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    afectar frases de exemplo

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    afectar


    afectas


    afecto


    1. caso presente, en el cual la confusión afecta tan sólo a los objetivos, pero en modo alguno


    2. afecta solamente a la producción de la primera copia


    3. afecta a nuestra libertad de expresión y que los elementos y


    4. Cautivo en Venezuela durante más de dos años, luego de la evacuación de Caracas, fue sometido a las más penosas torturas, que van desde el cepo y los grillos hasta la humillante flagelación que destroza el torso y afecta los riñones


    5. Una desestabilización del sistema informativo, por supuesto, que afecta a un orden valorativo en su esencia misma: la desintegración del consenso en estos temas, lo que toca a la cultura política en sus raíces mismas


    6. Ello incluso afecta a las campañas locales que están cada vez más en tren de convertirse en una puesta en escena de un rito electoral anónimo y centralizado que le asigna al electoral un papel entre bastidores, evidenciando un distanciamiento cada vez mayor en lugar de fortalecer la “cercanía con el ciudadano”


    7. Segundo, y de igual importancia, es la calidad de absorción de los usuarios de los resultados de las encuestas, especialmente cómo afecta las decisiones y acciones que ellos pueden hacer a la luz de la lectura e interpretación de los resultados de ellas


    8. La interpretación anterior permite expresar el pensamiento, el debate y la confrontación de ideas que no sólo son convenientes, sino necesarios y legítimos en una democracia: no se afecta el principio de igualdad de acceso y de condiciones en la contienda electoral y se dejaría, en última instancia, al órgano electoral para que resuelva los conflictos que se suscitan al respecto


    9. afecta a millones de niños del mundo entero


    10. (afecta a las fases I y II de detoxificación hepática)

    11. El VIH/SIDA en la región afecta de manera desproporcionada a las poblaciones de


    12. La pregunta inevitable es entonces ¿cómo afecta a los regímenes de bienestar la distribución de capacidades, es decir, la estratificación inicial?¿En qué medida los regímenes de bienestar reproducen una determinada estratificación y en qué medida la transforman?


    13. No obstante, este afecta más a las mujeres que a los hombres


    14. En suma, no cabe duda de que la emigración afecta las estructuras familiares, su composición y crecimiento


    15. subjetivas, como la sensación de miedo que afecta a la amígdala y el aprendizaje


    16. afecta la musicalidad melódica, y si es en el izquierdo se afecta a la musicalidad


    17. Un endurecimiento similar afecta a los países de la Unión Europea


    18. apreciar lo que afecta el corazon;es que los sentimientos nada valen en elcálculo y en la


    19. en sí, sinopor el daño que causa al paciente y la impresioncon que le afecta; pues de otro modo


    20. organizacion,al buen ó mal estado de su salud, á la disposicionatmosférica que los afecta

    21. que afecta en este instante; para el segundoel hombre es un ser que siente y goza; para elprimero


    22. ellos, por lo que afecta á sus carosintereses: yo, por el que me tomo siempre en cuanto sirve


    23. ] En muchos libros de filosofía se ponderan las ilusiones de lossentidos, y la dificultad de asegurarnos de la realidad sensibleresolviendo la siguiente cuestion: «así lo siento, pero ¿es como losiento?» En estos mismos libros se habla luego del órden de las ideascon seguridad igual á la desconfianza que se manifiesta sobre el órdensensible; este proceder no parece muy lógico: porque los fenómenosrelativos á los sentidos, pueden examinarse á la luz de la razon, paraver hasta qué punto concuerdan con ella; pero ¿cuál será la piedra detoque de los fenómenos de la razon misma? Si en lo sensible haydificultad, la hay tambien en lo intelectual; y tanto mas grave,cuanto afecta la base misma de todos los conocimientos, inclusos losque se refieren á las sensaciones


    24. laindividualidad, en nada afecta á la generalidad


    25. elconocimiento de cosas ocultas; pero esta trasmision se hace por mediode un cuerpo, que afecta de un


    26. º La existencia del vacío es una cuestion metafísica, que está fuerade las regiones de la experiencia, y que por tanto en nada afecta elsistema de las ciencias de observacion


    27. Es verdadque lo que nos afecta tiene extension, y que esta es la base de lasrelaciones de nuestra sensibilidad con el mundo externo; pero de aquíinferir que este mundo considerado en su esencia, no es mas que lo quese nos presenta en las


    28. distinguen de la existencia finita; pero esto, sibien se considera, no afecta en nada la cuestion


    29. La abuela afecta una expresión de absoluta seguridad


    30. a también afecta a la obra o prestación incorporada en

    31. La parálisis arsenical afecta tambien las partes superiores de lamédula, en las que


    32. brionia afecta mas las superficiescutáneas, mucosas y serosas


    33. Un endurecimiento similar afecta a los países de la Unión europea


    34. —Todavía no lo sé con exactitud, pero ¿se fijó en que algunas víctimas caminaban con una especie de cojera extraña? Me recordó un efecto neurológico, el «pie péndulo», que afecta a algunos casos de inflamación cerebral


    35. Está convencida de que nos afecta la influencia de un mal presagio


    36. Hay una gran iniciativa que la asociación todavía no ha abordado: llegar a aquellos fieles que, además, son ejecutivos de grandes empresas cuya actividad afecta el medio ambiente


    37. Al tornarse gregarias, las chicharras alteran el entorno, lo cual, a su vez, afecta a la expresión de nuevos genes


    38. Alteramos el medio, eso afecta de algún modo a los bichos, ciertos genes durmientes se expresan y


    39. Los hombres no comprenden de qué modo el amaneramiento afecta a los nervios femeninos y puede hacerlos estallar


    40. —Me afecta hablar de ella en cualquier ocasión, pero más cuando oigo hablar de mi hija en el tono que lo hacéis

    41. Pero en lo que afecta a la especialidad peculiar de los servicios militares, las excepciones habrían de aplicarse con la mayor facilidad, ampliándolas y detallándolas si fuera preciso, como desarrollo de los casos que la ley prevé


    42. El ruido de las olas al romper en la orilla y el aroma de la sal en el aire los afecta profundamente y han inspirado algunas de sus canciones más bellas


    43. Y siendo así que, por más que buscamos no lo hallamos, colegimos que esto era únicamente lo que interesaba al que le dio muerte, que no podía ser otra que la monja o persona afecta a ella


    44. —Comprendo, desde la candad cristiana, cuánto le afecta la situación de su hermana pero, usando palabras del secretario del Vaticano, el cardenal Maglione, debo decirle que la Santa Sede, que aspira a que Roma sea considerada por los contendientes Ciudad Abierta{277}, «no desea verse involucrada en una situación en la que se haga preciso pronunciar una sola palabra de desaprobación al gobierno alemán»{278}


    45. Antonio, por supuesto, comprende que la noción de responsabilidad en este caso está un poco traída por los pelos: nadie, ni siquiera la propia Matilda, fue responsable directo de su muerte: la causa de la muerte de Matilda fue su cáncer mortal y un cáncer es un trastorno cuantitativo, un trastorno fisiológico anónimo, que afecta al individuo en cuanto cantidad individual y que funciona en términos de necesidad biológica


    46. Además, ¿nunca te he hablado de mi claustrofobia? Me afecta con especial intensidad en esta época del año


    47. - No quiero delegar en otro esta tarea, y la edad no afecta a la capacidad de buceo


    48. Pero está dejando a un lado demasiadas cosas y es obvio que todo esto le afecta muy profundamente


    49. Otras tropas invadieron el edificio, y los mismos partidarios del Manco perdiéronse entre la multitud afecta al jefe


    50. Me sé de memoria el Libro Sublime y puedo leerle de siete maneras distintas; conozco exactamente el número de sus capítulos, de sus versículos, de sus divisiones, de sus diferentes partes y sus combinaciones, y cuantas líneas, palabras, letras consonantes y vocales encierra: recuerdo con precisión qué capítulos se inspiraron y escribieron en la Meca y cuáles otros se dictaron en Me­dina; no ignoro las leyes y los dogmas, sé distinguirlos con las tradi­ciones y diferenciar su grado de autenticidad; no soy una profana en lógica, ni en arquitectura, ni en filosofía, como tampoco en lo que afecta a la elocuencia, al lenguaje escogido, a la retórica y a las reglas de los versos, los cuales sé ordenar y medir sin omitir ninguna dificultad en su construcción; sé hacerlos sencillos y flúidos, como también compli­cados y enrevesados para deleitar sólo a las gentes delicadas; y si a veces pongo en ellos oscuridad, es para fijar más la atención y halagar al espíritu, que despliega por último su trama sutil y frágil; en una pala­bra, aprendí muchas cosas y retuve cuanto aprendí














































    1. aduana, por lo que cualquier baja grave en las exportaciones del grano se traducía en una caída en las importaciones que, a la larga, afectaba al fisco


    2. La lejanía afectaba, también, la administración de la justicia, por lo que, en agosto de 1847, las personas establecidas en el monte, en la jurisdicción de San Pablo de Heredia,


    3. —¡Práctica!—replicó ella arrugando la nariz con salero, como hacíasiempre que afectaba no comprender una cosa y burlarse de ella al mismotiempo—


    4. Afectaba en sus gestos y


    5. los demás, afectaba alparecer una lúgubre satisfacción en el


    6. cubría de dicterios ensecreto, y afectaba despreciar ante el


    7. La monja afectaba tranquilidad; pero la entonación que Pepe


    8. No afectaba eldesprecio del dinero—del cual tenía


    9. Beatriz, mirándose en el espejo, afectaba, entretanto, los más diversosvisajes


    10. Raúl, por su parte, afectaba las maneras discretas, respetuosas y casitímidas de un

    11. todo aquel desprecio que haciaella afectaba era pura música, y que la gentil


    12. Ya sabemos cuán poco amiga era de hacerlo, especialmente cuando algo la afectaba en lo más hondo


    13. Los comunistas habían acometido una reorganización radical que no sólo afectaba a las instituciones sino también a las vidas de las personas, especialmente de aquellas que «se habían incorporado a la revolución»


    14. Una de ellas afectaba a un hombre que había sido guardaespaldas de la señora Ting a comienzos de los cincuenta


    15. Para con el mundo y aun con sus criados, Danglars afectaba ser el buen hombre y el padre débil; era un papel que representaba en la comedia de su popularidad, una fisonomía que había adoptado por conveniencia


    16. Cuando el padre Brown supo esta nueva calamidad, sus preocupaciones dejaron momentáneamente de perseguirlo y, al pisar el saloncito donde estaban los demás reunidos, la palidez de sus rostros le dijo que les afectaba algo más reciente que lo ocurrido en la tumba


    17. Lo había reconocido por lo que afectaba a Renisenb


    18. No lo afectaba el cambio porque estaba lanzado en una carrera ciega, adelantándose al estallido de materialismo que marcaría la década de los ochenta


    19. Alrededor de la joven las imágenes dejaron de tener relieve y en silencio como en un sueño, fueron apareciendo los personajes a los que aquel drama afectaba principalmente; los primeros fueron Ramón y Berenguer


    20. Esto afectaba a los cuatro jefes de cada turno, desde las cuatro de la tarde hasta la medianoche -el equipo principal; que cubría el pesado flujo de información desde que eran las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde en Washington, así como a los subdirectores, que trabajaban en los turnos de medianoche a ocho de la mañana y de ocho a cuatro de la tarde

    21. Discutimos largo rato sin poder poner en claro la clase de muerte que había arrebatado del mundo a aquel inmortal ejemplo de militares y patriotas; pero como su fin era evidente, convinimos por último en que el esclarecimiento del medio empleado para exterminar tan terrible enemigo del poder imperial, afectaba más al honor francés que al ejército español, huérfano de tan insigne jefe; y si verdaderamente fue asesinado, como se ha venido creyendo desde entonces acá, la responsabilidad de los que toleraron sin castigarla tan atroz barbarie bastaría a exceptuar entonces a Francia de la aplicación de las leyes de la guerra en lo que antes tienen de humano


    22. Muchas de las antiguas teorías eran erróneas, pues se creía, por ejemplo, que la naturaleza del líquido que se utilizaba para templar afectaba al proceso, y nadie sabía que el hecho de que el hierro que se extraía en Noricum produjese tan magnífico acero se debía al reducido contenido en manganeso no contaminado por fósforo, arsénico o azufre


    23. Inventó nuevos medios de fastidiar al Senado, y, tras prohibir las demostraciones ruidosas de aprobación o repulsa y cambiar el orden de intervención de los miembros de la cámara, dictó una ley para inscribir en las tablillas que afectaba gravemente a los ingresos de ciertos senadores necesitados al limitar la cantidad de dinero que podían gastar las delegaciones provinciales que acudieran a Roma a cantar las excelencias de un ex gobernador, lo que significaba que tales delegaciones no podrían ya (como hacían antes) dar dinero a senadores pobres


    24. Estaba, pues, Calpena hecho un novio clásico, contra lo que su temperamento y sus altas ideas le dictaban; pero se sometía o afectaba someterse, con la esperanza de que no había de durar mucho la insípida comedia


    25. Se aplicaba a casos de gobernación o de mando militar y no al magistrado en concreto, y afectaba a los procónsules y propretores


    26. Sí, se daban cuenta de que la medida afectaba a todos, que la distinción entre monedas y papel era ilusoria, pero eran pragmáticos y sabían perfectamente que el auténtico valor de cualquier clase de dinero era el que le atribuía la gente que lo utilizaba


    27. Pero cuando se pasaban apuros y la ruina amenazaba de tal modo que afectaba a los hijos y al futuro, muchos hombres de principios se dejaban comprar


    28. Muchas de las antiguas teorías eran erróneas, pues se creía, por ejemplo, que la naturaleza del líquido que se utilizaba para templar afectaba al proceso, y nadie sabía que el hecho de que el hierro que se extraía en Noricum produjese tan magnífico acero se debía al reducido contenido en manganeso sin ganga de fósforo, arsénico o azufre


    29. ¿Era posible que esas pacientes y sus respectivas historias estuvieran relacionadas con el extraño hecho de que las autoridades lo estuvieran persiguiendo? Pero aun así, ¿por qué trataban de matarlo? ¿Y qué había sido de esas mujeres? ¿Acaso las habían asesinado? Todo ese asunto, ¿tenía alguna relación con el sexo y el bajo mundo? Y en ese caso, ¿qué tenía que ver la radiactividad? ¿Y por qué estaba involucrado el FBI? Tal vez la conspiración tenía alcance nacional y afectaba a los hospitales de todo el país


    30. Cualquier clase de discordia la afectaba visceralmente

    31. ¿No recuerdas ya dónde estaba? Era imposible llegar hasta él y, a esa distancia del suelo y de la entrada a la cámara, nada le afectaba, ni el aire ni la presencia humana


    32. Las pocas veces que hablaba de ella, en algún fugaz comentario, daba la impresión de referirse a una fuerza de la naturaleza que le afectaba tanto como la gravedad


    33. Por una vez ganaba el pueblo, pero el precio del pan, que era lo que verdaderamente afectaba a la gente menuda, no bajó


    34. La humedad le afectaba las articulaciones, y le costaba respirar


    35. Inclinó la cabeza en gesto de reconocimiento, y permaneció un momento así cual si aceptara un veredicto que la afectaba a ella, a todos cuantos se hallaban en la estancia, y al mundo entero, más allá de los muros del edificio


    36. La gente escatimaba dinero con destino a su aumentación y a su calefacción y comía cualquier cosa para poder luego aglomerarse en los cines, con el fin de escapar por unas horas al estado de animales reducidos a un ambiente de terror que afectaba a sus más urgentes necesidades


    37. En aquel momento la medida afectaba únicamente a una persona, Pilar Ibáñez Martín, viuda del ex presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo


    38. Sin embargo, he visto que te afectaba que mencionara el macizo de rosas


    39. Si las luces hubieran estado encendidas, habría visto que su comentario me afectaba


    40. A ella también le había ocurrido muchas veces: ver una película y sentir que la afectaba tanto que le producía un dolor casi físico ver aparecer el reparto y romperse el hechizo, porque sentía que había dejado algo de sí en la película, que había perdido parte de su personalidad entre todos sus héroes y heroínas

    41. Se tumbó, rindiéndose a la debilidad que le afectaba después de los ataques, y trató de superar la desorientación de las visiones


    42. —Dijeron que padece consunción de los pulmones —se delató Nahueltruz, a quien, desde la muerte de su madre, lo afectaba sobremanera esa enfermedad


    43. Después de todo, y considerada globalmente, la pérdida de un yate y unas cuantas vidas no afectaba sensiblemente a la opinión pública


    44. -¡Práctica! -replicó ella arrugando la nariz con salero, como hacía siempre que afectaba no comprender una cosa y burlarse de ella al mismo tiempo-


    45. La materia prima perdida o disponible solo en cantidades muy mermadas afectaba también a todo lo producido por las aves y plantas autóctonas, incluidas la madera, la soga, la corteza para fabricar ornamentos y las plumas


    46. Los líderes chinos solían creer que los seres humanos pueden y deben someter la naturaleza, que el deterioro medioambiental era un problema que afectaba solo a las sociedades capitalistas y que las sociedades socialistas eran inmunes a él


    47. Sea porque en otro tiempo se hubiese visto en mejor situación económica, sea por conservar la idea de que hubiera podido alcanzarla si hubiese llegado algo que no llegó nunca y que no parecía tener la menor probabilidad de llegar, afectaba los modales de las personas elegantes y adoptaba aires de protección


    48. La desconfianza que tratabas de inculcarme, en el negocio o en casa, contra la mayoría de las personas (nómbrame por lo menos una sola que en mi infancia significara algo para mí y a quien no hayas criticado, por lo menos una vez, dejándola por el suelo), esa desconfianza que a ti no te afectaba en grado alguno (tú eras lo suficientemente fuerte como para soportarla, y además sólo era tal vez un emblema del soberano), esa desconfianza que, a mis ojos de niño, no se confirmaba nunca, ya que en todas partes sólo veía personas inaccesiblemente excelentes, se convirtió en desconfianza hacia mí mismo y en una continua angustia ante los demás


    49. Aun con todo el alboroto generado en torno al explorador rover de la Pathfinder, la historia maldita de la exploración de Marte afectaba hasta a los científicos racionales que venían a trabajar al JPL


    50. Resultó que era un niño a través del cual a veces parecía hablar, especialmente en las preguntas, en un presentimiento del futuro, quizá también como consecuencia de la ilusión de los sentidos que afectaba a los intranquilos y tensos oyentes, casi un hombre enérgico, astuto y perspicaz, pero que poco después se manifestaba sin transición como un escolar que no comprendía algunas preguntas, otras las interpretaba mal, que con una desconsideración infantil hablaba en voz demasiado baja, aunque se le había llamado frecuentemente la atención sobre esa falta y que, finalmente, como consuelo frente a algunas preguntas urgentes, se limitaba a callar y, además, sin mostrar confusión alguna, como jamás podría hacerlo un adulto






































    1. Él, que procedía del campo, tenía un cierto conocimiento de estos temas, y también porque su padre, en las propiedades de la familia en Bélgica, había tenido problemas parecidos a los que ahora afectaban a Prisco


    2. A sus veintidós años de edad, mi madre se hallaba a cargo de todas ellas en la medida en que afectaban a unas doscientas cincuenta mil personas


    3. La guerra entre los vardenos y el Imperio parecía algo sin importancia comparado con la dimensión real del mundo, y pensó en lo ridículo de la mayoría de las ofensas y preocupaciones que afectaban a la gente, vistas desde aquella altura


    4. Antes de participar en la curación de la gente y en la asignación de defensas a todos los que estaban en Urû’baen y en los alrededores, se había pasado más de una hora usando el nombre del idioma antiguo para detectar y desmantelar los numerosos hechizos formulados por Galbatorix y que afectaban a los edificios y a los habitantes de la ciudad


    5. Se trataba de fotografías de encías podridas y deformes y de dientes manchados, y la idea era ver cómo esas imágenes afectaban a la forma en que la gente cuidaba sus dientes


    6. Las espasmódicas contracciones musculares del ardiente estómago de la hembra le afectaban todo el vientre y las aletas pectorales


    7. El viejo clérigo esparció su mirada sobre todos y sin dudar un momento, ya que las vanidades poco le afectaban, se dirigió al gran lecho donde yacía el conde


    8. Así que se estableció una comisión permanente para lidiar con el problema, aun cuando ese apenas era el más peliagudo de los que afectaban la supervivencia humana en Marte


    9. »"En todo caso, representaban un nuevo orden de seres y sus pensamientos correspondían a su condición, y los reyes trataron de entender las cosas que veían, las situaciones que les afectaban en su nuevo estado


    10. Los conspiradores que no estaban presos afectaban en las calles y en sitios públicos un desprecio a la autoridad que rayaba en desvergüenza

    11. Ambos amigos afectaban hallarse muy ocupados en sus tareas estudiantiles


    12. Se encargaba, además, de los casos que afectaban a los que no eran ciudadanos romanos y vivían en Roma


    13. Se encargaba también de los casos que afectaban a los que no eran ciudadanos romanos y vivían en Roma


    14. Se fue, no ya triste, sino consternado, pues era hombre a quien afectaban hondamente las rupturas o interrupciones de amistad, de cualquier orden que fuesen


    15. Lo harían pronto en condiciones de completa felicidad, resueltos, si no [239] todos, los más importantes problemas que afectaban a la familia


    16. Junto a don Santos había dos señores que afectaban cierta gravedad y se creían depositarios del buen sentido y órganos de toda opinión sesuda


    17. –¿Y qué me dice del calcio? – preguntó Philips, sabiendo que entre las pocas cosas que afectaban la densidad de los rayos X, el calcio era una


    18. Hasta el siglo presente tales sucesos no afectaban gran cosa a la población general


    19. Pero en el siglo xx se comprobó que las tormentas magnéticas también afectaban a la recepción de radio y al comportamiento de los equipos electrónicos en general


    20. El agotamiento y un estrés que se negaba a admitir afectaban su comportamiento habitual en la oficina

    21. Mis objeciones a esa boda no eran exactamente las que anoche reconocí que sólo podían ser superadas por la fuerza de la pasión, como en mi propio caso; la desproporción de categoría no sería tan grave en lo que atañe a mi amigo como en lo que a mí se refiere; pero había otros obstáculos que, a pesar de existir tanto en el caso de mi amigo como en el mío, habría tratado de olvidar puesto que no me afectaban directamente


    22. Aquel invierno habían sufrido cinco días de inactividad, mientras los grandes motores del laboratorio permanecían parados y se perdían horas imposibles de recuperar, mientras sus colaboradores estaban trabajando en problemas que afectaban al corazón del Universo


    23. Quiso librarse de esos fragmentos del mediodía costero, pestañeos embrollados tan perecederos, que tanto le afectaban


    24. El resto de las consecuencias graves de la deforestación, además de la escasez de madera para construir y encender fuego, afectaban a la escasez de hierro


    25. De manera similar, las historias de éxito de las tierras altas de Nueva Guinea y el Japón del período Tokugawa, referidas en este capítulo, afectaban a sociedades que tuvieron la suerte de habitar entornos relativamente resistentes


    26. Las razones afectaban a cuatro de los factores del marco de cinco elementos de este libro: las diferencias en cuanto al impacto ambiental humano, las diferentes políticas amistosas u hostiles de otros países y las


    27. Si percibían que los daños medioambientales afectaban a sus tierras y sus fuentes de alimento, desbaratarían el proyecto y lo cerrarían, como hicieron en Bougainville (véase más abajo la exposición de este caso)


    28. Saltaba a la vista que las palabras de Hamilton, su revelación, afectaban al profeta


    29. Indagué a los amigos comunes, pero todos afectaban un aire de trabajosa indiferencia


    30. Intentó por todos los medios que las Administraciones municipal y autonómica restablecieran la legalidad que les obligaba a intervenir en una contaminación tan grave de los acuíferos cuyas consecuencias afectaban a la salud pública

    31. Enterado Pío XII, no le quedó más opción que levantar las disposiciones canónicas que afectaban a los conventos de clausura de la ciudad para que los judíos que aún no habían sido detenidos pudiesen refu¬giarse en ellos


    32. Dada la importancia social de la clase campesina y el interés del joven funcionario por aquellas cuestiones que afectaban directamente a la marcha del Imperio, fuimos bien acogidos


    33. Puede que los papeles y las cosas que más directamente lo afectaban los guardara en el cajón del medio


    34. Porque podría decirse que las imputaciones del informe, sobre todo en lo referente a tráfico de armas, afectaban a la seguridad del Estado y, por tanto, tiene disculpa el haberlo hecho


    35. La razón por la que deseaban hablar con él era la de exponerle determinados temas que conocían sobre mí y que afectaban de manera directa a mi comportamiento y honestidad


    36. Todas esas cosas le afectaban


    37. Al parecer, los ladridos y los gañidos, el hedor de los perros, de sus cacas y de las astillas de madera del suelo del corral, la diversión de los animales que corrían en libertad y el resentimiento que eso provocaba en algunos humanos de miras estrechas, como los que iban a correr al parque, afectaban hasta tal punto a la vida de muchas personas del barrio, de grupos de protección del medio ambiente y otras personas, que el corral se había convertido en el tema estrella de las reuniones de vecinos


    38. Pero, al fin y al cabo, quizás lo tuviera, dado que la tenaz persistencia de Cayo Cornelio se refería a gestiones que en modo alguno afectaban a los planes de Pompeyo


    39. Ninguno de los cambios sería retroactivo, no protegían al Senado ni a sus deliberaciones y tampoco afectaban a los tribunales


    40. Cuando se sentaron a la mesa, las tres mujeres les observaron con cierta inquietud, como si notasen que a partir de entonces había entre ellos unos lazos que no afectaban al resto, que acaso les unieran en contra de los demás

    41. Mientras tanto, Henry había estudiado todos los detalles que afectaban a Lisa O'Brien


    42. La enfermedad de su amado esposo había sido pana ella educación cumplida en aquellos trabajos y desazones, y el no dormir, el no comer, la vigilancia constante no la afectaban lo más mínimo


    43. Hasmed estaba fuera de ellas, pero también le afectaban


    44. La profecía decía que Richard era el guijarro en el estanque, lo que significaba que provocaba ondulaciones que se propagaban a través de todo, que afectaban al todo


    45. Tomaba decisiones que afectaban a todos los territorios


    46. La "capital" no era sino el lugar de reunión acostumbrado del grupo, cuyo consejo se seguía en las cuestiones que afectaban a toda la raza


    47. Afectaban no darse por enterados de las rarezas de los Mayores, pues todos ellos sentían también un profundo apego a sus vidas privadas


    48. Aunque Hipcroft era, a su modo, un hombre al que estos movimientos afectaban de manera muy directa, siguió trabajando con ahínco y con su acostumbrada y aparente placidez


    49. Las revoluciones militares y políticas que afectaban al resto de Grecia y que, en concreto, estaban transformando Esparta en algo peligroso y nuevo, no estaban hechas para los atenienses


    50. Jim había efectuado modificaciones secretas en el vehículo, trucajes que afectaban a:




















    1. las células se ve afectado y comienzan a aparecer alteraciones genéticas que pueden


    2. Incluso si el flujo de las costumbres occidentales ha afectado incluso las personas, siguen siendo todavía las normas, que establecen los rituales sociales se observan estrictamente


    3. conocerla y estar como afectado en un


    4. fue el afectado, pero la cirugía fue


    5. La consecuencia directa es que, como señala el politólogo norteamericano Arterton: "El comportamiento de quienes están en campaña se ve afectado en forma directa por el comportamiento de los periodistas


    6. El cálculo de las tasas de crecimiento correspondientes a las prórrogas fue afectado por el reducido número de casos analizados y el monto, excesivamente al-to, de algunas operaciones


    7. amigo compasivo,con afectado interés y plañidero tono,—y es


    8. y agasajo, y él saludó a todoscon afectado encogimiento


    9. en los lances y sucesos en que figuran, creo yonotar un afectado y exótico


    10. Había visto al conde muy afectado,

    11. Porque á los ojos de la filosofía, el fenómeno de sentirconsiste en resultar en el alma una afeccion determinada por unaimpresion orgánica; y claro es que existiendo esta afeccion sea delórden que fuere, y sea cual fuere tambien el órgano afectado, elfenómeno animal es en substancia el mismo


    12. dicho que las nuevas impresiones no estuviesen sujetas ácondiciones muy diferentes de las que median para los cinco sentidos;antes al contrario, he supuesto siempre, que la diferencia podia estarno solo en la clase de impresion y en la diversidad del órgano, sinotambien en la manera con que este era afectado, y


    13. representaciones, en tanto que es afectado de un modocualquiera; por el contrario, la facultad de


    14. sujeto afectado distingue entre su afeccion yel {69}objeto que la causa


    15. en el escenario deun teatro, hablaban allí con afectado interés y pensaban en lo de fuera:su


    16. ¿Se le habría impuesto por una falsa dignidad y un pudor afectado, hastael punto de


    17. currutaco: muy afectado en el uso riguroso de las modas


    18. recomendación ytratando con afectado desdén al hijo de algún título, porque en


    19. maligna; el corazon es afectado en estesentido, y despues de él todas las vísceras mas


    20. aparato es afectado y modificado, y que en el curso de lasmismas sufre la nutricion

    21. como el pimiento de quien tomaban su afectado colorete,y las sartas de chorizos se


    22. Hay que comprobar si todo el personal de la Estación ha sido afectado


    23. Y está muy afectado por la desaparición


    24. El ayuno era un rito purificador entre los caballeros, unas cuantas horas sin comer no deberían haberlo afectado


    25. Le expliqué que lo que me había afectado era la sensación de las garras en mis palmas; él dijo que muchas cosas podían volver loco a un hombre, sobre todo si no tenía la decisión, el propósito necesario para aprender; pero cuando un hombre poseía una intención clara y recia, los sentimientos no resultaban en modo alguno un obstáculo, pues era capaz de controlarlos


    26. —Quiero hablar con usted, mister Meredith —dijo la mujer en el tono de voz melindroso y afectado de quien justifica la fuente vulgar de su prosperidad haciendo frecuentes alusiones a los días mejores que ha conocido


    27. Era evidente que estaba muy afectado


    28. —El pobre hombre parece estar muy afectado por este asunto —alegó el sacerdote —


    29. La verdad es que si la creencia penetra a uno, ¡el individuo afectado muere!


    30. Valoro la importancia de su colaboración y todo lo demás…, pero es que estoy muy afectado… por Brilling… Usted se hará cargo…

    31. En cierto sentido, estoy tan afectado como usted…


    32. Afectado por aquel enfrentamiento, espoleó su caballo y se lanzó hacia delante sin saludarlo, alcanzando, tras un corto y enfurecido galope, a su división


    33. El castigo por su evasión había afectado a toda la guarnición por igual, privada de concesión de permisos por un año, y muchos fueron partidarios de provocar un "accidente" que acabara con él de una vez por todas y les librara para siempre de lo que se había convertido ya en un encarcelamiento compartido


    34. Quizá fuera eso lo que me había afectado tanto


    35. Jardín que no necesita descripción, pues ya se comprende que es un afectado y ridículo plagio en pequeño del estilo inglés en grande; trazado en curvas, con praderas, macizos, bosquecillos plantaciones ornamentales de variada coloración


    36. El que los paneles se hubieran soltado explicaba la gravedad de los daños, ya que el sistema afectado funcionaba sin ningún tipo de auxiliar y a través de él pasaba una tercera parte de la fuerza impulsora de los saltos


    37. Me dio la dirección de la Oficina de Homicidios; los terremotos habían afectado a las viejas instalaciones y habían tenido que trasladarse


    38. Tras una pequeña pausa, se aclaró la garganta con un sonido ligeramente afectado y prosiguió—: ¿Sabe, mademoiselle? Tienen ustedes mucha suerte con el servicio


    39. La impresión de los sucesos de la noche anterior le habían afectado temporalmente, pero su equilibrio se había restablecido


    40. Aunque estaba muy afectado por la muerte de Wu Ling, su principal afán era recuperar los documentos, objeto de la visita del chino a Londres

    41. —¿Se ha sugerido que Elinor Carlisle esperaba que la muerte de la muchacha se atribuyera a la intoxicación de los alimentos? ¿Cómo se proponía ella explicar el hecho de que tan sólo un miembro del grupo fuese afectado?


    42. Sabiendo que aquellos animales no frecuentaban unos parajes tan próximos a la ciudad india, se había sentido afectado por aquel grito que podía ser también la señal de los hombres de la chalupa


    43. Eragon recordó cómo se había opuesto a la iniciativa de Murtagh y lo que le había afectado días después


    44. Su reacción lo dejó confundido, pues nadie le había afectado antes de esa manera


    45. Con un gemido, Eragon se desplazó hasta el baño para emprender sus abluciones matinales, como un anciano afectado de reumatismo


    46. No se alegraba de su pena, pero sí sintió cierta satisfacción al comprobar que sus palabras la habían afectado tan profundamente


    47. No comprendía por qué esa visión lo había afectado de forma tan profunda


    48. Matarle le había afectado


    49. A Catalina se le había retirado el color del rostro y fue consciente de que en un instante el muchacho se iba a dar cuenta de que la situación la había afectado sobremanera, como así fue


    50. Monsieur de Lagarteare, que así se llamaba el personaje, era un parisino melifluo, untuoso y afectado, que parecía extraído de una obra de Moliere y que vestía, a juicio de Catalina, de una forma extravagante y afeminada














































    1. más allá de su voluntad, afectan la dinámica de la relación


    2. • ¿Cuáles son los problemas que le afectan


    3. c) Si de forma general se trata de hechos qeu afectan a na causa colectiva, las desviaciones se registran de manera que estrecah la cohesión del grupo y tienden a justificar el combate que mantienen


    4. los celos y la envidia perturban el flujo de energía del cuerpo y afectan el corazón, el sistema inmune, la


    5. Las iglesias afectan, en las frágiles escayolas que lasdecoran interiormente, el estilo adamado con pretensiones de elegante dela basílica de Lourdes


    6. Tustrapisondas no me afectan nada»


    7. afectan a los otros estados de la federación en su autonomía ni en su


    8. su población mediante los principales problemas que afectan nuestra


    9. Las diferentes dimensiones de estos cambios, aunque son comunes a la región, afectan en diferentes grados a los países


    10. Aún cuando las mujeres tienen en promedio niveles educativos superiores a los de los hombres, el desempleo, la segmentación laboral y la brecha de ingresos les afectan más

    11. enfermedades tropicales desatendidas;enfermedades que afectan a las poblaciones pobres tanto en las


    12. De la propiasuerte si despojo las impresiones que me han venido por el tacto, de lascalidades que afectan este sentido, no se aniquila el objeto que lascausaba, pero no está representado por las impresiones que él metransmite


    13. relacion con la vista; pues aun en este caso meresulta un objeto tangible, y por lo mismo, extenso, figurado, y con lasdemás propiedades que afectan el tacto


    14. los cuerpos que la afectan, elalma recibe las impresiones de ver ó tocar, y con ellas la de laextension


    15. apariencias, en cuanto afectan lasfacultades susceptibles de placer: armonizándose de una manera


    16. ] Uno de los caractéres distintivos de la percepcion sensitiva, esla referencia á objetos individuales; y esto, nó en lo tocante á laesencia de ellos, sino en cuanto están en cierta disposicion, cuyasvariedades no afectan á su íntima naturaleza


    17. que estas sensaciones tienen algocomun con las demás, en cuanto todas me afectan de algun


    18. demodificaciones que lo afectan, se conserva constante, éidéntico, bajo las diferentes


    19. que afectan lasucesión, aun cuando excedan á su valor


    20. Los dolores afectan principalmente las partes profundas, el periostio ylos huesos;

    21. solo se afectan despues del golpe ódirectamente por la afeccion de los vasos capilares,


    22. tienden á producir modificaciones análogas álas del arsénico, y afectan el sistema


    23. Las fiebres exantemáticas que afectan la cabeza requieren belladona


    24. º los alcalinos, en fin, afectan


    25. afectan conpreferencia los músculos estensores


    26. cobre y el plomo afectan mas especialmente los músculosestensores en las afecciones


    27. Y en ese momento Juanjo, que parece que a los heterosexuales les afectan menos las drogas del ponche, se arrancó el vestido de flores y dijo:


    28. —En primer lugar tener conocimiento de las novedades que pudieren darse en vuestras gestiones, y después daros cuenta de las noticias que hasta mí han llegado y que afectan y modifican sin duda los pasos que tendréis que dar en el futuro


    29. Pero decidme, ¿cuáles son las peticiones que deseáis elevar a mi señor y que afectan a vuestra casa?


    30. El caso es que vino a instalarse en ésta, para dar clases en jeder{185}, un estudioso de la Torá, por lo visto rabino de reconocido prestigio cuya reputación ha ido aumentando entre los suyos de una forma alarmante, hasta el punto que muchas de las decisiones que afectan a la comunidad a la que pertenece pasan por su reconocida autoridad y su grey le hace más caso que al mismo nasi de su aljama, tal es su influencia

    31. "Pero todas las revoluciones tienen esto en común, sólo afectan la estructura política, económica y social de un país


    32. No afectan la cultura


    33. —Temas que no atañen a la codificación de las costumbres y sin embargo afectan directamente al futuro de vuestro pueblo


    34. Los cambios en la presión del agua, incluso los más drásticos, afectan a los tiburones de diferente manera que a


    35. —Decisiones que afectan a tu futuro y que implican un cambio importante en tu vida


    36. Jacinto Araoz, que amaba a su superior como a un hermano, le ponía en autos de las graves ocurrencias, refiriéndolas con el calor que todo español pone en las cosas del procomún, principalmente cuando no le afectan ni mucho ni poco


    37. A él no le afectan las injurias y cree siempre en las ventajas eternas de la libertad, sin mirar a sus pasajeros inconvenientes


    38. Me afectan la cabeza


    39. Como aquí me siento tan alejado del mundo, no me afectan los cuentos que don Jesús me trae del fin y desenlace de la ortegada


    40. (Hay estrellas pequeñas en las cuales la materia está muy comprimida y que son muy densas, pero su masa no es inusitadamente grande, y no afectan el promedio

    41. Además, crece el convencimiento de que la sobrepoblación, la contaminación del ambiente, el agotamiento de los recursos, y la desavenencia humana, son los peligros que afectan a todo el globo, y que las soluciones de los problemas tendrán que adoptarse en escala global


    42. Lo cual significaba que, en esos casos, era posible distinguir entre derecha e izquierda; y el electrón, cuando le afectan las interacciones nucleares débiles, tiende a actuar «a izquierdas» y no «a derechas», así que puede decirse que «es zurdo»


    43. Como expliqué en el capítulo «El electrón es zurdo», la ley de paridad falla en las interacciones débiles, y ésas son las que afectan a los electrones


    44. Los peligros inherentes a la superpoblación, la supercontaminación, la desaparición de recursos, el riesgo de guerra nuclear, afectan a cada nación y no podrán haber soluciones auténticas mientras no cooperen todos los países


    45. Me siento absolutamente convencido de que en nuestra sociedad, completamente industrial, ninguna empresa puede triunfar sin compartir los problemas que afectan a las otras


    46. —Se da por descontado, de manera general, que el principal factor de cuantos afectan a los ferrocarriles del país reside en el inaudito alcance de los fracasos comerciales


    47. El transporte en coche oficial está tan ligado a la vida política que incluso se cambian leyes que afectan únicamente a una persona entre los más de cuarenta millones de españoles


    48. Cuando las buenas palabras se tienen que manifestar en hechos que afectan a su bolsillo o a su posición de privilegio, se quedan siempre en eso: buenas palabras


    49. En conclusión, cuando las investigaciones y los procesos judiciales afectan a la clase política, el proceso está viciado


    50. Así pues, ¿qué hace el partido en el poder con las conclusiones de las investigaciones que le afectan? Controlarlas en función de sus intereses gracias a su mayoría parlamentaria












































    1. nunca más, pues acabaría afectando a las demás, y la


    2. «Patricia—le dijo su ama, afectando una curiosidad indiferente—


    3. sus señoritas en el peinado, afectando un airede aristócrata caída en la desgracia


    4. extendiendose y afectando a todo el espacio de un año luz que


    5. marchabacharlando con los guardias, afectando indiferencia


    6. pocas veces afectando cierta libertad enel hablar


    7. pero todas afectando al fuego del sol el brillo delos diferentes


    8. quitado el sombrero, y jugaba con él entre las manos afectando unaposesión de sí


    9. —Haz lo que quieras, Paz—dijo Salomé, afectando mansedumbre y ciertapostración, que ella creía sentaba


    10. yo afectando buen humor, pero irritado en el fondo

    11. unadesternillándose de risa y el otro afectando una desesperación cómica


    12. viveza de las miradas, la variedad de colores, afectando la vista, producían en aquel recinto una


    13. Dijo; y afectando la gravedad de un Mecenas, miróme el Duque de Cantarranas con expresión de


    14. El año 2001 marca un giro en las actividades de Amazon, porque tieneque enfrentarse con los sobresaltos provocados por la "nueva" economíay afectando a todas las empresas de internet


    15. –¿Es posible que te estén afectando los químicos o el trabajo en la funeraria?


    16. Alma infernal, sabía, sin embargo, disimular hábilmente, y en apariencia se mostraba el más fiel amigo del hombre a quien quería perder, afectando para él la mayor deferencia y empleando, cuando lo encontraba, las más serviles adulaciones,


    17. No podía imaginar cuánto le estaba afectando


    18. -Ya, ya comprendo -repuse afectando penetración-


    19. -¡Ah!, ya comprendo -dijo afectando buen humor-


    20. Estas instrucciones eran conformes al plan del Gobierno francés, que deseaba la introducción de la Carta en España y [20] un absolutismo templado; pero Fernando, que hacía tantos papeles a la vez, deseaba que sus comisionados, afectando ser partidarios de la Carta, trabajasen por el absolutismo limpio

    21. -Pues mire usted -dijo afectando candidez-, a otros les ha pasado lo mismo, y al fin, a fuerza de paciencia, de buenas acciones y de finezas se han hecho adorar de las que les menospreciaban


    22. El cólera había llenado de consternación y luto el alma de la señora, afectando también a sus leales amigos


    23. No estorbaba tal trámite al caudillo del Maestrazgo, que sabía cubrir el expediente de oír a los señores, y afectando respeto a sus dictámenes, hacía después lo que le daba la gana


    24. José con la cara muy larga, [124] afectando seriedad y mordiéndose los labios para contener la risa


    25. Puesto que no tenemos seguridad de que se le haya concedido al Coronel la licencia absoluta, el Capitán General, ignorándolo como yo, o afectando ignorarlo, puede reclamarle para un acto de servicio, como, por ejemplo, prestar declaración en un Consejo de guerra, interrogarle acerca de tal o cual duda en cualquier cuestión que no es necesario precisar


    26. Miró los otros instrumentos, incluyendo los monitores del sonar, las erráticas señales sugerían que había muchas interferencias en el agua, afectando sobre todo al sonar de corto alcance


    27. Richard y Michael se sentaron, puesto que todavía estaban aturdidos, no supieron si el gas les estaba afectando, tosían con violencia y respirar les costaba más trabajo que a los demás


    28. –Puede ser que el helio esté afectando los microprocesadores -conjeturó Tina-


    29. «No, no asustarse -dijo el enfermo afectando docilidad-


    30. A medida que la agricultura, la caza y la pesca se convertían en la ocupación de un porcentaje cada vez más reducido de la población, esta brecha entre el trabajo del hombre y su forma de vida (lo que comía, lo que vestía, donde dormía)se fue ensanchando cada vez más y afectando a un mayor número de personas

    31. «Patricia -le dijo su ama, afectando una curiosidad indiferente-


    32. De no ser así, se producirá el efecto de que una determinada forma de ejercer la política acabará afectando a la valoración del sistema democrático en su conjunto, y ese efecto indeseable hay que tratar de evitarlo a cualquier precio


    33. Había percibido que las tareas del viaje y sus nuevos compañeros estaban afectando al asesino


    34. Ahora el Mayordomo guiaba a Ansset a través de puertas que antes habían estado cerradas por las más férreas medidas de seguridad del imperio, y por fin se detuvieron ante la puerta de una habitación donde una chimenea vacía aún contenía cenizas en el hogar; donde el mobiliario permanecía inmóvil, intacto; donde los años de la presencia de Mikal aún se aferraban a los rasgos del lugar, a todos los recuerdos que la habitación guardaba, afectando inevitablemente a Ansset


    35. sigue afectando nuestras relaciones nos libera para aceptar el flujo y el reflujo del amor


    36. -No sé qué responderte (afectando una confusión bonita y muy del caso)


    37. La Reina de Plata osciló en su asiento y comprendí que los rayos del motor nos estaban afectando a ambos


    38. -Sí, por qué no iba a ir bien -dijo, afectando despreocupación


    39. Una hora después de esta conferencia, llegaba Julián a la antecámara del marqués, vistiendo un traje antiguo, corbata de un blanco dudoso, y afectando cierto aire de rusticidad


    40. –Probablemente sea la novedad de la situación lo que me está afectando de este modo

    41. Parecía claro que la tensión le estaba afectando, pero yo no sabía a qué se debía


    42. La salinización y el hundimiento están afectando seriamente a las zonas húmedas del golfo de México


    43. ¡Cuántas veces más tarde me sorprendió en un salón la entonación o la risa de un hombre que, sin embargo, copiaba exactamente el lenguaje de su profesión o los modales de su medio, afectando una distinción severa o una grosería familiar, pero cuya voz falsa bastaba para hacerme saber: “Es un Charlus” para mi oído adiestrado como el diapasón de un afinador! En ese momento pasó el personal integro de una embajada, que saludó al señor de Charlus


    44. –Capitán, detenga esto ahora -lo instó Spock- Le está afectando a usted también


    45. Cree Derain que las palabras de Gracq pueden estar afectando al corazón mismo de mis notas, pero se equivoca por completo


    46. Le estaba ofreciendo solamente el cuerpo, mantenía reservado el corazón para Doyle; pero la pasión de sus labios y de sus dedos le estaba afectando poco a poco la cabeza, separándosela de Doyle


    47. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    48. Aquellos barcos grandes o pequeños, largos o cortos, terminaban con frecuencia en la parte de delante en un espolón de tamaño enorme, por encima del cual se levantaba la proa, a veces de una gran altura, afectando la forma de una S


    49. Afortunadamente, eran sus formas, como se ha dicho, tan políticas que, sin sacrificar las apariencias de la dignidad, el gobierno se pudo someter a su ley afectando imponérsela


    50. Peter se dio cuenta de que tantas horas de trabajo le estaban afectando






    1. supuestamente van a afectar a que esa posible relación funcione (la diferencia de


    2. E) La forma en que un político obtenga el puesto de elección popular habrá de afectar sus creencias sobre lo que debe hacer una vez que tome posesión


    3. -Para afectar a la política durante el proceso de nominación, los ciudadanos tienen que apoyarse en otras señales antes que en las etiquetas de partidos


    4. Como resultado de ello, "los medios informativos pueden afectar a un mayor número de votantes en esas


    5. El cuerpo del dolor de los padres puede afectar


    6. llenarnos de emoción, pero también la música puede afectar la manera


    7. puede llevar a estimular y/o afectar nuestras funciones mentales, Freeman,


    8. tomabanejemplo de la baronesa, para afectar con la pobre


    9. de lacircunferencia al centro, y de afectar todos los sistemas, especialmentelas


    10. –Manténgalo en estado de inconsciencia todo el tiempo que sea posible sin afectar a su salud

    11. Benvo se puede esparcir en un área muy extensa, puede afectar a centenares, a miles de personas si se fabrica en grandes cantidades y se distribuye eficazmente


    12. El espanto que atenazaba el aire no pareció afectar a Alcide


    13. Su traje era una hábil transacción entre la usanza española, algo en decadencia ya en las clases altas, y la moda francesa, que bajo la influencia del Imperio quería, como Bonaparte, afectar las formas de la estatuaria antigua


    14. La observación pareció afectar a Drouet


    15. No era el lugar más indicado para hacer una declaración como aquélla, pero el discrepante parecía tan seguro de sí mismo que se limitó a sonreír mientras los demás le hacían burla, y no se dejó afectar por los chistes, las risas de los otros


    16. Es un experimento interesante, pero que no puede afectar el futuro


    17. Es indudable que algo sospecha -, aunque, naturalmente, nunca podrá adivinar la verdad, ni afectar de ningún modo el desarrollo de los acontecimientos


    18. La única gran ventaja de la enfermedad, desde el punto de vista social, es que ya se había transformado en una regla; por consiguiente, el internamiento ya no era necesario, excepto en los casos en que la intoxicación era tan aguda que la conducta del enfermo comenzaba a afectar a los otros


    19. Manuel Cortina, uno de los pocos progresistas que merecen un trato afable y consecuente, y su opinión es que a los mayorazgos de Centellas y Valldeveu, de los estados de la casa de Loaysa, no pueden afectar las reclamaciones de la Real Hacienda contra la casa de Idiáquez


    20. No dejaban de afectar al Presidente las esquelitas cuando daba con ellas

    21. Había llegado de pronto al convencimiento de que su adversario era absolutamente impotente para afectar su vida en cualquier sentido, a excepción, tal vez, de su peculiar capacidad para introducir un episodio particularmente excitante en los deliciosos y alegres intervalos entre dos campañas


    22. Sea que esta idea hubiera arraigado tan profundamente al extremo de afectar los dictados de su instinto o simplemente porque -como lo declaró él mismo más tarde- estaba "tan asustado que se olvidó de la existencia de las malditas pistolas", el hecho es que el general D'Hubert no intentó recogerlas


    23. Durante el embarazo su situación ha ido empeorando paulatinamente, ya que le han retirado la medicación que pudiera afectar al feto


    24. Esas explosiones ocurren repetidas veces en las regiones externas de una galaxia, pero las estrellas están tan separadas en esas vastas regiones exteriores, que las supernovas no llegan a afectar a cualesquier otras estrellas, con excepción, a lo sumo, de sus vecinas inmediatas


    25. Un agente que logre oxidar dichas sustancias sin afectar seriamente al material textil donde se encuentran puede servir como blanqueador


    26. ¿Cómo puede afectar la muerte de los microorganismos a la naturaleza del suelo, al crecimiento de los cultivos, a la vida de los animales, incluyendo al hombre?


    27. Es posible introducir cambios más pequeños sin afectar la función


    28. Por otra parte, si se introducen en las inmediaciones de la célula enzimas que provocan la descomposición del ARN (sin afectar al ADN) y se destruyen las moléculas de ARN, cesa la producción de proteínas


    29. Entonces ya ve, naturalmente, que su intento de comerciar por comerciar, con producción en serie de cosas sin valor que sólo pueden afectar superficialmente a la economía mundial, por el divorcio de la energía atómica del control religioso, sólo puede acabar con el derrumbamiento y la negación completa de la política que ha tenido éxito durante un siglo


    30. El proyecto de Reich era de acción limitada, incapaz de afectar a la ionosfera, algo que sí consigue el HAARP

    31. Pero la subversión del orden establecido no podía afectar a los fogones


    32. No podemos jugar con este borde cortante, pero ¿podríamos modificar el mango del cuchillo sin afectar la eficacia de la herramienta? La existencia de variedades distintas, por ejemplo, de una proteína como la insulina, nos permite considerar que sí podemos hacerlo


    33. La imposibilidad de realizar esta tarea (debido a la interrupción) debe afectar tanto a la actividad cerebral, que este órgano debe intentar realizar la inacabada tarea durante los periodos de vigilia, produciendo alucinaciones (es decir sueños cuando el individuo está despierto) y otros síntomas desagradables


    34. La noticia de esta venta termina con las especulaciones de que los recientes incidentes ocurridos en el N-22 podrían afectar a la transacción


    35. Podría afectar el equilibrio hormonal de nuestra sangre y hacernos más propensos a tener pesadillas, o rabietas irracionales o depresiones profundas, coincidiendo con ciertas fases de la Luna


    36. Por tanto, es posible que se limite el fumar a los «fumadores», donde los habituales a esta costumbre podrán entregarse a ella a su placer sin afectar al resto de la población


    37. Fanshawe se recreó en la descripción, deteniéndose en lo absurdo de la escena, embelleciéndola con detalles acerca del cuerpo regordete del entrenador, la luz en la habitación, el charco de agua en el suelo de hormigón gris; pero eso fue todo, una descripción, una ristra de palabras divorciadas de cualquier cosa que pudiera afectar al propio Fanshawe


    38. les pueden afectar la secuencia temporal


    39. Hay tres instancias en que la emoción puede afectar al pensamiento


    40. El total anotado en el impreso de depósito no pareció afectar al cajero en absoluto, el cual verificó las cifras, selló el talón y entregó la libreta a Mitch

    41. —Magia de hierbas, el poder de afectar a las cosas que crecen, lo básico


    42. Esto provocaba perjuicios económicos, aunque nada grave como para afectar a la economía más importante del planeta


    43. Serpenteaba por entre el zacate y era una invitación a la sorpresa, pero la fatiga les empezaba a afectar


    44. Hoy día el mundo ya no afronta solo el riesgo bien delimitado de que una sociedad como la de la isla de Pascua o la tierra de los mayas se desmorone de forma aislada sin afectar al resto del mundo


    45. –Las cosas que usted ha descrito, ¿cómo pudieron afectar a un avión, e interferir en los instrumentos de navegación y la radio?


    46. Convinieron en que la sensación de deslumbramiento se detenía inmediatamente detrás de la retina, sin afectar a ninguna otra parte del cuerpo, y se marcharon extrañamente insatisfechos del espectáculo


    47. Miembros del equipo evaluaban la información que recogían a intervalos regulares, descartando lo que no era relevante y clasificando el resto mientras buscaban noticias que pudieran afectar el plan maestro


    48. ¿Qué oían los pacientes, en el plano subconsciente? ¿Cuánto regañaban que pudiera afectar a sus ideas y emociones, temores y ansiedades al despertar? El curso postoperatorio, la misma recuperación del paciente después de la intervención, ¿podía sufrir la influencia positiva o negativa de los comentarios hechos durante la anestesia? ¿Habría muerto alguien por las expectativas pesimistas oídas durante la operación? ¿Acaso algún paciente se entregaba, considerando que no tenía salvación?


    49. A Elinor le habría gustado sacudirle un sopapo por afectar tal indiferencia


    50. irrefutables, con el potencial de convertir en creyentes a los escépticos y de afectar la conciencia mundial a una escala gigantesca














































    1. salir á la calle cubiertas con mantos, y de las más afectas á eseuso lo fueron las damas


    2. Con pretexto de tratar de un nuevo canje de prisioneros, envió el de Luchana a su rival un parlamentario, al cual acompañaban el coronel Wilde, encargado por su Gobierno de hacer cumplir el convenio Elliot, y dos o tres personas más, afectas al servicio del militar extranjero


    3. » Cansado ya de aquel suplicio, resolví salir, para buscar en la confianza y en el consejo de personas afectas a mí un alivio a tan terrible pena


    4. Mujeres con bienes y poderes, afectas a las letras y a los versos


    5. Por ejemplo, en casa de la princesa de Parma había un sinfín de personas a las que recibía Su Alteza porque la había conocido de niña, o porque estaban emparentadas con talo cual duquesa, o por ser afectas a la persona de tal o cual soberano, aun cuando esas personas fuesen, por lo demás, feas, aburridas o necias; ahora bien, para un Courvoisier, una razón como la de ser “estimado por la princesa de Parma”, “hermano por parte de madre de la duquesa de Arpajon”, “pasó, todos los años tres meses con la reina de España”, hubiera bastado para hacerle admitir en su casa a tales gentes; pero la señora de Guermantes, que recibía cortésmente su saludo, desde hacía diez años, en casa de la princesa de Parma, nunca les había dejado transponer sus umbrales, por estimar que ocurre con los salones, en el sentido social de la palabra, lo que en el sentido material, en el que basta con unos muebles que no encuentra uno bonitos, pero que se deja estar para que ocupen sitio y como muestra de riqueza, para tornar espantoso el salón


    1. Comenzó a sentir grandes angustias y fatigas en elestómago y en el corazón; visitole el Doctor Vicencio Moles, Médico dela Familia, y su Magestad cuidadoso de su salud, mandó al Doctor Miguelde Alva, y al Doctor Pedro de Chavarri, Médicos de Cámara de suMagestad, que le viesen, y conociendo el peligro dixeron era principiode terciana sincopal minuta sutil, afecto peligrosísimo por la granresolución de espíritus, y la sed que continuamente tenía, indiciogrande del manifiesto peligro de esta enfermedad mortal


    2. y al cabo no era esencial ganarse el afecto y la asiduidad de los clientes; sin embargo,


    3. pecado manifestar cualquier expresión de alegría, de afecto, un abrazo, un beso


    4. a través de la estimulación del afecto que proviene de la consanguinidad


    5. su ejemplo, no mostraban piedad, ni afecto ni atención por las mujeres


    6. En sus charlas hacía alegres castillos en el aire, soñando con días tranquilos, con una salud ya recuperada, rodeado por el afecto de gentes amigas y en el goce de un idílico ambiente de amor y fortuna


    7. logos, pues sólo estando abiertos a los vaivenes del afecto impedi-


    8. en ocasiones con la máscara del afecto y la protección, violencias


    9. —Pero hay esa afición tranquila, que puede ser principio deuna amistad constante, de ese afecto puro, honesto y reposado que hacela felicidad de los matrimonios


    10. dictamen o al afecto del amigo, y todasellas van pareciendo

    11. hasta qué punto laintensidad de su afecto hacía que el uno fuese


    12. »¡Y sin embargo, pudiendo reemplazar con creces su afecto,


    13. recibir de las pobres ancianascuanto me era necesario; no; porque el afecto filial con que las


    14. distinguía con su afecto; que el trabajo eraligero y agradable, y que tenía yo un sueldo muy


    15. de conseguir, por este medio, la perennidadde un afecto que le parecía vano y fugitivo


    16. de todos mis amigos, de todos, pararefugiarme en su afecto como en un puerto de salvación


    17. Melchor algún afecto, unía sus exhortaciones dehombre práctico a las del principal


    18. Tantos años deservicios habían establecido cierto afecto entre las señoras y la


    19. mas atenta cordialidad entre ellos, su separacion,sin embargo, no fué de aquellas en que la amistad deja ver la efusiondel entusiasmo ó la ternura de un vivo afecto


    20. general,sólo puede comprenderse por el entrañable afecto que

    21. reciprocidad de un intenso afecto, laafinidad de las almas, la adhesión recíproca de los


    22. alsaber la mucha estima, veneración y afecto que el


    23. de afecto; que con el espíritu puro la estimaba yquería


    24. procederes el afecto de todos losmoradores, tuvieron que valerse de la astucia para determinarlos á


    25. excelentes prendas secomplacía en reconocer y cuyo afecto hacia ella adulaba su orgullo


    26. afecto que le había dado; y lo ibareduciendo todo a las mezquinas proporciones de una amistad


    27. iba a procurar conquistar la estimación y tranquilo afecto delas dos mujeres


    28. Tenía grande estimación y afecto por Juan, y la afligía elpensar que ella era la


    29. consideración, por afecto, por ungalante respeto, acerca de la reina y de las infantas


    30. Secreía seguro del afecto, de la fidelidad de don Rodrigo Calderón,y la duquesa

    31. Te la dí toda con el amor que en ella se cría; con afecto


    32. aquellainclinación hacia un sujeto, á favor del cual, por extraordinariohechizo, se trocaban en causas y motivos de simpatía y afecto todas lasrazones que para aborrecerle le daban


    33. El afecto hacia Clara le atraía á la ciudad; pero, como Clara andaba muydistraída en sus amores y era muy dichosa, no consolaba tanto lasmelancolías del Comendador como su rubia sobrina


    34. atencionespropias, y de aquellas personas de cuyo cuidadoencargan el deber ó el afecto! Él


    35. mano con gran afecto y leenteraron de las condiciones del duelo;


    36. afecto inmerecido, y, rasgando el sobre,leí:


    37. Si Sánchez Morueta gozaba de algún afecto entre los miles de


    38. intruso! ¡Cómo había penetrado entre ellos,matando todo afecto,


    39. quitaba el gusto y el deseopara cualquier otro afecto


    40. ¡Ah! ¡que nuestro afecto dure y se eternice allá en el cielo

    41. demostraba un afecto paternal y les prestaba losservicios que podía y en todo caso el


    42. hacia usted un afecto y un respetoparecidos a los que se sienten por una madre


    43. A pesar de que el poeta vivía de sus continuas peticiones á los altosseñores del Consejo Ejecutivo y de las munificencias de Momaren, quetambién era personaje oficial, sentía hoy cierto afecto por el jefe dela oposición y encontraba muy atinados sus ataques contra un gobiernoque no sabía velar por las glorias


    44. novelas; un noble y tierno afecto por algún palurdo de la


    45. Podía enseñar cartasde todos ellos, cartas breves, de un afecto forzoso, pero en las quevibraba la


    46. prendada del Rey, y que desde eldía de la coronación su afecto


    47. las líneas dirigidasa Flavia las habían dictado el afecto o el odio,


    48. El afecto que me inspiras es dulcey profundo, y tiene algo del amor


    49. No son ya posibles la devoción y el afecto conyugales con que habíasoñado


    50. lagratitud que el afecto y consideración manifestados por la













































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    afectar in English

    affect taint contaminate defile upset impair damage influence pretend determine

    Sinônimos para "afectar"

    conmover impresionar aquejar perjudicar estropear simular aparentar presumir tocar