1.
«Si pues su existencia es necesaria á nuestrafelicidad, si do quiera que llevemos la nariz nos hemos de encontrarcon la fina mano, hambrienta de besos, que aplana cada díamásel maltrecho apéndice que en el rostro ostentamos ¿porqué no mimarlos y engordarlos y por qué pedir suantipolítica expulsion? ¡Considerad un momento el inmensovacío que en nuestra sociedad dejaría su ausencia!¡Obreros incansables, mejoran y multiplican las razas; desunidoscomo estamos merced á celos y susceptibilidades, los frailes nosunen en una suerte comun, en un apretado haz, tan apretado que muchosno pueden mover los codos! ¡Quitad al fraile, señores, yvereis cómo el edificio filipino tambaleará, falto derobustos hombros y velludas piernas, la vida filipina se volverámonótona sin la nota alegre del fraile jugueton y zandunguero,sin los libritos y sermones que [200]hacen desternillar de risa,sin el gracioso contraste de grandes pretensiones en insignificantescráneos, sin la representacion viva, cuotidiana, de los cuentosde Boccacio y Lafontaine! Sin las correas y escapularios,¿qué quereis que en adelante hagan nuestras mujeres sinoeconomizar ese dinero y volverse acaso avaras y codiciosas? Sin lasmisas, novenarios y procesiones, ¿dónde encontrareis panguinguis para entretener sus ocios? tendrán quereducirse á las faenas de la casa y en vez de leer divertidoscuentos de milagros, ¡tendremos que procurarles las obras que noexisten! Quitad al fraile, y se desvanecerá el heroismo,serán del dominio del vulgo las virtudes políticas;quitadle y el indio dejará de existir; el fraile es el Padre, elindio el Verbo; aquel el artista, éste la estatua, ¡porquetodo lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos, al fraile se lodebemos, á su paciencia, á sus trabajos, á suconstancia de tres siglos para modificar la forma que nos dióNaturaleza! Y Filipinas sin fraile y sin indio, ¿qué lepasará al pobre gobierno en manos con los chinos?»
2.
conocidocon el apodo de el Fraile entre los comerciantes y las gentes de suindustria
3.
Gustábale ir roto y sucio como los sopistas, y cada una de estashazañas enfurecía al Fraile,
4.
iracunda y atronadora que se manifestaba en el Fraile cuando le salía mal un negocio o un deudor
5.
hijos del Fraile, y mientras el primogénitose quedó con la casa solariega, contento con su
6.
Don Eugenio y don Juan estaban escandalizados, diciéndose que el buen Fraile conocía
7.
al fraile, que á éstos alude, pues con ella no pueden losmismos ahuyentar la vigilia y pescados
8.
El fraile cucarro,deja la misa y vase al jarro (CORR
9.
sido un fraile lego que le servía, y elcual desapareció súbitamente, sin que fueran de
10.
dormía), hízola abrir y en ellahallaron los huesos del fraile lego que él había muerto
11.
un fuegosombrío en el fondo de los ojos del fraile
12.
bufón, que al levantarse, al ver la accióndel fraile, había quedado de rodillas—: yo,
13.
—¿De quién?—dijo el fraile con impaciencia
14.
El anteojo cayó de las manos del fraile; se golpeó la frente, tuvo unmomento de recogimiento, se secó el rostro inundado de sudor, hizo unesfuerzo sobre sí mismo como para tomar una resolución atrevida, ydirigiéndose al comandante de la tartana, que parecía aún absorto en suamoroso ensueño, exclamó:
15.
A esteruido inesperado, el desgraciado fraile dio un salto convulsivo, levantóinstintivamente la cabeza por la borda, y, viendo las dos escampavías,la bajó rápidamente y se precipitó en el sollado haciendo repetidasveces la señal de la cruz
16.
¿No eres, pues, más que un fraile llorón?
17.
Viendo la ascensión del fraile, los contrabandistas, que esperaban en laplaya, habían gritado gloria in excelsis y se habían arrodillado,creyendo que era un milagro; pero el filósofo rió mucho de susimplicidad
18.
—¡De rodillas, hijos míos!—dijo el fraile a los contrabandistas
19.
—Una vez en el camino de Vejer, será preciso que Dios te preste lasalas de un serafín para que me alcances, fraile
20.
comprendía en la mirada del fraile, fijaen ella, algo de espanto, mucho de anhelo y
21.
Poco después el fraile y el poeta estaban dentro de lacasa, cuya puerta volvió á
22.
condición del mencionado fraile
23.
Doña Blanca adivinó la intención del fraile, entró en curiosidad, ypronto halló modo de despedir á D
24.
No bien entrado el fraile, cerró la puerta con llave el Comendador, paraque nadie viniese á interrumpirlos, y en voz baja dijo, mientras él y sumaestro tomaban asiento:
25.
Asintió el fraile de buen grado; pero las copasyacían rotas por el suelo y los tarros
26.
El fraile le cogió de nuevo las manos que habíasoltado y tiró con fuerza hacia
27.
fraile y un criado
28.
cómplices,logrando el fraile ponerse en salvo
29.
vinieron luego a hollar estos retoños vigorosos dela civilización, y el fraile Aldao hizo
30.
se confundenen el aire los ladridos del perrito, la tos del fraile, el llanto de lacriatura,
31.
Los españoles aparecían comopobres indios guiados por su cacique el fraile y
32.
homilía que el fraile le espetó por vía de consuelo, yElías Orejón le leyó en seguida unas terribles cuentas, que le hicieronel efecto de un tósigo
33.
El fraile quiso huir de la isla deperdición, y el rey se lo
34.
desde el puerto, tenía la forma de un fraile encapuchado
35.
El capitán, encapuchado como un fraile, encorvándose bajo el
36.
frente y las sienes del fraile
37.
Morsamor fijó entonces su atención en el fraile, le reconoció, fue haciaél y le echó los brazos
38.
fraile que, dominado de la gula y con todos lossíntomas de su
39.
fraile y la monja vinieron al Callao entren directo y desde el país
40.
suconvento, salióle al encuentro un fraile en el cual reconoció a
41.
Carlos, un fraile aragonés que pereció el año35 en Zaragoza cuando la
42.
Navarro las tramas que hemos mencionado, enauxilio del fraile el fuero eclesiástico, y del
43.
fraile que estaba ásu lado, y le acudió con Majestad
44.
Alcalde áun fraile, vamos á hacer una iglesia, como San Agustín por ejemplo,ó un puente como el de
45.
En las veces que en Filipinas se han sentidolos rumores de la rebelión, el fraile siempre ha estado al lado de suraza
46.
propuesto decir la verdad en todoy por todo, y aunque las ideas y opiniones del autor difieran delas del fraile, está en el deber de hacerles la justicia de que sonacreedores
47.
Usando de muy pocas palabras, en un hablar sentencioso y lento, el fraile me explicó que era costumbre singular sacar aquí el Santiago en la festividad del Corpus, porque en tarde de Corpus había llegado a esta villa, a poco de fundada, la imagen del santo tutelar, y desde entonces se observaba la tradición
48.
«¿Manoa?», me pregunta el fraile con sorna
49.
El Adelantado mira severamente al fraile, en demanda de explicaciones
50.
«Yo dije que ese lazarino estaba de más aquí», recuerda el Adelantado al fraile, como si en estas palabras se encerrara un reproche de largo tiempo latente
51.
Caza el cazador, adoctrina el fraile, gobierna el Adelantado
52.
En pocas palabras, con una concisión y serenidad que asombraron a Ceferina, Ana relató al fraile los datos esenciales de lo ocurrido
53.
El fraile la escuchaba en silencio
54.
El fraile no aparece
55.
Con un salacot, gafas de sol, barba negra y hábito de fraile, un extraño podía pasar por la puerta sin que los criados se dieran cuenta de que había entrado un forastero
56.
En torno a la univer97 sidad los herederos de los Beatles se habían tomado las calles con sus melenas, barbas y patillas, flores, collares, túnicas de la India, bluyines pintarrajeados y sandalias de fraile
57.
Gonzalo Pizarro, uno de los hermanos del fallecido marqués, se había tomado el poder en abierta rebelión contra nuestro rey, y eran tales la corrupción, las traiciones y los perjuicios en el virreinato, que finalmente el emperador Carlos V mandó a La Gasca, un fraile empecinado, a poner orden
58.
La orden era su milicia y sor Gabriela no deseaba otra cosa que ir subiendo peldaños en el escalafón a fin de acceder a lo mas alto, y el fraile le era útil
59.
Todo esto lo alternaba el fraile con penitencias y ayunos para acallar la voz de su conciencia
60.
Allí detúvose el fraile simulando que le interesaba la partida, pero lo que en verdad le importaba era observar a los parroquianos que se iban hacia el fondo y desaparecían tras un cortinón de sarga
61.
Allí, un criado que estaba al cargo de la misma le requirió el nombre de la persona que lo enviaba; el fraile dio el patronímico de su colega y el lacayo, tras consultar una lista, le hizo el paso franco indicándole, con el gesto, una escalerilla de madera que desde el fondo ascendía a un altillo
62.
El fraile ocupó uno de los bancos del fondo y aguardó impaciente y tenso
63.
Los llamó «hermanos queridos» y los tuteó, cosa totalmente inusual en tales ocasiones, y al momento comenzó a desgranar unas teorías que el fraile, más que escucharlas, bebió cual peregrino perdido en el desierto
64.
Lo demás fue coser y cantar, entre el ascendiente que tenía sobre ella, la deuda de gratitud que la joven creía haber contraído, sus diecinueve exigentes años y, todo hay que decirlo, la circunstancia de que el fraile se había convertido en un incansable y experto semental
65.
La escena se desarrollaba en el despacho del fraile
66.
Entonces, por una coyuntura favorable tuve en mis manos un tomo que me mostró un fraile que fue miniador59 habilísimo, y que acostumbraba coleccionar los mejores trabajos que le interesaran de miniadores antecesores suyos; en esta ocasión se trataba de un códice muy curioso en cuyo lomo se veía claramente un número 1, y del que el monje al que encargaron el original, por orden de su superior según constaba en la primera página, hizo una copia donde se podían ver todas las manchas que se atribuyen al maligno, manchas que figuraban en la piel de algunos de los condenados por herejía, a fin de reconocerlas posteriormente en descendientes de los mismos, sobre todo en caso de que tuvieran relación carnal fuera del matrimonio con cristianos viejos y ésta tenía consecuencias
67.
El párpado derecho del fraile temblaba ligeramente, cosa que le ocurría en las ocasiones en las que algo le enervaba
68.
El fraile, sin más comentario, extrajo del fondo de su zurrón una bolsa y tras tirar del cordoncillo abocó sobre la mesa un montón de monedas de plata suficiente para comprar un carro de cualquier producto de mercado
69.
El fraile estaba sentado frente a su escritorio, con los anteojos cabalgando sobre su bulbosa nariz mientras repasaba unos escritos
70.
El fraile, tomando el hisopo que le ofrecía una de las hermanas e introduciéndolo en un cubo de plata procedió a rociar con agua bendita el cajón de la difunta; luego entonó el De Profundis, a cuyas interpelaciones respondió la comunidad
71.
Diciendo esto, tomó de encima del escritorio una carta y se la entregó al fraile
72.
Ahora era el fraile gordo del otro lado el que preguntaba:
73.
El fraile no perdonaba a la priora el incumplimiento de su promesa y lo único que le mantenía en una actitud inoperante era la esperanza de que, finalmente, las gestiones que ella había llevado a cabo dando parte de la huida a quien correspondía, que era al obispo Carrasco, y subrepticiamente y sin que éste lo supiera a la Santa Hermandad, dieran el fruto apetecido
74.
El fraile retuvo con la rienda el paso de su caballo, al hacer ella lo propio con la mula, y se dispuso a atender con sumo interés las elucubraciones de la priora
75.
Ante ellos, en un pequeño escabel que obligaba a su ocupante a elevar la mirada para dirigirse a sus interrogadores, se hallaba el fraile
76.
Por otra parte, tras subir al campanario el padre Lancero acompañando a Rivadeneira y al ver los resoplidos y fatigas de éste, comunicó a sus compañeros que en su opinión el gordo fraile no subía a aquellas alturas con frecuencia y que era muy raro que precisamente y sin saberlo hubiera llegado aquel día y justo en el momento oportuno para salvar a la pretendida endemoniada
77.
Partieron ambos, el fraile abriendo paso, y se introdujeron en el interior del sobrio edificio
78.
Entonces el fraile se detuvo sin atravesar la puerta, y acompañando la palabra con el gesto indicó al visitante que entrara en la estancia
79.
—¿Y eso? —Mientras esto decía, el fraile iba descorriendo los cortinajes y la luz, lentamente, iba arrinconando a las tinieblas
80.
Antón, que tenía una especial inquina al fraile y a la priora, y había observado los turbios manejos del primero más de una vez cerca de la pobre Fuencisla, creyó a pie juntillas todo lo que Casilda le relató y se dispuso, consecuente con su recio carácter, a hacer frente a cualquier contingencia que amenazara a su nueva familia y, por extensión, a todo aquello que su mujer amara
81.
El fraile, pues tal era la condición del individuo, era un carmelita que al decirle Marcelo, que así se llama el marido de Leonor, que lo iba a trasladar a un convento del Carmelo que estaba próximo y cuya ubicación conocía, intentó rebelarse, cosa que él atribuyó a las guerras de los calzados y los descalzos tan comunes en estos días
82.
Ahora el alférez se dirigía al silencioso fraile:
83.
La puerta posterior del carricoche se abrió y los reos descendieron ayudados por los guardias; al lado de cada uno de ellos se colocó un fraile que hasta el último momento estaría presto a asistirles
84.
la libidinosa persecución del padre Rivadeneira, la historia de Blas el sordomudo, Blasillo, Casilda, Fuencisla, la muerte de su protectora provocada por los dos conspiradores y cargada sobre sus jóvenes hombros, su huida vestida de muchacho, su vida de paje en Benavente, su gran pasión por Diego, y el aprendizaje del arte de la esgrima, su nueva escapada ante el temor a ser descubierta por la priora y el fraile, los titiriteros, su llegada a Madrid en busca de su enamorado y su alojamiento en casa de la Cordero, su aparición en el Corral del Príncipe auspiciada por don Pedro de la Rosa, sus horas en la sala de armas de don Pedro Pacheco, la muerte del esbirro que quiso apresarla y sobre todo su gran amor perdido recién descubierto, el día del duelo y la muerte de los que a traición la quisieron matar, y finalmente su prendimiento y la sarta de mentiras urdidas sobre ella y que habían dado con su persona en el patíbulo; y, presidiendo todas estas imágenes, la tétrica figura de aquel familiar de la Suprema que se había constituido en su mortal enemigo y cuyo rostro cruzado de arriba abajo por un inmenso costurón se le aparecía, en sus pesadillas, todas las noches
85.
El fraile atravesó las estancias que mediaban entre la entrada y el despacho del doctor Carrasco, situado en el primer piso, y llamó quedamente a su puerta
86.
El fraile se adelantó hacia el prelado y a través de la gran mesa le alargó el sobre lacrado
87.
El fraile había cerrado la puerta y se hallaban los dos solos
88.
El páter se hizo a un lado ofreciendo la preferencia al de Ayala; éste, tras una fría y seca inclinación de cabeza, salió de la estancia precediendo al fraile
89.
Desapareció el fraile por la disimulada puerta y apenas el obispo había compuesto la figura cuando regresaba ya el clérigo con el bachiller al que, invariablemente, aquella solemne estancia producía un incómodo desasosiego
90.
En un instante estaba en la celda del fraile
91.
Mientras se perdía en pensamientos, la pequeña ventanilla central se entreabrió y de ella asomó un sorprendido fraile, que no entendía quién podía ser a esas horas
92.
Una vez allí, Martín despachó con una sonrisa al silencioso fraile y se quedó de pie frente a su pasado
93.
El viejo fraile se la había dicho cincuenta veces
94.
-dijo el fraile
95.
-Pues hagamos aquí un apartado de los buenos libros -dijo la condesa graciosamente, reuniendo los que el fraile le indicaba
96.
[227] Cuando Salmón y yo íbamos a espaciarnos un poco por la huerta, vimos un fraile anciano que leyendo devotamente su libro de oraciones se paseaba en el claustro bajo
97.
Cuando nos retirábamos, entraron en la sala Inés y Asunción, conducidas por un fraile
98.
Todavía no soy fraile profeso
99.
Lo hallaron separado de los demás, en una habitación solitaria y en poder de un pobre fraile demente
100.
Catesby estaba enfurecido mientras el doctor Agrippa, con los ojos cerrados, los brazos cruzados, seguía sentado como un fraile bonachón después de una opípara comida