1.
En un ángulo de la plaza estaba la tribuna de la música, un tabladobajo, cuyas barandillas
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después que he vistopasar por la tribuna tantos y tan admirables
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tribuna de las Cortes
4.
—Sí, y en la tribuna inmediata, que es la de los diplomáticos,
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Ostolaza queacaba de llegar, dice que te vio en la tribuna de las
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sillas,otros de pie sobre las mesas haciendo de estas tribuna, se
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13 las turbas realistas saquearon el establecimiento,destrozaron la tribuna, quemaron
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entre el vastotinglado para el pueblo y el «paddock» de los pudientes, la tribuna
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de la tribuna popular, porque ellos no han visto, comonosotros, al propietario, y les
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yo estánacostumbrados a las lides de la tribuna (había hablado
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Debajo de los castañoshabía también una tribuna
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sitio de honor en la tribuna, y el cohetero, rodeado siemprede un
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aficionados de la tribuna
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Pero no bastándole esto, todavíaideó la entrada por la tribuna de la
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esta formaatravesó el pasadizo de la tribuna
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tribuna literaria,desde la cual ardía él en deseos de elevarse a su
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Se notó cierta emoción en la tribuna del gobierno
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Flimnap abandonó la tribuna con el ánimo desorientado, no sabiendociertamente si debía entristecerse ó alegrarse por lo que acababa deoir
19.
Apenas se abrieron las puertas del Senado, el profesor corrió á sentarseen la primera fila de una tribuna
20.
El presidenteestaba enfrente de la tribuna
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La tribuna de la prensa estaba debajo de la del cuerpo
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dignatarios tienen su tribuna especial
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hacerseescuchar y que bajaron de la tribuna entre los silbidos de
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tribuna, estuvo un cuartode hora sin poder imponer silencio, en
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Corrientes»: La Tribuna publicó las sesiones al día siguiente, y
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en la tribuna, elocuencia demala ley, verbosa y vacía unas veces,
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En la tribuna
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El resto de su cuerpo seconfundía en la penumbra de la tribuna al
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haresonado con elocuencia en la tribuna, su pluma ha trazado páginasbrillantes que
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Congreso y hacía mucho ruido en la tribuna aplaudiendo a
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Terminado el Rosario, dos de las más espirituales tertulianas subieron ala pequeña tribuna
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Al principio el orador se ponía en pie sobre una mesa, yhablaba; después el dueño del café se vió en la necesidad de construiruna tribuna
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Losbullangueros no callaron hasta que subió á la tribuna Alcalá Galiano
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Un segundo orador subió á la tribuna á disipar el fastidio que laperoración de Lázaro había causado
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El que estaba en la tribuna logró dominar el ruido y pudo
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algunospidieron que hablara; Alfonso le empujó hacia la tribuna; el mismo dueñodel café se lo suplicó con insistencia, y la mayor parte de la juventud,que formaba el público, le aplaudió, tributándole una
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Ya se habían congregado los diez combatientesfrente á la tribuna del
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prensa y la tribuna
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mucho en el Casino,junto a la tribuna de los maldicientes
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Vió la luzpública en el número 621 de la Tribuna,
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Señores redactores de La Tribuna: Muy señores mios: sivds
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hermanoque le habla con el cuerpo fuera de la tribuna y los ojos lucientes defiebre, como un poseído
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tribuna, y alcanza el perro clavado enlas andas de San Roque
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trajes, y un sin fin de músicos tocaban armoniosas sonatas en lo alto de una gran tribuna
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cadalso ó tribuna con dos admiraciones y algunas comas que por allí rodaban, y subió á él con
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Pórcena, ni un Scipion en Africa, ni un Ciceron en la tribuna, ni unRégulo en el Senado, ni un Julio
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La mayoría de los universitarios presentes en la tribuna desaprobaron la tesis e iniciaron un acalorado debate sobre la censura y la transformación de los textos sagrados por la Iglesia a lo largo de los siglos
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Pierre Michel, con paso decidido, subió de nuevo a la tribuna
49.
–Conseguí escabullirme por detrás de los camilleros y llegar a la tribuna
50.
Él entonces pareció cobrar fuerzas y con paso firme subió a la tribuna
51.
En la revista Punto Final, en 1972 Augusto escribió: "La derecha odia a Canal 9 porque damos preferencia a las noticias y posiciones de los diversos sectores del pueblo, porque atacamos sin clemencia al imperialismo y no titubeamos en usar un lenguaje duro contra la reacción; porque preferimos darle tribuna a la señora de la Junta de Vecinos antes que reproducir una declaración de un personero de la derecha…»
52.
Dejé la tribuna del público por la misma puerta por la que había entrado y pedí al ujier que me condujera al estrado
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En cuanto al hemiciclo, tras la irrupción de los golpistas reinaba allí un silencio ominoso entrecortado por las toses de los parlamentarios y por las órdenes ocasionales de los guardias civiles; el silencio se heló cuando, diez minutos después de iniciado, un capitán subió a la tribuna de oradores para anunciar la llegada de una autoridad militar encargada de tomar el mando del golpe, y se hizo trizas cuando poco después Adolfo Suárez se levantó de su escaño y exigió hablar con el teniente coronel Tejero, provocando una algarabía de revuelta que a punto estuvo de desencadenar un nuevo tiroteo, y que terminó cuando los guardias civiles consiguieron a base de gritos y amenazas sentar de nuevo al presidente
54.
No fue el único anuncio de este tipo que a lo largo de la noche hicieron los rebeldes desde la tribuna de oradores: en un determinado momento un oficial les leyó a los parlamentarios el bando de guerra promulgado por Milans en Valencia; en otro, un guardia civil les leyó novedades favorables a los golpistas transmitidas por agencias de prensa; en otro, poco antes ya de la medianoche, Tejero proclamó que varias regiones militares -la II, la III, la IV y la V- habían aceptado a Milans como nuevo presidente del gobierno
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Por supuesto, no consiguió animar a nadie, no como mínimo en aquellas primeras horas, cuando ni uno solo de los hechos que ocurría en el hemiciclo -ni siquiera el hecho de que la autoridad militar anunciada no llegase, ni siquiera el hecho de que los asaltantes hubieran permitido la salida del Congreso a quienes no ostentasen la condición de parlamentarios- servía para apaciguar el desasosiego de los diputados: durante mucho rato el cataclismo pareció ineludible y los nervios, la rabia y el comportamiento brutal de los guardias civiles no amainaron, y hacia las siete y media, después de que el parpadeo repetido de la iluminación de la sala hiciera temer a los secuestradores un corte deliberado del fluido eléctrico que fuese el prólogo de un intento de sacarlos del Congreso por la fuerza, el teniente coronel Tejero redobló la vigilancia de los accesos al hemiciclo y exigió a voz en grito a sus hombres que en caso de apagón hicieran fuego al menor roce o movimiento extraño, y acto seguido ordenó descuartizar algunas sillas para armar frente a la tribuna de oradores una pira con que suplir la posible falta de luz, cosa que propagó un escalofrío entre los diputados, convencidos de que una hoguera provocaría el incendio automático de aquel recinto tapizado de gruesas alfombras y maderas nobles
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Los dos primeros son buenos amigos de Tejero y los conocemos bien: Muñecas es el capitán que en la tarde del 23 de febrero se dirigió a los parlamentarios secuestrados desde la tribuna del Congreso para anunciarles la llegada de una autoridad militar; Gómez Iglesias es el capitán adscrito a la AOME -La unidad de operaciones especiales del CESID- que posiblemente había sido encargado por el comandante Cortina de la vigilancia de Tejero y que, según esta primera versión de los hechos, el 23 de febrero actuó a espaldas de su jefe, porque sin conocimiento de Cortina ayudó al teniente coronel a vencer las últimas reticencias de algunos oficiales que debían acompañarlo en la tarde del golpe y tal vez también le proporcionó hombres y material de la AOME con que escoltar la marcha de sus autobuses hacia el Congreso
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Ha transcurrido casi un cuarto de hora desde la irrupción de los guardias civiles sublevados y el capitán Jesús Muñecas acaba de anunciar desde la tribuna de oradores la llegada del militar responsable de tomar el mando del golpe
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Lo que sucede a continuación no lo registra la cámara, porque, aunque ignora que ésta continúa grabando, un guardia civil acaba de golpear accidentalmente su visor y la ha obligado a ofrecer un confuso primer plano de la tribuna de prensa; el sonido del hemiciclo, en cambio, sigue percibiéndose con claridad
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A partir de ese momento vuelve a reinar en el hemiciclo el silencio mortuorio de antes, mientras la cámara, abandonada, sigue ofreciendo un plano estático de la tribuna de prensa; por él, en los minutos que siguen, cruza en claroscuro una anarquía de fragmentos inconexos: la cara fugaz de una mujer con gafas, chaquetas con acreditaciones ilegibles de periodistas, manos crispadas que desahogan su nerviosismo o su miedo haciendo girar bolígrafos baratos o sosteniendo cigarrillos temblones, un mazo de papeles con membrete del Congreso tirado en una escalera, la barandilla de hierro forjado de la escalera, corbatas con dibujos romboidales y camisas blancas y puños blancos y vestidos color violeta y faldas plisadas y jerséis y pantalones grises y manos que aferran carpetas reventonas de papeles y carteras de ejecutivos
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«No debemos contribuir al desencanto -dijo ese día Suárez desde la tribuna de oradores del Congreso-
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[35] Se trata de la tribuna en la que asesinaron al presidente Anwar Al Sadat el 6 de octubre de 1981
62.
Valle-Inclán, y no lejos de él los jóvenes escritores republicanos de la revista Nueva España, convierten en tribuna política su mesa de La Granja
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luego salí del club y entré en la parte de la tribuna principal y cogí una taza de café caliente, sin leche
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Conmovidas, algunas ninfas treparon a una improvisada tribuna para agradecer el gesto solidario hacia las olvidadas de la sociedad, como se autodesignaron
65.
El conde finalmente había acudido acompañado de su senescal Gombau de Besora, que no perdonaba a Berenguer la ofensa inferida a su hija la noche de la cena y que estaba al mando de los hombres de armas que estaban ante la tribuna
66.
Llamará a la tribuna alta para averiguar qué saben ellos
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La tribuna alta eran los detectores
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Subió a la tribuna de los ancianos
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El rabino, de pie en la tribuna junto a Jasón, inclinó la cabeza y empezó a recitar las oraciones, pero no podíamos oírle
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¿Quién podría olvidarlos? Aún hoy, después que he visto pasar por la tribuna tantos y tan admirables hombres, me parece que los de aquel día fueron los más elocuentes, los más sublimes, los más severos, los más superiores entre todos los que han fatigado con sus palabras la atención de la madre España
71.
Ella tiene cédula para la tribuna
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Se me figura (y esto es reservado) que él llevó la papeleta de la tribuna
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De pronto miré a la tribuna de señoras, que estaba al lado de la Epístola, en lo que podemos llamar el proscenio de la iglesia, y creí distinguir a las dos muchachas
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-Sí, y en la tribuna inmediata, que es la de los diplomáticos, está lord Gray
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Al mismo tiempo entre los diputados sonó rumor de disgusto por lo que pasaba en la tribuna, habló el presidente imponiendo silencio a los galerios, y acallados estos un tanto, el diputado Teneyro tomó la palabra
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de Ostolaza que acaba de llegar, dice que te vio en la tribuna de las Cortes
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-El señor es de los que van todos los días a alborotar a la tribuna
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Al verse perdido, miró a la tribuna, esperando que la presencia de su amigo, devolviéndole la serenidad, le devolviese el evaporado discurso, pero entonces su angustia fue más grande
79.
Delante de la tribuna del orador, en el límite de los trofeos, se situó Cayo Mario de tal forma que quedaba frente a la zona de comicios y el espacio abierto del bajo foro; los situados en la del Senado le veían de espaldas y cuando todos los senadores, menos los escasos patricios, comenzaron a bajar los escalones hasta las divisiones de la zona de votación, desde donde le veían de frente para vituperarle, las filas de sus partidarios y clientes convocados se apretaron para cerrarles el paso
80.
Los tribunos de la plebe Tito Didio y Lucio Aurelio Cota vetaron el procedimiento y la multitud, furiosa, los hizo bajar de la tribuna de los Espolones, apedreándolos y apaleándolos; Didio y Cota fueron detenidos y sacados de la zona de comicios y, por presión de la muchedumbre, encerrados en el Argiletum
81.
Se llevaron a cabo en la zona de comicios, bajo la presidencia de Glaucia en la tribuna de los Espolones, mientras sus nueve colegas echaban a suertes el orden en que votaban las treinta y cinco tribus y luego fiscalizar a las distintas tribus conforme lo iban haciendo
82.
El pueblo creyó a Saturnino, que había tenido la prevención de introducir a sus gladiadores entre la multitud, y cuando uno de los tribunos de la plebe trató de interponer el veto diciendo que los presagios eran adversos, que había oído truenos y que cualquier ley aprobada aquel día sería nefas, sacrílega, entraron en acción los gladiadores de Saturnino, y mientras él afirmaba en tono grandilocuente que no aceptaría el veto, sus matones bajaron al desventurado de la tribuna y se lo llevaron por el Clivus Argentarius hasta las mazmorras de la Lautumiae y allí lo tuvieron hasta que terminó la votación de las tribus por la que se aprobó la ley, pues la cláusula del juramento era suficiente novedad para intrigar a los habituales asistentes de la Asamblea plebeya
83.
Nadie de la multitud puso trabas para que circularan los senadores y los ciudadanos politizados que acudían a votar a la zona de comicios; mientras Mario subía a la tribuna de los Espolones, Sila fue a la escalinata del Senado con el resto de los senadores patricios
84.
Los electores de la Asamblea plebeya se encontraron aquel día en una isla rodeada por un mar de observadores bastante silenciosos, una isla en la que la tribuna de los Espolones surgía como un escollo en el océano
85.
En aquel lugar que miraba Equitio había unos cuantos senadores e hijos de senadores sacando puñales y porras de las togas y rebulléndose como dispuestos a bajarle de la tribuna
86.
El compacto grupo situado ante la tribuna seguía en silencio, y Saturnino cobró confianza; animado por la atención de su auditorio, insistió sobre el tema
87.
Igual que un montón de bolas a las que se da un mazazo, el populacho se dispersó en todas direcciones, lanzando gritos incoherentes, mientras Saturnino se volvía en la tribuna hacia sus compinches
88.
Avanzó hacia el borde de la tribuna de los Espolones que miraba hacia el bajo Foro en vez de a la zona de comicios y abrió los brazos en un ademán que parecía abarcar a la multitud, acogerla como un padre a sus hijos
89.
En esto salían ya de la tribuna, y empezaba el penoso descenso entre un gentío bullicioso, mareante, compuesto en su mayoría de señoras charlatanas y fastidiosas,
90.
Y se llegó con tal ímpetu hasta la tribuna de los rostra, que Pompeyo y Craso dieron un paso atrás
91.
Anduvo de aquí para allá, saludando a los que encontró conocidos, y uno de estos le dijo que Iglesias estaba en la tribuna oyendo hablar a Toreno
92.
Durante todo este largo proceso, los tribunos de la plebe salientes permanecían detrás de la tribuna de los rostra, los candidatos, delante, y el presidente del colegio saliente con el cónsul encargado del escrutinio, sentados en un banco, enfrente, para ver todo lo que sucedía en el recinto inferior
93.
Pero aquello no complació al resto de la audiencia y unos cuantos comenzaron a repeler los empujones y atropellos; una porra lanzada al aire alcanzó al propio Druso, que en aquel instante saltaba de la tribuna para impedir que se esgrimiesen las porras y todos se fueran pacíficamente a casa
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Volvieron a estallar los vítores, mientras Silo aguardaba sonriente en la tribuna a que se hiciera el silencio
95.
Marco Emilio, príncipe del Senado, fue quien subió a la tribuna de los rostra
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Escauro bajó de la tribuna y la gente comenzó a dispersarse
97.
A continuación, los diez tribunos de la plebe, desde la tribuna de los rostra, solicitaron a la multitud tres estentóreos hurras
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Se oyó una segunda aclamación estentórea, pero Sila ya había bajado de la tribuna, esgrimiendo la espada
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Con buenas y sabias Cámaras, que debían ser presididas por un Obispo, y sujetas al rigor dogmático, podrían los hombres de estudios ilustrar las cuestiones; y el Rey desde su real tribuna lo oiría todo, conservando la libertad de hacer lo que le diere la real gana, que para eso era ungido de Dios
100.
De nuevo ordenó a Lúculo que formase a las legiones y una vez más subió a la tribuna, esta vez acompañado de los dos ex pretores