1.
[53] Tiene el cuadro en la parte inferior, a la derecha, unainscripción latina, según la cual fue concluido en 1647; lo cualcorrobora la creencia de que Velázquez hiciera las figuras en Madrid, alvolver del viaje
2.
Despues de concluido le dan ábeber un huevo de avestruz crudo, y agua, haciéndole fumar tabaco, quees el regalo que le hacen al gualichu
3.
El descubrimiento de este Rio Negro no se ha concluido: el piloto de lareal armada, D
4.
Entretanto, el doctor había concluido su intervención y al tiempo que iba metiendo dentro
5.
misma operación que ellos recién habían concluido
6.
considerar el trabajo concluido, y el que encaja mal la ingratitud todavía no ha
7.
Concluido el caso del título nobiliario que ya no existía y del monárquico que, contra el deseo del optimista García Olano, no llegó a crearse, bueno es hacer algunas consideraciones finales sobre las mujeres comuneras y su influjo en la revolución
8.
En el atrio de la Catedral se colocó un tablado con dosel, bajo el cual se situaron Bolívar, Santander y Anzoátegui A tiempo que la multitud los aclamaba, los oficiales levantaban los sables, la tropa sus lanzas y los cañones disparaban salvas desde San Francisco, Al toque de silencio, ordenado por el clarín, siguió el discurso de don José Tiburcio Echeverría, Gobernador de la provincia de Santa Fe, y concluido éste, la joven Dolores Vargas París, una de las 20, coloco sobre la cabeza del Libertador la corona, al paso que las bandas ejecutaban himnos, las tropas presentaban armas y la multitud, estimulada con chicha y aguardiente, prorrumpía en estridentes vítores
9.
La tensa coyuntura de la independencia, iniciada en 1821, que desembocó en la Guerra de Ochomogo, librada en abril de 1823, había concluido
10.
Me escuchó con atención, y cuando hube concluido, me dijo:
11.
trabajaba, ycuando los señores hubiesen concluido con el
12.
por concluido; pero susmiradas, su turbación, el constante aludir
13.
En torno del ataúd de Olga los cirios habían concluido de
14.
quehabían concluido por trabar amistad con ellos, se trasladaban enocasiones a la
15.
—Ha concluido el reinado de los poetas y comienza el de los fisiólogos
16.
relaciones y ha concluido por romperlas son las ideas de supadre
17.
Mi permanencia en Colombia había concluido, debiendo
18.
Condesa hubiera concluido, ¿bastaban el desagrado,el fastidio, o
19.
Concluido el festín y despedidos los convidados, se recogieron
20.
En esto su proceso concluido,
21.
Losotros le incitaban, y sabe Dios cómo habría concluido el
22.
No había concluido el primer acto, cuando en un palco de la izquierdaaparecieron
23.
El cura, una vez concluido el oficio, vino a hacer en lengua vulgar[1],delante del concurso, la narración sencilla del Evangelio sobre elnacimiento de Jesús
24.
Y habían concluido por
25.
comadreando, porque la pobre había concluido por ingresar en elbatallón augusto de
26.
Pues en esemalecón, en la mañana del día que vamos refiriendo, el segundo o tercerode la novena de San Rafael, varios negros carpinteros se entretenían enlevantar con tablas de pino, pintadas de color de cantos de piedra, algoque se asemejaba a las almenas de un castillejo, habiendo ya plantado elasta bandera y casi concluido la obra principal
27.
Una vez concluido aquel acto debarbarie, engendrado por la cólera, los soldados
28.
queregularmente gasta media hora; y, concluido, avisan con la
29.
aquel paso, el que concluido se levantan estos muchachos
30.
que todo había concluido para él
31.
Miguel había concluido por guardarsilencio, escuchando con
32.
La disciplinahabía concluido para él
33.
—Pues se han concluido mis vacilaciones y a casarse tocan
34.
Las cosas reanudarían su curso normal en adelante: tenían necesidad de creer que el caso Schiller estaba cerrado y de dar el asunto por concluido
35.
Como era preciso mantener cierta distancia mientras el asunto no estuviera concluido, se encontraron en la yeshiva
36.
El día en que Huma debía entrar de servicio, concluido el paréntesis de invalidez que sucedió a su accidente, reinó en el campamento una frenética actividad
37.
El oficial de la patrulla presentó su escueto informe verbal a Taggin en cuanto hubieron concluido estas operaciones
38.
Uno pensaría que la polémica había concluido, pero sigue habiendo concentraciones masivas, bombas e intimidación, muertes de trabajadores de clínicas abortistas, detenciones, intensas campañas, drama legislativo, audiencias del Congreso, decisiones del Tribunal Supremo, grandes partidos políticos que casi se definen sobre la materia y eclesiásticos que amenazan con la perdición a los políticos
39.
Ahora, tras el gasto de este inmenso tesoro nacional (y a pesar de que haya concluido la guerra fría), Estados Unidos es vulnerable a un aniquilamiento virtualmente instantáneo
40.
El trabajo deberá estar concluido para el año 2005
41.
Cuando hubo concluido la desagradable tarea, recogió todo el pelo en el pañuelo y, levantándose, indicó a Stellara que le siguiera
42.
El 15 de febrero de 1977, el ministro de Relaciones Exteriores informaba al "Señor Presidente" (Pinochet) que, por decreto del 6 de noviembre de 1975, el comandante en jefe de la 11 División del Ejército había ordenado a la 11 Fiscalía abrir un proceso judicial y que al término de dos años había concluido su investigación
43.
–Esta noche quedará concluido este cuadro
44.
Un día le dije que se había equivocado el día antes, diciéndome que el cuadro quedaría concluido por la noche
45.
Apenas se quedan los dos hombres a solas en el despacho, Armada vuelve a explicarle al teniente coronel lo que ya le ha explicado en el patio: su misión ha concluido y ahora debe permitirle entrar a parlamentar con los diputados para ofrecerles su libertad a cambio de la formación de un gobierno de unidad bajo su presidencia; añade que, dado que las cosas no han salido exactamente como habían previsto y la violencia y el estrépito del asalto al Congreso han provocado una reacción negativa en la Zarzuela, lo más conveniente es que en cuanto los diputados acepten sus condiciones el teniente coronel y sus hombres salgan hacia Portugal en un avión que ya les está esperando en el aeródromo de Getafe, con dinero suficiente para pasar una temporada en el extranjero hasta que las cosas se calmen un poco y puedan regresar a España
46.
Durante un debate parlamentario el nuevo líder de la derecha, Antonio Hernández Mancha, cuyas peticiones de apoyo había rechazado Suárez de forma reiterada, le dedicó con irónica altivez de abogado del estado unos versos contrahechos para la ocasión que atribuyó a santa Teresa de Jesús: «¿Qué tengo yo, Adolfo, que mi enemistad procuras? / ¿Qué interés te aflige, Adolfo mío, / que ante mi puerta, cubierto de rocío, / pasas las noches de invierno oscuro?», En cuanto hubo concluido de hablar su adversario, Suárez saltó de su escaño y pidió la palabra: aseguró que Hernández Mancha había recitado mal todos y cada uno de los versos del cuarteto, luego los recitó correctamente y para acabar dijo que su autor no era santa Teresa sino Lope de Vega; después, sin más comentarios, volvió a sentarse
47.
y la realidad era que a aquellas alturas de la madrugada -a medida que tras la comparecencia del Rey en televisión caían en cascada las condenas al golpe de las organizaciones políticas, sindicales y profesionales, de los gobiernos autonómicos, de las alcaldías, de las diputaciones, de la prensa y de un país entero que había permanecido en silencio hasta que vislumbró el fracaso de los golpistas- el interior del Congreso empezaba a estar maduro para la capitulación, o eso era al menos lo que pensaban quienes dirigían el cerco al edificio y habían abandonado ya la idea de asaltarlo con grupos de operaciones especiales por temor a una escabechina y concluido que bastaba dejar correr el tiempo para que la falta de apoyos externos hiciese sucumbir a los secuestradores: salvo los principales líderes políticos, aislados durante toda la noche en otras dependencias del Congreso, los parlamentarios permanecían en el hemiciclo, fumando y dormitando e intercambiando en voz baja noticias contradictorias, a cada minuto que pasaba más seguros de la derrota del golpe, vigilados por guardias civiles que intentaban hacerles olvidar los ultrajes de los primeros instantes del secuestro tratándolos con mayor consideración cada vez porque cada vez estaban más desmoralizados por la evidencia de su soledad, más diezmados por el sueño, la fatiga y el desaliento, más arrepentidos de haberse embarcado o haberse dejado embarcar en aquella odisea sin salida, más asustados ante el futuro que les aguardaba y más impacientes por que todo acabase cuanto antes
48.
A Tarrou, que reconocía haberle oído predecir una desgracia, pero que le recordaba su idea del temblor de tierra, le decía: "¡Ah, si fuera un temblor de tierra! Una buena sacudida y no se habla más del caso… Se cuentan los muertos y los vivos y asunto concluido
49.
Al cabo de seis días, el fuego había concluido en la parte más baja del monte Esquilino, una vez que se había adoptado la medida de derribar las casas suficientes como para impedir su avance
50.
El escándalo desencadenado en torno al intento de suicidio de Bian se hallaba en su punto álgido, y ahora comenzaba a rumorearse que su esposa mantenía una relación con un coronel del Kuomintang… ¡cuando se suponía que aún no había concluido su luna de miel! Se puso furioso, pero sus sentimientos personales no constituyeron el factor decisivo de su aceptación de la actitud del Partido frente al coronel
51.
Apenas había concluido el juicio cuando el grupo de mi madre fue enviado a una nueva expedición
52.
La campaña de 1955 había concluido, y la atmósfera parecía en general más relajada
53.
Por más de diez minutos me asaltó la sensación de que al fin todo había concluido, y había entrado en ese largo túnel de paz que dicen que está esperando a los difuntos
54.
Concluido el plazo, anunció la conclusión a la que había llegado: esquizofrenia
55.
Cuando hubo concluido aguardó paciente a que, en uno de sus círculos, la cumbre de la duna más próxima se interpusiera entre la avioneta y ellos, y tan sólo entonces salió al exterior y cubrió con una capa de arena las partes más visibles de la tienda
56.
Allah!” Ahora se suponía que se encontraba en otro país, fuera ya de peligro, pero los soldados continuaban siendo sus enemigos y la persecución no parecía haber concluido
57.
-En ese caso, asunto concluido -dijo el doctor dándome un golpe en la espalda y apoyándose de nuevo mientras paseaba
58.
Había concluido su honrada vida con el corazón envenenado, maldiciéndola desde las puertas del sepulcro, y aborreciendo, cuando sólo debía amar; atento a su deshonra, cuando sólo debía poner el pensamiento en Dios
59.
Viendo la alteración del rostro del magistrado, el brillo feroz de sus ojos, comprendió o debió comprender que la escena de los jurados había concluido
60.
—Que deseo que esto haya concluido
61.
Dado que el forense ha concluido su trabajo, mañana a las once se celebrará un funeral en la iglesia
62.
Al quinto día, habiendo concluido sus escasas provisiones, resolvieron detenerse para buscar nuevas
63.
Si bien la procesión había concluido, la fiesta estaba en su apogeo
64.
-¿Cree usted que esos bribones han concluido las municiones?
65.
Cuando todo hubo concluido, recogió el cabello cortado y lo escondió bajo la colchoneta junto con su hábito, y de detrás de una cómoda en la que hasta aquel instante había guardado todas sus pertenencias sacó una pequeña alforja, que se colocó en bandolera; en ella ya guardaba alguno de sus tesoros indispensables para llevar a cabo sus planes y allí colocó el resto de sus pertenencias
66.
Bertran, en cuanto hubo concluido los tres credos, partió tras ella
67.
Casi nunca significaba nada más que una fluctuación aleatoria de las operaciones, pero había concluido en algo real el suficiente número de veces como para que pusiera un poquito nerviosos a los agentes de señales
68.
La nueva operación había concluido
69.
La cuenta atrás había concluido sin problemas y, aunque el largo día se acercaba a su fin para la mayoría de los trabajadores, a Orlov le parecía que el día acababa de empezar
70.
Había concluido de lavarse la cara y empezaba a enderezar el nudo de su corbata cuando sonó la línea interna
71.
Los coreanos del Norte acababan de sorprender al mundo entero accediendo a abrir su planta de reprocesamiento nuclear en Yongbyon a las “inspecciones especiales” tanto tiempo solicitadas; pero mientras Rusia, China y Europa evaluaban esta concesión como un verdadero progreso, mucha gente en Seúl y los Estados Unidos sostenía un punto de vista diferente: que el Norte simplemente había erigido pequeñas “bases calientes” en algunos otros emplazamientos -virtualmente en todas partes- y concluido toda investigación sobre armas en Yongbyon
72.
Cuando la largamente sostenida guerra contra los delincuentes de la cibernética hubo concluido, los vencedores se encontraron en posesión de una vergonzosa colección de productos defectuosos, todos ellos por completo incomprensibles para cualquier
73.
de esos últimos años en que la raza humana comprendía que todo había concluido
74.
El corto día casi había concluido cuando pasó por encima de la cresta de los montes de cera, y la luz huía rápidamente de la parte inferior de sus laderas
75.
El ensordecedor sonido de trompetas daba por concluido ese juicio, anunciando el caso siguiente
76.
Los preliminares habían concluido
77.
Los demás clientes del café reanudaron sus conversaciones, ahora que la escenita parecía haber concluido
78.
-Todo se ha concluido -afirmó la señora Sumta con oficiosidad-
79.
Cuando la última palabra expiró en sus labios, y se sentó recibiendo las felicitaciones y los aplausos de [87] las tribunas, el siglo décimo octavo había concluido
80.
-Por mi parte, concluido -dijo Villela estirando el cuerpo, arqueando las cejas, sacudiendo los dedos y tirando de la punta del monumental pañuelo; para sacarlo del bolsillo
81.
Era la caída de la tarde, el mercado había concluido y tanto los mercachifles como sus clientes se habían cobijado bajo las lonas de las toldillas listadas de las pequeñas cervecerías
82.
Cálmese el furor de la canalla; póngase una buena guardia en el edificio, y todo está concluido
83.
Cuando hubo concluido, el cautivo rogó que se le diese lo necesario para escribir una carta a su madre, anunciándole que vivía, pues, según dijo, en todo el tiempo de su ya concluida cautividad no había podido dar noticia de su existencia a los que le amaban
84.
No había concluido de saludar a los del coche, cuando se llegó a él un hombracho formidable, los zapatos y el pantalón blanqueados por el polvo: era Ibraim, que en tal facha, encendido el rostro por las múltiples mañanas que había tomado, parecía más bárbaro que nunca
85.
Era una potestad que se concedía a un pretor que aún estaba dentro del año de su cargo, o a un pretor cuyo plazo había concluido, para darle mayor autoridad para el gobierno de una provincia o, en caso necesario, dirigir la guerra
86.
Por el contrario, los pequeños propietarios de la región se regocijaron al ver los bloques de toba, pues una vez concluido el cerco el muro sería derruido y dispondrían de un inagotable suministro de material para la construcción de vallas, graneros y vaquerías
87.
La ceremonia había concluido sin error alguno
88.
Al cabo de trece horas había concluido el castigo, a la luz de antorchas en su última parte
89.
Era una potestad que se concedía a un pretor cuyo plazo había concluido para darle autoridad para gobernar una provincia o, en caso necesario, dirigir la guerra
90.
Durante todo el verano estuvo cabalgando para decidir la elección de tal sima, tal garganta; una vez concluido el plan, disponía de setenta depósitos de seguridad, y la fama de su fabulosa riqueza había llegado a Roma
91.
Y cuando ellos sepan ¡ay de mí! cómo ha concluido D
92.
Ea: ya he concluido, y perdonen que haya sido hablador prolijo en este trance
93.
Una vez concluido, unas dos horas antes de ponerse el sol, el cónsul encargado leía los resultados ante los que habían aguardado hasta el final y los que habían vuelto a congregarse en el recinto, ya sin cuerdas, y autorizaba también la publicación de los resultados en una hoja de pergamino que se exponía en el muro de atrás de los rostra con vista al Foro, para que en días sucesivos pudieran leerlos los que por allí pasaban
94.
Y aún no había concluido de decirlo, cuando una robusta voz estalló en la obscuridad, gritando: «¿Quién vive?»
95.
Volvió a detenerse hasta que los heraldos hubieron concluido
96.
Era una potestad que se concedía a un pretor cuyo plazo había concluido, para darle autoridad para gobernar una provincia o, en caso necesario, dirigir la guerra
97.
Era como si agotase todos mis sentimientos en tan breve margen de espera, como si mi corazón tuviese que pararse una vez concluido ese lapso
98.
Para que la semejanza de tal función con las de un drama o comedia fuese perfecta, el local parlamentario era el teatro de la Plaza de Oriente, aún no concluido, edificio con grandes anchuras para la sesión pública, pero sin desahogo de pasillos para el descanso y esparcimiento de los padres de la patria, y para la irrupción de vagos que iban a recoger impresiones, a charlar de política y a comentar los discursos
99.
Amigas envidiosas llevaron a Eufrasia el cuento de que Terry mariposeaba en el escenario del Circo alrededor de aquel astro, de aquella deidad de la danza, la Guy Stephan, y no fue menester más para que se produjesen recriminaciones y celeras a que siguió un hemos concluido, pronunciado por ambas bocas con [143] entonación solemne
1.
Por el contrario, ocho, quizá hasta once, eran promiscuas o especies formadoras de harenes, siendo una de ellas el ancestro de los humanos que surgió a partir del eslabón perdido formador de harenes concluimos así en que la promiscuidad o los harenes, y no la monogamia, es el sistema de apareamiento que conduce a la ovulación oculta (véase figura 4
2.
Concluimos que unos jóvenes del pasado, presumiblemente aquellos que los ancianos guiaban, se parecían cada vez más al césped y menos a las flores primaverales
3.
Si un foco nos falla, no concluimos que las leyes que gobiernan la electricidad no son confiables, y si la Ley de Atracción parece ser imperfectamente demostrada por una persona inexperta o mal informada no concluimos que la Ley mas Grande e Infalible sobre la cual descansa el sistema entero de la Creación ha sido suspendida
4.
En lugar de esto, concluimos que se requiere un poco mas de entendimiento de la Ley, por la misma razón que la solución correcta a un complicado problema matemático no siempre se obtiene en forma fácil y expedita
5.
Concluimos, pues, que el amor del pueblo es voluble
1.
No tardé en concluir, pues mirándolo bien no
2.
concluir que todo el contacto con el mundo espiritual a través de los mediums sea
3.
Podemos concluir que, dentro de los mitos legendarios de los indígenas, la personificación del mal tenía cuerpo y alma de mujer, en lo cual no se distancia mucho de las tradiciones cristianas
4.
Sobre los cuales se apoyaba sin cesar hasta concluir el allegro
5.
concluir que el universo también tiene un propósito interno y otro externo inseparables de los nuestros
6.
Quiero concluir el edificio, ya que el amigoAparisi lo quiere empezar
7.
Basado en lo anterior, podemos concluir que el colegio NSF presenta condiciones
8.
Sólo diré para concluir que en el teatro, durante la representación,deben
9.
Y como al concluir fuera acogida esta relación con una salva de aplausos, animóse el recitador y
10.
Comandantejunta general de todos los oficiales, á fin de concluir el todo de estaexpedicion: á lo que le
11.
concluir con su cuenta se llegaba á esta cantidad
12.
brillantes y fijos en el amo que come,para concluir lamiendo el plato que sus tres compañeros habían
13.
inherente a su profesión, ycuando al concluir el ensayo general
14.
Debe concluir esto, sin que
15.
Antes de concluir el cigarro lo arrojó
16.
Yo apreté los puños: ¡habría sabido concluir tan bien la frase
17.
Y en vez de concluir la frase, dio un puntapié a los molosos
18.
claustro, dejando los pinceles al concluir el día, dehinojos ante la Madona para implorar de ella
19.
concluir; de suerte que hoy se encuentrael pobre sin profesión alguna y viviendo a
20.
Acababa de concluir la carrera de Filosofía y
21.
concluir la obra, se ha comido ya todas las uñas y el
22.
para concluir el Diccionario de Cuervo?
23.
intimidad de tantos años, pudiera concluir un día, y por lo
24.
Parte decidido a concluir la insurrección,para lo cual no
25.
granujada, después de despojar a su amigoCalderón de unas cuantas pesetas, como el justo al concluir un acto dejusticia o de caridad
26.
punto de concluir la carrera, conoció la gravedad de susituación y el disgusto que tendrían su madre y su abuelo, á quienesamaba mucho
27.
—¿Quiere usted una taza de caldo?—preguntó el clérigo; y seinterrumpió antes de concluir, porque su
28.
costumbre en el pueblo; y por otro, le urgía concluir lo que estabahaciendo
29.
Pero una mañana, cual si fuese una construcción de arena igual á laque levantan los niños y demuelen á su capricho, las aguas se llevaronante sus ojos un extremo del dique sin concluir; luego lo partieroncomo algo tierno y dúctil, y finalmente las dos murallas subfluviales,en las que se habían empleado cientos de
30.
fue descendiendo, hasta concluir en lapronunciación melancólica y cariñosa de una sola letra, la
31.
posponerse [74]al deseo de que se conserve latranquilidad pública tan inalterable como siempre lo ha estado,y por ello conviene concluir no es llegado el caso de la reforma talcual se acordó y mandó, por contraria y onerosa álos intereses nacionales, y perjudicial al comercio y demas
32.
Pero al concluir
33.
concluir todos los idilios: hubo, pues,nueva boda en la casa, la
34.
Antes que pudiese concluir, la niña se levantó, entrando en la casa
35.
para concluir el año 67
36.
obligado a concluir la guerra en el verano del95, cuando comprendió su ineficacia, y entonces se
37.
No queremos concluir sin mencionar la eficacia de la digital en lahemoptisis y la
38.
amenaza con su marido, y Luisa con concluir las
39.
prendida en lo altodel fusil; el coro sordo de los mercados al concluir las transacciones,cuando se
40.
hizo concluir la fachada principal en la cual hay diferentes gustos y arquitecturas
41.
En 1967 pudimos excluir los modelos alternativos con bastante fiabilidad y concluir que la superficie de Venus, a diferencia de la de la Tierra, se encuentra a unas temperaturas elevadísimas, que superan los 400°C
42.
Si, en cambio, esa civilización estuviera transmitiendo directamente hacia nuestra posición en el espacio, empleando una antena no más avanzada que la del observatorio de Arecibo, entonces si META no ha encontrado nada, cabe concluir que no hay civilizaciones así en ninguna parte de la Vía Láctea, de entre cuatrocientos mil millones de estrellas, ni una sola
43.
Sabía, por las discusiones y conversaciones que había alcanzado a oír, que la intención de Bohar era botar la embarcación en el momento que estuviera finalizado el casco y, luego, concluir el resto de la tarea a realizar una vez que se encontrase a flote en la pequeña cala de la playa sobre la que la habían construido
44.
Al concluir, los aplausos fueron prolongados, y enseguida, con el fervor revolucionario que siempre acompañaba estos actos patrióticos, se empezó a pedir a grandes voces que «tan bellas palabras fueran impresas para que sus ideas se expandan con más facilidad y así contribuir a la educación de los pueblos»
45.
Al concluir los trueques que me pusieron en posesión de aquel arsenal de cosas creadas por el más noble instinto del hombre, me pareció que entraba en un nuevo ciclo de mi existencia
46.
–¡Ea! ¡Ahora puedes mecerlo un poco tú, si quieres! – dijo la Duquesa al concluir la canción, mientras le arrojaba el bebé por el aire-
47.
—Barón, al concluir la noche, reconocerá que hablo en serio
48.
Así es como acaba la grabación: en un perfecto desorden sin sentido, igual que si el documento esencial sobre el 23 de febrero no fuera el fruto azaroso de una cámara que permanece inadvertidamente conectada durante los primeros minutos del secuestro, sino el resultado de la inteligencia compositiva de un realizador que decide concluir su obra con una metáfora plausible del golpe de estado; también, con una vindicación de Adolfo Suárez como presidente del gobierno
49.
Entró, pero no vio a nadie, y en aquel momento pudo experimentar una aguda sensación de irrealidad, como si estuviese a punto de concluir bruscamente una representación teatral que llevaba muchos años interpretando sin saberlo
50.
Nutridos aplausos agradecían por fin al orador que hubiese tenido a bien concluir, y comenzaba la convocación de los laureados
51.
Al concluir su satisfactorio almuerzo, Alí Bahar partió en dos una ramita, se limpió con ella los dientes y extrayendo los hermosos zarcillos de plata que le había comprado la tarde anterior a la mexicana se entretuvo en observarlos con aire satisfecho
52.
Al concluir, extrajo del bolsillo los zarcillos que había comprado y se dedicó a limpiarlos con exquisito cuidado
53.
Al concluir la penuria, fue responsabilizado de todas las calamidades sufridas por el poblado, y la comuna permitió a los aldeanos votar su destitución y etiquetarle como «enemigo de clase»
54.
Al concluir de arreglar sus cosas, llamó la atención de Alberto el ruido de los caballos en el peristilo; asomóse y vio a su padre que subía en el carruaje, y salió
55.
¿Cree usted que un cliente, en su ignorancia tecnológica, sería capaz de concluir que está pagando una millonada por cuatro chavales sonrientes con expediente de sobresaliente, por cambiarle los colorcitos de la página web? No, sobre todo cuando los cuatro chavales sostienen, porque de hecho están convencidos de ello, que están “desarrollando un proyecto de reestructuración de cascade style sheets para adaptar los estilos subyacentes a la usabilidad de la quinta generación y así posicionar el producto a la cabeza del mercado”
56.
Como esto no sucede, sería más prudente concluir que las nubes son la causa de la lluvia
57.
Pierre Bayle, que escribió unas décadas más tarde, era muy aficionado a exponer con gran detalle cuanto la razón podía decir contra cualquier creencia ortodoxa y concluir luego que «tanto mayor es el triunfo de la fe creyendo, a pesar de todo»
58.
No se requería gran experiencia para concluir que los autores de esos crímenes actuaron amparados por el sistema represivo y por eso la Iglesia intervenía sin confiar en la Justicia
59.
Al concluir tiraba del cordón de una campana que repicaba en toda la casa como un anuncio de catástrofe y yo, furiosa, subía a retirar la bacinilla sin comprender por qué ese hombre no usaba el baño como cualquier persona normal
60.
Comíamos cuatro veces al día en largas ceremonias que no alcanzaban a concluir cuando ya comenzaba la siguiente, de modo que mi abuela se levantaba de la mesa solo para dormir y para ir a la capilla
61.
Las gentes se besaban sin saber quiénes eran y la alegría iba desbocándose al tomar conciencia de que el infierno acababa de concluir
62.
La presencia de Fernando en el cuerpo era un obstáculo insuperable, presentábase la ocasión de hacerle desaparecer, y Enrique dio gracias a su fortuna por haberle puesto a punto de concluir su obra
63.
El escándalo que se organizó en el estreno de El padre Juan fue tal que poco después de concluir la representación llegaba un comunicado del gobernador civil ordenando la clausura del teatro y la interrupción de las funciones
64.
Para concluir, elevó un brindis a "ese impoluto hijo de Ilhéus, a quien tanto debe nuestra región, varón de insignes virtudes, administrador capaz, ejemplar padre de familia, jefe y amigo, el "coronel" Ramiro Bastos"
65.
—Si añades a la historia de las guerras antiguas —el muchacho se quedó mirando el techo— la actual geografía política, es fácil concluir que los incidentes fronterizos como el de Dol Angra son casuales y sin importancia
66.
Pero tenía que concluir lo comenzado y decidió acelerar un poco los trámites de Administración
67.
Afirma que esto no puede concluir en bien y tiene presentimientos horribles
68.
Esto pasó una vez, y cuando lo vi pareciome que todo iba a concluir por el sencillo procedimiento de destrozarse simultáneamente unos a otros; pero nuestro valiente paisanaje, sublimado por su propio arrojo y el ejemplo, y la pericia, y la inverosímil constancia de los dos oficiales de artillería, rechazaba las bayonetas enemigas, mientras sus navajas, hacían estragos, rematando la obra de los fusiles
69.
Josefina al concluir de leer el papel, movió tristemente la cabeza en señal de incredulidad, y luego dijo:
70.
Con habla turbada leyó su discurso el tirano, acentuando las frases de sumisión al sistema constitucional, y no era preciso ser [151] muy lince para reconocer en él un convencimiento seguro de que aquella farsa debía concluir; pero al través de su disimulo no se veía la esperanza de un éxito feliz
71.
Mas Chaperón, que deseaba concluir pronto, dijo al reo:
72.
Al concluir sentose con muestras de gran cansancio; mas ponía mucho empeño en disimularlo
73.
el buen paso marcial de los soldados que iban a llevar la orden prendida en lo alto del fusil; el coro sordo de los mercados al concluir las transacciones, cuando se cuenta la calderilla, se barre el puesto y se recogen los restos; el olor de cenas y guisotes que salía por las desvencijadas puertas de las casas a la malicia, y el rasgueo de guitarras que sonaba allá en lo profundo de moradas humildes; la puerta sobre la cual había un nombre de mujer groseramente tallado con navaja, o una cruz o un cartel de toros, o una insignia industrial, o una amenaza de asesinato, o una retahíla de palabras groseras, o una luz mortecina indicando posada,
74.
Me figuro que arrugas el ceño por esta fuerte peluca que te estoy echando, y casi, casi sientes impulsos de estrujar la carta y arrojarla sin concluir su lectura
75.
Antes de concluir de comer abandonó la mesa, y se puso a medir [47] con febril paseo la habitación, así a lo largo como a lo ancho
76.
Por supuesto que este programa no se había completado al concluir el año de su mandato como tribuno de la plebe, y Cayo Graco hizo lo imposible consiguiendo que le reeligiesen tribuno
77.
Aunque justo es reconocer que unos meses después, al concluir el período de licencia de emisión de RCTV en abierto, el gobierno chavista no se la renovaría
78.
El hecho de que el año estuviese a punto de concluir hacia sin duda que las mentes senatoriales no pensasen más que en asuntos de Roma; nadie quería adoptar decisiones con los dos cónsules casi al término de su gestión, y los dos entrantes estaban pulsando todavía las alianzas entre los miembros de la Cámara
79.
Por supuesto que este programa no se había completado ni mucho menos al concluir el año de su mandato como tribuno de la plebe, y Cayo Graco hizo lo imposible consiguiendo que le reeligiesen tribuno
80.
En primer lugar, se podía concluir que la dama había sido interrumpida antes de haber podido utilizar las llaves para entrar en la Habitación del Mirto
81.
Desgastada por el tiempo, llega esta Hermandad a nuestros días, y anualmente, en el de Pentecostés, celebra su hazaña con un como simulacro de ella, a la que se da el nombre de la Caballada, y empieza en procesión para concluir en jolgorio y comistrajes al uso moderno
82.
Al concluir los estudios y empezar a trabajar en Sotheby's, la primera decisión que Anna tomó consistió en abrir en Bucarest una cuenta bancaria a nombre de su madre, a la que el primero de cada mes transfería cuatrocientos dólares, a pesar de que habría preferido…
83.
¡Qué sería de la infancia rica sin tanto menoscabo y deshonor de muchachas pobres! Y si las criaturas ganan al cambiar el esquilmado pecho de sus madres por el exuberante de las nodrizas, también éstas salen gananciosas, porque se desasnan, se civilizan, y al concluir llevan al pueblo sus ahorros, y encuentran un labrador honrado que se casa con ellas
84.
Dijo esto Teresa, y al concluir su inventada solución o modus vivendi, vio que la obra era buena, y descansó como Dios después de haber hecho el mundo
85.
La repentina llegada del cabo hizo concluir la hilaridad tan rápidamente como se había iniciado
86.
El doctor Harper dejaba bien en claro que tenía prisa por concluir con la consulta
87.
Los fondos para la renovación se habían agotado aun antes de concluir la demolición
88.
El señor Gephardt no pretenderá que lo reincorporemos antes de concluir la investigación
89.
Al concluir el test, Jean estaba convencida de que VJ era un muchacho emocionalmente estable, bien adaptado y maduro
90.
Cada día hace lo mismo al concluir la jornada, minucioso como suele, anotando ecuánime cada éxito y fracaso
91.
Podremos concluir, en tal caso, que existían formas reconocibles de vida cuando la Tierra tenía una edad de mil millones de años
92.
Si eso era lo que ella quería, ¿por qué no? Cuando fuera, encontraría una forma de concluir su liberación, de bendecirla con lo que ella quería
93.
Explica que la situación es urgente y pregunta cuándo pueden concluir los análisis
94.
«Tenemos que concluir, con Lüdemann, que las narraciones evangélicas sobre la tumba vacía y las apariciones no proceden en ningún caso de testimonios oculares [
95.
Los motivos que Daniel había tenido para involucrarse en todo lo acontecido estaban claros desde el primer momento, desde que me hizo partícipe de sus indagaciones e hipótesis, y, en cierto modo, era comprensible su implicación, ya que su obsesión desmedida por concluir las investigaciones, por encontrar aquellos supuestos escritos de Loyola, le dominaba
96.
Sólo cabe concluir que, mediante el simple proceso de escoger a todos los lectores de ciencia-ficción entre los jóvenes de diez a quince años, podemos concentrar el índice de creatividad científica en potencia en gran parte
97.
El buen entendimiento entre el coronel y la mayor de las señoritas Dashwood más bien llevaba a concluir que los honores de la morera, de la canaleta y de la glorieta bajo el tejo, todos le corresponderían a ésta; y, por un tiempo, la señora Jennings dejó de pensar en el señor Ferrars
98.
Pero cuando hubiese demasiados enfermos y heridos para tirar, Blanky lo sabía muy bien, su huida tendría que concluir
99.
Si hubiera muerto Richard y no tú, ¿lo habrías dejado ir? ¿Habrías confiado en que se las compusiera bien por el tiempo que tú tardaras en concluir tu propia vida?
1.
Lee después una carta, que refiereprolijamente la lucha de genoveses y españoles, y concluye diciendo quetoda la armada española, con sus reyes, príncipes y grandes, había caídoen poder de los enemigos
2.
un trabajo por encargo, se recibe la recompensa una vez se concluye el trabajo, y no
3.
compararla con la deducción y la inducción, concluye que es el úni-
4.
- El análisis que la investigación empírica ha hecho de la influencia de las campañas electorales en la decisión de los votantes concluye que, prácticamente, no se puede comprobar una influencia, por lo que la campaña electoral sólo reviste importancia secundaria en las decisiones
5.
(3) El especialista alemán en campañas electorales Peter Radunski, al referirse a estudios comparativos sobre campañas (cuyo campo es Inglaterra, Francia y Bélgica), concluye que el observador interesado prefiere seguir las campañas por televisión porque: “
6.
C) Un esfuerzo realizado para relacionar el contenido de los debates de 1976 con cambios en la comprensión de los candidatos y de sus posiciones políticas por parte del votante, concluye que "los temas cubiertos en el primer debate son los que lograron un incremento de penetración y conocimiento"
7.
concluye que no existen diferencias estadísticamente significativas entre los
8.
la envenenan tancompletamente, que hasta el cuerpo concluye
9.
concluye la justicia del cielo
10.
concluye por el momento la larga serie de los grandes hombres
11.
entendimiento es poner las condiciones,y expresarlas como mejor le parece: mas aquí concluye su obra
12.
Concluye el maestro de dibujar las piezas, y entonces los carpinteros deribera comienzan a
13.
tambien interno con frio general y secoque concluye por hacerse insoportable; pero el
14.
Basilea, situada á corta distancia de la frontera de Francia, que concluye en el pueblecito de San Luis, es la primera poblacion importante que se encuentra en la antigua Helvecia
15.
y la madre: en la primera concluye el vegetal; en el amorde la segunda, se establece el lazo de unión
16.
que preside el Alcalde acompañado de toda la coloniaespañola, y concluye con las heces del coquillo
17.
El Adelantado responde con tono tajante que la buena conservación de los granos es cuestión de más inmediato interés que los latines, y concluye el examen de las cuestiones anotadas en el orden del día, con una disposición sobre la tala y el acarreo de troncos para un cercado, y la necesidad de apostar gente para vigilar la aparición de ciertos cardúmenes que, este año, están remontando el río antes de tiempo
18.
Cortina se presenta ante el teniente coronel como hombre de confianza o portavoz de Armada; le alecciona: subraya que la operación se realiza por orden del Rey con el propósito de salvar la monarquía, establece claramente que su jefe político es Armada aunque su jefe militar sea Milans, le repite el diseño general del golpe y la salida prevista para él (habla de un gobierno presidido por Armada, pero no de un gobierno de coalición o concentración o unidad), le hace preguntas técnicas sobre el modo en que piensa llevar a cabo su parte del plan, le asegura que puede contar con hombres y medios de la AOME e insiste en que el asalto debe ser incruento y discreto y en que su misión concluye en el momento en que una unidad del ejército lo releve y Armada se haga cargo del Congreso ocupado
19.
Según Tejero, Armada se disculpa por el retraso, afirma que ha habido ciertos problemas que por fortuna ya se han resuelto y que, tal y como le explicó el sábado por la noche, en aquel punto concluye su misión: ahora él se encargará de negociar con los líderes parlamentarios y de conseguir que le propongan como presidente de un gobierno de unidad
20.
Cuando le piden que nombre los productos de un país siempre concluye su lista con cueros y pieles, esperando estar en lo cierto
21.
Y es que, mientras en una operación de circuncisión normal, la intervención se concluye en media hora con media docena de puntos de sutura, en aquel «trabajito» que teóricamente se iba a proyectar en un congreso me tuvieron casi dos horas sobre la mesa de operaciones, y me regalaron más de veinte puntos
22.
-La reunión concluye -dijo Ibero, poniendo atención a los ruidos de voces y pasos que indicaban la salida cautelosa de un número de personas difícil de apreciar por el oído-
23.
concluye que el sombrero, en la calvicie,
24.
Un día llegaré al final, concluye
25.
Después de todo, concluye, la libertad del hombre no es sino la necesidad contenida en su interior
26.
El hijo de puta, concluye mientras mira alrededor
27.
Quizá París, concluye Tizón
28.
Habrá, concluye resignado, que apañarse con lo que hay
29.
Todo esto traerá nuevas complicaciones, concluye al pensar, con desasosiego, en el intendente general y el gobernador
30.
No cabe duda, concluye aproximándose al cadáver
31.
Después de todo, concluye con sorna el comisario, también la prudencia y el miedo, y no sólo el contagio del entusiasmo patrio, hacen milagros constitucionales
32.
O quizá, concluye otras veces el policía, la partida de ajedrez se esté jugando ya a un nivel distinto, de desafío mental
33.
Es imposible que el otro haya logrado llegar a la siguiente esquina, concluye
34.
Y esta vez sí, concluye
35.
El capítulo undécimo del Génesis concluye con una enumeración rápida de los descendientes de Sem y de Arfaxad
36.
El saldo de su profundo análisis acaba resultando insuficiente, de manera que concluye que el acontecimiento de la Resurrección es históricamente impro-371
37.
El libro 2 Samuel concluye con la enumeración de los héroes de David y un resumen de sus hazañas, más un par de salmos atribuidos a David y un relato final que se incluye en el último capítulo de 2 Samuel debido a su relación con el mayor logro del sucesor de David
38.
» Y concluye: «Sus claves, a pesar de los esfuerzos que se han hecho durante generaciones por mantenerlas a salvo, lejos de la vista de los no elegidos, han sido desveladas por los hombres
39.
Hammett concluye su parábola con un giro claramente cómico, y aunque tiene cierto aire de inevitable, ese desenlace resulta un tanto previsible para mi gusto
40.
Una vez que concluye la fiesta, se despide de sus padres y amigos y se abrocha el cinturón en su máquina del tiempo, facilitada por el gobierno
41.
Concluye diciendo: "Pide a Jacobi o a Gauss que den públicamente su opinión
42.
–Miles, que sucede con el modelo original, cuando se concluye el proceso de duplicación de una persona? Acaso los dos cuerpos continúan viviendo?
43.
El ángelus concluye
44.
Aún hay otras evidencias adicionales procedentes de los estudios del lingüista Steven Fischer, que concluye que la lengua de Mangareva, tal como la conocemos en la época reciente, deriva de la lengua llevada originalmente a Mangareva por sus primeros colonizadores y después enormemente modificada por los subsiguientes contactos con la lengua de las islas Marquesas sudorientales (la parte del archipiélago de las Marquesas más cercana a Mangareva)
45.
Néstor concluye que hablar con Rufino es como cruzar la madera con el acero: siempre saltan astillas o acaba uno con el arma rota
46.
El lazarillo concluye su trabajo, se limpia en el pantalón las manos manchadas de rojo y cede su lugar a Amador, mientras se mezcla con sus compañeros
47.
El informe concluye que las altas concentraciones de arsénico detectadas en los mechones de pelo analizados, pertenecientes a Napoleón, no se deben a la ingestión de esta sustancia, sino que dichas concentraciones elevadas aparecen en todas las muestras del pelo del emperador, recogidas en un periodo de más de quince años
48.
Félix René Juberías concluye su relato con la siguiente aclaración:
49.
Cuando concluye la investigación —en el caso de un secuestro, pongamos por caso— la policía descubre que había un depósito de agua por la zona y que la calle estaba
50.
Le explican que -bastante revolcón se ha llevado el humillado alemán y así concluye apaciblemente la última sesión del curso
51.
Últimamente nos veíamos poco, concluye la Balbina, alguna vez aquí o en el bar Alaska, siempre anda en las últimas
52.
y en el caso de Trajano el relato concluye en el 99 d
53.
El informe concluye que «ya en las etapas iniciales, la intención es aprovechar la manera en que algunos virus y bacterias alteran el ADN dentro de las células de sus portadores vivos»
54.
Reuniendo a franceses, austríacos, alemanes, suizos, belgas e italianos, este centro -comúnmente llamado Unión de Friburgo- concluye con la necesidad de la intervención del Estado para reprimir los abusos en el empleo de la mano de obra
55.
–Creo -dijo- que eso concluye mi investigación sobre los hechos de este caso
56.
El a concluye erróneamente que él nunca quiere hablar con ella
57.
Entonces se traba en el alma de Pulo una lucha entre la curiosidad y el temor, lucha que concluye con el triunfo de aquélla
58.
¿Cómo podría ser de otra manera? Por otra parte, cuando nos encontramos con éxito, ganancia, o cualquier otra condición deseable, nos concentramos naturalmente en los efectos de estas cosas y de ese modo creamos más, y así se concluye que lo mucho conduce a más
59.
Y como todas las ideas son fases de la actividad de la Consciencia, de la Mente o del Pensamiento, se concluye que en el Espíritu, y en él solamente, debe encontrarse el Último Hecho, la Cosa Verdadera, o Idea
60.
En ocasiones, cuando te cuelas en una obra que acaba de estrenarse, los personajes y situaciones te resultan extrañamente familiares, y para cuando concluye la primera escena, recuerdas que ya la has visto varias veces antes, sólo que transcurría en la Toscana en lugar de en Flandes, y que el profesor era un párroco, y que el coronel senil era un almirante chiflado
61.
Randy concluye tristemente que esa hostilidad estaba muy correlacionada con el sexo
62.
Concluye que probablemente sean tan inteligentes como cualquiera, y lo saben perfectamente bien, pero que han hecho las paces con la idea, y han decidido que pueden acomodarla en sus vidas diarias a cambio de lo que por allí se considera prosperidad
63.
Espíritus más tardos que nosotros tardarán acaso amplios espacios de tiempo en desembarazarse de eso que en nosotros se limita a unas horas y en unas horas concluye, unos tardarán medio año, otros, media vida, según la rapidez y fuerza de su digestión y de su «metabolismo»
64.
Blanche concluye de empolvarse, retoma su paquete y Stella abre la puerta
65.
Detalla el cronista que en tan luctuoso suceso perdieron la vida los cien caballos reales, los ciento cincuenta hombres de la tripulación, más doce mujeres que, por fortuna, concluye, «todas ellas eran meretrices»
66.
"No encuentro palabras", concluye, "para expresar a Vuestra Majestad qué conmovido estoy por todo lo ocurrido y qué extraordinarias me parecen las acusaciones que se me hacen
67.
La historia que a continuación os cuento concluye con una de las reflexiones que más me ha impactado en los últimos años, y que revivo cada vez que oigo la palabra crisis, contención de gastos, y estancamiento de proyectos «no prioritarios»
68.
Quizá por eso, concluye el joven echando un vistazo alrededor, hombres a quienes el rey y la patria importan en este preciso instante una puñetera mierda (él mismo se sorprende de sentir algo parecido, o casi; patria es una palabra desprovista de sentido en aquel desmadre), se están batiendo sin otro motivo que devolver ojo por ojo, diente por diente, a quienes los martirizan a cañonazos
69.
Y Marrajo concluye, muy a pesar suyo y de su instinto de conservación (que también, a ráfagas, lo incita a usar el hacha contra los centinelas de las escotillas propias y refugiarse en la bodega), que desea matar a todos los ingleses, él personalmente, uno por uno
70.
La entrevista concluye con sonrisas y agradecimientos por parte de la presentadora y del comentarista
71.
–Sólo solicitudes en relación con el SVGPFA, mi general-de postre alfajores de miel y maní y para tomar cerveza Pilsen bien heladita concluye el coronel López López-
72.
Que ésta tenga gusto en su casa, el gusto de un ama de casa amiga de los bibelots, no es sorprendente; ¡pero la estrecha brecha que se abre hacia Beethoven y hacia el Veroneso! Mas esto no dispensa a las personas sanas de tener miedo cuando un loco que ha compuesto un sublime poema les explica con las razones más convincentes que está encerrado por error, por maldad de su mujer, les suplica que intervengan cerca del director del asilo y, lamentándose de las promiscuidades que le imponen, concluye así: «Mire, ese que va a venir a hablarme en el recreo, y que no tengo más remedio que rozarme con él, cree que es Jesucristo
73.
“Pues padecía del hígado, y de eso murió”, concluye el doctor»
74.
Aquí concluye la asombrosa travesía del doctor Fergusson y de sus valerosos compañeros, constatada por irrecusables testigos
75.
Exclamación referida a lo que anteriormente se ha dicho, con la cual se cierra o concluye el pensamiento a que pertenece
76.
–El archivo concluye en 1988
77.
–Con esto concluye la entrega de premios -dijo el director-
78.
Debe señalarse que, cuando concluye una revolución, los «oprimidos» con frecuencia asumen el poder y comienzan a actuar igual que los «opresores»
79.
El caso es que se prestó a una muerte decente después de haber engendrado a Elayne y Gawyn, de manera que aquí concluye su historia, supongo
80.
–Con la Luna -dijo Pierre Deloeuvre- concluye la primera parte de tu viaje iniciático
81.
Modestísima expedición que concluye con el descubrimiento de una mínima reliquia, un pequeño pie de momia; «sin duda el pie de una muchacha -escribe Denon-, de una princesa, un ser encantador cuyo calzado nunca alteró sus formas y cuyas formas eran perfectas»
82.
“Es Ra quien recita esto”, concluye el texto mágico: así, pues, el encantamiento ha sido pronunciado por la Luz en persona
83.
Como lo que ve es, evidentemente, algo completamente diferente de lo que está pensando el paciente que examina, la gente concluye que espíritu y materia son cosas completamente diferentes también
84.
Una de sus poesías se encuentra en estado de gestación, que suele ser doloroso y a veces no concluye porque el poeta se ha rendido antes de tiempo
85.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
86.
Tchumuki concluye con sus confidencias
87.
De la escucha de una conversación telefónica entre Kranjic y Rudjman el quince de febrero de este año (cinta SPL 3459-045 A) se concluye que Kranjic ya no confía en Slovovic
88.
Hasta su ternura echaba humo, un humo amargo como el que arroja un fuego hecho con ramas en el bosque y que los monteros se olvidan de apagar después de la comilona con que concluye la cacería
1.
Esta poesía ligera, con que concluyen las composiciones deEncina y las de casi todos los poetas posteriores, patentizaespecialmente la influencia que los usos religiosos tuvieron en eldesarrollo del drama, puesto que hacía largo tiempo que era costumbre desacristanes y acólitos cantarlas en diversas fiestas de la Iglesia
2.
Las personas muy rutinarias y ordenadas que se acostumbran a lasdulzuras tranquilas del método en la vida, concluyen, abusando en ciertomodo de la regularidad, por someter al casillero del tiempo, no sólo lasocupaciones, sino los actos y funciones del espíritu y aun del cuerpoque parecen más rebeldes al régimen de las horas
3.
les entra la reacción y corren y seatropellan, hasta que concluyen por formar enfrente de la portilla, endos
4.
examinándolas,contrapesando las unas con las otras, fácilmente concluyen que
5.
y con el dia concluyen
6.
En la junta concluyen, que conviene
7.
concluyen esta devota función con cánticos en alabanza deCristo
8.
(concluyen diciendo la tradición y loslibros en que yo
9.
Y aquí concluyen las generales de la ley de todas
10.
La sucesión de cosechas y el uso de sussemillas si no se reemplazan, concluyen por matar el producto
11.
Algunas reflexiones de esta índole proporcionan siempre cierto valor y concluyen por influir en tales almas enfermas
12.
-Pero con esto concluyen mis complacencias -dijo Cuadra-
13.
Los encantos de la dueña concluyen con el contraste del ceremonial de desollamiento, que semeja, como en sueño, una cruda imagen carnal de obediente represión, ya que Sir Gawain ahoga su cuerpo por mantenerse firme en el ideal de la pureza
14.
Y, por si nos quedase alguna duda, concluyen: «Bienvenidos a La Piedrita en paz, si vienes en guerra te combatiremos
15.
CORO DE PRIMOS MUERTOS (muy alegres): ¡En el cuello! ¡En el cuello! ¡En el cuello! (Las voces van disminuyendo hasta que concluyen, muy bajas
16.
Las personas muy rutinarias y ordenadas que se acostumbran a las dulzuras tranquilas del método en la vida, concluyen, abusando en cierto modo de la regularidad, por someter al casillero del tiempo, no sólo las ocupaciones, sino los actos y funciones del espíritu y aun del cuerpo que parecen más rebeldes al régimen de las horas
17.
–Todas tus historias concluyen en la misma moraleja: que tenemos que dar el Golpe del Enano Lira
18.
Por tanto, los apagones se inician y concluyen en fases
19.
También los residentes extranjeros, ataviados todos con capas rojas, tienen su lugar en la gran procesión hacia la Acrópolis, con la que concluyen las ceremonias
20.
Nunca comen sin antes bendecir la comida, que concluyen al final con un gesto
21.
La intimidad naciente de las veladas que concluyen detrás de un ventanal de Fanelli's
1.
Precisamente esa misma tarde un peón se quejó a Cooper de los venadosque estaban concluyendo con
2.
resaltaban en relieve bustos dehombres, concluyendo los adornos, cartelas, vasos con
3.
La función estaba concluyendo
4.
fundador,y concluyendo por el dueño de la imprenta
5.
concluyendo como en lasalsa anterior
6.
siguientes, concluyendo la narración con el felicísimomartirio
7.
Mientras tanto no cesaba de defender su causa, concluyendo con la calurosa afirmación de que «sería de gran utilidad para el caballero en cuestión, si éste se veía en un aprieto»
8.
Cuando se hablaba era en tiempo pausado, cada cual escuchando y concluyendo antes de responder
9.
Estaba concluyendo su muy particular desayuno cuando advirtió que el vehículo se había detenido; al poco escuchó el ruido de la puerta del conductor al cerrarse y casi de inmediato le llegaron voces lejanas a las que siguieron un profundo silencio
10.
Se encaminó hacia donde estaban concluyendo de afirmar la carga de sus camellos, comprobó con una ojeada de experto que todo estaba en orden, montó en el más rápido de ellos, y antes de obligarle a ponerse en pie, extrajo un puñado de billetes y se los entregó al muchacho
11.
Bien, mon ami, el caso me pareció interesante, de momento, pero creo que está concluyendo
12.
»Poniéndome, pues, en el terreno político, a pesar de creerlo impropio de esta Sociedad; hablando el único lenguaje que entienden aquí, declaro que la persecución de Vinuesa, y mucho más la sañuda irritación del pueblo contra ese hombre infeliz, me parecen una desgracia casi irreparable para la libertad, un mal gravísimo, que este Orden debe evitar a toda costa, principiando por propagar la tolerancia, la benignidad, la cordura, y concluyendo por emplear toda influencia en pro de los procesados
13.
Hemos hablado largamente a solas, querido Fernando, concluyendo por ponernos los dos muy alegres, y con esto te
14.
La reunión de Conley-White estaba concluyendo
15.
Mas concluyendo ya los parabienes,
16.
Hay que avanzar lentamente -añadió, concluyendo la frase de Danziger-
17.
Layfield procede a hacer una lista de las comparaciones entre la ciencia y las Escrituras, concluyendo; en cada caso en el que parece haber un conflicto, que la Escritura debe ser preferida
18.
Me avisó el maestro de Villagina que están concluyendo la vendimia y, a la tarde, me agarré la burra y me fui para allá
19.
Cuando estaba concluyendo, se le vino a las mientes una observación, que no hacía entonces por primera vez
20.
Los Mahars estaban evidentemente concluyendo su labor en la mesa
21.
–¿Crees que sólo los alados pueden soñar, Corm? – le preguntó en un susurro, antes de volver la vista rápidamente hacia Barrion, que estaba concluyendo una canción
22.
Para el panegírico oficial de Liu, un documento escrito por un comité que determinaría la consideración que habían de recibir él y su familia durante los cincuenta años siguientes, el gobierno sacó a relucir todo tipo de revelaciones deshonrosas, desde el estilo de vida decadente de sus abuelos, pasando por su corrupción en el Ministerio de Cultura, y concluyendo con los asesinatos y el contrabando
23.
Miles asintió con satisfacción, como si hubieran estado concluyendo transacciones semejantes durante muchos más años de los que en realidad tenia
24.
El rostro de Wiggan pareció apagarse al darse cuenta de que su momento estaba concluyendo
25.
Pero fuere que terminó concluyendo para sus adentros que era imposible hacerlo sin renunciar a la supremacía naval, o que previese perder el «puesto» presentando una propuesta semejante a la Asamblea, el hecho es que prefirió afrontar los riesgos de una tirantez
26.
-El señor Beekle es un tonto –el niño retiró el pulgar y, con el aire de alguien concluyendo una investigación exhaustiva, añadió-
27.
–Como bien ha señalado usted, el asesino tenía la llave del teatro, pero no se precipite concluyendo que se trata de un miembro de la tripulación
28.
Entonces una de las chinas le dijo a la francesa que «su marido consideraba que esa cena era terriblemente importante porque su gobierno estaba concluyendo las negociaciones con Goerlitz para la construcción de una Ciudad Nuclear de la Paz que los alemanes pensaban instalar en la provincia de Honan»…
29.
Bigman volvió a intentarlo, retorciéndose y agachándose esta vez por debajo del otro brazo y concluyendo con una pequeña reverencia con la que agradeció las exclamaciones de aprobación
30.
Investigación está concluyendo -dijo Ryan
31.
La operación de recuperación de restos estaba concluyendo y el cambio era evidente
32.
Sin embargo, en concluyendo de leer la carta, exclamó con una entonación de voz de mujer bonachona y sencillota:
33.
—¡Dios mío! —exclamo sir John, concluyendo la acrobacia aérea que había ejecutado y plantándose en el suelo con las piernas separadas, a fin de conservar el equilibrio contra la alarmante inclinación del suelo
34.
En los inocentes días en que era «sesudo», había escrito, para conseguir una calificación especial en Biología, un largo ensayo titulado «El Presunto Conflicto entre Ciencia y Religión», concluyendo que tal conflicto no existía
35.
Quiero que este caso se resuelva cuanto antes -dijo finalmente, concluyendo la entrevista-
36.
Cuando el rey hubo dicho eso, se puso de pie concluyendo la reunión
1.
-Has empezado como un sabio y concluyes como una mula
1.
Concluyo, pues, (y no porque se me acaban las razones, sino porque se
2.
Concluyo quanto se
3.
lo que se concluyo esteacuerdo y lo firmaron con el dicho Sr
4.
soy pintor y en los museos me limito á admirar, concluyo recomendando á todos los que vayan á Munich
5.
Concluyo, pues las chiquillas quieren escribir a usted en este mismo pliego
6.
Y concluyo con otra consideración de Gossart
7.
Concluyo con el relato de mi encuentro con Kariofilis, el notario, y dejo totalmente al margen a Zisis
8.
En virtud de las pruebas que resultan de las actuaciones concluyo por hallar culpable al capitán Funes de la pérdida, por mala navegación e impericia, del buque a su mando, con más la causa agravante de haberla abandonado estando aun a flote en condiciones de que pudieran conducir a su posterior salvataje; por haber hecho abandono de su tripulación, puesto que al separarse del buque de su mando aun quedaba la mayor parte de los marineros en el empeño de embarcarse en los restantes botes que no eran suficientes para efectuar el salvataje de todos ellos, que eran —tales botes— inferiores en capacidad y resistencia al que tomó Funes para poner a salvo su persona y oficiales, cuando era su deber haber sido la última persona que tenía que abandonar el buque a su comando, delito que el Código Militar de la Armada de Francia castiga con la pena de muerte
9.
Por todo lo cual concluyo porque el dicho capitán de fragata Leopoldo Funes ex comandante de la ex cazatorpedera “Rosales” sea condenado a sufrir la pena de muerte señalada en la última parte del capítulo VIII de las ordenanzas militares de 1774 contra el oficial que fuera convicto de haber desamparado con notoria malicia a la tropa confiada a su cuidado”
10.
Del examen de esta proposición, concluyo que el experimento está mal encaminado
1.
Concluí distraídamente mi refacción y subí
2.
El inspector me escuchó con atención hasta que concluí
3.
Al llegar a la dirección reconocí las inmediaciones de la calle República y mi primer impulso fue escapar de allí, pero lo pensé mejor y concluí que nada perdía con preguntar
4.
Me estoy volviendo loca, como tantas muchachas que acaban histéricas, concluí aterrada, pero no me atreví a hablarlo con mi abuela
5.
Esa historia siempre fue muy misteriosa, había dicho ella, y con eso me di por satisfecho, porque después de examinarla sin demasiada atención, concluí que sus términos encajaban aceptablemente con la versión oficial
6.
–Debido a que una de las víctimas es la hija de la “Zarina de la droga” y a que aún consideras que lo ocurrido con Deborah puede tener motivaciones políticas, relacionadas con las actividades de su madre contra la droga – concluí
7.
), las buenas comidas y los platos selectos de la mesa de mi hermano llegaron a empalagarme y como transcurrían semanas enteras sin que pudiera librarme de comer allá, concluí por echar de menos mi habitual mesa humilde y el manjar preferente de ella, los garbanzos, que para mí, como he dicho antes, no tienen sustitución posible (
8.
Esto tenía que provocar al final el desengaño de muchas personas, y concluí: «No tengo intención de participar en esta campaña»
9.
Visto de la forma que me explicó, concluí que el asunto no era tan grave como nos había parecido en un principio
10.
Por otro lado he pensado que también deben estar accesibles para aquellos que quieran obtener una visión completa del pasado reciente de Roma, por eso concluí que la Biblioteca de Alejandría era el sitio adecuado para estas memorias, siempre y cuando se aceptara custodiarlas con discreción
11.
Hice una pausa y concluí diciendo:
12.
Sólo cuando concluí el informe, me di cuenta de que poco faltaba para que mi retrato del arapaho de la última parte del siglo XVIII correspondiese al del noble salvaje de Rousseau
13.
Aduje difusamente lo muy improbable que era que el difunto Santo Pontífice hubiese suministrado dinero al príncipe de Orange y, como quiera que ya no obtuve más información relevante de él, concluí que no era competencia de mi ministerio conocer los intereses que Su Santidad pudiese tener con el Rey Cristianísimo y con los otros príncipes de Europa, por lo que carecía de potestad para ofrecer a él y sus conciudadanos la satisfacción deseada
14.
Por eso, en cuanto concluí esta etapa de la investigación le dije al Sistema que ya había terminado mi trabajo, que sólo faltaba algún detalle técnico y que había llegado el momento de irme
15.
Concluí de ello que sería algún amigo personal de Roberto; a todo esto, parecían aproximarse todavía más el uno al otro; de pronto, como aparece en el cielo un fenómeno astral, vi unos cuerpos ovoideos que adoptaban con vertiginosa rapidez todas las posiciones que les permitían componer, delante de Saint-Loup, una inestable constelación
16.
Concluí mi bocadillo y acudí a los archivos centrales a consultar el expediente
17.
Esnob y mezquino, concluí
18.
Suponiendo que él firmaría una vez en cada sitio, concluí que podría haber sido un visitante ocasional
19.
Tras darle muchas vueltas, concluí sellar aquel episodio en algún rincón de mi memoria e ignorar sus implicaciones
20.
Concluí mi relato con las instrucciones que Mimdad me había dado:
21.
Le expliqué rápidamente la coincidencia entre los datos aportados por el oriental y los rasgos de la sibila y concluí:
22.
Concluí la secuencia de conexión y el traje se cerró por su cuenta, mientras yo apretaba los dientes en espera del dolor, que jamás se presentaba, al entrar en el cuerpo los sensores internos y los tubos de fluido
23.
Tuve la sensación de que estaba cometiendo un error al decir eso, pero concluí:
24.
Fui el primer antecesor de Tristán Shandy, Blas Cubas y Cristóbal Nonato, aunque a diferencia del último no concluí mi vida literaria en la puerta del claustro materno ni pude dialogar con el lector-elector a través de sus múltiples velos
25.
El Pfleger salió de la habitación y -ayudado por alguien cuyo brazo apareció en la puerta- volvió a entrar con una cazuela enorme y pesada, que, gracias a Dios, llenó la habitación de olor a sopa, aunque fuese la peor que podía haber: la sopa de ortigas, con lo cual concluí que había vuelto a equivocarme
1.
Así concluía la campaña del Perú que iniciada con los más nobles ideales, había de ser por muchos motivos, uno de ellos Manuela, el punto de partida de rencillas y antagonismos que condujeron a la lucha abierta a dos de las máximas figuras de la causa libertadora, cada uno en su medio, como gestoras de la independencia peruana
2.
concluía, si podrá recibirmeen su casa
3.
A las doce concluía la tarea
4.
una secretacuriosidad, concluía siempre por llegar al día de nuestra separación
5.
ventana; el cuarto acto de Los Hugonotes concluía en medio deruidosos aplausos, y el
6.
caminantes, y concluía trabando conversación con ellos,que al
7.
concluía por arrancarlo de cuajo y plantar otro en sulugar
8.
La danza concluía, la rotación era cada vez más lenta
9.
«Por supuesto, concluía, siempre y cuando que la fortaleza no se hayarendido al caudillo de la
10.
Rompeolas, concluía en lasmismas peñas
11.
Siguieron andando, acercándose a la linde del bosque, donde concluía elhuerto
12.
un vapor trasparente que concluía poraproximar la línea vaga y fina que cierra el
13.
Concluía la anciana de referir a su hijo esta tradición, cuando
14.
la célebreprocesión de Jueves Santo, que concluía, pasada la
15.
No concluía aquí la misión de las lloronas
16.
Y el Sumo Sacerdote, después de dejarles terminar la bendición, concluía diciendo: "Sois puros"
17.
Y por fin concluía un quinto:
18.
Cuando concluía 1975, Elías y Perla vinieron a Santiago para llevarse a Diana con ellos
19.
El penúltimo día de diciembre de 1980 El País pintaba un cuadro de fin del mundo en el que el desbarajuste territorial auguraba una solución violenta; después de acusar de irresponsabilidad a todos los partidos políticos sin excepción y de reprocharles su ignorancia culpable del punto de llegada del Estado de las Autonomías, o su interesado desinterés por definirlo, concluía el editorial: «Una descomposición política menos grave que la que aquí […] se apunta llevó a Companys a sublevarse, el 6 de octubre de 1934, contra un gobierno central de coalición derechista, y a una fracción socialista a promover la desesperada intentona de Asturias»
20.
A todas estas concluía la sinfonía, el telón se había corrido, y los individuos de la junta ocupaban una fila de sillas, junto a pomposa mesa, tras la cual aparecía la imagen más grave de todas las imágenes imaginables, D
21.
Con miras a una posible publicación en el futuro, había dividido el relato en capítulos y la noche anterior concluía con la visita de miss Russell
22.
Por las conversaciones que escuchaba de criados y escuderos, concluía que el padre era como casi todos los varones y, ya en los albores de su despertar a la vida, intuía que aquella actitud era propia de los hombres que acallan la voz de su conciencia y se dejan arrastrar por sus más bajos instintos, en esta ocasión agravado el hecho por la condición de religioso del individuo, que añadía al pecado la violación de su voto de castidad
23.
Estaba juntando dinero y, además de eso, Mundinho Falcáo le garantizaba un buen bocado extra si andaba rápido y concluía el informe reclamando el urgente envío de las dragas
24.
Soledad, que entraba cuando Salvador concluía de leer la carta, notó su palidez y agitación
25.
Era tan grandón que su manteo parecía tener una pieza de tela, y cuando se embozaba no concluía nunca de echar paño al viento
26.
Murena se sentó, abatido, y poco después el Senado concluía su primera sesión ordinaria bajo la presidencia del cónsul Sila
27.
Retirábase Ibero a dormir, procurando conciliar en su mente unas opiniones con otras, estas y aquellas esperanzas, y en su tarea de imposible conciliación, dando vueltas al endiablado problema, concluía por anegar sus ideas en el sueño
28.
Corriendo las semanas, concluía con incierta calma el año 43, y empezaba con febriles inquietudes el 44: los liberales, caídos con vilipendio, vendábanse presurosos las descalabraduras, y empezaban a mirar por la vida, es decir, a sublevarse aquí y allí, aprovechando cuantos medios se les presentaban
29.
Otros de su misma condición no tenían tanta suerte, eran detenidos por la Justicia al menor pretexto, y tratados por todos, hasta por los demás presos de las cárceles, con una crueldad extrema que sólo concluía en la leña del quemadero
30.
Al mismo tiempo, concluía que la muerte de una mujer era sólo un agravante de delito
31.
La última parte concluía con los siguientes párrafos:
32.
Al parecer, alrededor de las cinco o cinco y media de la tarde, cuando Julio Verne concluía su habitual paseo y se disponía a entrar en su casa, su sobrino Gaston, de veinticinco años, empleado en el Ministerio de Asuntos Exteriores y con el que Verne había mantenido unas entrañables relaciones, empuñó un revólver, disparando a corta distancia contra el escritor
33.
“En total concluía el artículo, 80 días
34.
Un puerto, pensó, era un lugar donde todo concluía y empezaba, un punto de partida y un destino, un espacio para el encuentro de emociones antagónicas, como la tristeza de quienes se van y el gozo de los que vuelven
35.
Tenemos derecho a construir una nueva nación, concluía el texto, pero nuestra monte se ha escindido
36.
Vin volvió su atención hacia el comedor mientras Yeden concluía su exhortación
37.
La "propuesta" era una lista de promesas vacías que concluía con la exigencia de que Elayne soltara a las cautivas por "el bien de Andor"
38.
Y recordad siempre, concluía la moraleja: incluso los mejores hombres, los héroes, serán reacios a veces a cumplir con su trabajo
39.
En todo caso, concluía, las llamadas y súplicas para que se liberara a los rehenes serían inútiles, porque lo que estaba en juego era la vida de las familias y los socios de los Extraditables
40.
Y concluía casi contra sí mismo: «La imparcialidad de los medios -e incluyo a El Tiempo-por la que tanto se luchó y que se estaba abriendo paso, se ha esfumado»
41.
Al cabo de diez días se encontraba de nuevo casi en perfectas condiciones físicas, con la salvedad de una terrible herida a medio cicatrizar, que empezaba sobre el ojo izquierdo, se alargaba a través de la parte superior de la cabeza y concluía en la oreja derecha
42.
Una de ellas en la que alababa la caída del sol, concluía:
43.
Jesús, cada uno concluía las frases que iniciaba el otro
44.
La vida, concluía Mimi, era demasiado compleja como para que hubiera nacido por casualidad en medio de un océano primigenio, y mucho menos hacía cuatro mil millones de años
45.
El Martillo de las Brujas concluía con un informe detallado de cómo se podían identificar, acusar, procesar, torturar, declarar culpables y sentenciar a las brujas
46.
Pasé por su lado, crucé otra puerta y me encontré en el salón, justo cuando el alcalde concluía por cuarta vez su discurso y recibía una salva de aplausos
47.
Probablemente, concluía la gacetilla, se trataba de otros tantos inmigrantes ilegales de raza negra, a quienes un vecino dijo haber visto merodear por las inmediaciones del chalet poco antes del incendio, portando antorchas y armas peligrosas y dando muestras de salvajismo
48.
En otra mesa Alfred concluía su cena solitaria
49.
Cuando concluía la primera jornada completa en Colorado, llegaron al Picketwire, el río del Oeste con nombre más sugestivo
50.
El informe concluía que «ciento treinta años de investigación no han proporcionado ninguna justificación científica que apoye la existencia de fenómenos parapsicológicos»)
51.
Mi maestro concluía que si una hormiga tuviera el tamaño de una casa, podría levantarla
52.
Concluía Araquistain que Azaña «y unos cuantos más como él» postulaban una democracia «utópica», por encima de las clases sociales, pero aseguraba a sus lectores que semejante proyecto quedaría destruido por los inevitables procesos históricos
53.
Parecía que mi jornada empezaba a las cuatro, cuando me dirigía a la celda de Talía, y que concluía a las cinco, cuando la campana llamaba a vísperas
54.
Lo que marcaba la diferencia, concluía Sacerdote, era la influencia de los padres adoptivos
55.
Y, cuando todo concluía, se sentían frías, tan frías que les parecía que nunca podrían recuperar el calor
56.
Se desnudó y se puso el batín; siempre concluía las tareas de la cosecha desnudo y ensangrentado
57.
«En nombre de la necesidad de que no se manche el nombre de la gendarmería, el coronel Alberto Gómez tiene que dar muchas explicaciones a sus superiores», concluía
58.
Su padre siempre concluía sus lamentaciones con esa frase
59.
Luke creyó que podía ver algunos moretones comenzando a formarse en la garganta de la mujer, que concluía:
60.
Al fondo, concluía el camino y se veía una puerta de piedra con el picaporte de hierro; sus bordes eran destacados por la luz del otro lado que se filtraba por las rendijas
61.
Era plena luz ahora, y la procesión de vampiros concluía
62.
Debajo de un árbol orinó; volvió y se lavó la cara y las manos con agua del cubo que estaba junto a la puerta, mientras en la iglesia el sacerdote concluía el oficio de medianoche
63.
El articulista concluía con consideraciones como "¡Qué raza tan extraña esta de los japoneses!"
64.
Sin embargo, cuando terminaba la parte instrumental con que concluía el coral entonada por los fieles y el señor Pfühl levantaba lentamente los dedos del teclado, dejando que tan sólo resonara la última nota del bajo, la fundamental; cuando, a continuación, después de un estudiado silencio para mover a los fieles a la contrición, comenzaba a percibirse la voz engolada del sacerdote desde el púlpito, no era raro que el señor Pfühl, a su vez, empezara a burlarse o a reírse del sermón en general y de la manera de hablar del reverendo Pringsheim en particular, de aquel dialecto de Franconia estilizado a su manera, de sus vocales turbias y sus peculiares acentos, de sus suspiros y de los bruscos cambios que experimentaba su rostro, que pasaba del más sombrío pesar a la transfiguración gozosa
65.
Concluía con un saludo a los periodistas presentes en su conferencia de prensa:
66.
La palabra «moderadamente» estaba tachada, y la carta concluía con el deseo de que Jack pusiera el nombre de su hermano pequeño en el diario de navegación y otros libros del barco, «ya que algún día podría resultar muy útil»
67.
En Combray y en París, todas las amigas de mi abuela tenían la costumbre de saludar en una reunión mundana con una expresión tan seráfica como si hubiesen advertido a algún amigo dentro de la iglesia en el momento de la Elevación, o durante un entierro, y le echaban blandamente un saludo que concluía como una plegaria
68.
“-Nunca me obligarán a decir que es música”, concluía la señora de Cambremer-Legrandin
69.
«Todo esto es bastante nauseabundo», concluía la dama de 1914, que hubiera querido que el ciclo de las nuevas admisiones se hubiera cerrado con ella
70.
El 52 en rojo se encendió mientras la cabina frenaba o concluía por partirse en dos
71.
La nota concluía: «Comenzar por una lista de las funciones deseadas no tiene sentido
72.
Su misión concluía al encontrar el dinero y las placas, dijo, ya que la imprenta clandestina había sido desmantelada, Adam Trevor estaba preso y había entregado la información necesaria sobre el tráfico de dólares falsificados
73.
Pero todo concluía cuando entraba D
74.
¿Dónde estaban Fleur y Krum? El tiempo se agotaba y, de acuerdo con la canción, si la hora de plazo concluía, los rehenes se quedarían allí para siempre
75.
No habría tenido nada de particular, pues la Sociobiología llegó a Inglaterra precisamente cuando yo concluía El gen egoísta, en el mismo momento en que debía trabajar en la bibliografía
76.
), y que concluía 5 1/2 milenios a partir del sistema Númenóreano
77.
En tiempos de la Guerra del Anillo, cuando concluía la edad, tenía aún estos límites como lengua nativa, aunque amplias extensiones de Eriador habían sido abandonadas por entonces, y a orillas del Anduin, entre los Gladios y el Rauros, vivían pocos Hombres
78.
En ocasiones una negación de aquel tipo acarreaba un ronco y monótono monólogo, versado en la confesión y el arrepentimiento, que concluía con una descripción de los métodos que los inquisidores utilizaban para obtenerlas
79.
Concluía con su dimisión en el último año de la Resistencia
80.
Concluía la actividad en el puente
81.
Así concluía la sacralización de la casa
82.
Cuando concluía la cuarta jornada de navegación, los dos cretenses no creyeron lo que estaban viendo
83.
Hasta que sus exigencias fueran atendidas, concluía el «Comandante Akasz», «invitaría al respetado presidente y al traidor Bolgolam a permanecer en el edificio del Parlamento como sus invitados personales»
84.
Cualquiera que fuera el negocio, éste se concluía con la presentación del narguileh y un gran vaso de té hirviendo hasta los bordes que era sorbido ruidosamente
85.
Apenas concluía la partida (lo averiguaba por las oscuras siluetas de los hombres, saliendo por separado o en pequeños grupos por el portalón del parque), se ocultaba tras una puerta medio cerrada con el propósito de evitar el encuentro con los extraordinarios huéspedes
86.
De manera que uno seguía navegando solo por los océanos del mundo, como en El último hombre, de Mary Shelley, un libro que le había impresionado mucho en la juventud en el cual el héroe epónimo concluía divisando una vela, encontraba otro navío, fondeaba, compartía una comida y luego continuaba la travesía, solo
87.
Concluía el verano
88.
–Y un cuerno vas a ponerte en contacto conmigo -murmuró Lane, por encima de la palabra “Gracias” con que concluía el contestador automático
89.
– Le dio una última sacudida a su pene, se lo guardó en los pantalones mientras yo concluía con mi tortura-
1.
Aquí concluían las memorias del loco
2.
El resto della concluían sayo de velarte, calzas develludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo
3.
Concluían ambos por exclamar concristiana paciencia:
4.
las oraciones comenzaban y no concluían; el estribillo detal o cual piadosa leyenda llegaba a
5.
rato y concluían por rogar aalgún señor grave que les abrochase los botones
6.
cual losbrindaba tan pronto como concluían las salutaciones y
7.
Cuando concluían se quitaban las largas vestiduras de lino blanco que se habían puesto para la comida, y trabajaban hasta el anochecer, cuando les aguardaba otra Cena
8.
Pensó, dolido, que, de un tiempo a esta parte, todas las conversaciones que mantenía con Ann concluían en aspirina
9.
Frederick Williams y yo habíamos salido de la casa de Ejército libertador y estábamos todavía en un hotel, porque aún no concluían las repara-ciones en la quinta donde hoy vivimos
10.
Y aquí encajaba descripciones ampulosas, que concluían siempre así:
11.
Por ello, Scilax no fue testigo de las inacabables actuaciones, y de la intervención de los cantantes, que comenzaban con melodías inmortales y sorprendentes arpegios y concluían con lerdas cancioncillas como ésta:
12.
Agustín concluían sus cariñosos sermones diciéndole a Isabel que su nombre glorioso la obligaba a emular [25] las virtudes y el talento de la otra Isabel, a quien apellidaron Católica
13.
Oyó contar Ibrahim que en cuanto concluían los cristianos la ceremonia que llaman Misa, degollaban en aquel altar cien carneros y veinticinco bueyes, que es la ofrenda con que obsequian a su Dios, el cual es un ídolo que gusta de ver correr la sangre en su ara
14.
Una hora después, los funcionarios concluían el meticuloso barrido
15.
Y cuando las últimas frases de su soliloquio concluían, también él era capaz de olvidar el presente, al menos durante un rato
16.
Cuando ella era una adolescente cruzaron apuestas en diversas ocasiones después de haber discutido, y por lo general las apuestas concluían con un apretón de manos fingidamente formal
17.
Los Gigantes concluían con su trabajo
18.
Los bocetos concluían la Segunda parte del libro
19.
Sea cual fuera el resultado de esas diversas interpretaciones de la alegría del marido, las calaveradas de la mujer concluían pronto
20.
Los analistas concluían con gran seguridad que se aprobaría
21.
Se practicaba el trueque con muchas discusiones y gestos, y aunque a veces subiera el tono, las transacciones concluían siempre con buen humor
22.
El joven se dirigió a la cabana y entró cuando los cómplices de Beken concluían su tarea
23.
Pero las obras concluían sin que el deseado tesoro apareciera
24.
Cinco años de reinado, cinco años durante los que Ramsés había intentado ser fiel al espíritu de Seti y proseguir la edificación de un país rico y feliz, cinco años que concluían en un desastre, preludio de la invasión de las Dos Tierras y la esclavización de su pueblo