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    Use "analizar" em uma frase

    analizar frases de exemplo

    analicé


    analiza


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    analizado


    analizamos


    analizan


    analizando


    analizar


    analizas


    analizo


    analizábamos


    1. Analicé una de las manchas


    2. Las conjunciones incongruentes son divertidas, o perturbadoras, también en la ciencia, y puesto que analicé el carbono en el capítulo anterior, pasaré ahora a hablar de él en conexión con una pareja de gemelos singularmente inverosímiles


    3. Analicé el propósito terapéutico de explorar las vidas pasadas de Catherine


    4. Cuando analicé la posición de Felipe González acerca del acto de intervención de Banesto, expuse que una de las razones de los que sostenían la tesis de que el presidente del Gobierno era el máximo responsable de lo sucedido era, precisamente, porque con ello se eliminaba un competidor político


    5. Analicé el orden en el que habían surgido mis deseos: primero, mi casa, es decir, mi espacio, mi lugar, la proyección de mí mismo, el refugio donde sentirme seguro, donde estaban mis libros, mi música preferida, mis consolas de videojuegos, mi colección de películas, mi jardín


    6. Pero la verdad es que no lo analicé


    7. —Le mostré un objeto al individuo examinado, analicé la reacción eléctrica que producía esta visión en su cerebro, la pasé a cifras y, luego, a puntos


    8. Sobre esa base, analicé cómo algunas mujeres se metían en determinadas situaciones y después recomendé algunas pautas para evitarlas


    9. Analicé la situación mientras iba a pie hasta Imre, con el agradable peso de mi laúd cargado en un hombro


    10. Los recogí, analicé la frase: “Me dice que no puede cenar conmigo en la isla del Bosque

    11. Pero ¿cuáles eran las frecuencias de las cartas? Nadie lleva tal información en la cabeza salvo un criptógrafo, y es aquí donde se me ocurrió una solución a la cual -me adulo- tú nunca habrías llegado si hubieras tenido que estar en esta celda, como parece que tendré que estar yo, hasta que las paredes se desmoronen: analicé mi propia conversación


    1. En 1991 Heinrich Oberrauter analiza también la interrelación de la comunicación política, a la luz de un problema que se presenta en cadena y que cada vez más preocupa a los cientistas políticos: la representatividad y la legitimidad; y la gobernabilidad y el consenso


    2. Es útil, entonces, conocer lo que entienden por formación y capacitación los partidos alemanes y el trabajo de Simón que se analiza a continuación, reviste la particularidad de que incursiona en ese tema desde la perspectiva de la comunicación


    3. En su trabajo del 2004 Filgueira analiza en detalle varios países, aunque en menor cantidad que los que analiza Barba (2003)


    4. La sonda de exploración recoge y analiza todo tipo de


    5. A diferencia de la traducción automática que analiza el texto en elidioma de fuente y genera


    6. Un programa de traducción automática analiza el texto en la lengua desalida (texto origen) y genera


    7. Si se analiza el juicio que se siguió contra Ilich, la Fiscalía no presentó testigos de los hechos, ni permitió entrevistar a algunos testigos que presenciaron lo acontecido en la rue Toullier en el verano de 1975


    8. Por eso analiza lo menudo, las cifras y las más inadvertidas posibilidades de error -figura 8- como si fuese un contable exigente o un inventor desconfiado


    9. a edición revisada) analiza la sutil dinámica de grupos que contribuyó al éxito o al fracaso de las deliberaciones en las que intervinieron recientes presidentes estadounidenses con sus asesores


    10. Cree en aquello que ve y siempre analiza todo lo que cree

    11. ¿Cómo, proseguiréis, ha podido persuadirse a seres razonables de que la cosa más difícil de comprender era la más esencial para ellos? Es que les han asustado mucho; es que, cuando se tiene miedo, se cesa de razonar; es que, sobre todo, les han recomendado desconfiar de su razón, y, cuando el cerebro está turbado, se cree todo y no se analiza nada


    12. José Díaz, el líder del Partido Comunista de España, publica un artículo en Frente Rojo en el que analiza la reunión del Comité Nacional del PSOE


    13. En el interior del mundo judío, analiza Pierre Nora, «la Shoah se convierte en el pilar de un nuevo tipo de religión secular


    14. La afeitadora hacía ruido, pero no tanto como para ahogar su discurso, hazme caso, Carlos, por una vez, escúchame, en serio, verás… Estoy leyendo un libro de una socióloga californiana sobre el fenómeno de los hinchas de fútbol y es que te encuentro en cada página, de verdad… Es muy interesante, ¿sabes?, ella analiza el tema desde la perspectiva de la psicología masculina en tiempos de crisis, ya sabes, la respuesta del macho tradicional en un mundo donde las mujeres empiezan a escalar posiciones de poder, y establece una serie de conexiones con otros aspectos, la ideología política, la sexualidad, la paternidad, en fin, que leyéndolo he descubierto por qué sigues siendo tan rojo, porque lo tuyo es como lo de los ultrasur, poco más o menos, y no hablo de una pura forofez irracional, no creas, es mucho más complejo, se trata de la necesidad emocional de pertenecer a un grupo, y hasta, si quieres, del prestigio de un ideal romántico, y yo diría que un poco infantil, que te impulsa a apoyar siempre a los que pierden… Entonces dejé la máquina encima del lavabo, volví al dormitorio, me vestí muy deprisa y seguí escuchándola, ¿adonde vas?, te estoy preguntando que adonde vas, ¿quieres decirme adonde vas, Carlos?


    15. Hay momentos en que, merced a una serie de abstracciones, el espíritu se sustrae a cuanto le rodea, y replegándose en sí mismo analiza y comprende todos los misteriosos fenómenos de la vida interna del hombre


    16. Horas más tarde, aparece en la distancia una formación nubosa que se observa, se dibuja y se analiza


    17. Esperanza Miyake analiza el potencial queer de la identidad ciborg y cómo esta perspectiva podría resultar beneficiosa para los planteamientos feministas


    18. La Teoría Queer, por el contrario, deja de cuestionarse el por qué, y analiza el para qué


    19. Por ejemplo, Richar Dyer analiza la forma en que algunos gays se identifican con Judy Garland


    20. En este sentido, Brian Curtid (1995) analiza la música house y la interpretación de esta por los DJs en las discotecas como un ejemplo de producción cultural que abre esos espacios

    21. En este sentido, es interesante el trabajo de Jon Binnie (2004), quien analiza los vínculos locales y globales y el papel que juega la sexualidad en estos, tratando de cubrir el hueco dejado por los estudios sobre globalización, que no se han adentrado en el análisis de la sexualidad como un factor a tener en cuenta


    22. En su elocuente presentación fue muy claro: su equipo de expertos analiza un gran número de las propuestas originales que les llegan, financia unas pocas, y el 10 por ciento aproximadamente de éstas termina generando beneficios


    23. Es bastante obvio que estas observaciones, cuando se las analiza correctamente, señalan a un hombre dotado con la capacidad de liderazgo


    24. Y sin embargo, opina el profesor Otto Kaiser, cuando se analiza esta institución debe diferenciarse entre manifestaciones estatales y casos propios del derecho civil


    25. A veces pensaba que esto se debía a que, como lo que sentimos de la vida no lo sentimos en forma de ideas, su traducción literaria, es decir, intelectual, lo expresa, lo explica, lo analiza, pero no lo reconstruyó como la música, en la que los sonidos parecen tomar la inflexión del ser, reproducir esa punta interior y extrema de las sensaciones que es la parte que nos da esa embriaguez específica que encontramos de cuando en cuando, y que cuando decimos: «¡Qué tiempo más hermoso!, ¡qué hermoso sol!», no la comunicamos al prójimo, en el que el mismo sol y el mismo tiempo suscitan vibraciones muy diferentes


    26. Sirviéndose de la analogía que le proporcionan las bioformas producidas por un programa informático, el autor analiza la importancia que llegan a adquirir, con el paso de las generaciones, los pequeños cambios acumulados y aclara que la evolución no tiene una finalidad a largo plazo, y es porque la selección natural cumulativa se comporta como «un relojero ciego»


    27. Maynard Smith analiza estas redes históricas en un breve examen de las pautas de apareamiento en todo el reino animal, terminando con una memorable interrogación retórica: ¿por qué no lactan los mamíferos macho? Volver


    28. Cuando la vista del alma se esclarece y agudiza de modo que percibe la complicada urdimbre de las causas y efectos, y la analiza hilo por hilo, tiene en sí misma un cielo o un infierno mucho más intensos que los soñados por Dante


    29. Este capítulo analiza el activismo lesbiano durante el periodo de la Transición a la democracia


    30. En 1980, en el I Encuentro de la Mujer Lesbiana en el Estado Español, al que, entre otros grupos, asisten el FLHOC, el GLAL de Barcelona, el MAS-PV de Alicante, el MAG-PV de Valencia y el ESAM vasco, se debaten cuestiones organizativas y se analiza el funcionamiento de los distintos grupos

    31. Camus es un nihilista existencial, pero cree en Dios, algo en lo que erróneamente también creyó Rainer y sigue analizando aún hoy, pero si también lo analiza un Camus de esas características es que está en buena compañía


    32. El problema, pues, no es económico, sino político, y ello aparece con toda claridad cuando se analiza quién paga impuestos en España, y más concretamente que la mayoría de su recaudación procede de las rentas del trabajo


    1. Mientras Nora tachaba entradas en su lista, Viola analizaba la rotulación y examinaba los objetos


    2. Mientras Battle los analizaba de este modo, el inspector Leach pronunciaba un discurso formal


    3. Morgan permaneció en silencio mientras analizaba la situación; pasaron tantos minutos que Kingsley volvió a llamar


    4. Y cuanto más analizaba a aquellos tipos de las túnicas y el gorrito ridículo, arrodillados en dirección a La Meca, menos probable veía que yo pudiese convertirme en uno de ellos


    5. La experta en arte esperó atacada de los nervios mientras Ruth analizaba su propuesta


    6. Entró apresuradamente en el lavabo, con el corazón desbocado mientras analizaba las consecuencias


    7. Se produjo un silencio tenso mientras la mente de VJ analizaba la sorprendente información


    8. Marino se encogió de hombros mientras analizaba la idea


    9. Yo analizaba los movimientos intranucleares; ya sabe, el problema de los n-cuerpos


    10. Por más que analizaba todos y cada uno de los detalles, no encontraba nada que justificase, aun deseándolo con todas mis fuerzas, su deslealtad, su actitud desmedida y mezquina hacia mí

    11. Con sufrimiento infinito cultivó a los nuevos autores que él suponía que prometían, les daba ideas, analizaba sus esfuerzos, los alentaba a volver a intentar, hasta que reunió a su alrededor una sorprendente colección de excelentes escritores jóvenes que dominaron en el campo durante una generación


    12. En la sala de detección la tensión aumentaba cada vez que se examinaba y analizaba un nuevo descubrimiento


    13. Muchas veces he pensado que, en Julio Verne, la anticipación es una mejor definición de su trabajo, que la adivinación o la profecía, porque analizaba con precisión matemática e insobornable, cada invento y cada posibilidad


    14. Cuidaba de los tres delfines que quedaban, analizaba los datos y eludía a los demás


    15. Daba la impresión de que el anciano mentat estuviera en trance, mientras analizaba datos en su mente


    16. De Vries la miró, mientras analizaba lo que en su opinión era un simple juego de poder


    17. A Ordóñez le quedaba bien el traje sastre oscuro a rayas que solía ponerse para causar una buena impresión a los padres de los niños que analizaba


    18. Drizzt permaneció en silencio un buen rato mientras analizaba la información en busca de un fallo, el resquicio que a su juicio siempre existía en las alianzas de sujetos de baja estofa


    19. El mercenario entornó los párpados mientras analizaba el razonamiento del hijo mayor


    20. Por eso Publio Cornelio Escipión llamó un día a Laertes al tablinium, y le habló con seriedad inusual sentado en un pesado solium desde el que analizaba las reacciones del esclavo a sus palabras

    21. Simón analizaba los movimientos de las tropas romanas frente a las murallas del palacio de Herodes


    22. Agradeció también el sistema amortiguador de ruidos incorporado en el casco, que recibía y analizaba el rugido del motor y producía una onda sonora inversa para simularlo


    23. Tomaba todo tipo de drogas psicotrópicas y analizaba sus propios delirios


    24. Su personal analizaba las opiniones, los casos pendientes y los juicios con jurado recientes que podrían acabar en el tribunal de apelaciones


    25. La gente se acercó un poco más mientras Frohmeyer analizaba la situación


    26. —Jagang introdujo un pulgar en el cinturón mientras analizaba la disposición de los pasillos a su alrededor —


    27. Luego se trataba de comparar los resultados entre los seis grupos de personas que analizaba del estudio, y ver si había alguna relación


    28. Pero era un libro preciso, bien documentado, que analizaba muchos casos en detalle; Macmillan se había interesado especialmente por David, reconstruía toda su biografía, llevaba a cabo un minucioso trabajo de investigación


    29. Cameron retrocedió y, mientras, analizaba al joven desaliñado que había irrumpido en su casa


    30. Mientras los animales dilucidaban cuál de ellas era mayor, se analizaba la actividad de sus células cerebrales

    31. Hasta que un día llegó a sus manos un ejemplar del Observer: un periodista psicólogo analizaba en varias páginas a los personajes del caso Jameson (a Medora le pareció que el periodista podía haber escogido otras fotografías suyas -mejores- del álbum de su madre)


    32. La investigación de Laslo se centraba en el aspecto microbiano, analizaba los componentes orgánicos contenidos en la tierra que había debajo y alrededor de un cuerpo


    33. Claro, la razón seleccionaba y analizaba, pero era incapaz de decidir


    34. Su estupor, mientras meditaba en lo ocurrido, iba en aumento conforme lo analizaba


    35. Analizaba los sentimientos que Mateo le despertaba


    36. Pero ¿qué iban a hacer con el agua? Las irregulares tierras altas del sur estaban destrozadas: carcomidas y resquebrajadas, con pliegues, hundidas y fracturadas; cuando se las analizaba como posibles cuencas receptoras el resultado era desalentador


    37. Muntius analizaba muy sencillamente, y con amargura, esta "herejía" de la planetología, desman-telando el mito solarista, o más bien el mito de la Misión del Hombre


    38. Mientras recorría los percheros, analizaba mis opciones: esta remerita es increíble; el fondo naranja, los dibujos en verde y los bordes de las mangas y el cuello también en verde


    1. La BS-Unit se movía a lo largo de líneas del tiempo y en profundidad, contextualizaban los acontecimientos y analizaban las relaciones causales y los efectos


    2. Por unos minutos, guardaron silencio mientras analizaban la revelación de su colega


    3. En él se destripaban los negocios de banca y de comercio, se estudiaban y analizaban las empresas y se fijaban las participaciones de la Banca en todos los beneficios de las industrias que se estimaban provechosas


    4. Publio Cornelio Escipión, procónsul de Roma con mando de general para las legiones expedicionarias en el norte de África, era consciente de los miles de ojos que analizaban sus movimientos


    5. La idea era dejar pasar un periodo de reflexión, mientras los saurios analizaban el contenido del mensaje y decidían cómo actuar


    6. Analizaban de forma pormenorizada todas sus respuestas


    1. Cada palabra, analizado con tono suave y cálido, cada promesa fue formulada con prudencia y calma, así que me parecía ya ser uno de ellos y vivir como ellos


    2. Este proceso ha sido analizado por: Gudmundson, Lowell, "La expropiación de los bienes de las obras pías en Costa Rica, 1805-1860:un capítulo en la consolidación económica de una élite nacional"


    3. ¡Y qué! ¡ellos han analizado el corazón del hombre, han


    4. El arresto de Derek Kettering había sido el tema de todas las conversaciones y el misterio del Tren Azul había sido analizado del derecho y del revés


    5. Todo lo que oía o veía quedaba registrado y analizado en el enorme espacio de almacenaje de su cerebro, y ella podía sacarlo de ahí, sin el menor esfuerzo, cuando era necesario


    6. Quería que Mackey leyera el artículo y supiera que su ADN ya estaba en el ordenador, que estaba siendo analizado y comparado


    7. La ventaja residía en que ese instrumental sofisticado podía registrar la totalidad del banco de datos de pacientes del PBS y presentar gráficamente los datos en la pantalla, analizado desde numerosas perspectivas


    8. La respuesta fue que durante ese periodo de tiempo no habían analizado nada semejante


    9. Lo consideramos una venganza contra la joven pareja que con tanta rapidez y decisión se había lanzado a eliminar todas las señales de las hermanas Lisbon, a las que seguíamos queriendo: el tejado de pizarra, donde Lux había hecho el amor, cubierto ahora de cascajo; el lecho de flores del jardín de atrás, cuya tierra había analizado Therese para averiguar su contenido en plomo, ahora cubierto de ladrillos rojos para que la joven pareja pudiera coger flores sin mojarse los pies; las mismas habitaciones de las muchachas, convertidas ahora en espacios privados donde la joven pareja podía dedicarse a sus intereses personales: una mesa y un ordenador en lo que había sido la habitación de Lux y Therese, un telar en la de Mary y Bonnie


    10. Una vez hayamos analizado su muestra, y ya están trabajando en ello, podremos establecer la probabilidad de maternidad en relación con la mujer, y fraternal en relación con el hombre

    11. Había visitado varias veces el lugar con los expertos en excavaciones, quienes habiendo analizado el terreno y calculado las dimensiones, le habían hecho un estimado de la operación


    12. Y en agosto de 1945, a raíz de la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima, otro soviético Alexander Kazantsev se atrevió a formular una hipótesis que, a primera vista, encajaba a las mil maravillas con lo descrito, observado y analizado en la Tunguska


    13. Los depósitos de residuos anteriores a esa fecha todavía contenían agujas de pinos piñoneros y de enebros, como el primero de los que Julio había analizado y también el que me mostró


    14. De los casos analizados en este libro, el contraste entre Haití y la República Dominicana que se presenta en este capítulo y el contraste entre los destinos de los escandinavos y los inuit de Groenlandia analizado en el capítulo 8, representan los ejemplos más claros de que el destino de una sociedad está en sus propias manos y depende sustancialmente de las decisiones que adopta


    15. Un buen ejemplo de ello es el caso analizado en el capítulo 1 sobre los derechos de agua de regadío


    16. A lo largo de la historia conocida, la acción o inacción de los monarcas, jefes y políticos absortos en sí mismos ha sido una causa habitual de los colapsos de las sociedades; algunos ejemplos de este tipo que hemos analizado en este libro son los reyes mayas, los jefes de los noruegos de Groenlandia y los políticos ruandeses de la actualidad


    17. Estas y otras características de la situación actual de la industria minera del metal resultan desconcertantes debido a sus aparentes similitudes con la industria petrolera y del gas, que ya hemos analizado, así como también con la industria del carbón


    18. Las sociedades del pasado que he analizado en este libro le ofrecen a nuestra sociedad en su conjunto soluciones más generales


    19. Para entenderlo mejor vamos a adelantarnos a la demostración final: supongamos que las células que hemos analizado son, efectivamente, nuestros estimados enemigos


    20. Ha analizado con frialdad el mercado del café americano

    21. Analizado con objetividad, se podía pensar que los socialistas querían provocar una transformación real en España


    22. Máximo insistió una y otra vez en que las grandes victorias de Publio se debían a su intervención, como el rescate de su padre en Tesino o la toma de Cartago Nova, pero Lelio había analizado las cosas desde aquella conversación con el viejo cónsul y senador de Roma


    23. ¿Qué hay de los cazadores en paracaídas en zonas infestadas? Esta teoría se ha sugerido muchas veces aunque nunca se ha analizado en la práctica


    24. Ya se habían analizado y seleccionado los cables llegados durante todo el día desde las agencias de noticias y las seccionales de policía


    25. Mordecai y yo habíamos analizado el curso de los acontecimientos


    26. –Como decía, hemos analizado la proposición de ustedes, señores, y la aceptamos de buen grado, con la excepción de unos detalles menores cuya lista tenemos aquí


    27. Después de haber analizado con sarcasmo las posibilidades de que algo bueno saliera de la junta, Jim empezó a quejarse de las anticuadas tácticas comerciales de la compañía, del hatajo de parientes inútiles e incapaces descendientes del fundador que ocupaba los puestos de responsabilidad


    28. contenido está siendo analizado por la sección Ciencia del Comportamiento


    29. Por otra parte, a lo largo de este libro también he descrito y analizado las aportaciones positivas que la Teoría Queer ha proporcionado a los movimientos sociales de corte identitario


    30. Todo cuanto viniese de «allá fuera» era interesante, educativo y provechoso para la humanidad, una vez hubiese sido analizado

    31. A cada uno de los maquinistas le ha tomado declaración durante dos días y ha completado el centenar de interrogatorios y analizado el informe del inspector de máquinas Ruggeroni sobre el estado del buque antes de partir


    32. La aproximación de Drew Endy liberándose del caos de los seres vivos, construyendo el equivalente molecular a herramientas como tuercas, tornillos o chips con los que sea fácil hacer ingeniería biológica porque los has analizado, comprendes perfectamente su funcionamiento, y sabes cómo se van a comportar cuando los pones juntos, puede no ser la más eficiente, al menos a corto plazo


    33. Lo que viene a continuación, por el contrario, pertenece a la Historia, y los acontecimientos que se derivan de la publicación de los trabajos de Djerzinski se han reconstruido, comentado y analizado tantas veces que podemos limitarnos a hacer un breve resumen


    34. – Lo he analizado, y en movimiento es inaccesible


    35. Pero este retorno a lo no analizado era tan fascinante que, al salir de tal paraíso, el contacto de los seres más o menos inteligentes me parecía de una insignificancia extraordinaria


    36. Examinemos un caso más posible y más fácilmente analizado, y tomemos la situación de un hombre que en sus viajes a través del Tiempo llegase a encontrarse a sí mismo


    37. La luz que veía en el cielo era obra humana, y Denison aún no había analizado sus impresiones cuando la vio transformarse, con toda claridad, en Un cohete que fue a aterrizar rápidamente cerca de él


    38. Procedimiento de análisis cuantitativo, basado en la medición del volumen de reactivo que hay que gastar hasta que se produce determinado fenómeno en el líquido analizado


    39. El fraile dejó algunas hojas de pergamino sin escribir en el libro cuya redacción iba a tener que abandonar muy pronto y concluyó las páginas redactadas por él con un mensaje que despertó el respeto de Merlín: «Viendo tantos infortunios -escribió el fraile en latín-, y al mundo entero inundado por la malignidad, mientras espero entre los muertos la visita de la muerte he puesto por escrito lo que he oído y analizado


    40. Siempre que se ha analizado este punto ha resultado cierto

    41. Otro buen ejemplo es un error mío, analizado en mis notas al capítulo 9


    42. A pesar de que siempre habían sabido que Belasco se encontraba en aquel lugar, nunca habían analizado este hecho ni habían pensado en la posibilidad de interactuar con él


    43. El azúcar ha sido analizado, pero es una mera formalidad


    44. En este capítulo he analizado la creación de las primeras organizaciones políticas de lesbianas en el Estado español


    45. Sin embargo, sus comentarios prácticos distaban mucho de ser necios; se notaba que había analizado todos los experimentos anteriores para sacar de ellos las lecciones esenciales


    46. El viejo Heyst había escrito muchos libros y tocado casi todos los temas: tiempo y espacio, animales y estrellas; había analizado ideas y actos, la risa y la hostilidad de los hombres, y hasta las muecas de la agonía


    47. La crisis financiera se ha producido con su enorme magnitud justamente, como hemos analizado, por el gran incremento de la desigualdad que se ha generado en los últimos decenios y al que ha contribuido en gran medida el debilitamiento del Estado del Bienestar


    48. Ya he analizado minuciosamente esa cuestión


    49. Su intuitivo sentido del peligro, que se había afianzado durante sus años en el Servicio de Inteligencia militar, no estaba dormido; se encontraba muy despierto, una presencia dentro de él que había analizado la situación y que estaba tocando todos los timbres de alarma


    50. Sin embargo, hacia las cuatro de la tarde, después de un nuevo paseo entre las ruinas, en el curso del cual Lupin había examinado inútilmente las piedras, medido el espesor de las murallas y analizado la forma y la apariencia de las cosas, le preguntó al conde:

    1. Si analizamos las monarquías orientales de China, la India o Persia, los imperios de los aztecas o los incas, o las cortes medievales de España, Rusia o Francia, encontramos casi de manera invariable que aquellos dictadores eran también dioses o jefes de las respectivas iglesias


    2. Una vez que retiraron los platos, los tres abrimos nuestras galletas de la suerte y analizamos las predicciones con fingida solemnidad


    3. La verdad es que lo analizamos y discutimos


    4. Si la analizamos en relación con la edad del niño, vemos que su popularidad crece poco a poco con el aumento de aquélla y desciende después con igual regularidad


    5. Si la analizamos en relación con el sexo, observamos que es tres veces más popular entre las niñas que entre los niños


    6. Todos elegimos cada año a la junta directiva de la asociación, analizamos la política que seguir en una asamblea anual y dotamos de presupuesto a la asociación mediante el pago de unas cuotas anuales


    7. En el capítulo 9 analizamos concretamente algunos ejemplos selectos de entre la gran mayoría de sociedades que triunfaron


    8. De ahí que la industria minera evolucionara en Estados Unidos con un exacerbado sentimiento de propiedad, una fe ciega en que estaba por encima de todas las normas y cierta consideración de sí misma como la salvación del oeste; lo cual ilustra el problema de los valores que han sobrevivido a su funcionalidad, tal como analizamos en el capítulo anterior


    9. Pero hace más que eso: la experiencia establece el marco dentro del cual analizamos e interpretamos lo que percibimos


    10. Vimos en el capítulo 4 que podemos formular la mecánica cuántica utilizando el método de Feynman de sumar trayectorias, en el que analizamos el movimiento de los objetos combinando las contribuciones de todas las trayectorias posibles que van desde algún punto de partida que se ha seleccionado, hasta algún destino elegido (contribuyendo cada trayectoria con un peso estadístico determinado por Feynman)

    11. Entre ellos figura una ingeniosa variante de una leyenda que analizamos en el capítulo Sorpresa Sorpresa: un hombre asesina a su esposa el día de su cumpleaños


    12. Cogidas de la mano, vamos siguiendo entre las dos las huellas de sus recuerdos, las analizamos, las reconstruimos


    13. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    1. Por ejemplo, la mayoría de los analistas de encuestas políticas estrechan el rango de los individuos cuyas opiniones analizan, a aquellos que son votantes en potencia, basándose, en su frecuencia de votos, en el pasado


    2. los estudian,los analizan con atento cuidado quepone en suspensión y espanto a su


    3. cabe el error; pero en las ciengeneraciones de un pueblo, que se analizan unas á otras, no cabe elerror, y el que ha merecido esa gratitud la tiene sin remedio, aunquesea tarde


    4. Si los animales ingieren tales compuestos marcados y a continuación se sacrifican y se analizan sus tejidos, los compuestos en los que se encuentren los isótopos proporcionarán una información significativa


    5. Por lo tanto, es posible que, así como los que analizan el Cl logran sus resultados definiendo cuidadosamente la inteligencia de un modo que hace que ellos mismos y la gente como ellos, sean «superiores», del mismo modo la Humanidad, en conjunto, realiza algo parecido con su cuidadosa definición de lo que constituye el pensamiento


    6. Hay quienes insisten sobre el trabajo tenaz, otros lo olvidan completamente con la emoción del descubrimiento aparentemente repentino, pero ambos, cuando analizan sus impresiones admiten que sin el intenso trabajo y sin un destello de "inspiración", no se habría hecho el descubrimiento


    7. Sin embargo, llevan una gran delantera sobre quienes analizan la evolución de precios a la manera tradicional


    8. En el que se analizan a la luz del díalas múltiples consecuencias que trajo la


    9. » Analizan con todo detalle el hecho de que los modelos, en realidad, no ofrecieron buenas predicciones


    10. En las cátedras de Economía y en las revistas financieras se analizan sus operaciones inmobiliarias o especulativas con la misma admiración con que puede estudiarse en una Facultad de Arquitectura el Partenón de Atenas o la basílica del Valle de los Caídos: él, con una mezcla de soberbia y piedad, atribuyó ante Lorencito Quesada todos sus éxitos a la intercesión divina y de los santos, así como al efecto multiplicado y prodigioso de su colección de reliquias

    11. Algunos autores analizan las conexiones entre la orientación sexual y la clase, observando como se generan situaciones de desigualdad entre gays y lesbianas cuando, a pesar de compartir una conciencia de opresión por su orientación sexual, esta camaradería se rompe en el momento en que los individuos de ese grupo establecen además una relación jefe-trabajador, donde el factor económico genera relaciones de desigualdad, convirtiéndose en el factor determinante en las relaciones de un grupo de afinidad


    12. Por otra parte, estos estudios queer analizan las relaciones de poder que se generan dentro del movimiento de gays y lesbianas en función de la capacidad que tienen los individuos mejor situados económicamente para liderar estos movimientos en función del tiempo y el dinero que poseen para poder permitirse desarrollar una mayor labor reivindicativa


    13. Considera que los trabajos de Foucault: Nacimiento de la clínica, Historia de la Sexualidad y Vigilar y castigar analizan una forma de ejercicio del poder en su momento de implosión


    14. El problema que encuentro en este tipo de análisis queer es que trabajan desde una perspectiva en la que parece no existir nada más allá del texto que analizan, ignorando el contexto histórico, económico y social en el que estos se producen


    15. Los queer analizan la existencia de esa imaginería basándose precisamente en el modelo foucaultiano del discurso, oponiéndose a un modelo esencialista de mirada lesbiana y sugiriendo, en su lugar, que las espectadoras lesbianas aportan determinadas experiencias propias de su subcultura y conocimiento subjetivo a la lectura de determinados textos


    16. En su laboratorio de la Universidad de Concordia en Montreal estimulan ratas por diferentes puntos, frecuencias, intensidad, y analizan su comportamiento


    17. Hay dos libros que analizan con más exactitud la evolución de las diferencias sexuales humanas: son el de Martin Daly y Margo Wilson, Sex, evolution and behavior, y el de Donald Symons The evolution of human sexuality


    18. —El corazón puede hablar, piénselo bien: cuando ustedes se interesan por una muchacha, van a su casa, la tratan, la miran, esperan, estudian lo que sienten, analizan sus impresiones y, si están seguros de que aman, entonces piden su mano


    1. "Analizando campañas ateriores, el equipo de Clinton había descubierto que la respuesta demócrata a los ataques de Bush en 1988 fue siempre demasiado lenta


    2. Analizando los procesos de identificación, de liberación, y de


    3. Analizando las luchas por los derechos de las personas y grupos GLBTT, se


    4. Analizando con el mismo criterio la decisión de Ulises de permanecer en la gruta de Polifemo aún contra el parecer de sus compañeros, es posible ver las dos lógicas que se contraponen entre ellas


    5. Analizando bien la materiahubiera notado que la razon de la seguridad del individuo, no nace delconsentimiento de los demás, sino que ser el contrario la razon de queconvienen


    6. ] Analizando el objeto de estos conceptos generales, referidos á laintuicion sensible,


    7. aquellos, se puede venir á deduccionesmás ó menos acabadas, analizando la tradición y la leyenda,


    8. ¿Tiene en este momento el pueblo griego, siempre analizando sus poemas, leyendas y canciones, conciencia de lo que fue Bizancio realmente? ¿Se sienten descendientes del imperio medieval?


    9. Estaba analizando con cuidado todos sus pensamientos y emociones


    10. Analizando el pasado, cuando ya era una mujer madura, llegó a la conclusión de que la causa principal fue el miedo que sentía por su padre

    11. ¿Podía tratarse de un robot, y no de un animal? Con esta idea observó al cangrejo atentamente, analizando todos los detalles de su anatomía


    12. –Señor Embajador -comenzó el científico--, he estado analizando el curioso comportamiento de Rama durante los días últimos, y me gustaría exponer mis conclusiones


    13. Un gran historiador militar escribió, analizando las campañas de su reino, que el Rey Sol «no era ni un gran general, ni un buen soldado, sino, a lo sumo, un buen oficial de Estado Mayor»


    14. Estoy analizando los restos que se encontraron en el cuerpo de ella


    15. El haz de luz es dividido en dos, de tal modo que uno de los haces pase a través de la muestra que se está analizando y el otro incida directamente sobre la célula fotoeléctrica


    16. Analizando las treinta y cuatro cartas que él juzgaba genuinas, el doctor Dutton observó que la escritura a veces se disfrazaba, pareciendo pertenecer a una persona iletrada, y en otras ocasiones parecía la perfecta escritura de un oficinista


    17. Einstein mismo contradijo el axioma de que dos acontecimientos pueden ocurrir en diferentes lugares al mismo tiempo, y analizando esta suposición llegó a inventar la teoría especial de la relatividad


    18. Analizando todo aquello se dio cuenta de que aún no estaba preparado para perder ni un ápice de su patrimonio, y menos, a


    19. Reflejando en el tiempo toda la estructura del experimento, haciendo preguntas distintas y analizando resultados diferentes, puede hacerse que lo indeterminado sea el pasado en lugar del futuro


    20. En Quántico estaban analizando el escrito en la jarrita de leche

    21. El capítulo concluirá analizando el estado actual de los problemas medioambientales, el futuro y las esperanzas que asoman para cada vertiente de la isla y sus consecuencias sobre la otra mitad y sobre el mundo en su conjunto


    22. Cuando estaban analizando las últimas muestras de agua, Johanson se dirigió al puente, a la cabina de radio


    23. En el poco tiempo que llevaban analizando las muestras habían elaborado una representación gráfica bastante elemental; era más una sucesión de imágenes que una animación


    24. En ese sentido, las trayectorias de las sociedades que hemos venido analizando no se parecen a la trayectoria habitual de la vida humana individual, que va decayendo en una senectud prolongada


    25. Bien, tal vez no estaba analizando bien la situación


    26. Para examinar esto de una manera más completa, supongamos que estamos analizando una «película» de la expansión cósmica, pero revisémoslo al revés, rebobinando la película hacia atrás en el tiempo, desde el momento presente hasta el momento del big bang


    27. Las dos mujeres estuvieron varios minutos charlando sobre el trabajo de Trish en metasistemas, comentando su experiencia analizando, modelando y prediciendo el flujo de campos de datos


    28. Supuse que estaban analizando que la comida que vende Puritan no vale el precio que hacen pagar por ella, a fin de… esto… hacer presión para que disminuyeran sus exagerados márgenes de beneficios


    29. Paso casi todas las noches en las calles, analizando la circulación


    30. Analizando la trama, fuimos percibiendo en ella otros elementos de juicio más consistentes, como la presencia de motivos de la narrativa tradicional y sutiles paralelismos con cuentos populares muy antiguos

    31. Morgan siguió analizando el banco, cada vez con más detalle, y en un momento determinado me pidió la posibilidad de entrevistarse con el Banco de España


    32. Sea como fuere, del impudor nacen las inclinaciones lujuriosas; lo que resulta de tales inclinaciones constituye los pretendidos crímenes que estamos analizando, y cuya primera consecuencia es la prostitución


    33. —He estado analizando tus reacciones mientras mencionabas los nombres


    34. De la personalidad de quien quería imponerle la candidatura… Ahora que había dejado de asistir a la sede le parecía haber perdido todo, «como si a uno que tiene un puñado de billetes ganados con sudor y sangre, le dijesen de repente que ese dinero ha dejado de circular, que no sir ve para nada»; y se atormentaba analizando los hechos del pasado, buscando dónde estaban los errores


    35. Los agentes locales habían estado analizando las huellas de las postales del caso Juicio Final


    36. Se trataba de unos sencillos conjuntos de figuras que, no sé si les dio tiempo a observarlo, incluso visualmente (analizando su orden y repetición) , llevaban a dar con la respuesta correcta aunque se desconociera el aymara


    37. Lo mismo pasaba con los grandes paneles de la segunda cabeza: visualmente el enigma era solucionable analizando con cuidado la disposición de las figuras en las dos líneas que formaban la equis


    38. Eduardo pasaba muchas horas planificando la torre sobre el papel, asignando las posiciones en función de las fortalezas y debilidades de cada escalador y analizando constantemente para hacer cambios


    39. Analizando las cosas retrospectivamente, nadie, en realidad, pensaba con claridad esa mañana


    40. –Debieron conectar el desagüe de la piscina a la cisterna del camión de análisis aparcado en el viejo autocine -dijo Murphy a los hombres que habían estado analizando lo que salía de los baños de The Starfighter

    41. En estos momentos lo estamos analizando, pero tardará un poco de tiempo


    42. Y pasó el resto de esa larga noche analizando las extrañas innovaciones políticas y sociales que harían de Alaska un estado único entre todos


    43. Analizando el franquismo con frialdad, a distancia, es difícil comprender cómo un régimen pudo sostenerse durante cuarenta años con un discurso tan disparatado en Europa


    44. Analizando, por ejemplo, la candidatura para Salamanca, propusimos desde la dirección el nombre del jurista, profesor y escritor de prestigio Elías Díaz, que combinaba una gran popularidad en la Universidad salmantina, una calidad técnica probada y una posición ética ejemplar


    45. El caso de Sonzogno me distrajo y anduve extraviada analizando los motivos y las consecuencias del tenebroso asunto


    46. ¿Usted se pregunta en qué consiste el poder creativo del pensamiento? Consiste en crear ideas, y éstas se transforman a si mismas en formas objetivas de manera apropiada, inventando, observando, discerniendo, descubriendo, analizando, dominando, combinando, y aplicando materia y fuerza


    47. Permanecían allí muy unidos entre imaginarios costados, exactamente como si estuvieran a bordo de la Diane, y analizando cada palabra


    48. Van Buren estaba a solas con Ruth Leber en su oficina, analizando los apuntes de la última sesión mantenida con Conlin, cuando repicó el teléfono


    49. Luego, analizando fragmentos concretos del ADN, son capaces de ordenar las secuencias, averiguar cuántos tipos diferentes de microorganismos hay, en qué cantidad, y cómo se relacionan entre ellos


    50. Actualmente, su equipo está analizando el genoma del Toxoplasma, ya que posee genes que codifican moléculas análogas de neurotransmisores



















    1. Lo que habría que analizar es qué ganan las


    2. Y Emerson anota: “No hay que ser tan profundos al analizar la historia, pues frecuentemente las causas son totalmente superficiales”


    3. - Al analizar modelos de actividades y de orientación sin entrar en el concepto de la comunicación, se caracterizan también las funciones de los afiliados como portadores de comunicación


    4. sin embargo, no es posible analizar en profundidad y desde el punto de vista de la interpretación semántica las relaciones de comunicación que existen en los afiliados, efectuando una clasificación según su carácter de contenido político u organizativo político


    5. También es posible analizar si, como consecuencia del aumento en cifras de los afiliados, surgen nuevos desniveles, quizás hasta insuperables, en la comunicación


    6. Nuestra función no es analizar ni fallos del Tribunal Electoral,ni criterios de los medios de información de Costa rica en torno a esta pugna,nos interesa si, dejar constancia de que existe una diferencia de apreciacion


    7. - en que se concedían los préstamos; d) reconstruir la coyuntura crediticia; e) explicar el papel jugado por el crédito en el inicio de la expansión cafetalera; y f) analizar el proceso de conversión del dinero en capital en el Valle Central de Costa Rica


    8. Tan sangrientos sofismas, dichos con conviccion y frialdad,anonadaban al joven, cuya inteligencia debilitada por más detres meses de carcel y cegada por la pasion de la venganza, no[250]estaba en disposicion para analizar el fondomoral de las cosas


    9. En este capitulo me centraré en analizar las dinámicas entre lo colectivo y lo


    10. Hay definiciones amplias y restringidas sobre cuáles políticas públicas se deben analizar para establecer: a) el peso de las relaciones de género en la conformación de las relaciones en general o de las relaciones entre hombres y mujeres y b) el papel del Estado y sus políticas en la transformación o mantenimiento de las relaciones de género

    11. analizar la constelación de prácticas de asignación de los recursos


    12. Al meterse en la cama, con el corazón apretado,quiso analizar la emoción que la


    13. Imposible me sería analizar con detención todas y cada una de


    14. Fabian sólo se concentraron en analizar los recuerdos felices


    15. todavía se la puede llevar mucho mas lejos,recordando lo que se ha dicho al analizar las ideas de


    16. El objetivo de un software de traducción es analizar el texto en lalengua de salida (texto origen) y generar automáticamente el textocorrespondiente en la lengua de llegada (texto meta), aplicando reglasprecisas para la transferencia de la estructura gramatical


    17. ¡Cuántas casas no habré visto caer! Y si me pongo a analizar los motivos de su caída, compruebo que en la mayoría de los casos se debe a la mala inclinación que se les imprimió desde un principio


    18. Se había desvanecido la venda que le impedía analizar la extravagancia de los ropajes de su amigo, de sus sortilegios, la ausencia de aquella austeridad con que se recubrían los exponentes de las Ordenes convencionales


    19. —No lo hice a propósito, pero es que desde que estudio la cosa esta, pues me fijo con detalle en todo y no puedo evitar analizar a todo el mundo


    20. En espontáneo impulso obedece a la compasión que los sufrimientos de los demás le inspiran, sin analizar conscientemente la idea de que la reciprocidad se encuentra por fuerza en la base de los sentimientos caritativos

    21. Si tenemos que analizar esta situación y compararla con los sitios anteriores, podemos aceptar que fue una especie de mezcla de las dos situaciones: había un ejército extranjero hostil, pero que en un principio fue utilizado por el hijo del emperador Isaac Ángel, Alejo IV, que había prometido enorme tesoro a los cruzados para obtener el mando del imperio


    22. El bien y el mal que sé que llevo dentro, ni yo mismo consigo la mayor parte de las veces diferenciarlos, pero usted, que escribe libros y debe ser por tanto un hombre inteligente, habrá podido analizar mejor que yo dónde empieza esa línea y dónde acaba


    23. —Entonces, lo que ahora tenemos que hacer —explicó Emily— es analizar con todo cuidado a las personas que participaron en el juego


    24. Se sentó en un banco muy incómodo y una vez más se dedicó a analizar lo que sabía hasta ahora


    25. Faustino Rivera miró a su superior y adivinó su pensamiento, porque en algunas noches de guardia pudieron hablar de hombre a hombre, saltándose las Jerarquías para analizar las causas del alzamiento militar y sus consecuencias


    26. Años después, cuando Alba tuvo edad para analizar ese aspecto de la vida de su madre, llegó a la conclusión que no se fue con Pedro Tercero simplemente porque no le alcanzaba el amor, puesto que en la casa de los Trueba no tenía nada que él no pudiera darle


    27. Carmen Iglesias apunta que a la hora de analizar estos sucesos debemos tener en cuenta que las prácticas judiciales de la época, al igual que las prácticas de la guerra en ese mismo momento, eran muy diferentes de las nuestras:


    28. Así pues, de acuerdo con aquella situación, no resulta extraño al analizar el porcentaje de estudios universitarios encontrarse con el increíble dato de que por cada 17


    29. De aquí que era imprescindible para entender a fondo las inversiones y los mercados, entender muy seriamente nuestras irracionalidades: tan valioso para el inversor como la capacidad de analizar balances y cuentas de pérdidas y ganancias era examinar la emoción que recarga, positiva y negativamente, nuestra relación con el dinero: un análisis del miedo y la avaricia a la hora de adquirir o de vender acciones era esencial


    30. De un modo que no puede analizar conceptualmente, Antonio siente que todos en esta casa, Juan en primer lugar, pero también los tres hijos de Matilda Y Juan, y por supuesto, Emilia y el propio Antonio, son responsables de la muerte de Matilda

    31. El problema ahora es que Antonio Vega no está en condiciones de analizar esta declaración con calma


    32. Para eso era imprescindible que Hood le proporcionara nueva inteligencia y que, mientras estuviera en la Oficina Oval, lo ayudara a analizar toda la información que Fenwick le hubiera presentado


    33. Rossky no sólo se ocupaba de analizar la inteligencia compartida con el ejército y alimentar otras ramas de las fuerzas armadas y el gobierno, sino de dirigir el equipo de choque de la spetsnaz que estaba a disposición del Centro para misiones especiales


    34. –¿Cómo lo sé? Fui yo quien llamó a ese tipo del centro, el agente al mando, y le dije que había ADN en aquel caso y que debería enviarlo a analizar


    35. Su función consistía en analizar las imágenes de los planos múltiples del microscopio y transformarlas en imágenes tridimensionales sobre la pantalla


    36. Así, el hombre moderno, en lugar de trabajar tan duramente debido a alguna obligación exterior, se siente arrastrado por aquella compulsión íntima hacia el trabajo, cuyo significado psicológico hemos intentado analizar


    37. La única vía que, según nuestra opinión, puede seguirse para explicar esas tendencias hacia la justicia y la verdad, es la de analizar toda la historia social e individual del hombre


    38. Ahora estaba forzada a coger el toro por los cuernos y analizar para sí misma lo que había ocurrido:


    39. Gracias a este retraso de Henderson, Bessel tuvo tiempo para analizar sus propias observaciones y anunciar los resultados de las mismas en 1838


    40. El FBI terminó de analizar el ADN de la sangre de Spurrier y lo comparó con la muestra encontrada en el coche de Elizabeth Mott

    41. Comencemos por analizar la porción superior de la escala


    42. En todos los casos, la vida habría evolucionado tan exactamente adaptada a lo que hubiese a mano, que cualquier ser vivo, lo bastante inteligente para analizar la situación con profundidad, se sentiría justificado para creer que respondía a un designio inteligente e intencionadamente sobrenatural, lo que, en realidad, estaba producido por las fuerzas ciegas y casuales de la evolución


    43. El astrónomo británico Fred Hoyle, tras analizar la probable composición de las estrellas de las Poblaciones I y II, decidió que, de los dos procesos mediante los cuales las estrellas queman hidrógeno para formar helio, el más lento era precisamente el que predominaba


    44. Una vez que los alemanes hubieron empleado el «Duraluminio» en los zeppelines durante la Primera Guerra Mundial, y los ingleses se enteraron de su composición al analizar el material de un zeppelín que se había estrellado, se extendió por todo el mundo el empleo de este nuevo metal


    45. De esta forma se pueden analizar las sustancias con gran precisión («análisis de activación-neutrón»)


    46. Azucena se sentía desesperada de no poder analizar personalmente la foto


    47. Pues para poder obtener las imágenes de los hechos que el vitral había presenciado tenían que analizar toda la historia del vitral


    48. Algunos años después, el químico inglés William Hyde Wollaston, tras analizar un segundo fragmento, declaró que el «columbio» era el mismo elemento que el «tantalio», que había sido descubierto por un químico sueco, Anders Gustaf Ekeberg, y que le había puesto el nombre tomado de Tántalo, uno de los personajes de la mitología griega


    49. Albert Nevis, de Purdue, le estaba introduciendo tubos gástricos al Ganso (otro procedimiento al que el ave se oponía enérgicamente), con la idea de analizar el contenido de su canal alimentario


    50. Después de un accidente, el gobierno se llevaba las grabaciones y las hacía analizar en Washington














































    1. Por lo tanto, si analizas la cantidad de C-14 restante en un determinado fósil, serás capaz de averiguar su edad aproximada


    1. comprenderla, la analizo y pierdo la paz demi corazón


    2. Como estratega, aún analizo con admiración su táctica política


    3. Luego analizo con detalle los documentos que me parecen esenciales, sopesando lo que puede adivinarse y no está escrito


    4. [17] Analizo la idea de cerebros que simulan mundos en mi Conferencia Gifford de 1988, «Mundos en microcosmos»


    1. Mis padres habían pedido pizzas para todas mientras analizábamos nuestras opciones


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    analizar in English

    look at analyze examine give thought give consideration consider think out think through parse

    Sinônimos para "analizar"

    descomponer determinar establecer separar diferenciar examinar observar comparar investigar