero, pues lo único que el
7.
hidalgo con los cincuenta años; era decomplexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran
8.
Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que eltacto, ni el
9.
persuádeles que se les olviden las pasadas caballerías delingenioso hidalgo, y pongan los ojos en
10.
Visto lo cual por el hidalgo, le preguntó:
11.
juntoestaban ordeñando unas ovejas; y, en esto, ya volvía a renovar la pláticael hidalgo,
12.
Quijote;el cual, volviendo a dar priesa al leonero y a reiterar las amenazas, dioocasión al hidalgo
13.
Y el cuento que quiero decir es éste:«Convidó un hidalgo de mi
14.
—Sí; un hidalgo que ha llegado á Madrid, á quien conocesu majestad la reina—dijo
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perteneciese a la nobleza paraque el linajudo hidalgo le juzgara superior en
16.
conversación con ese hidalgo? Anda, anda, Florela, y dileque ya
17.
El pretendientees un hidalgo de Mende, en las
18.
Para el que se preciaen su país de hidalgo y linajudo, ¿qué mayor
19.
Otra hizo Diego Beltran Hidalgo
20.
Tambien es de Diego Beltran Hidalgo el soneto siguiente que compuso enfavorable
21.
sí, porque toda la yerba que segaba elbuen hidalgo era poca para la vaca, y al rocín lo
22.
En aquel momento, el noble hidalgo D
23.
Santiago Hidalgo, Abogado de losReales
24.
El hidalgo residíabreve parte del año en el solar; la corte le atraía con
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Los objetos que herían la imaginación del hidalgo con más sutil embelesoeran sus
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acierto—replicó entonces el hidalgo, acostándose, casi, enel sillón y estirando hacia el
27.
la habíacomprado a un capitán de galeras; y, cuando el hidalgo regresaba de laCorte,
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hidalgo en la asamblea, aquellos discursosque salían de su boca como los hierros de la
29.
más de un hidalgo adormido en laobscuridad de su alcoba
30.
rodearon por completo el asiento del joven hidalgo
31.
Amargo fue el despertar del joven hidalgo
32.
De tiempo en tiempo, el joven hidalgo levantaba la cabeza y perdía lamirada en el
33.
queseñalaban el alojamiento de un barón ó hidalgo de los muchos que nohabía sido
34.
No he oído áeste hidalgo retractar las
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cubilete de estaño, que el hidalgo llenaba y vaciaba de cuandoen cuando; al entrar
36.
El hidalgo de Luzmela había muerto
37.
Había destinado para su uso las habitaciones de don Manuel, y en la casase desenvolvían las horas serenas y blandas, mudas y lentas, igual queen los días postreros del hidalgo
38.
había faltado en la vida intensa del gran hidalgo elembarque
39.
Una disposición extravagante, mezcla de hidalgo orgullo y
40.
Nótese cómo un hidalgo campesino de muy rancio
41.
de soñar, comoel caballeresco hidalgo de Limioso, en la quijotada de entrar por lafrontera del
42.
alesplendor del hidalgo solar, al buen nombre de los Moscosos
43.
A las seis de la tarde el insolente hidalgo galopaba en
44.
Iba ya el hidalgo a penetrar en sagrado, cuando se le interpuso
45.
Arbeteta es un hidalgo recio, cincuentón, ya sesentón quizá, fornido, lleno de salud
46.
Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo
47.
-Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura-: que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo
48.
-Venid acá, gente soez y malnacida: ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra en la caballería andante, ni os dé a entender el pecado e ignorancia en que estáis en no reverenciar la sombra, cuanto más la asistencia, de cualquier caballero andante! Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad; decidme: ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada; sus fueros, sus bríos; sus premáticas, su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no sabe que no hay secutoria de hidalgo con tantas preeminencias, ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó y se le entregó rendida, a todo su talante y voluntad? Y, finalmente, ¿qué caballero andante ha habido, hay ni habrá en el mundo, que no tenga bríos para dar él solo cuatrocientos palos a cuatrocientos cuadrilleros que se le pongan delante?
49.
Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: ''Pues, ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?'' Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza, y dijo: ''Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo''
50.
La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios
51.
Sea, pues, la conclusión de mi plática, señor hidalgo, que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama; que, siendo él tan buen estudiante como debe de ser, y habiendo ya subido felicemente el primer escalón de las esencias, que es el de las lenguas, con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras humanas, las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada, y así le adornan, honran y engrandecen, como las mitras a los obispos, o como las garnachas a los peritos jurisconsultos
52.
-Sería algún villano -dijo doña Rodríguez, la dueña-, que si él fuera hidalgo y bien nacido, él las pusiera sobre el cuerno de la luna
53.
Volvióse por el castillo del duque y contóselo todo, con las condiciones de la batalla, y que ya don Quijote volvía a cumplir, como buen caballero andante, la palabra de retirarse un año en su aldea, en el cual tiempo podía ser, dijo el bachiller, que sanase de su locura; que ésta era la intención que le había movido a hacer aquellas transformaciones, por ser cosa de lástima que un hidalgo tan bien entendido como don Quijote fuese loco
54.
Lo pronosticaron el día de su nacimiento y lo confirmó la dueña del almacén en la única ocasión en que él permitió que le viera la fortuna en la borra del café, pero no imaginó que la causa sería Casilda, la esposa del Juez Hidalgo
55.
El Juez Hidalgo la doblaba en edad y llevaba tantos años durmiendo solo, que no sabía por dónde comenzar a complacer a una mujer
56.
Si bien Hidalgo continuó siendo el mismo en apariencia, fúnebre y áspero, sus decisiones en la Corte dieron un extraño giro
57.
Las lenguas maliciosas del pueblo murmuraban que el Juez Hidalgo se daba vuelta como un guante cuando traspasaba el umbral de su casa, se quitaba los ropajes solemnes, jugaba con sus hijos, se reía y sentaba a Casilda sobre sus rodillas, pero esas murmuraciones nunca fueron confirmadas
58.
En un par de ocasiones el Juez Hidalgo pidió al Gobierno que enviara tropas del ejército para reforzar a sus policías, pero después de algunas excursiones inútiles volvían los soldados a sus cuarteles y los forajidos a sus andanzas
59.
El cura encabezó a un grupo de feligreses que se presentaron ante el Juez Hidalgo a recordarle la caridad cristiana y suplicarle que eximiera a esa pobre mujer inocente de aquella muerte de mártir, pero el magistrado pasó el pestillo de su despacho y se negó a oírlos, apostando a que Juana La Triste aguantaría un día más y su hijo caería en la trampa
60.
El gesto del hidalgo
61.
El criado se hizo a un lado y mientras se hacía cargo de la capa y el chambergo del hidalgo preguntó
62.
Quedose el hidalgo con el entrecejo fruncido y meditó unos instantes
63.
Las gentes que ocupaban los bancos eran diversas y variopintas, más hombres que mujeres y más clérigos que paisanos, algún hidalgo, pequeña nobleza, damas acompañadas por dueñas y alguna que otra tapada
64.
La mañana fue transcurriendo hasta que, finalmente, se abrió la cancela y apareció al fondo del caminal el hidalgo a caballo; hacía mucho calor, él calzaba unos zuecos y vestía únicamente una calzas de pana sujetas al hombro por un tirante en bandolera; recordaba que cuando se cruzó ante el caballo le temblaban las piernas
65.
El hidalgo se inclinó sobre el arzón de su montura para mejor ver; primeramente se puso serio, luego sonrió y entonces, descabalgando, lo acompañó dentro de la casa y lo condujo a las dependencias de la servidumbre, donde le dieron de comer y vestir y allí se quedó unas semanas
66.
Y dando espuela, el hidalgo se metió en la madrugada
67.
El hidalgo, sin saber por qué, se sintió incómodo
68.
No habían transcurrido cinco minutos cuando ya el hidalgo, acicalado, compuesto y habiendo repuesto fuerzas para el lance que se avecinaba, aparecía en la puerta de su habitación e indicaba al mozo que lo acompañara al pequeño camposanto de San Benito
69.
Precedía el lacayo al hidalgo y de esta guisa recorrieron el camino que separaba las habitaciones de los huéspedes del pequeño cementerio de las monjas
70.
A los pies de dichos nichos, varias pequeñas tumbas que por su tamaño y aspecto intuyó el hidalgo que eran sepulturas de infantes, circunstancia irrelevante ya que un alto porcentaje de los neonatos que allí abrían sus ojos no llegaban a cumplir el mes de vida; al otro lado, las sepulturas de los frailes, sacerdotes que lo fueron del convento y que habían fallecido en el desempeño de su cargo dentro de la orden
71.
El de Fleitas relató concisa y escuetamente, a gusto del prelado, todas las noticias que a través de sus delatores y por sus propias indagaciones había obtenido, comenzando por las referencias que hasta él habían llegado de la audiencia, tan trabajosamente conseguida, por el hidalgo con don Jerónimo Villanueva y llegando hasta su última entrevista en Zamora en el mesón de Bellido Dolfos con su informador
72.
Las primeras palabras del hidalgo confirmaron la impresión recibida y no fueron, precisamente, un saludo:
73.
El portugués agradeció las atenciones del hidalgo y tras componerse en el servicio fue acompañado ante el señor de Bastos, que todavía estaba alterado por los sucesos acaecidos a la puerta de su casa
74.
Una monja estaba al cargo de la portería, y a ella se dirigió el hidalgo:
75.
Cuando ambos se hubieron retirado, el hidalgo se sentó en el catre junto a su fiel amigo y le retuvo la sarmentosa mano; el rostro hasta hacía un instante crispado, respiraba paz
76.
Luego los párpados de aquel rostro se abrieron y sus ojos parecieron esforzarse en enfocar la imagen del hidalgo; una ligera presión en la mano le obligó a prestar atención a lo que le quería transmitir el moribundo
77.
De repente el galán joven, que representaba a un hidalgo que iba a contraer matrimonio, dijo la frase terrible: su novia, a la que creía doncella, resultó que lo engañaba pues había sido violada, perdiendo su doncellez
78.
—Yo os lo diré, se llama Álvaro de Rojo y es hijo de un hidalgo de provincias que mora en Quintanar del Castillo; su nombre es Martín de Rojo
79.
Esto era lo más probable y lo más revolucionario, pues la ramplonería y ordinariez debían ser desterradas para siempre de este hidalgo suelo
80.
Revelando satisfacción, dijo asimismo don Joaquín que estaban ya vencidos los escrúpulos que había mostrado para secundar la sublevación su pariente el capitán de Artillería don Baltasar Hidalgo
81.
Corriendo hacia la escalerilla, vio descender por ella al capitán Hidalgo, con traje de marcha
82.
Decidido, Hidalgo entró en el Cuartel
83.
Por no sé qué inconveniencia del Gobernador civil don Juan Hidalgo se armó recia trapisonda en las Cortes
84.
Pero ni él ni el más bellaco a bordo haría tal cosa, si con ello —así era su nación, a fin de cuentas— perdía a la vista del mundo lo único que ni reyes, ni validos, ni frailes, ni enemigos, ni siquiera la enfermedad y la muerte, podían arrebatarle nunca: la imagen que de sí había forjado, la quimera de quien se proclamaba hidalgo antes que reconocerse siervo de nadie
85.
Aparte de los mentados, y según conocí por sus buenos o malos nombres de allí a poco, estaban presentes el murciano Pencho Bullas, los soldados viejos Enríquez el Zurdo y Andresito el de los Cincuenta, el cariacuchillado y grasiento Bravo de los Galeones, un marinero de Triana llamado Suárez, otro tal Mascarúa, un fulano con aire de hidalgo tronado, ojeroso y pálido al que llamaban el Caballero de Illescas, y un jienense rubicundo, barbudo y sonriente, de cráneo afeitado y fuertes brazos, que tenía por nombre Juan Eslava, y era notorio rufián de cantoneras sevillanas —vivía de cuatro o cinco, y las cuidaba como a hijas, o casi—, lo que justificaba su apodo, ganado en buena lid: el Galán de la Alameda
86.
Lo que interesa es que uno de los personajes, joven hidalgo tonto, llamado Ernesto, había pulido cuidadosamente una sentencia, que soltaba varias veces durante la representación
87.
Los orígenes de las hazañas del viejo hidalgo manchego son esencialmente los mismos que los de nuestro monje -dijo, sonriendo malicioso al ver mi expresión de asombro ante aquellos hechos que desconocía-
88.
El hidalgo caballero de la Mancha murió preso de su demencia, de su desesperación, como les sucedió a los siete eclesiásticos, a las religiosas y, como en aquellos momentos pensé, me sucedería a mí
89.
A don Diego de Cazalilla le ha salido un amigo, que asegura ser también hidalgo: don Pablos de Pingüesarcas y Pimentel de Tejada, hombre solemne y linajudo que tiene cumplida hacienda en la Montaña y anda por la corte en procura de un cargo adecuado a su rango y condición, quizá un generalato en Flandes o una embajada en la corte del Preste Juan
90.
El tipo de hidalgo castellano que bajo capa vistosa ocultaba la falta de camisa y el estómago vacío, es más común entre nosotros de lo que pudiera imaginarse
91.
El orgullo hidalgo de las regiones centrales y meridionales de España, haciendo de la necesidad una virtud, ha elevado la sobriedad al rango de religión nacional y, querámoslo o no, se nos obliga a ser sobrios
92.
Uno de los más interesantes es Hidalgo, que tiene una órbita muy alargada
93.
La órbita de Hidalgo está completamente inclinada en comparación con las de varios planetas, por lo que no se acerca ni a Júpiter ni a Saturno
94.
Sin embargo, si una expedición pudiera llegar a Hidalgo, cuando está próximo a Marte, los hombres podrían permanecer varios años en el espacio, estudiando las condiciones del sistema solar exterior a su placer, sabiendo que ocasionalmente regresarían a la vecindad de la órbita marciana
95.
Mis fuentes me aseguran que Irene Flowers ya ha realizado varias audiciones, pero según parece el apuesto hidalgo ha echado el ojo a Constance Hart, la mismísima chica Vigor y Vitalidad, siempre tan popular
96.
que un hidalgo loco
97.
»Bueno, como digo, allí estaba yo, Oswald Brand, ex hidalgo, de pie y sujeto a la picota en el cuarto día de cautividad, cuando de repente, hacia el anochecer, repicaron las campanas con estrépito, sonaron las trompetas, ladraron los perros y toda la población de Nottingham emprendió la huida aterrorizada y dando alaridos
98.
Según Hidalgo y Costilla, hacía tiempo que esa locura de desposar al soldado argentino había quedado atrás; su hija lucía juiciosa y tranquila, cierto que había perdido el esplendor y la espontaneidad que a él tanto le gustaban; ya no lo llamaba “papito” sino “señor” y no había vuelto a sentarse sobre sus rodillas para hacerle cosquillas o besarlo en la frente
99.
el carácter nacional en toda su pureza, recto, hidalgo, incorruptible, puro, sencillo, patriarcal, hospitalario, genero-so
100.
No por un indio cualquiera herido, sino por el hidalgo del otro lado de la frontera