1.
contentarse con el suave aroma del incienso
2.
Le gustaba recordar su juventud, cuando, ansioso ventaja de incienso, se apresuró a subir los escalones de la iglesia
3.
a incienso me sumía en la abstracción y en el sueño
4.
Salió, mareado por el fuerte olor a incienso del interior y la visión de aquel a enorme
5.
Ni entre nubes de incienso cruzando por las naves Leopardos, quinas, leones, mirar con emocion
6.
La atmósfera de la iglesia, con el olor del incienso y el
7.
por el humo del incienso, que anublando en el altar la figura
8.
salía el olor del incienso quemado en la misa queoficiaban para
9.
que una ligerabrisa trae del bosque, y el puro incienso que
10.
armonía se elevabanal Cielo entre nubes de incienso; y,
11.
estallaban luces de colores en todas lasesquinas, y entre el perfume del incienso, el agudo
12.
a los balcones, para versi en la obscura plaza, perfumada de incienso, permanecía aún el
13.
; tesoro, aroma fragante del incienso sabeo y de lamirra…, veía en presencia la imagen de Angustias
14.
las producciones naturales, como lacascarilla, la copaiba, el estoraque, el incienso y el copal
15.
las recinas del estoraque, del copal y del incienso; y sobretodo, mucha cascarilla y buena cantidad de cacao
16.
incienso honroso miéntrasel ídolo no manifiesta deleitarse en el perfume;por esto no os pondrá
17.
incienso y adorado por lamuchedumbre
18.
olor de la cera, el aroma del incienso y la aglomeración
19.
Mario creía percibir el olor del incienso
20.
sagrado, los vapores del incienso mezclándose con el humo
21.
El suave perfume del incienso parecíaaumentar, con ese ambiente
22.
fiera—se les ofrece perfumado incienso
23.
El vaho del alcohol se esparcía en aquel ambiente impregnadode incienso y
24.
que el de alargar el arma a su hijo y echar sobre las ascuasalgunos granos de incienso
25.
eclesiástico de los viejos barnices, de lacera, del incienso
26.
densa nube de incienso ascendía en el espacio luminoso comoen los primeros
27.
vidrieras, y la vieja niebla de incienso, adormecida en lasnaves, se rasgaba por
28.
tuvoaprensión de que olía a incienso el blanquísimo gato; de todas maneras,parecía un símbolo
29.
Buscó el olordel incienso, los resplandores del altar y de las casullas, el aleteo dela
30.
bocanadasde incienso ahogaban a Rosalía, quiero decir, que el depósito de lavanidad
31.
relacionaba aquel funeral en la iglesia,con las nubes de incienso en el aire y el barco de vela
32.
respiración nupcial del naranjo, el incienso delalmendro,
33.
recibía el incienso de lasadulaciones, hundía el cucharón de hierro en el pote, llenaba cuencos
34.
cierta ansia especial de un nosequé elevado y arcano; losolores del incienso y de la
35.
mirra y el incienso en el altarno adoptaría una actitud más
36.
incienso; pasear en coche,y no a pie; vivir en un palacio, y no en
37.
parecía creer que el incienso y las genuflexiones se ofrecían a
38.
10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando á la hora del incienso
39.
11 Y le apareció el ángel del Señor que estaba á la mano derecha del altardel incienso
40.
11 Y se le apareció el ángel del Señor puesto en pié á la derecha del altardel incienso
41.
incienso, se le representaron los juegos de la infancia y el cariñovehemente
42.
incienso y hedor de hoguera
43.
suolor de incienso y cera, por lo cual D
44.
celajes del incienso, vagabundos aún por las altas bóvedas, como los jirones de nubes que corren
45.
Con las victimas é incienso
46.
Y el incienso tambien que ha de quemarse
47.
Rocian el fuego, y á la redonda con el vino, y luegoponen el incienso en el fuego, y dice el
48.
altarmayor, el incienso, el polvo, la incuria y los sacristanes
49.
incienso en los salones impedía que se arrojaran los hedores que Julio y Nicolás, en otra de las salas,
50.
Tras la caída de Jerusalén, habría ordenado al tabernáculo que le siguiera, habría subido al monte Nebo y habría colocado el tabernáculo, el altar y el incienso en una gruta
51.
Algunos se recostaban en los almohadones y parecían adormecidos entre los vapores azucarados del té y del incienso que ardía por toda la sala
52.
Era como si me sumergiera en su mirada alegre, triste y profunda; como si me uniera a él, dispuesto a escucharlo durante horas; como si flotara en un tiempo lento, gloriosamente, sonriente, familiar, planeando por encima de las palabras del Viejo de la Montaña y viendo con una extraña precisión cómo las palabras asumían la forma de las cosas y las cosas a su alrededor asumían la forma de las palabras, pues, de repente, todo era perfecto: el té que bebía, los almohadones sobre los que estábamos sentados, la sala de ángulos redondeados por el vapor del incienso, que se elevaba lentamente sobre nosotros y ascendía magnífico hasta el cielo
53.
Se quemaba incienso, y había tantas comodidades que no conseguí creérmelas, hasta tal punto había perdido la costumbre
54.
Resonaron los cantos entre el humo del incienso, puntuados por sonoros gongs
55.
El interior del santuario estaba iluminado apenas por unas velas, y el incienso esparcía un vapor espeso que difuminaba el contorno de los objetos
56.
Eso me recordó la mesa de madera del tabernáculo de los hebreos, en la que se disponían el pan, los cereales, el vino y el incienso, antes de que los alimentos fueran consumidos por el sacerdote
57.
Pero, de súbito, los batientes se abrieron con estrépito y en una nube de incienso apareció el Apóstol Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé, montado en un caballo blanco que los fieles llevaban en hombros
58.
Un olor a incienso y a telas mojadas flotaba en la catedral cuando el Padre Paneloux subió al pulpito
59.
Esto era ya incienso, pero por una vez dejó de surtir el efecto apetecido
60.
Las flores y el incienso mezclaban sus perfumes en un aroma tan etéreo que Eragon sintió que podía alimentarse sólo de él
61.
Para salvarlo de las inmisericordes palizas de su padre, lo llevó a la parroquia como ayudante del sacristán, con la esperanza de disimular su dulzura de mujer entre los pollerines de la misa y las ofrendas de incienso
62.
Adoro los animales, dijo Mario al darle la bienvenida, Francisco vio un balde de plata con hielo donde se enfriaba una botella de champaña junto a dos copas, notó la suave penumbra, olió el aroma de la madera y el incienso quemándose en un pebetero de bronce, escuchó el jazz en los parlantes y comprendió que era el único invitado
63.
El olor de la marihuana se mezclaba con el del tráfico, incienso, café y oleadas de especias de las cocinerías orientales
64.
En los rincones Jean puso pebeteros orientales donde quemaba yerbas perfumadas y palitos de incienso que al comienzo le revolvían el estómago a Blanca, pero pronto se acostumbró
65.
Un don Juan tiene que ocultar en el misterio la satisfacción de su dicha, y cuando la hace pública, se limita a recibir incienso de una pequeña corte de aduladores vulgares, que son al gran libertino lo que los lebreles son al cazador; es decir, que sólo lamen la mano para obtener los restos de la presa
66.
Y, guiados por la luz de la estrella de Joaquín, allí estaban los tres reyes magos, Gaspar, Melchor y Baltasar, trayendo oro, incienso y mirra
67.
Aquí, si para la mayoría Dios es un ser lejano que vive en los libros y entre el incienso, el Diablo es un vecino al que muchos creen haber visto un día u otro
68.
Las dos encendimos palillos de incienso y rogamos para que fuese un varón
69.
El aroma surgía de él como un incienso, como el humo y el calor de los cirios de una iglesia
70.
El aroma de las flores y del incienso se hizo súbitamente abrumador y noté un nudo en la garganta
71.
Alguien les había traído flores y había colocado los panes de incienso sobre unos platillos dorados
72.
Después de esto encendieron las velas, quemaron maderas olorosas e incienso, y volvieron a beber y comer todas las golosinas compradas en el zoco, sobre todo el mandadero, que al mismo tiempo decía versos, cerrando los ojos mientras recitaba y moviendo la cabeza
73.
Pero he aquí en qué consistía este supremo incienso de las defecaciones patriarcales:
74.
Y he aquí lo relativo al incienso de las defecaciones patriarcales
75.
Después quemaron incienso a mi alrededor, y los esclavos me trajeron agua caliente y aromatizada para lavarme las manos, y me presentaron servilletas ribeteadas de seda, para secarme los dedos, las barbas y la boca
76.
Y después de comer, el moghrabín cogió la caña hueca, las tabletas de cornalina roja, el braserillo con lumbre y el incienso; y antes de comenzar las fumigaciones mágicas, dijo a Juder: "¡Oh Juder, tengo que hacerte una recomendación!"
77.
Luego fue a buscar al rey, y le dijo: "¡Ya está preparado el hammam, pero me faltan aún los accesorios y utensilios!" Y el rey le dió diez mil dinares, apresurándose el barbero a emplearlos en comprar los diversos utensilios, tales como toallas de lino y de seda, esencias preciosas, perfumes, incienso y lo demás
78.
-¡Ah! todo cansa en el mundo, señor Duque, hasta el incienso que se echa a los demás; [36] todo cansa, hasta doblar la rodilla ante un ídolo de barro
79.
"¡En el nombre de Alah el Curador, maestro de las curaciones y de los regímenes buenos! ¡He aquí lo que hay que tomar con la ayuda y la bendición de Alah! Tres medidas de esencia pura de la amada mezcladas con un poco de prudencia y de temor a ser espiado por los envidiosos; además, tres medidas de excelente unión clasificada con un grano de ausencia y de alejamiento; además, dos pesas de afecto puro y de discreción sin mezcla con la madera de la separación; hacer una mixtura de ello con un poco de extracto de incienso de besos, dados en los dientes y en el centro; dos medidas de cada variedad, más cien besos dados en las dos hermosas granadas consabidas, cincuenta de los cuales deben ser endulzados pasando por los labios, como hacen las palomas, y veinte como lo hacen los pajarillos; además, dos medidas iguales de movimientos de Alepo y de suspiros del Irak; además, dos okes de puntas de lenguas en la boca y fuera de la boca, bien mezcladas y trituradas; después poner en un crisol tres dracmas de granos de Egipto, adicionándoles grasa de buena calidad, haciéndolo cocer en el agua del amor y el jarabe del deseo sobre un fuego de leña de placer en el retiro del ardor; tras de lo cual se decantará el total en un diván bien mullido, y se añadirán dos okes de jarabe de saliva, y se beberá en ayunas durante tres días
80.
Permanecieron mirando un lugar en que estaban clavando en el suelo seis águilas de plata en astas también de plata, adornadas con coronas, phalerae y torcas; ante ellas ardía un fuego en un trípode, había una guardia firme y un sacerdote togado con la cabeza cubierta echaba incienso en las brasas del trípode mientras recitaba las plegarias del atardecer
81.
El párroco estaba extremadamente perturbado por el incidente y sugirió a todo el mundo que quemara incienso para ahuyentar el aire fétido
82.
Doscientas diez literas cargadas a más no poder de mirra, incienso, canela, bálsamo, nardo y otros productos aromáticos —obsequio de las mujeres romanas— desfilaron a hombros de porteadores vestidos de negro
83.
Como el cadáver estaba tan encogido y momificado por la pérdida de sangre que era imposible exponerlo al pueblo, los escultores habían hecho una efigie del muerto con canela e incienso para colocarla en el féretro, precedida de la imagen de un lictor hecha con las mismas especias
84.
Hay momentos en los que pienso que si mi padre no me hubiese traído a Lisboa yo sería feliz, y por ser feliz quiero decir no encontrarme tan sola con mi enfermedad como aquí, donde la adivino, la mido en el interior del cuerpo, calculo sus progresos en el hígado, en el corazón, en los riñones, me inyecto dos veces al día, si me siento mareada, en el retrete del Liceo, de modo que mis compañeras no desconfíen de nada, porque aquellas a quienes se lo conté imaginan que llevo una muerte contagiosa conmigo y tampoco a mi tía le digo nada, vuelvo del médico y ella, fingiendo que no sabe adonde he ido, Buenas noches, mi tía a la que nunca le gustó que mi padre se casase en África con una desconocida, con una mulata tal vez, sin prevenir a la familia, sin traerla primero a Portugal para someterla en Esposende a la aprobación de mis abuelos, y la única vez que vinieron se apearon sin avisar en Oporto, hicieron el resto del viaje en autobús, con mi madre en busca de Mozambique en las ventanillas, y aparecieron en casa de mis abuelos, a la hora de comer, con una maleta llena de estatuillas y de máscaras de madera, y mi abuelo, que vendía telas en un establecimiento llamado Perla del Tergal, ¿Qué es esto?, y mi abuela mientras se santiguaba Sácame de ahí la carantamaula del Demonio, Domingos, que siento la peste del infierno en casa, y era el olor de la diabetes, y mi madre a mi padre, sin hacerles caso, sin conversar con ellos, apoyada en el alféizar en busca de las traineras de la isla, mi madre, intrigada con los petreles, ¿Qué aves son ésas, Domingos?, y mi abuelo, cogiendo una jirafa de marfil, Fíjate en el bicho, Orquídea, ¿en el sitio donde vivís hay elefantes?, y mi padre Son petreles, devoran barcos hasta no dejar ninguna espuma detrás de las hélices, y mi abuela, agarrada al rosario, Huele a infierno, ya os he dicho que huele a infierno, que huele a las flores de los muertos, pásame el chal que voy a buscar al párroco, y mi abuelo, sirviéndose aguardiente, Daría diez metros de franela por toparme con elefantes al galope en el bosque, y mi tía ¿E hipopótamos, Domingos, qué es lo que hacen con los hipopótamos?, y mi padre A los petreles no les escapan ni la niebla ni el viento, devoran lo que pueden, hasta un cine ambulante que anduvo por allí se les sumió en el estómago, ¿no es verdad, Orquídea, no es verdad que no se volvió a saber nada del que manejaba el proyector?, y mi tía El cine se fue a Póvoa, Domingos, ¿dónde se han visto petreles que se lancen a picotear películas?, y mi abuelo, repitiendo el aguardiente, Sólo vi uno en el calendario de la taberna, y mi padre No picotean películas pero picotearon a tu amigo el que vendía las entradas, el que no volvió a tirarte los tejos, y mi abuelo ¿Qué?, y mi padre Que responda Orquídea, que Orquídea te hable de los sauces llorones, y mi tía Mentiroso, ojalá se te paralicen las piernas, mentiroso, y mi abuelo ¿De los sauces llorones, grosera?, y mi madre Petreles, dices tú, ¿es petreles como los llaman, Domingos?, y mi tía Yo qué sé, padre, es invención de Domingos, los aires de Mozambique le han secado la mollera, y mi padre a mi abuelo ¿No quiere venir a volar conmigo bajo la tierra?, y el párroco, atareado en bendecir el baúl y los rincones de la tienda, y cubriendo a mi madre con un crucifijo enorme, Realmente huele a infierno y a las flores de Satanás, pero no es de las estatuas sino de esa pecadora, y mi abuelo a mi padre ¿Tú vuelas bajo la tierra, muchacho?, y mi abuela a mi padre Ay has traído al demonio contigo, Domingos, y el cura, echándole agua bendita a mi madre, En nombre de Jesucristo vade retro, emperador de las tinieblas, te ordeno que liberes a tu sierva y regreses a tu reino, y mi abuela ¿Y si ella pare un hombre lobo?, ¿eh?, y mi padre a mi abuelo He volado en la mina de Johannesburgo, padre, si usted tiene un pico y quiere probar yo le enseño, abrimos un hoyo en el suelo y listo, y el cura Vade retro, y mi madre Devoran barcos pero ahora andan por encima de nosotros piando, en una de ésas nos meten en el buche, y mi abuela, lanzando cocodrilos y guacamayos de madera por la ventana, Un bebé oscuro, lleno de pelos, qué horror, un bebé que salta de la cuna para galopar por la casa, hace años, venía yo en el tren de Lamego, descubrí dos a lo lejos, a carcajadas en un pinar, el cura sujetó a mi madre por el brazo, Vade retro, y mi padre Alto ahí, no sea fresco, suéltele la mano a mi mujer, y mi abuelo Pico no tengo, ¿no sirve un rastrillo, hijo?, y mi tía Yo no me acosté con ningún hombre sobre la lona después de los espectáculos, yo no quise perder lo que sólo se sabe que se tiene cuando se pierde, lo que sólo es importante cuando deja de ser, porque cuando se tenía no existía y lo que yo tenía quedó en la arena de Esposende y es parte de las mareas y de los arbustos de la playa, y mi madre Yo no pretendo acabar a gritos, como las aves, por encima de esta casa, y mi padre al cura Si vuelve a tocarla le rompo la cara, vaya a echar su agua a otra parte, y mi abuela ¿Y el incienso, señor párroco?, si ha traído el botafumeiro échele unos humos a ella y listo, y mi abuelo Quien dice rastrillo dice cualquier cosa que agujeree, una pala, una hoz, unas tijeras, ¿lo que hay que hacer es cavar un foso, no?, y mi tía Nunca lo he visto con la cabeza descubierta, nunca lo he visto desnudo, pero me falta su aliento en los oídos, me faltan sus dedos, me falta la paz de después y el mar que bate en mis huesos en los peñascos y yo no quería, padre, yo no quería, yo quería y no quería, yo quería, yo no quería querer y quería, yo fui a Póvoa a visitarlo y el acomodador Hay aquí una moza que te busca, Claudino, y él al empleado Yo a ésa no la he visto en mi vida, dile que es un error, hombre, y el acomodador a mí Él no la ha visto en su vida, y yo sin el valor de hablar, yo sujetándome las horquillas del pelo sin darme cuenta de que me sujetaba las horquillas del pelo, y el cura, salpicando con agua bendita a mi padre, Yo no he tocado a su esposa, señor, he venido a exorcizar al Príncipe del Mal, y mi abuelo, a martillazos en la tarima, ¿Es necesario ir muy abajo para volar, Domingos?, y mi tía Pero me quedé hasta el final de la película, y cuando las personas salieron y el acomodador apagó las luces allí dentro, cerró la puerta con candado, puso cerrojo a la taquilla y desapareció por las calles de la ciudad, cuando el dueño del cine bajó los escalones desde la cabina allí estaba yo, a que era un error, a que él no me vio nunca en su vida, mirándolo, sin reproches, sin pegarle, sin llorar, mirándolo, y él ¿Qué pasa?, y yo, Sólo quería que me devolvieses lo que me quitaste en Esposende para poder irme, y mi madre, acostumbrada a los cocoteros de la playa, Los petreles se comieron las traineras, qué pena, y mi padre a mi abuelo, Con unos diez o quince metros alcanza que después cogemos el ascensor de la mina, y el viejo a mí, en la cervecería de los camioneros que recobraban fuerzas para el Alentejo, pedía, sonándose, otra infusión de limón, posaba su palma sobre la mía, la retiraba, la posaba otra vez, el viejo componiéndose sus pocos pelos con la mano libre, La señorita aún no ha respondido a mi pregunta, al fin y al cabo ¿se casa conmigo o qué?
85.
Entonces la Socobio le echó mucho incienso al Conde: le dijo que la Reina estima su valor y su lealtad, y que cuenta con él para una combinación progresista en cuanto tenga tiempo y ocasión de desentenderse del moderantismo, polaquería, o como se llame
86.
Quedó atónito el alavés, y como precisamente se hallaba en gran desasosiego por la tardanza de las credenciales que le anunciaron Tejado y Villoslada, no bien llegó a su nariz el tufo del incienso, se hinchó de vanidad, y su actitud y ademanes fueron como los del pavo en el momento de hacer la rueda
87.
¿Vamos a permitir que se hunda nuestra Semana Santa, con sus capirotes y sus penitentes, sus costaleros y sus mantillas, su aroma (que hay a quien le gusta) a incienso y a cera quemada? Lo primero que harían los gobiernos explotadores vendidos a las multinacionales esclavistas sería suprimirnos las vacaciones de Semana Santa
88.
A la salida de misa el frescor del aire les aceleraba el pulso adormecido por el incienso
89.
De los hermanos del general, don Juan vivía por El Incienso, en una de las casas del costado de El Cuño, como se llamaba la fábrica de moneda, que, dicho sea de paso, era un edificio de solemnidad patibularia
90.
Percibió el fragante incienso de cedro procedente de las coníferas que montaban guardia en la puerta principal
91.
Y al igual con el humo del incienso
92.
Humea el incienso de la prosperidad; llamea el altar de la felicidad y hay en todo un aire perfumado
93.
El coro entonaba alegres himnos mientras iban entrando los invitados, y el incienso perfumaba el aire
94.
A un lado del trono había un pequeño santuario: el incienso ardía en recipientes de plata y también había una figura de fieltro de un hombre
95.
«Tal vez no más de lo que confiáis en la cruz y en el incienso», pensó
96.
—La Sangre de Cristo —susurró y levantó la mirada hacia la bóveda del techo ennegrecido por el incienso
97.
Huele a incienso de vainilla y a suelo recién lavado
98.
Todos los templos estaban abiertos y cerrados los baños; el incienso que humeaba en mil altares competía con el hedor de medio millón de personas que sudaban bajo sus ropas de fiesta sin la posibilidad de bañarse en toda la jornada
99.
En efecto, los aldeanos, que tenían calor, se disputaban aquellas sillas cuya paja olía a incienso, y se apoyaban contra sus gruesos respaldos, sucios de la cera de las velas, con una cierta veneración