1.
Gobierno hasta el descubrimiento del lugar en que se oculta nuestra madriguera
2.
hubiera llegado a entrever, con ayuda de una prueba material, la verdad oculta en esas
3.
Esta muy ocupado dibujar con los dedos un mapa "difícil" sobre el cuerpo desnudo de una secretaria curvilínea, no oculta su descontento por esta intrusión repentina
4.
Estoy satisfecho de mi curiosidad que yo tenía en vano oculta, él nada hacer rápidamente una guía para aquellos restos, evidencia de algún tipo de civilización antigua
5.
La descripción anterior es lineal, carece de matices y oculta los altibajos del quehacer familiar, pero evidencia que el país donde les tocó crecer a mis padres era muy distinto del mío
6.
cooperación es ajena al ego, salvo cuando hay una motivación oculta
7.
encontraban la verdad oculta en ese imperativo de "Conócete a ti mismo"
8.
conciencia de la armonía oculta, de lo sagrado, del orden superior en el cual todo tiene su lugar perfecto y no
9.
convertirse en ciencia oculta, dela que sólo entienden los iniciados
10.
divinidad misma, oculta siempre en el fondo delsantuario, por temor de que la profane
11.
bajo tan seductoraapariencia se oculta un alma llena de pasión y
12.
Elastro del día se oculta detrás de ella y enciende el
13.
oculta su secreto en lo más hondo del corazón, hablarátambién, y quedito, muy quedito, ¡así se
14.
¿Es esto claro? Pero,señor, si el drama no es más que cuestión de calzado, cuestión deponerse en dos pies y levantar la cabeza todo lo posible, en son dedesafío, hacia el cielo, en donde se oculta el destino de
15.
Por el gesto de mi respuesta, la duquesa, que eraun lince, presumió la oculta causa
16.
- Por el momento mantendré oculta mi identidad
17.
protege y me oculta de toda detección en cualquier realidad
18.
elcanesú de la camisa, oculta el nacimiento del pecho y los
19.
oculta la luz, y sólo una claridadmortecina se refleja sobre las paredes y pilares de la caverna
20.
oculta bajo las flores y el follaje
21.
por las sacudidas de una pululante multitud, oculta en lasuperficie por donde corren los girinos y se enlazan los insectospatinadores por entre los juncos donde brilla el ala matizada de lalibélula, y bajo los arbustos de la orilla, donde resplandece como unzafiro el plumaje del martín-pescador
22.
sutic-tac, pero sin ver la casa, oculta por la vegetación
23.
todotemblaba incesantemente por las sacudidas de la fuerza oculta
24.
Durante largo tiempo el agua queda oculta; despuésaparece
25.
dolorosode la una, la aspiración desesperada, oculta, comprimida,hacia la otra! Dos
26.
Y el sol había desaparecido hacía ya rato detrás de las montañas deTregnier, mientras que los dos amigos aun continuaban sentados cerca dela tumba de Kernok, mudos y pensativos, con la cabeza oculta entre lasmanos
27.
el de un ladrón, oculta la luz dela linterna, con las manos por delante
28.
oculta entre la yerba por si José venía, mientras el joven
29.
Latía en suspalabras el odio á la influencia oculta que había
30.
prostitución de la hija, porque ayuda áir viviendo y se oculta en
31.
Una batería oculta de luces eléctricas iluminaba estaexhibición
32.
oculta en losbolsillos, marcándose en la tela el rígido contorno
33.
sentada en el suelo, sollozando, conla cara oculta entre las manos, excita la
34.
Empero bajo ese movimiento externo, el mar oculta otros
35.
crepúsculo,Juan, que con la cabeza oculta entre los pámpanos
36.
hacia él y,como buscando su protección, oculta en su hombro el
37.
Y se oculta el rostro en las manos gimiendo
38.
estuviesedefendida por paredes ú oculta bajo el suelo, hacía explosióninmediatamente
39.
vueltasen torno de él con la cara oculta
40.
oculta por lacios mechones, los ojos, cerrados, dormían en
41.
Y mirando hacía el punto donde estaba la ciudad oculta tras las filas denaranjos,
42.
el divándel café, casi oculta por los brazos, siempre en movimiento, de supadre
43.
aliviaba lamiseria, complaciéndose en dejar oculta una moneda de plata, ya en elregazo de un niño que
44.
intención, meapoderé del arma, que tenía oculta entre varios
45.
curiosa, y que oculta a suinterlocutor por una rendija que le dejan libres los párpados
46.
que en elprincipio se oculta algun error, ó que el raciocinio con que se infierenlas consecuencias,
47.
El Barón respondió: " Ella tiene una cámara secreta oculta en la habitación
48.
Pesaban tanto en su espíritu estas consideraciones, que, notando que suafición oculta iba
49.
y se oculta de tal modo el condenado, quenadie lo ve
50.
Laciencia apaga su lámpara en la mezquita y la sinagoga y oculta loslibros en el
51.
Parecía que la gente oculta en las casas quedaba inmóvil, adivinando elpeligro
52.
Al empezar el servicio del primerplato, la orquesta, que estaba oculta en una de las galerías contiguas,empezó a tocar un precioso vals, cuyos sones, amortiguados por
53.
La escopeta estaba oculta bajo las tejas; el hurón dormía en el doblefondo de una
54.
Estaba escondida como un delito, oculta como una pena, en el cuartitodel sobrado, recostada con fatiga y desaliento en el quicio de laventanuca
55.
El Magistral oía ahora recogido en un silencio contemplativo; apoyaba lacabeza, oculta en la
56.
Neris, con la cara oculta entre las manos, formulaba una ardienteoración por su hija
57.
oculta bajo untoldo de lona, y de esta tienda surgía el palo
58.
Y con una contracciónde su mano, oculta entre las
59.
no tardóen adivinar la oculta relación entre los dos, a pesar de su
60.
La tenía oculta, pero seguía
61.
una de las piezas deenorme calibre, oculta en el ramaje junto á
62.
direcciones por la fuerza omnipotente y oculta
63.
oculta de otras mujeres que viven lejos,al otro lado del mundo
64.
Como el que muestra unagolosina a un niño y se la oculta, y de
65.
esfuerzo parainterpretar su oculta significación
66.
en la pista y por muy oculta que fuese lamadriguera
67.
con Clara y en esta simpatía acaso sehalle la oculta razón de la
68.
que se defiende y oculta alos ojos de mi alma
69.
Cuzco, las suelen elloshacer oculta ó secretamente en los
70.
oculta entre las manos en ademán de desesperacióny sin cuidarse de su herida
71.
oculta detrás de una cortina y no pudo evitar el encontrarle elegante, sencillo y agraciado
72.
La mujer oculta en el
73.
procuraciones,acumula en las misiones ú oculta en lo más recóndito de los claustros,capitales que
74.
Es un inconformista y un idealista que no acepta compromisos… Tras su apariencia risueña y verbo fluido, se oculta un carácter bien templado
75.
se oculta en el vuelo de su vestido;
76.
La criatura oculta bajo el lodo se dividió en dos mitades y cada una de ellas se lanzó en una vertiginosa persecución tras los muchachos
77.
No oculta que vivió con otros hombres
78.
Declaro, pues, caballeros del jurado, que éste es el móvil que se oculta detrás de la serie de espantosos asesinatos que acabo de describir, y que no se trata de un móvil despreciable puesto que de él depende el futuro profesional y financiero de un hombre sin recursos
79.
El hecho de que el tribunal que juzgó el 23 de febrero sólo procesara a un civil acabó de convertir esa trama oculta en otro de los enigmas oficiales del golpe
80.
Luego deja sobre la mesa las compras que acaba de hacer (un panecillo, algo de queso y una botella de cerveza), saca un revólver del cinto y lo oculta inmediatamente bajo la almohada
81.
Barriss permaneció oculta en la escalera
82.
Permaneció allí oculta durante más de una hora y, por fin, huyó por la puerta trasera y llegó a casa sana y salva
83.
La auténtica responsabilidad -que nadie persiguió- permaneció oculta bajo una interminable lista de autocríticas, empezando por la del propio Mao
84.
El «laboratorio» no era en realidad más que una gran choza oculta entre la maleza y nada había allí que valiera un peso, excepto la «mercancía», pero, que yo recuerde, hubo días en que esa «mercancía» podía valer muy bien diez millones de dólares a precios de mayorista, y ésas son cifras que por desgracia despiertan la curiosidad de mucho maleante
85.
Recordaréis que fui el primero en negarme a aceptar la autoridad de Atahualpa, manteniendo la ciudad oculta y fiel a la legalidad establecida, pero esto es distinto
86.
Es probable que ellos piensen que la llave del bar es un acorde secreto, que la armonía es la puerta y que sus voces acertarán un día la combinación oculta
87.
El conde lanzó una rápida mirada sobre Alberto, como para buscar una intención oculta en estas palabras, pero era evidente que el joven lo había dicho con toda la sencillez de su alma
88.
Y haciendo una gentil inclinación al mayor, desapareció Montecristo por una puertecita oculta hasta entonces por un tapiz
89.
Sabían lo que se aprende en lo sagrado: la oculta unidad de los extremos, y la capacidad que tenemos de convocarla como un único gesto, completo se trate tanto de un cuadro como de una vida entera
90.
Pyanfar torció e! gesto y les precedió hasta la esclusa, preguntándose mientras si el personal de la estación tendría detectores y si, yendo adonde iban, habría algún modo de pasar un arma oculta
91.
Su brusca aparición sorprendió a los mane que se parapetaban entre los vehículos y una silueta hani medio oculta entre ellos se volvió rápidamente hacia Pyanfar con las orejas hacia atrás
92.
–Esto es extraoficial -dijo-, pero supongo que sabrá que si más adelante oculta información puede encontrarse en una situación comprometida
93.
Historia oculta y muuuuuuuy confidencial
94.
El otro oculta el cuerpo bajo las matas
95.
Entra inmediatamente en casa, oculta la pistola en el escondrijo, cuyo secreto cree ella ser la única en conocer, y va arriba, a su cuarto
96.
Con facilidad hallaron un paso entre aquellas prominencias y se lanzaron al galope por el terreno arenoso, en el que los moradores de la isla habían practicado una senda medio oculta por la arena
97.
Yara se había dejado caer en una silla con la cara oculta entre las manos
98.
Yara seguía sentada y con la cabeza oculta entre las manos
99.
LOWE, Ben, La cara oculta de la OTAN, Revolución, Madrid, 1986
1.
La oreja de uno de los sillones le ocultaba la cara, pero el cabeceo armónico al que se veía
2.
Al caer la tarde el sol se ocultaba tras los árboles y
3.
Entre tanto, Lucas González, quien se había posesionado de la gobernación del Socorro, en reemplazo de Fominaya, no ocultaba su preocupación por los continuos éxitos de los guerrilleros
4.
Mirando más y más,observé que lentamente iban elevándose desde su seno hacia el firmamentoun número infinito de pequeñas columnas de humo, las cuales alextenderse en el aire se abrazaban, y juntas subían a engrosar el yatupido velo que ocultaba al sol
5.
ocultaba sujuicio, pero su penetración lo veía todo y lo
6.
etéreo y sedoso, pero, a pesarde su abundancia, no ocultaba los
7.
ocultaba confrecuencia el significado de la palabra
8.
ocultaba lo más que podía
9.
ocultaba elrostro entre las manos; los sollozos sacudían su
10.
atendiendo las indicaciones del médico,le ocultaba los cigarros,
11.
maizal quelos ocultaba enteramente, y llegaron por fin á un sitio desde el cualvieron á
12.
ocultaba el rostro entre las manos
13.
Dentro de ella se ocultaba el gran secreto, cuyo conocimiento habíatransformado en
14.
No sólo no se ocultaba Soregesino que salía al encuentro de las explicaciones
15.
sueño alterado por el miedo; de súbitasalarmas en las cuales ocultaba bajo las sábanas
16.
No se le ocultaba la intención que guiaba a su señoría al combatir aquelpresupuesto
17.
una adoración que presentía dominante, se ocultaba,
18.
lo ocultaba; pero hablaba de él comohombre que en el campo
19.
aun sucedieraotra desgracia que él me ocultaba
20.
ocultaba bajo las mamparas,acechando a los que llegaban, y
21.
Isidora ocultaba cuidadosamente la lenta y
22.
ocultaba el rostro yenvuelta en un pañolón, y salieron los dos
23.
estampar lo que el alma ocultaba en su cripta máshonda
24.
frente ocultaba del todo los cabellos
25.
Creí que bajo esa aparentefrivolidad se ocultaba un corazón, pero
26.
Los días detormenta se ocultaba en algún agujero obscuro, y no salía hasta
27.
Munster ocultaba su cólera con una sonrisa de resignación
28.
contemplaronlas montañas, tras las cuales se ocultaba el sol
29.
cubierta y se ocultaba detrásde un bote, gozando el deleite de su
30.
chimenea y los brazos de las grúas; unnegro intenso ocultaba las
31.
No ocultaba su participación en
32.
grupo de ruinasque ocultaba la entrada del camino
33.
mesa ó se ocultaba en elcuartucho de las provisiones, mientras
34.
estado las cosas, una tarde se presentó María en lacasa donde don César se ocultaba y
35.
de ella se ocultaba
36.
ocultaba a la vista de ellos
37.
El astro rey ocultaba ya la mitad de su disco en la llanura y
38.
con filosóficaconmiseración que ocultaba una positiva
39.
sierra se ocultaba entrecendales de un violeta profundo
40.
Gallardo no ocultaba su desesperación en la propia casa
41.
Bonifacio ocultaba a su mujer que andaba en aquellos tratos, que era elalma de la proyectada
42.
el brillo y elegancia de los otros como que les ocultaba y obscurecía
43.
Detrás de aquella pomposa fórmula se ocultaba la idea de que había que resaltar, más que las rupturas, las continuidades existentes entre la Alemania nazi y la Alemania posterior a la Shoah
44.
Devorado por la duda y la ansiedad llenaba de imprecaciones a Dixmer; le amenazaba y saboreaba su odio por este hombre, cuya cobarde venganza se ocultaba bajo un rostro de fidelidad a la causa real
45.
Todo el mundo reaccionaba de buen humor ante esa intrusión en su intimidad e, incluso, si ellos no tenían animales, nos informaban, a veces, sobre otras casas en donde se ocultaba algún ejemplar de la fauna local
46.
Jacklse dio cuenta de que estaba mintiendo y que tras esa ficción de conservar la seguridad de sus tesoros, todo aquello ocultaba algún misterio
47.
El aparente desorden de los sillones del salón ocultaba su deliberada ubicación, diseñada para dar a la cámara un buen ángulo de toma
48.
—Mírame, mal nacido —gritó, prendiendo la capa que cubría al ángel con las llamas del tronco y arrancando un alarido de rabia a la sombra que se ocultaba en su interior
49.
Mi estatura no es exagerada y tuve que dar saltos impropios del acontecimiento que se desarrollaba ante nuestros ojos hasta que di con el objeto de mi batida: una mujer que ocultaba sus facciones bajo una enorme pamela negra, tras unas gafas de sol y ayuso un espeso y variopinto maquillaje que desfiguraba sus prístinos rasgos
50.
El objeto de las preocupaciones del grupo apareció de repente, saliendo de una hendidura en la roca que ocultaba un pequeño túnel imposible de descubrir, a menos que uno se pusiera justo enfrente de la entrada o se agachara para mirar
51.
Nuevos motoristas, ahora en pelotón, hicieron su aparición en la curva y diez metros más atrás avanzó, muy despacio, un gran coche negro, cerrado, que ocultaba casi por completo a otro descubierto en cuya parte trasera un hombre saludaba alzando los brazos
52.
Yo ocultaba con frases de cortesía el desprecio que me merecía este sujeto, a quien de oídas conocía desde algunos años atrás por lo que me había contado su yerno y mi amigo León Roch
53.
Alberto, hundido en un sillón, ocultaba sus ojos con las manos, como si quisiese impedir que penetrase hasta ellos la claridad del día
54.
El comercio era el señuelo, y algo se ocultaba entre la espesura
55.
Cuando sobre el sol se extendía un velo, la sombra (o, mejor dicho, la falta de luz que caía desde arriba) estaba llena de destino; los olores de la casa, que tal vez no fueran sino los olores de comida que llegaban de la cocina, parecían también llenos de destino, y en el lindero del bosque se ocultaba el destino, que acechaba la casa, como una tropa de caballeros desmontados bajo el follaje; pero si nos acercábamos hasta allí no encontrábamos más que la silenciosa y temblorosa hierba y el rumoroso follaje; y a cada instante creíamos que iba a llegar un carruaje que conduciría al destino y que él mismo sería destino; pero el carruaje no llegaba y nunca pasaba nada
56.
—Porque estaba en la cama y mi esponjera colgaba del tirador y me ocultaba el pestillo
57.
A diferencia de la duquesa, comprendía la perfección de la técnica que se ocultaba tras aquel estilo
58.
El mal ya se ocultaba en la casa
59.
Convencidos de que en la selva se ocultaba alguna
60.
Y en algún punto de las reacciones entre aquellos caracteres y aquellas emociones, se ocultaba la verdad
61.
Carmaux y Van Stiller también se escondieron entre las torcidas ramas de las plantas acuáticas, mientras el Corsario ocultaba a Yara detrás del tronco de un árbol
62.
Pasó rápidamente por encima del alféizar de la ventana y saltó en medio de un frondoso parterre, que lo ocultaba del todo
63.
Su semblante era muestra de sus enigmáticas elucubraciones: una bella máscara que ocultaba sus pensamientos y sentimientos, y en la que Eragon no conseguía penetrar, por mucho que lo intentara
64.
A las diez de la mañana, el convoy se ocultaba bajo los árboles que festoneaban el río
65.
Miraba a todos los árboles con gran atención, se ocultaba en medio de los grupos más espesos, volvía sobre sus pasos; pero todo en vano
66.
Les resultó difícil encontrarla porque poca gente sabía de su existencia, y aún eran menos los que conocían su ubicación exacta, pues la tienda quedaba escondida tras el saledizo de una roca que la ocultaba de los magos del ejército enemigo de Galbatorix
67.
Esperó su turno, aterrorizado; sin embargo lo trataron bien, se limitaron a registrar sus datos, darle una reprimenda y obligarlo a devolver lo que ocultaba en su casa
68.
—No está aquí —dijo, finalmente, desesperado, regresando a la pared que ocultaba la entrada a las cámaras subterráneas—
69.
Él anuló el hechizo que los ocultaba y luego hizo una reverencia a la reina elfa
70.
Quizás el rey Orrin no se diera cuenta, pero Eragon vio en la frialdad de la elfa lo que realmente ocultaba: la disposición para atacar y matar en cualquier momento
71.
Durante los meses que estuvieron separados, Blanca y Pedro Tercero intercambiaron por correo misivas inflamadas que él firmaba con nombre de mujer y ella ocultaba apenas llegaban
72.
Hanna intuyó la pregunta que se ocultaba tras aquella afirmación
73.
La intrusa vestía falda azul marino, blusa blanca, rebeca azul pálido y un ancho cinturón negro, llevaba una mantilla que le ocultaba el rostro y un saco de cuero en bandolera
74.
El parche que ocultaba parte de su rostro y sus ropajes poco distinguidos le ayudaron en su propósito
75.
La mujer se dirigió al exterior y Margarida, con un gracioso guiño de complicidad, desapareció en la trastienda apartando una cortinilla de tiras de esparto que ocultaba un tabuco donde debían de guardar los trastos del negocio
76.
Un altillo al que se accedía por una pequeña escalera de caracol provisto de una celosía de madera que ocultaba a sus ocupantes se había reservado para los interesados de la parte que había incoado el procedimiento
77.
En el momento en que la casa lo ocultaba de la parte delantera, la Sirena salió al jardín
78.
Con frecuencia se preguntaba si la KCIA pensaba que esa canción tenía algo que ver con el código secreto: la canción que seguía después era la del mensaje, o tal vez la información se ocultaba en la breve improvisación que hacía con la mano derecha en la segunda parte del show
79.
La recordó cada vez que fue aun departamento sin tener la menor idea de lo que había del otro lado de la puerta, o detuvo un auto sin saber qué se ocultaba bajo el periódico junto al conductor
80.
Puerto Lowell se ocultaba ya tras el horizonte
81.
Pero él comprendió que ella sabía que ocultaba algo
82.
Eran tiempos en que el hombre se ocultaba del trueno o comía el cuerpo de los muertos para absorber su espíritu
83.
Mientras comía recayó la conversación sobre los asuntos del Escorial, y él que no ocultaba su afición a Godoy, se expresó así:
84.
Por debajo de la cortina del confesionario que ocultaba al cura, Papshmir vio asomar un par de zapatillas deportivas blancas
85.
Hizo una Renovales el 24 con las tropas del fortín de San José, y cortó un olivar que ocultaba los trabajos del enemigo; por el arrabal salió el 25
86.
Una superficie gris y metálica ocultaba el sol
87.
En los anales de los antiguos y en los libros de los sabios se cuenta, y se nos ha transmitido por la tradición, ¡oh rey del tiempo! que en la ciudad de El Cairo, residencia del buen humor y de la gracia, había un hombre de apariencia estúpida que, bajo su aspecto de bufón extravagante, ocultaba un fondo sin igual de listeza, de sagacidad, de inteligencia y de cordura, a más de ser indudablemente el hombre más divertido, más instruido y más ingenioso de su tiempo
88.
Esto suscitó la curiosidad de los niños, que deseaban saber qué se ocultaba tras de la puerta, ahora cerrada
89.
Si César sentía algún reparo por los enemigos que estaban provocando sus actividades, lo ocultaba a la perfección
90.
Beltrán noticias de la monja de Sigena, y los muchachos, que la habían visto y oído, se dividían en sus opiniones, pues mientras Rafael sostenía que era una mujer estrafalaria y medio loca, que ocultaba con las formas de penitencia sus ganas de corretear por el mundo, Pepe la tenía por hembra superior y de pasmosa virtud, que la distinguía de todas las gentes de nuestra edad, y a los mismos santos la equiparaba
91.
intención equitativa; pero entre el desear y el temer, ello es que perdía el sueño, y su espíritu se distrajo de las alegrías que el trato de Chimeta le daba, alegrías tras de las cuales se ocultaba con senil rubor una honesta adoración, un sentimiento que casi no era más que estético goce
92.
El vate dijo «hasta luego», se puso el jockey, y manoteó la cortina tras la cual se ocultaba el cartero
93.
Mientras estaba en el pasillo mirando aquella puerta siniestra y preguntándome qué secreto ocultaba, oí de pronto ruido de pasos dentro de la habitación y vi una sombra que cruzaba de un lado a otro en la pequeña rendija de luz que brillaba bajo la puerta
94.
El hecho de que durante aquellos días se presentaran varios hombres de aspecto patibulario preguntando por el capitán Basil me dio a entender que Holmes estaba operando en alguna parte bajo uno de los numerosos disfraces v nombres con los que ocultaba su formidable identidad
95.
Mi compañero se sobresaltó y preguntó, con esa voz vibrante que delataba el carácter fiero que se ocultaba tras sus ojos grises y fríos: -¿Y bien?
96.
El sol se ocultaba entre nubes pardas, ceñudas
97.
Hans se ocultaba detrás de un laurel, en el jardín situado justo enfrente del arbusto tras el cual conversaban los otros dos
98.
Y tenía a un detective observándome al que le ocultaba cosas y de quien no podía estar seguro de que considerara mi seguridad por encima de su propio deseo de resolver el caso
99.
Parecía más el ejecutor de la operación que el cerebro que se ocultaba detrás de ésta
100.
Ocultaba sus motivos con la misma sutileza con que las camareras que había visto la noche anterior ocultaban sus pezones
1.
ocultaban sus ojos y unaexpresión de indecible tristeza
2.
La gota iba subiendo y los médicos no ocultaban el peligro
3.
Los musgañosse ocultaban en lo
4.
Ypuesto en egecucion, marchamos por entre unos cerrillos que ocultaban lamarcha, pasando cuatro
5.
por el contrario, se ocultaban los toscostableros, que sólo se sacaban á petición del
6.
2,000 indios de los escondrijos, en donde se ocultaban, y se estendieron por las cumbres de los
7.
poner en noticia de la superioridad los tesoros queallí se ocultaban; y aterrados los mayores
8.
espita, trascuya gruesa panza se ocultaban el tarro de las guindas
9.
Lasmejores encarnaciones ocultaban los males
10.
Éstos ocultaban artificiosamente el favor que el
11.
verla, pues me la ocultaban los árboles
12.
lo ordenan con imperio, ni se entretenía en buscar un pañuelocuando se lo ocultaban
13.
Entre Sorege y él había siempre unvelo, el de los párpados que ocultaban
14.
de las masas deinstrumentación que se ocultaban en la bávara colina de Bayreuth, en
15.
finascomo el cabello rubio de un recién nacido, y que ocultaban una
16.
con sus cristalinas ondas un espacioso albercón cercado de murosque lo ocultaban a la vista de
17.
Al pobre Jacinto no se le ocultaban las intenciones del capellán porquelas ponía
18.
iluminaba bastante bien el valle cuando no lo ocultaban lasnubes, y el nuevo no podía
19.
los dedosentrecruzados que le ocultaban los ojos de su novia
20.
Ya no se ocultaban en las habitaciones del campanero para reunirse
21.
ocultaban para siempre en los armarios, como juguetesinútiles
22.
suya, yhasta algunas señoras ocultaban en sus camarotes el arma
23.
La certeza de que en el castillo no se ocultaban enemigos le
24.
La figura entre tanto, nocambió de posición ni hizo el menor movimiento; pero aunque los plieguesdel manto negro ocultaban por completo sus facciones, su nombre y lahistoria de su crimen corrieron de boca en boca entre todos losestudiantes
25.
siguiendo elcurso de las blancas velas que se ocultaban tras
26.
de comprensión de los niños cortesanos, no se le ocultaban susdefectos ni el
27.
Introducíanse cautelosamente en los trenes y se ocultaban bajo losasientos; pero el
28.
no existía en aquel lugar de actividad más que soledad ycompactas malezas que medio ocultaban los
29.
En cambio del anterior, recomiendo á los aficionados á la pintura quepasen por Lucban, una Purísima que el Padre Mena tiene en el salóndel convento, sacada de entre el polvo y las telarañas que ha muchosaños ocultaban su mérito en la húmeda meseta de la escalera
30.
Las sombras de las puertas oscurecían el interior del relicario y ocultaban su contenido
31.
La orden se corrió con rapidez de un lado a otro del cañón en que sus hombres se ocultaban
32.
Ella aceptó el cumplido sin protestar, y el inspector comprendió, interesado, que tras sus modales modestos y amables se ocultaban la arrogancia y el convencimiento de sus propias cualidades
33.
El pueblo de Sticklehaven era invisible, no se divisaban sino los rojizos acantilados que lo dominaban y ocultaban la pequeña bahía
34.
Finalmente venció la razón, y Sandokán reemprendió el fatigoso ejercicio, escudriñando las tinieblas que le ocultaban la costa de Labuán
35.
Los lagartos los recogió con la mano, tras levantar las rocas bajo las que se ocultaban
36.
Dadas las circunstancias, a Roran y a los guerreros que se hallaban bajo las órdenes de Martland les resultaría muy fácil salir de detrás de los arbustos que los ocultaban y atrapar a los hombres del Imperio en el vértice de la V que formaba el terraplén de tierra y el río
37.
El barón, en lugar de responder, la había conducido hasta el centro de un grupo de cactus, cuyas enormes hojas los ocultaban por completo
38.
Además de servir las raciones, ellas vigilaban que los niños comieran su parte, porque muchos ocultaban la comida y el pan para llevarlos a sus casas, donde el resto de la familia no tenía para el puchero, sino algunas verduras recogidas en los botaderos del mercado y un hueso hervido varias veces para dar al caldo un ligero sabor
39.
Nubes de tormenta ocultaban las Vertebradas y cubrían el valle al tiempo que una cortina de nieve avanzaba hacia el pueblo y oscurecía las estribaciones de las montañas
40.
Y apenas dicho lo dicho comenzó a retirar con violencia las balas de forraje que ocultaban la pared del fondo
41.
A pesar de que la mañana estaba un poco fea y de que las nubes ocultaban de vez en cuando el sol, a los hombres de la comisaría les pareció que Montalbano estaba de buen humor
42.
Y esos lentes, por muy transparentes que fueran, ocultaban en cierto modo los pensamientos y las emociones
43.
Pero si había alguien, las sombras del templo lo ocultaban
44.
Anatolio, el papelista de en frente, cuyos personajes no ocultaban su inquietud por los acontecimientos del día
45.
Yo no había visto aquella puerta abierta en un ángulo y que ocultaban dos toneles
46.
A pesar de los fallos en la calefacción, de las ventanas mal colocadas y del grifo de la ducha que se negaba a funcionar, me sentía bien en aquel otoño en el que las medusas ocultaban la arena y el cielo no se distinguía del mar, ambos espumosos como una baba de azufre
47.
Apartó la mirada del sombrío abismo que ocultaban las aguas, como si el misterio tenebroso que encubrían fuese responsable de las emociones que la habían dominado
48.
Sibylle recordaba con toda claridad cada uno de los acontecimientos que se ocultaban tras aquellas anotaciones, pero junto con aquella certeza desapareció también la esperanza de encontrar algo que pudiera ayudarla
49.
Las nubes que ocultaban la luna sólo un momento antes desaparecieron y la sombra de dos hombres se reflejó en la calzada
50.
Sabía que tendría que pensar en ello y en los motivos que se ocultaban tras mis acciones de las últimas diez horas
51.
Ocultaba sus motivos con la misma sutileza con que las camareras que había visto la noche anterior ocultaban sus pezones
52.
El señor De Vigal era un anciano de los que en España se había hecho usual denominar afrancesados, mal vistos por buena parte de sus compatriotas a causa de que expresaban en voz alta ideas liberales y no ocultaban su admiración por el proceso de renovación que las ideas de los intelectuales franceses había desatado en Europa
53.
Ahora los vecinos ya estaban en los porches y se ocultaban en las sombras de sus jardines para observar a esa extraña mujer ataviada con bata quirúrgica, gorra en el pelo y guantes, que iluminaba con una linterna las casillas de su vecina y hablaba con su jefe
54.
Con sus prendas transparentes (que ocultaban lo que ella quería ocultar mediante un resplandor), parecía envuelta en plástico
55.
había logrado rodearse de las mismas cosas que se ocultaban en su interior
56.
Gruñidos de hombres mientras apartaban las piedras que ocultaban sus escondidos nichos en los pilares
57.
A pesar de que unas profundas sombras ocultaban las esquinas de la sala del primer piso, Varden pudo ver como mínimo veinte juegos de armaduras apoyadas contra las paredes
58.
No tardaron en salir a un callejón, luego se pusieron en camino hacia el lugar donde se ocultaban los sembios
59.
Las frases triviales dirigidas por el perfumista a su asociado le dieron al juez la impresión de que ocultaban alguna petición importante
60.
Unas densas nubes ocultaban la luna y el camino sólo resultaba ligerísimamente más claro que los campos de alrededor
61.
En Paternoster Row no se oían aclamaciones y las moles de los edificios ocultaban el sol
62.
Resultaba difícil caminar sin caer en hoyos llenos de barro, pues las malezas eran tan tupidas que ocultaban el suelo
63.
Las sólidas construcciones de cemento en las que se ocultaban las hacían prácticamente invulnerables a las bombas
64.
La hembra clavó las garras en los líquenes que ocultaban la tierra y puso todos sus sentidos en el macho
65.
Esta vez llevaban un tanque de apoyo, que voló el seto en el que se ocultaban los hombres de Peterson
66.
Sin embargo, un grupo puso en línea a ocho hombres de la RAF que no se ocultaban
67.
Emma no percibía más que dos o tres, que le ocultaban todos los demás y representaban por sí solos la humanidad entera
68.
Los fantasmas señoriales se ocultaban dentro de los dormidas residencias
69.
Sus cabellos, revueltos por el fuerte viento, ocultaban en parte las excoriaciones de su rostro
70.
Era el mes de mayo y los árboles frutales, las flores de enredadera, los arbustos y los matorrales casi ocultaban los edificios
71.
En efecto, unos pantalones desahogados, en azul marino, ocultaban celosamente unas larguísimas extremidades inferiores
72.
La calle era de tránsito pesado, en el centro de la ciudad; los edificios ocultaban el cielo-
73.
En cualquier caso, los triunfos de las autoridades nunca se ocultaban
74.
El pasillo en el que se ocultaban era diferente de los otros
75.
Los surcos de hielo, que se deslizaban con lentitud por la ventana, ocultaban la vista
76.
Ginny reparó en que al alejarse andando, los pantalones de su uniforme no ocultaban del todo el hecho de que se tomaba su trabajo con enorme interés
77.
Julián apartó las ramas que ocultaban el agujero, protegiéndose las manos con un papel en doble, pues el ramaje estaba lleno de espinas
78.
La solitaria mujer de la Casa se acercó para mirar el cuerpo, mientras Timothy, en las sombras, sintió que sus compañeros entraban en pánico y se daban vuelta y se ocultaban
79.
Las gafas de sol opacas que ocultaban sus ojos le daban un aspecto amenazador y sexy
80.
Desde los tiempos de Miguel Ángel, los escultores ocultaban las El símbolo perdido Dan Brown imperfecciones
81.
Todos miraron automáticamente hacia las rejas que ocultaban los altavoces
82.
En mi humilde opinión, semejante convencimiento contradice el eje mismo de las enseñanzas del Buda… La confusión se origina en su rechazo -justo rechazo- a las cosas bajas que en su época se ocultaban tras el nombre de Dios
83.
Max advirtió que, de nuevo, las largas mangas de su vestido ocultaban sus muñecas
84.
Esta posibilidad atrajo a la zona a una multitud de buscadores de tesoros que querían seguir el rastro de la leyenda, como el alemán Otto Rahn, convencido de que estas historias ocultaban una increíble historia
85.
Bueno, bastaba con seguírselo negando, y que Carlitos se dejara de compasiones y esas huevadas, aunque tampoco estaba mal que empezara a fijarse un poquito, siquiera, en Consuelo, cuando ellos hace rato que no se hacían mayores ilusiones al respecto, y hasta las habían perdido ya casi del todo, por más buenazo e ingenuo que fuera Carlitos, o, en todo caso, a Consuelo se la reservaban para tiempos aún lejanos, para el fin de la carrera médica y el momento en la vida en que los jóvenes empiezan a casarse y eso, porque los mellizos Céspedes habían concebido la vida como una inmensa sucesión de partidas de póquer, y también Consuelo, ni bonita ni feíta, ni inteligente ni nada, mierda, la misma vaina de siempre, y para siempre, carajo, era una carta marcada que ocultaban para una partida de mayor envergadura, aunque de gran riesgo, por supuesto, de la misma manera en que Cristi y Marisol formaban parte de una apuesta de mucho mayor calibre, sumamente arriesgada y con las últimas cartas sobre la mesa, para la cual aún les faltaban muchos años de roce social, de experiencia, de preparación y de aprendizaje permanentes, en fin, un largo y a veces espinoso camino, malditas hermanas Vélez Sarsfield, conde Lentini de mierda, Molina jijuna la gran pepa, olvida ya, Raúl, lo intento, Arturo, pero jode, y a ver ahora qué le pasa a este Carlitos que ya dos veces esta tarde como que se ha ido del todo de los libros y nos ha empezado a preguntar por el gemidito ése, ¿a qué gemido del diablo se puede referir este loco del diablo, si yo mismo he encerrado con cuatro llaves en su dormitorio a Consuelo y su pata luxada y el codo ese todo lastimado…?
86.
Mientras avanzaban dando traspiés por la enmarañada vegetación, a lo largo de un antiguo sendero de caza que las hierbas y matojos casi ocultaban del todo, los porteadores mosulas fueron desertando uno tras otro
87.
Pero Tario no hacía más que reír con una risa burlona, y seguía retrocediendo hacia las colgaduras que ocultaban la pequeña puerta
88.
Al principio sólo una puerta era visible, tan apretados estaban los árboles que ocultaban las murallas de la ciudad… los árboles y las enredaderas que cubrían los muros
89.
Ko-tan había enviado un mensajero para anunciar la visita del hijo de Jad-ben-Otho, con el resultado de que les acompañaba una considerable procesión de sacerdotes cuya señal de profesión que los distinguía parecía consistir en unos grotescos tocados; a veces rostros horribles tallados en madera y que ocultaban por completo el semblante de quien los llevaba, o a veces la cabeza de una bestia salvaje colocada de forma ingeniosa sobre la cabeza del hombre
90.
Después de nuestro encuentro en el Shanghai Club, había llegado a la conclusión de que sus excéntricas ideas sobre las costumbres occidentales ocultaban una admiración sin límites por aquello que aseguraba deplorar
91.
Ella mantenía los ojos bajos para evitar las miradas curiosas, las impasibles expresiones que ocultaban los pensamientos
92.
Pero con frecuencia, las paredes y los arcos de piedra vieja ocultaban las dobles paredes de acero duro, entre las cuales circulaba libremente el aire refrigerante
93.
Los cánticos los ocultaban casi por completo, pero si uno prestaba atención los percibía: el gemido grave de los cuernos de guerra, el crujido y el ruido sordo de las catapultas, el chisporroteo de la brea ardiendo, el sonido agudo de los escorpiones al disparar las lanzas de un metro de largo y punta de hierro
94.
Ocultaban su odio bajo un aspecto malhumorado y rostros tan inexpresivos como la piedra, pero de todos modos él podía percibirlo
95.
Las sombras le ocultaban los ojos mientras contemplaba a los muertos
96.
La espesura les ofrecía cierta protección ante los elementos y los ocultaban de los ojos de los odiados cuervos
97.
Cuando Liesel entró en la cocina, sus padres estaban encorvados y ocultaban el rostro
1.
Tengo un testimonio bajo juramento de que te ocultabas debajo de un saliente rocoso
1.
ocultado el misterio detrás de un rótulo
2.
no se les habrá ocultado que sus ingeniosas sugestiones encerraban segundo intento
3.
Su marido, más sensible, se había ocultado el rostro entre las
4.
El sol se había ya ocultado
5.
ocultado que con el Gobiernoactual la política es carrera cerrada
6.
El sol se había ocultado, dejando sobre la ciudad una
7.
Hasta elcentinela se había ocultado detrás del gran portón
8.
ladispersión, se había ocultado en las callejuelas al sonar los
9.
Este se había ocultado en una callejuela del Wapping, hacia
10.
poco ruidoen el mundo, y se había ocultado tanto a los ojos del
11.
desaparecido y el seductor de oficio yla dama se habían ocultado poco a poco entre los árboles,
12.
La ciudadse había ocultado, dejando en la
13.
ocultado larealidad del panorama, se destacó limpia y bien
14.
ocultado entre la paja, llamada
15.
veneracion y el respeto debido sirviese de escudo álos que se habian ocultado en ellos, porque
16.
ocultado el sacro depósito, salió corriendo, paraocupar su sitio en la plaza antes de la
17.
amigo, que había ocultado lacabeza en el brazo derecho puesto
18.
había puesto un puñal en la garganta para obligarla á decir dónde había ocultado á su sobrina
19.
Me lo habías ocultado
20.
Nada se movía allí, ahora que la luna se había ocultado
21.
Señor Bexheath: Pero, en tal caso, sólo habría ocultado el secreto a sus rivales
22.
Morrel salió del ángulo sombrío en que se había ocultado; nadie había reparado en él, tanta era la confusión que reinaba en la casa
23.
El sol se había ocultado tras las nubes y Babú notó que las gaviotas volaban muy alto: señal de que estaba a punto de llover
24.
¿Por qué ha ocultado usted tan hipócritamente el fruto de su falta? ¿Por qué quiere hacer aún más desdichada a esa criatura que usted trajo al mundo?» «¿Qué dices? —balbuceó el marqués—, ¿qué quieres decir con todo eso? ¿Quieres decir entonces que el viejo tunante ha hablado?» «Concepción, cuyo indigno padre es usted —estalló Manuel—, no es otra que Luz Blanco de Robles
25.
Una nube había ocultado la luna
26.
Mientras el gigante se alejaba corriendo, el sobrino del "beg" se puso a buscar el sitio donde se habían ocultado los enemigos
27.
El sol, desde hacía algunas horas, se había ocultado, más rojo que nunca, detrás de un nubarrón que había aparecido en el poniente
28.
Por eso se había ocultado tras la puerta del monasterio, en espera de que saliesen el capitán o los corsarios, y dispuesto a ponerse bajo la protección del uno o de los otros
29.
El barón se había ocultado tras un grupo de árboles, mientras la condesa, envolviéndose en su velo, se unía a las alegres beslemés
30.
Y entonces, poco a poco, se derribaron las firmes compuertas que retuvieron el pasado de Rolf Carlé durante muchos años, y el torrente de cuanto había ocultado en las capas más profundas y secretas de la memoria salió por fin, arrastrando a -su paso los obstáculos que por tanto tiempo habían bloqueado su conciencia
31.
El señor de Ventimiglia había ocultado su rostro entre las manos
32.
Como tantas otras veces, suplicó a Blanca que abandonara la casa de los Trueba, la tutela feroz de su padre y la soledad de su taller lleno de mongólicos y señoritas ociosas, y partiera con él, de una vez por todas, a vivir ese amor desenfrenado que habían ocultado desde la niñez
33.
Su anterior vida se había ocultado en algún recoveco de su memoria y si quería recordarla tenía que hacer verdaderos esfuerzos de concentración
34.
Mien-tras ella y Frederick Williams eran conducidos por una novicia arrebola-da a la oficina de la madre superiora, yo me escabullí desde los mato-rrales donde me había ocultado hasta el carruaje que esperaba en el patio, me subí sin que el cochero me viera y me agazapé bajo el asien-to
35.
Examinó someramente las estancias de palacio que no estaban ocupadas, pues habiendo voces en el interior seguro que la muchacha no se había ocultado allí; se asomó al jardín e instintivamente se dirigió al cuarto del jardinero; allí estaba el cestillo donde Marta guardaba sus aperos de jardinería y cuando se disponía a partir, un objeto llamó su atención y a partir de él, una idea iluminó su mente
36.
Alguien lo había estrangulado y después lo había ocultado allí
37.
Y decía la verdad, pues Renata le había ocultado lo que ella le había escrito o le había dicho a usted por teléfono a propósito de aquella cita nocturna, a la cual no pensaba acudir precisamente porque, según sus planes, usted tenía que encontrarse sin coartada
38.
No recordaba haberlas cogido ni ocultado, las había descubierto aquella mañana en su inspección para comprobar los daños sufridos y mientras limpiaba el interior del aparato
39.
Sobre el madero apareció bien pronto un cartel que decía: Por asesino del género humano, a causa de haber ocultado veinte mil camas
40.
Ya se había ocultado el sol, y fue bajo la escasa luz crepuscular que precede a la noche cuando los ejércitos númida y mauritano surgieron por detrás de unas crestas y cayeron sobre el campamento a medio terminar
41.
Yo había contado con solucionar el asunto apenas encontrara el lugar al que hacía referencia el Ritual, pero ahora me encontraba allí y, al parecer, tan lejos como siempre de saber qué era aquello que la familia había ocultado con tan elaboradas precauciones
42.
El sabia que se había ocultado algo valioso
43.
Sabemos que el baronet encontró la muerte en ese lugar y a esa hora y sabemos también que usted ha ocultado la conexión entre esos sucesos
44.
Pierce sintió que se le encogía el estómago al pensar en lo que Renner le había ocultado y en Wentz y su matón y en lo que podrían haberle hecho a la chica
45.
Cuando estuvo seguro de que había ocultado sus huellas, retrocedió y cerró la puerta
46.
Pensando en dónde se habría ocultado el otro, el general D'Hubert se encontraba tan completamente desprevenido, que la primera señal de peligro consistió en la larga sombra matinal de su enemigo cruzando al sesgo sus piernas extendidas
47.
Para su deleite, la estructura de la droga iba surgiendo átomo a átomo desde las brumas del tiempo en que se había ocultado
48.
—Si los tiene, ha ocultado muy bien las pruebas —respondió Lim con sonrisa lobuna
49.
Pero, su exposición, en apariencia clara, perceptible a simple vista, en vez de hacerlos notorios, en vez de resaltarlos, los había ocultado, convirtiéndolos en casi invisibles
50.
El libro se habría ocultado entonces en el Templo y sacado a la luz sólo cuando accedió al trono un nuevo rey, simpatizante del yahvismo
51.
Al menos estarás de acuerdo en que el zapatero te ha ocultado información sobre lo que había hecho
52.
–Bien, ¿dime por qué me has ocultado tu vinculación con el convento?, ¿qué investigabas allí?
53.
Diez años después de la muerte de Loyola, el libro que conocemos como autobiografía o relato de El peregrino, dictado por Loyola a un compañero en 1555, fue ocultado
54.
el piadoso obispo la había ocultado para salvarla de la destrucción, porque al buen rey Abgar V Ukama, fallecido en el año 57, sucedió en el trono de Edesa un hijo que no compartía la admiración de su padre por los cristianos
55.
Si hubiera sido así, jamás habrían comprado el texto, y menos lo habrían ocultado, se habrían limitado a desvirtuarlo
56.
Él había avanzado en ello antes de entrar al convento, antes de que las religiosas enfermaran, y lo había ocultado
57.
Yo era su mejor amiga, su única amiga, y nunca me había ocultado nada, así que Coco se tuvo que aguantar y llevarme con ellos, refunfuñando
58.
Un día intentó atrapar a un conejo que, al escapar, había huido y se había ocultado en una vieja iglesia
59.
En silencio llevaron los caballos de regreso al río y se acercaron al bosquecillo en el que habían ocultado sus cosas
60.
Pensó que bajo esa transformación tenía que subyacer un motivo psicológico más profundo, que había ocultado conscientemente el papel de su padre en la historia
61.
Y cuando lo reconociera, se preguntaría por qué su padre se lo había ocultado
62.
Le había dado una dosis de su poción de velocidad al animal, lo único que había ocultado con ocasión del meticuloso inventario que Kelemvor había hecho de las pertenencias de todos los miembros del grupo
63.
No estamos lejos del lugar donde se han ocultado los soldados que quedan de las distintas guarniciones enemigas de los zhentileses
64.
Hizo lo mismo en el armario donde se había ocultado al comienzo, y repitió la misma operación con las escaleras y, por último, el garaje
65.
Alice se había ocultado detrás de la puerta y lo había atacado con la prótesis
66.
La he ocultado en un lugar seguro
67.
El suceso, dada la naturaleza del lugar y previo acuerdo con los responsables de la custodia de los Santos Lugares, fue ocultado a los medios informativos
68.
Metió las tres galletitas dentro de la caja vacía de Ritz que estaba sobre la mesa, que en su momento había ocultado la pistola del treinta y ocho
69.
De manera inevitable, Billy recordó la nota pegada a la nevera diecisiete horas antes y que él había ocultado en su ejemplar de En nuestro tiempo
70.
Como se trataba de una embarcación pequeña, la compañía que la poseía la había ocultado en una empresa «concha» con inversiones en una entidad que resultó ser un «banco de nombre» en un paraíso fiscal de Extremo Oriente
71.
El sol aún no se había ocultado pero a esas horas ya se sentían los agudos silbidos de los alcaravanes en la falda del Cerro Merino y los grillos aturdían con su canto frenético desde las tierras
72.
—No hay ningún lugar en el que pudiera haberse ocultado de alguien que estuviera en la puerta
73.
Inconscientemente, antes de venir aquí ya había tenido sensaciones similares, porque recuerdo una vez en que me quedé a dormir en casa de Jacque y que no podía contener la curiosidad de conocer su cuerpo, que siempre me había ocultado, y que nunca había llegado a ver
74.
Algunas veces K le acompañaba por la noche a casa, aunque no se podía acostumbrar a ir al lado de un hombre tan enorme, que le podría haber ocultado en los faldones de su abrigo
75.
Habían arriado las velas, quitado los mástiles, ocultado los gallardetes de guerra y reducido la intensidad de las luces de las lámparas y los fanales
76.
¿Acaso aquella maldición estaba relacionada con lo que Von Seeckt había sacado de la pirámide? ¿Por qué razón los aliados habían ocultado toda la información sobre la infiltración de la pirámide y el descubrimiento de una cámara inferior? Sin duda se trataba de algo mucho más importante que un simple hallazgo arqueológico
77.
Cuando un niño pregunta así, uno se ríe, cuando lo hace un adulto resulta una ofensa contra la administración, lo que el señor secretario ha ocultado indulgentemente con la elegancia de su respuesta
78.
Una docena de siluetas de lo que parecen mendigos indiferentes a! frío o al agua y el ciego es el único que se aproxima, conducido por el lazarillo de los dientes mugrientos, sosteniendo las maletas que el sacerdote había ocultado en el doble suelo del maletero
79.
Abrió los ojos y miró al cielo; las nubes también habían ocultado la luna
80.
Estaba muy oscuro porque la luna se había ocultado detrás de una nube
81.
La luna se había ocultado, las estrellas seguían brillando, no tenía idea de la hora
82.
—El emperador ha enviado en secreto refuerzos militares a Ix, y ha ocultado esta información al Landsraad
83.
Y eso a pesar de que yo lo había acogido y ocultado en ese almacén de herramientas, dentro de la propiedad de ese mismo Gayo Fusco Salinator del que me estaba hablando
84.
Por fin, cuando el sol habíase ya casi ocultado, la madre les vio llegar
85.
Salté en pie y corrí tan rápidamente como pude hacia el lugar donde habíamos ocultado las dos embarcaciones
86.
Hasta entonces había ocultado sus inquietudes a Beatriz, temerosa de que no pudiera resistir la verdad
87.
Y decía la verdad, pues Renata le había ocultado lo que ella le había escrito o le había dicho a usted por teléfono a propósito de aquella cita nocturna
88.
Si él llegaba a conseguirlo, tendría todo lo que ella había ocultado durante todos estos años
89.
Arrancó el asiento del carromato y sacó el cinto de la espada que había ocultado en su interior
90.
La Montaña bufó con desprecio y avanzó… y en ese momento el sol irrumpió entre las nubes bajas que habían ocultado el cielo desde el amanecer
91.
Reinó el silencio mientras Maura asimilaba el hecho de que le hubiese ocultado información tan importante
92.
–Los atacantes tendrían que haber ocultado el combate con anillos de oscuridad -dijo-
93.
Hasta ahora, te he ocultado la gravedad de la situación
94.
Y ellos habían ocultado el Plan al general Guarionex Estrella Sadhalá por considerarlo demasiado trujillista
95.
Los dueños de casa le habían ocultado hasta entonces que Guarina estaba presa
96.
Ni he seducido ni he forzado a Eugénie, esta consideración es importante, no la dejéis escapar; no le he ocultado el mundo, le he expuesto las rosas del himeneo al lado de las espinas que en el se encuentran; enseguida, me he ofrecido y he dejado a Eugénie que escogiera en plena libertad: ha tenido todo el tiempo para reflexionar; no ha dudado, ha hecho protestas de que sólo conmigo encontraba la felicidad; ¿he obrado mal al darle para hacerla dichosa, lo que, con conocimiento de causa, ha preferido a todo lo demás?
97.
El consejero se inclinó y antes de volverse pudo ver con el rabillo del ojo cómo el emperador, a tientas, con los dedos de su mano izquierda, rebuscaba entre los documentos de la mesa en busca de aquella tablilla que había ocultado al entrar él en la habitación
1.
Teníamos otra razón, pero la ocultamos a nuestros semejantes y a nosotros
2.
Cuando llegamos aquí, ignorando el trato que recibiríamos, ocultamos nuestra categoría; después manifesté a usted la calidad de mi amigo en su país, pero no juzgué prudente revelar su verdadera situación a bordo del buque
3.
El domingo, día en que uno puede abandonarse a sus pensamientos, y olvidar el ejército y sus exigencias, afloran todas las ideas que ocultamos en el subconsciente
4.
Nos alejamos de la vía y nos ocultamos entre los juncos, para observar
1.
Por ello ocultan cualquier evidencia de
2.
En un recodo de la espesura se ocultan, se apartan del contingente
3.
ocultan en los huecos de los edictos varoniles
4.
Los mundos que se ocultan á la ciencia,
5.
Estos se ocultan en el espacio quieto entre la percepción y la interpretación
6.
culturas se exponen para que todo el mundo los vea, se ocultan de la vista
7.
Estos datos ocultan o desdibujan las interacciones cotidianas que están detrás de la producción del bienestar, generado a través de la distribución de los ingresos y del trabajo no remunerado, y desplegado por personas y recursos que no necesariamente coexisten bajo un mismo techo
8.
por eso se ocultan
9.
Pocos espectáculos son más interesantes que el de esas nubes dealuviones que arrastra la corriente: ocultan
10.
alimentados por la podredumbre, crecen en losrincones; infinidad de ratas se ocultan en sus agujeros
11.
cierran elhorizonte por el Norte, y ocultan las altas montañasde Lorrín que se
12.
laarrastra consigo hacia la presa, donde se ocultan en la sombra
13.
deambas maneras se les figura a entrambos que ocultan a los ojos de losdemás la
14.
Mas luego, entre otros que ocultan el secreto de su fracaso,
15.
una torre, ó á enemigos que ocultan pecho y cara con elescudo y á quienes sólo matan
16.
Los de su clase, por lo general, ocultan un pene deficitario con habladuría de
17.
¿A que le ha soltado ese discurso sobre los genios que se ocultan en el interior de las personas subnormales? Pero basta, pongámonos a trabajar
18.
Cada país presenta a sus soldados bajo la luz más favorable, se ocultan los errores, se matiza la maldad y después de la batalla ganada todos son héroes
19.
Sobre todo a los que ocultan a un lobo
20.
–Sí, la mayoría de los rumanos ocultan el dinero debajo de los colchones, por si acaso se produce un cambio de gobierno en medio de la noche
21.
Es bastante inofensivo, no como los que se ocultan detrás del estacionamiento dieciséis
22.
–La gente civilizada del mundo, aquellos que se ocultan detrás de la cultura y el arte y la política… e incluso la ley
23.
Desde que supe la verdad he pensado muchas veces que, en resumidas cuentas, es una suerte que la gente crea en estas fábulas, que ocultan cosas que más le vale no conocer
24.
Millares de apariencias ocultan o disimulan millares de realidades, de seres humanos complejos, contradictorios y malvados
25.
Pero a medida que envejece la mujer sin barba, ¡las arrugas que se forman en su cara no se ocultan! En esas condiciones una mujer anciana parece muy distinta de una joven, mientras que un hombre anciano no se diferencia tanto de un joven, a no ser por el color de la barba
26.
Otro detalle, éste más penoso, que también ocultan los admiradores del suizo es que, lejos de ser infalible, de vez en cuando incurría en notorios patinazos
27.
Tras la expresión «a su debido tiempo» se ocultan muchos pormenores
28.
Corre el rumor de que se ocultan en una de las cavernas que está cerca del límite con esa región
29.
La banda de Charoli atacó la Caverna que está cerca del desierto en el que se ocultan
30.
Los campesinos se ocultan en los bosques y los vigías avisan de la llegada de cualquier vehículo alemán
31.
Todos ellos son hipócritas, que viven en la luz pero se ocultan en la oscuridad
32.
Confirmemos además el caso improbable y directamente absurdo de que hay personas que, por pura ambición, ocultan informes e ignoran advertencias
33.
Lo verdaderamente pérfido es que ocultan lo que en realidad está sucediendo
34.
En vida de nuestro antiguo comandante, la colonia estaba llena de partidarios; yo poseo en parte la fuerza de convicción del antiguo comandante, pero carezco totalmente de su poder; en consecuencia, los partidarios se ocultan; todavía hay muchos, pero ninguno lo confiesa
35.
Pero también las pelotillas observan una vigilancia correspondiente y obedecen ciegamente a la ley que las gobierna, simultáneamente con el movimiento giratorio de Blumfeld cambian ellas también de lugar y se ocultan a sus espaldas
36.
La miserable delgadez de las paredes, que denuncian al hombre eternamente activo, ocultan sin embargo al poco honrado
37.
Los vendedores de baratijas ocultan esta verdad, niegan el placer de lo complejo y prefieren defender el carácter subjetivo del goce, las propiedades festivas de las cosas simples y, en último caso, los ejercicios de satisfacción mínima pero inmediata y de alcance ecuménico
38.
-Gente que raptan niños o personas mayores y las ocultan en cualquier sitio hasta que una gran cantidad de dinero es pagada por ellos -explicó Julián-
39.
–¿Cuántos golpeamos las mesas, cuántos caminamos, cuántos arrastramos los pies, cuántos corremos? ¿Cuántos se muestran bajo el Sol, cuántos se ocultan con la Luna?
40.
Observa durante un momento el palco de los patricios y de los magistrados de la ciudad, luego nubes de polvo lo ocultan
41.
Hay tantos cuerpos, que casi ocultan la tierra y las losas de las calles
42.
La mayoría de la parroquia es estuche de honorabilidades; soldados desertores, que allí mismo venden y negocian los uniformes, los chacos, las cartucheras y los marrazos; rateros prófugos, que allí ocultan, por lo pronto, lo diminuto y frágil apañado con sus artes e industrias; fletadores de tierra y de agua, de canoas y carros que meten más matute que mercancías declaradas; buhoneros y carcamanes, que regresan o parten a las ferias rurales; comerciantes al menudeo, de la vecindad, con más trampas y deudas que existencias en sus tiendas, a las que no pueden tornar, porque, injustamente, se las ha sellado el juzgado; infieles administradores de pulquerías, sin empleo, pero con odios, con reales y con revólver al cinto… En ocasiones excepcionalísimas y a vueltas de influjos y parlamentos con la dueña del ergástulo, algún pobrecito reo de homicidio que, aburrido de no saber si lo fusilarán o lo indultarán con veinte años de presidio, se fuga de Belén y allí lo albergan sus valedores mientras le procuran disfraces y seguridades
43.
Pero al mismo tiempo tengo la sensación de que ocultan algo
44.
y ocultan en la cabeza
45.
—¿Y por eso le ocultan la verdad?
46.
Abre la puerta y se dirige a la fila de baúles que ocultan a Camel
47.
Avanza las imágenes a voluntad, despacio, una por una, tratando de adivinar qué hay más allá del cuerpo, qué espacios del alma se abren al otro lado de estos bordes físicos que no puede traspasar, cuáles de sus recuerdos, aflicciones y felicidades se ocultan al escrutinio de la cámara
48.
Sus análisis detallados, sus pormenorizadas alegorías ocultan a Salvador Matas, alguien que difícilmente muestra compasión
49.
Los pacientes se ocultan bajo las camas, en los servicios, bajo los lavabos, pero no sirve de nada
50.
Porque cuando ellos ocultan su nombre, ocultan algo más
51.
¿Por qué no se ocultan?, dijo
52.
Así pues, ocultan pruebas a la policía
53.
De aquellos que se ocultan bien y disparan contra la espalda de su enemigo
54.
–No hemos podido reunirlos del todo todavía – se lamentó el feliciano -, se ocultan por toda la estación
55.
Los hombres pequeños a veces son muy fuertes y los harapos en ocasiones ocultan grandes pretensiones
56.
Las ranas no suelen salir durante el día; se ocultan entre los helechos y miran a través de las hendiduras de las rocas
57.
En el garaje hay un arcón de metal oxidado, todavía con manchas de fango que ocultan parcialmente los caracteres nipones escritos a un lado
58.
La instalación está abandonada, porque todos, excepto ellos, se ocultan tras sacos de arena
59.
La opinión de la policía del condado de Baltimore es que esos depósitos ocultan también
60.
Pero Gale no es de los que me ocultan las cosas
61.
Tienen que saber dónde cazan los vampiros, y también el lugar en donde se ocultan durante el día
62.
Unos mineros lo ocultan medio desmayado en una bocamina de carbón
63.
Muy frecuentemente los que ocultan a todos esta posesión sólo lo hacen por miedo a que les quiten el objeto amado
64.
Y aun cuando yo no tuviera tiempo de preparar, cosa ya mucho más importante, las cien máscaras que conviene poner a un mismo rostro, aunque sea según los ojos que lo ven y el sentido con que leen los rasgos, y, para los mismos ojos, según la esperanza o el miedo, o, por el contrario, según el amor y el hábito que ocultan durante treinta años las mutaciones de la edad; en fin, aun cuando no me propusiera -y mi relación con Albertina bastaba, sin embargo, para demostrarme que, sin esto, todo es ficticio y falso- representar a ciertas personas, no fuera, sino dentro de nosotros, donde sus menores actos pueden determinar trastornos mortales y hacer variar también la luz del cielo moral según las diferencias de presión de nuestra sensibilidad o cuando una nube de peligro, alterando la serenidad de nuestra certidumbre bajo la cual un objeto es tan pequeño, multiplica en un momento su magnitud; aun cuando yo no pudiera introducir estas mutaciones y otras muchas (cuya necesidad, si queremos pintar la realidad, ha podido aparecer en el transcurso de este relato) en la transcripción de un universo que había que dibujar de nuevo todo entero, al menos no dejaría de describir en él al hombre con la largura no de su cuerpo, sino de sus años, como si hubiera de arrastrarlos con él cuando camina, tarea cada vez más enorme y que acaba por vencerle
65.
En los bosques se ocultan las sombras,
66.
Especie de arpón con cuatro o seis púas, para pinchar los peces que se ocultan entre la arena al cerrar el bol
67.
Y bajo la piel se ocultan deseos nunca formulados, aflicciones recónditas, marcas invisibles al microscopio
68.
Se ocultan los Tres Anillos
69.
En la cabeza se ocultan capacidades misteriosas que únicamente el mago es capaz de despertar y de hacer madurar
70.
Lo que creo es que nuestras creaciones se ocultan en las cavernas o incluso es probable que vivan allí
71.
No conoce a nadie que las haya protagonizado, apenas recuerda haber leído alguna noticia breve y poco fundada, y cuando las escucha de boca de algún conocido las rechaza como probables leyendas urbanas, extendidas por quien quiera que esté interesado en propagar entre los ciudadanos la sensación de inseguridad, de desconfianza, de que la ciudad es una selva llena de animales peligrosos, que no puedes fiarte del que pide ayuda ni del que la ofrece, que los encuentros fortuitos siempre ocultan una intención perversa y los lobos melosos son los más peligrosos de todos
72.
Con la desaparición del miedo, surgirían nuevas energías, el espíritu humano remontaría el vuelo para hacerse renovadamente creador y los viejos terrores sombríos que se ocultan en las profundidades de la conciencia de los hombres se desvanecerían
73.
La ficción era el silencio que nos tocaba protagonizar, las suposiciones que se ocultan, las dudas que no se dicen
74.
La banda de Charoli atacó la caverna que está cerca del desierto en el que se ocultan
75.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
76.
Aunque gorras de anti-pensamiento sería más adecuado; ocultan los pensamientos de la gente que los lleva puestos
77.
Posiblemente estos textos ocultan una concepción primitiva, más profunda y fundamental, que escapa a nuestra comprensión
78.
«Pero se ocultan en los confines de Awinor»
79.
¿Qué sabe el hombre de hoy de la vida y de las fuerzas que se ocultan tras ellas? Para ti los embrujos de Salem no pasan de una ilusión, pero me encantaría que mi requetatarabuela pudiera contarte ciertas cosas
1.
Pero en seguida sonrió, ocultando el sobresalto de su corazón
2.
Orión descendía hacia el ocaso, y el Carroiba ocultando sus
3.
por lotanto, hubiera sido guardar el secreto, ocultando que los deseos de todoel mundo
4.
y aun fuera de él y los colocó en unpalacio que edificó en Lora, si bien ocultando su
5.
ocultando la entrada; y era lo terrible que esta puertaponía en
6.
ocultando casi por completo losbalcones, oponían a la
7.
Paz volvió a sentarse, ocultando entre las manos los llorosos
8.
Entonces vioque lloraba, ocultando el rostro con las
9.
otras con frecuencia, ocultando ydesvaneciendo las anteriores
10.
Y tomando el canalón, que andaba por el suelo,y ocultando el sable debajo de los
11.
Y, ocultando la cara entre las manos, sofocó un grito de
12.
ha aceptadousted ese papel, ocultando los celos que la
13.
ocultando su turbacióncon la sonrisa aduladora de las razas
14.
cubría el rostrocon el mísero mantón, ocultando sus lágrimas
15.
ocultando millones ymillones de mundos
16.
corrió hacia un árbolinmediato, apoyando en él los codos, ocultando la cara entre las
17.
Y cuandohubo acabado, volviose, ocultando los ojos con la
18.
desesperación, y dejó caer la cabeza sobre la mesa ocultando
19.
Acogió a los comisionados con la amabilidad que ledistinguía y ocultando mal la sorpresa
20.
reps azul del testero y en aquel rincón obscurodel coche, ocultando el rostro en las manos que
21.
Las lanchas, al fin, se fueron ocultando una en pos de otra
22.
Este silencio lo interpretó el marqués como unarespuesta afirmativa, y dijo con desesperación, ocultando otra vez sucara entre las
23.
enemigo leaguardase al pie de la escalera, y ocultando el
24.
Y al pasar elbulto negro del que bajaba, ocultando
25.
los rizosartificiales ocultando calvicies y canas
26.
—¡Padre del alma! ¡Madre mía!—sollozó, ocultando el rostro en lasalmohadas, que empapó
27.
ocultando su pesar en elfondo del alma
28.
Lascamisas presentaban coquetonamente el adornado escote, ocultando la lisafalda; los
29.
Y, de pronto, rompió en sollozos, ocultando la cara entre las manos
30.
Está ocultando algo
31.
Las autoridades de gobierno no colaboraron, la policía se desentendió, la justicia se mostraba temerosa y los medios de comunicación del gobierno completaron el elenco ocultando los hechos con versiones oficiosas, tendenciosas y falsas
32.
Estaba acurrucada con la espalda contra la pared y los codos apoyados sobre las rodillas levantadas, ocultando su rostro entre las manos, incapaz de contener el llanto
33.
—No estoy ocultando hechos
34.
Le sonreí ocultando cualquier rastro de enojo, sabía que cualquier muestra de enfado provocaría la repetición de aquella bobada
35.
Puso cara de reflexión, y cuando empezó a hablar, los dedos de la mano que tenía colocada sobre el papel ocultando el escrito iniciaron un movimiento prensil y agarraron la carta hasta convertirla en un manojo de papel que atrapó en el puño
36.
El traidor, ocultando su inquietud, obedeció
37.
En otra silla, muy atento y ocultando su turbación, estaba el marido
38.
Las enormes alas de Thorn tapaban el cielo, sumiendo toda esa zona en la oscuridad y ocultando a Saphira de la vista
39.
En secreto, dentro de su máquina de pensar, sin voz alta, el agente-yo cita al profundo genio y generoso mentor León Trotsky: «Por todos lados, la babosa del humanitarismo deja su rastro de babas, ocultando la función de la inteligencia y atrofiando las emociones»
40.
Cita: «Por todos lados, la babosa del humanitarismo deja su rastro de babas, ocultando la función de la inteligencia y atrofiando las emociones»
41.
{48} La orden era de hacer desaparecer gentes de toda condición ocultando el hecho, de manera que cuando la familia se dirigía a la policía para recabar información, se le decía que no había ninguna noticia de desaparición del interfecto
42.
Tras cubrir sus hombros con una sábana, la hicieron sentar en un escabel frente al espejo de cobre y maquillaron sus ojos con rabillos negros, brillos y reflejos; peinaron sus cabellos, adornándolos con aderezos de perlas y turquesas, y finalmente la vistieron al modo otomano, con una especie de bombachos que cubrían sus piernas, un corpiño transparente, oportunamente tamizado con incrustaciones de pedrería que dejaba entrever sus senos ocultando sus pezones y un chalequillo de raso azul y plata
43.
El lugar en el que se encontraba era extraño, había tanto silencio… En la lejanía se percibía el zumbido del mundo del que se estaba ocultando, pero allí dentro había cinco personas que parecían evitar hablar las unas con las otras
44.
Y en las tristes ocasiones en que el Maestro abandonaba Venecia durante muchas noches seguidas, era él quien gobernaba la casa en su ausencia, ocultando su zozobra a los demás y sabiendo que ésta sólo terminaría cuando regresara el Maestro
45.
Las dos mujeres sonrieron, ocultando su aversión hacia él, se comprendían entre sí a la perfección
46.
¡Un crimen! -dijo mi ama con cierta enajenación, y después ocultando el rostro entre las manos empezó a llorar amargamente, exclamando-
47.
¡Debilidad pueril! Ocultando el rostro entre las manos rompí a llorar como un chiquillo
48.
Creen que estás ocultando algo
49.
—Ahora mismo —dijo alegremente Roger ocultando su decepción ante la relativa intrascendencia de la tarea que le habían encomendado
50.
—Lo soy, gran rey —mintió Aristión con gesto encantador, ocultando su gran sorpresa
51.
Ocultando los nombres, pero sin ocultar nada más, contó cuanto había pasado el día anterior en casa de Lady Lydiard y, una vez concluyó, le preguntó claramente a su compañero:
52.
Stapleton dejó allí encerrada a su esposa mientras él, ocultando su identidad bajo una barba, seguía al doctor Mortimer a Baker Street y más tarde a la estación y al hotel Northumberland
53.
El empleado movió el cuerpo y giró levemente, ocultando la transacción a la cámara de vídeo
54.
Se está ocultando detrás de las protecciones de la ley mientras el asesino está fuera esperando
55.
La muchacha estaba ocultando sus emociones, desafiante
56.
Un penacho negro, columna de agua y espuma, se levanta en el centro de la lente a media altura de los palos de los navíos, ocultando un momento el edificio iluminado en tierra
57.
Por alguna razón conocía la existencia del lienzo, que quizá tuviera mucho que ver con la maldita Operación Pedro el Grande (si es que no era directamente la Operación Pedro el Grande) y no parecía haber demasiadas sombras ocultando su propósito: las riquezas robadas por Koch, los tesoros desaparecidos en Weimar a principios de 1945
58.
Los seis se quedaron parados a escasos pasos de ellos, ocultando a Resa la visión de la luz diurna que entraba desde el exterior
59.
Haz que dé la impresión de que me llevé el expediente del caso a mi domicilio y lo estaba ocultando, pero asegúrate de que lo encuentren
60.
Pensaba que su mujer le estaba ocultando sus verdaderas intenciones
61.
El viento había arreciado y les echaba nieve encima, oscureciendo el trineo que tenían delante y ocultando a los marines que caminaban a su lado
62.
Imagino la lenta decadencia de Jules de Goncourt: al principio tropezando en las consonantes, pronunciando las ces como si fueran tes; luego, incapaz de recordar los títulos de sus propios libros; después, la trasnochada máscara de la imbecilidad (la frase es de su hermano) ocultando su verdadero rostro; y, a continuación, en el lecho de muerte, las visiones y el pánico, y el ruido desgarrador de una respiración (de nuevo utilizo las palabras de su hermano) que recuerda el ruido de la sierra que se abre paso a través de la madera mojada
63.
Mientras grababa mis entrevistas con una modelo y un actor, me preguntaba en silencio, ocultando mi tristeza, por qué la vida tenía que ser tan miserable, por qué tenía que ensañarse con
64.
Mientras se fundía con la tierra, convirtiéndose en uno con el suelo de la caverna, grandes formas aparecieron en la entrada ocultando la luz de la luna
65.
Después, ocultando su rostro entre las manos, abandonó el peñasco, prácticamente sostenida por Juan y su hijo
66.
Los pesados párpados del vampiro bajaron, ocultando sus ojos
67.
—Por supuesto —dijo, ocultando su sorpresa mientras metía la mano en el bolsillo para sacar su teléfono
68.
Pocos minutos más tarde, la puerta del armario ropero del recibidor se cerraba, ocultando los rasgos distorsionados, el pelo enmarañado y la lengua colgante de Jules Bernard
69.
El Presidente había prestado atención a quienes habían mencionado la existencia de rumores de que el Majestic era algo más que naves averiadas en el Área 51 y que le estaban ocultando información
70.
Instaló sus pantallas en la superficie, ocultando todo excepto las ondas emocionales y transmitió: M iedo, miedo, terror, miedo…, dirigiendo la emoción a sus niveles más primitivos… Miedo
71.
-¿Crees que Laura podía estar ocultando su relación con Peter?
72.
Me estás ocultando información
73.
Los demás miembros del club fueron saliendo de la casa de uno en uno o de dos en dos, ocultando sus rostros huraños mientras se iban
74.
Después de innumerables gestiones no consiguió que emprendieran ninguna medida; todo lo contrario, la Generalitat seguía ocultando el problema a la ciu-dadanía en favor de los intereses de las empresas contaminadoras
75.
La lechetrezna, la retama y el tomillo silvestre se habían aferrado a las piedras ennegrecidas por el hollín, ocultando con sus ramas verdes el dolor y la desgracia
76.
—¡El mundo se ha vuelto loco! —gimió el Profesor ocultando el rostro entre las manos
77.
Pero habían unas franjas peculiares de… pestañas tal vez, colgaban de debajo los ojos y de la parte delantera de cada extremidad, ocultando muchos de los detalles de la piel
78.
Max cazó aquella información al vuelo y reaccionó a tiempo, ocultando el interés que había producido en él aquella nueva información
79.
Al hablar la garganta gigantesca, todos lanzaron un gemido y cayeron de rodillas ocultando la cara entre las manos
80.
Temía poco que le prendieran enseguida, ya que creía que todos los sacerdotes del templo se habían reunido en la sala de arriba para presenciar su juicio, su humillación y su muerte, y con esta idea firmemente grabada en su mente dobló un recodo del corredor y se encontró cara a cara con un segundo sacerdote, ocultando su grotesco tocado cualquier emoción que pudiera provocar ver a Tarzán
81.
Había observado sus largas pestañas ocultando el azul oscuro de sus ojos, sus tiernos labios, el profuso cabello rubio, la perfección de su cuerpo
82.
Cuando hubo terminado y vuelto a subir a bordo, entre ambos arrastraron la lancha hasta lo permitido por el claro abierto, y las cañas empujadas a los costados volvieron a cerrarse detrás de la popa, ocultando toda la embarcación
83.
Esta vez la puerta principal estaba cerrada, ocultando la cortina por donde habían entrado antes
84.
–Pero ¿por qué lo han hecho? ¿Por qué? – dijo, ocultando el rostro entre las manos
85.
Si estuviera en la intención de la naturaleza que el hombre fuese púdico, probablemente no habría hecho que naciera desnudo; una infinidad de pueblos, menos degradados que nosotros por la civilización, van desnudos y no sienten ninguna vergüenza; no hay duda de que la costumbre de vestirse ha tenido por única base tanto la inclemencia del aire como la coquetería de las mujeres; comprendieron que no tardarían en perder todos los efectos del deseo si los prevenían, en lugar de dejarlos nacer; pensaron que, por no haberlas creado sin defectos la naturaleza, se aseguraban mucho mejor los medios de agradar ocultando esos defectos mediante adornos; así el pudor, lejos de ser una virtud, no fue por lo tanto más que una de las primeras secuelas de la corrupción, uno de los primeros medios de la coquetería de las mujeres
86.
Había otros hombres, con toallas sobre la piel, fuera ya del agua, pero también en el lado próximo a la entrada del pasadizo, y, al fondo de la piscina, un solo hombre, completamente hundido en el agua excepto por sus brazos que extendía como alas desplegadas, sobre la piedra del borde de la piscina, y su cabeza erguida, con piel tostada por el sol de África, con un rostro relajado pero serio, con la barba larga y un parche sobre el ojo izquierdo ocultando la pérdida de vista del mismo; y, tras este hombre, una docena de soldados cartagineses, en pie, firmes, vigilantes, armados con espadas enfundadas, pero prestas a ser usadas sin dilación si era preciso, y lanzas en sus manos derechas
87.
Publio abrió los ojos y vio una pléyade de guerreros dahas riendo a su alrededor, ocultando el sol con sus feroces rostros
88.
El soldado, ocultando su rostro tras la túnica negra que vestía, cruzó en una corta pero intensa carrera aquel espacio abierto donde apenas hacía una horas se habían sacrificado diez bueyes en honor a los dioses de Roma y a la diosa Proserpina
89.
Tras ellos una polvareda de dimensiones descomunales se levantaba ocultando los movimientos que pudieran estar haciendo las tropas cartaginesas, pero no era probable que fueran a hacer nada mientras aquellas bestias corrían casi descontroladas contra sus enemigos
90.
Buscaría testigos falsos, falsificaría cartas y billetes y volvería a meterlo en la cárcel por haber intentado burlarse de él ocultando a Isabel en un convento de monjas
91.
Cayó de rodillas a la orilla de la fuente y lloró ocultando el rostro en la capa
92.
Ocultando el rostro entre las manos, rompió a llorar sin consuelo
93.
–Lo soy, gran rey -mintió Aristión con gesto encantador, ocultando su gran sorpresa
94.
–¿Cree que está ocultando algo en ellos?
95.
Lo están ocultando
96.
Extrajo un panel de la pared, se puso unas gafas protectoras que encontró en el estuche, ocultando de esa manera su rostro, trepó a la pared para que no se notase su altura y comenzó a fingir que trabajaba en una caja de controles y algunos caños
97.
Los ojos de ella se entornaron, ocultando su aguda luz
98.
Entró, se dirigió al quiosco, compró un periódico y se sentó, ocultando el rostro tras las páginas abiertas del diario, procurando vigilar con disimulo a Vincent
99.
Uno era un viejo monstruo ermitaño que tenía una maravillosa reputación de santidad y de hechicero famoso, que vivía apartado en su madriguera de la montana ocultando al mundo un gran par de cuernos que le salían de las sienes
1.
Doña Justa y don Luis, a quienes le fue forzoso confiarse, anduvieronrelativamente parcos en recriminaciones, pero crueles e inexorables enpunto a la energía necesaria, para ocultar las consecuencias de laseducción
2.
ocultar una malicia consciente de su capacidad para causar estragos ante el menor hueco en la
3.
conseguir ocultar, bajo el aspecto de la somnolencia, la máxima potenciación de todas sus
4.
No curándome de ocultar el interés que había suscitado en mí la casa, antes al contrario,
5.
Tiene tendencia a ocultar sus sentimientos y emociones,
6.
Suelen ocultar sus necesidades, sus
7.
Para ocultar el estremecimiento de una
8.
Los padres que tratan de ocultar sus cuerpos del
9.
Las señoras queprotegían la casa sosteniéndola con cuotas en metálico o donativos, eranadmitidas a visitar el interior del convento cuando quisieren; y enciertos días solemnes se hacía limpieza general y se ponía toda la casacomo una plata, sin desfigurarla ni ocultar las necesidades de ella,para que las protectoras vieran bien a qué orden de cosas debían aplicarsu generosidad
10.
Tardó bastante, pero lo expuso bien, sin ocultar un ápice de cuantosabía
11.
Irene quetrataba de esplicarse frotándose la trompa para ocultar su finasonrisa, se fué al cuarto de billar
12.
En mi coche penetran varios, y entre ellos una señoracon una perra, á la que trata de ocultar en el seno parano incurrir en las iras de los empleados
13.
labios, que parecían empequeñecerse para ocultar lapalpitación
14.
apariencia, un velo necesariopara ocultar la preciosa alma
15.
ocultar su emoción en aquelinstante que ataba para siempre a la
16.
Echóse por los hombros, para ocultar lo raído del traje, un chal
17.
esa mujer tiene un graninterés en ocultar la procedencia de la
18.
Levántase Belarmino y va a ocultar su emoción detrás del macizo delaureles
19.
Asunción no podía ocultar la angustia que la dominaba y quiso
20.
perdición, bien que él trató de ocultar los graves pecados ysólo con sus íntimos
21.
cuando el disco de la Lunano es bastante grande para ocultar
22.
porque losguerreros—los cónyuges—empiezan por ocultar su propia guerra
23.
podíaimponerle la obligación de ocultar las prendas que el cielo le habíadado y de no lucirlas
24.
mirarse alespejo y ocultar de algún modo la emoción que le
25.
objeto ocultar un estado embarazoso
26.
La espantaba el día en que, no pudiendo ocultar más suestado, la fuese de todo
27.
En vano el duque quiso ocultar su turbación, producidapor la sagacidad del tío
28.
ocultar, sobretodo en lo que toca a las relaciones de sexo a sexo,
29.
médico,aun cuando a ello se hubiera atrevido, querer ocultar la
30.
molinero, a quien nohubiera podido ocultar en aquella sazón la
31.
movimiento instintivo de susmanazas, para ocultar bajo los
32.
que habían inventado losimpíos para ocultar su maldad, cuando
33.
El hermano no podía ocultar su admiración cada vez que
34.
En los pueblos es muy difícil ocultar cualquiercosa: un proyecto de boda,
35.
antespara todos tan impíos, no pudieron ocultar el fuego del
36.
ocultar la joven inglesa su pasiónpor las poesías del joven
37.
tienen un encanto que el arte no puede ocultar, ni losesposos se
38.
No es dado ocultar la profunda alteración de que están
39.
—Un día, por casualidad, se la vi ocultar allí—murmura
40.
haciendo esfuerzos desesperados para ocultar su emoción
41.
Finalmente, el sexo débil delas galerías superiores se unió al estornudo general, cubriéndose conlos velos para ocultar las muecas á que le obligaba este gesto
42.
precauciones necesariaspara ocultar mi nacimiento a todo el
43.
guedeja de su largo cabelloprocuraba ocultar la falta del pabellón auditivo, siempre que,
44.
bien calada la gorra para ocultar en lo posible mis
45.
ocultar a los parientes de las víctimas la muerte de susdeudos
46.
ocultar nuestra dicha y nuestro amor en cualquierrincón del mundo, á la margen de un
47.
y que sepa ocultar muy bien el secreto a todos los hombres, exactamentecomo yo lo
48.
aparentemente deconfundir, y así ocultar el secreto de cualquiera solución probable
49.
ocultar lo que sabía yesperar el desenvolvimiento de los hechos y de aquella
50.
volando sobre el mar sin mojarse los pies, y losbaleares, para ocultar este suceso,
51.
que toda la ciudad hablase de ellos; él no podía ocultar sussentimientos
52.
Convenía ocultar el suceso, y esto es lo que limitaba la cólera de doñaBernarda en
53.
seguir el ejemplo de losfieles, como para ocultar el llanto que le
54.
—Comprendo el motivo que puede aconsejarle ocultar la
55.
ocultar la verdadera razón, que era elamor y los celos! ¿Y creía
56.
Rafael Peregrino, no por ocultar el suyo,transparente en las aventuras: por procurarleatractivo
57.
gigantesca, quecomenzando por un punto acaba por ocultar su cabeza en el cielo y suspies en el
58.
ocultar la verdad a la duquesa
59.
ocultar a sumujer el contento que esto le causaba, y, por la tarde,
60.
pues, ocultar todo esto
61.
Don Paco, al oír esto, apenas pudo ya contenerse y ocultar su emoción
62.
capitán, volviendo en seguida la cabeza para ocultar las lágrimasque saltaban á sus
63.
El pobre mozo, obligado á ocultar susaficiones flamencas, sólo les daba
64.
Algunos salían al campo para ocultar su emoción, en la que
65.
Y como la muchacha, para ocultar su turbación levantase la
66.
incapaz de ocultar la extensión de laentrevista, preguntó al
67.
El joven se estremeció y no pudo ocultar su turbación
68.
Lady Pembleton palideció y no pudo ocultar su turbación
69.
El conde se retiró diciendo algunas palabras de cortesía, que nopudieron ocultar su mal humor
70.
¿En dónde iba a ocultar los colores y la paleta?
71.
Elcampo parecía embellecerse para ocultar en sus
72.
para ocultar suemoción y simular otra aparente
73.
Aunque tuviera que hacer ocultar a la
74.
dependía de su voluntad, y eldecidirse a querer ocultar las manos, le costaba gran esfuerzo
75.
Cuando le parecía al buen tendero que iba demasiado lejos en susnegaciones, para ocultar el
76.
Cuando supo de lo que se trataba, por boca de Foja, tuvo que levantarsepara ocultar la
77.
Y entró cuando Ana se volvía un poco para ocultar a su amigo laconfusión que él hubiera
78.
luchando con el confesor, batiéndose por su interés queera ocultar lo más hondo de su
79.
de las distinciones saber ocultar sus sentimientos
80.
Pero se cuidó de ocultar estas impresiones internas,
81.
ocultar su rubor, mientras a travésde los dedos brillaban sus ojos
82.
fuerte para ocultar sus emociones
83.
Cada una de estas palabras parecía herir, como con un cuchillo, elcorazón de la pobre mujer, porque procuraba ocultar la cabeza más y másbajo los pliegues del pañolón, temblaba toda y se le cosían a la faldalos hermosos niños
84.
dijo con rudaenergía, para ocultar su turbación:
85.
ruborizada, recibiendo un apretón en regla, amén de un frote debarbas que la obligó a ocultar el
86.
amarillas, que volvió a ocultar al punto
87.
no ocultar laadmiración que le inspiraba su maestría de
88.
Y salió del comedor para ocultar las lágrimas que habían
89.
alabanza con cuidado, sinoque rechazó las que le dirigían y hasta procuró ocultar sus
90.
todo el que se encuentra bajo lasmiradas del público, nuestra joven procuraba ocultar
91.
Lo único queparecía posible ocultar era la
92.
El torero estaba pálido y apretaba los labios para ocultar susimpresiones
93.
Como no había por qué ocultar la cosa, no se ocultó; los de la salasupieron enseguida el
94.
cuesta el confesarlo, porque le estimo sobremanera, y desearía ocultar todo lo que le
95.
ocultar nada en el corazón en una situación como la que vamos á afrontar
96.
Moviéndose con pasmosa rapidez, la ogro corrió hacia el baúl y lo abrió, cuidándose de que su amplio trasero sirviera como pantalla para ocultar lo que había en su interior
97.
Su mentira, con la que había incurrido en perjurio, tenía un cariz inquietante: ¿qué grave información intentaba ocultar?
98.
El sigilo con el que las autoridades israelíes intentan ocultar el macabro crimen prueba que el suceso va más allá de la obra de un psicópata, la victima había tenido en su poder los manuscritos del mar Muerto, que acabaron en manos de Pierre Michel y Paul Johnson, ambos seminaristas de la Escuela Americana de Investigaciones Orientales de Jerusalén e integrantes, junto con otros eruditos no vinculados al catolicismo, de un comité internacional encargado de recopilar y traducir ios pergaminos
1.
Schack, es de grande interés para los que desean conocer á fondo elreinado del gran legislador de Oriente, debe tenerse en cuenta quetampoco merecen entero crédito sus infames y ocultas venganzas de losque tanto lo favorecieron antes, las cuales prueban el extremo dedegradación á que llegan á veces los hombres, y las incalculablescontradicciones á que los arrastran el interés, la adulación, el miedo yla rabiosa ira
2.
cantidad exacta a la que ascendía el volumen global de las comisiones ocultas y, además, a
3.
ciencias ocultas y donde, a lo largo de los siglos, los iniciados transmitirían tales
4.
Siempre tiene sus pretensiones ocultas, el
5.
ocultas, y sólo laintervención del juez pudo dominar la
6.
ocultas y de la magia; y, no bien chiste la plebe, se
7.
contemplar coninteres esas colonias de martin-pescadores, los que saliendo de suscasillas ocultas en los
8.
Las rocas levantan hasta el cielo sus bellosfrontis dorados por la luz; pero sus bases están ocultas por unbosquecillo de encinas y castaños; gracias á la verdura y variedad
9.
—Vos no sabíais que en las habitaciones de la reinahabía puertas ocultas, ¿eh? pues
10.
seempujaban con el codo, mirando á ojos simples la cara de Gillespie yhaciendo suposiciones sobre sus enormidades ocultas, que provocaban elescándalo y la protesta de sus compañeras más graves y virtuosas
11.
decarreras, y bajo la claridad de las luces eléctricas, que ocultas
12.
No veía á nadie, pero unas manos ocultas en la sombra tiraban de una desus piernas con fuerza
13.
ocultas entre los pinares, evocaba la tragedia de lareconquista; lamentaba la suerte de
14.
elconocimiento de cosas ocultas; pero esta trasmision se hace por mediode un cuerpo, que afecta de un
15.
escudriñar las ocultas relaciones de las cosas
16.
eucarísticorepresentaría la duda y la negación ocultas en el interior de un cultoesplendoroso por
17.
de la Iglesia contra las artes ocultas y todolinaje de adivinaciones; pero su voluntad,
18.
conocer las cosasocultas por las ciencias ocultas; en el
19.
viviendas, medio ocultas algunasde ellas en los repliegues
20.
erigiesen un templo;imágenes que, ocultas en el suelo, se
21.
losmisteriosos poderes y cómo las energías ocultas realizantransformaciones y van más allá, y
22.
ocultas relaciones y tratos, todavía le prometió hacer quele viese, y en efecto, cumplió la
23.
contiguo, cuyas paredes estaban ocultas también porestantes, continuación del protocolo
24.
Este hombre hallábase sentado o más bien sumergido en un sillón, con laspiernas ocultas bajo
25.
Pero también ahí ignoraba hasta qué punto estaba predispuesto a llegar hasta ese último refugio, esa inexpugnable ciudadela, ese mundo en el que soñadores ancianos, tocados con el shtreimel, luciendo largas barbas y vistiendo oscuras levitas, arrastraban de la mano una caterva de hijos, hermanos y hermanas nacidos con nueve meses de diferencia; un pueblo hierático, de paso apresurado y rostros similares, pálidos y enmarcados por largos bucles en espiral; un palacio insólito en el que brillaban la seda y el terciopelo, un lugar anticuado en el que se movían, al mismo compás de los personajes del siglo xviii, muchachas con pañoleta y mujeres que llevaban peluca y sombrero, con los hombros cubiertos por chales, las piernas ocultas bajo largas faldas y los tobillos aprisionados por medias de lana
26.
ocultas en un agujero frente a la abertura superior,
27.
Ya sabéis que, en la tradición de la especulación apocalíptica, el que posee la clave de los misterios y de las leyes ocultas es el emisario de Dios
28.
–No me gusta esto -le susurró Kaz, quien desconfiaba todavía más que el humano de las maquinaciones de un practicante de las artes ocultas
29.
Las cosas ocultas desde la fundación del mundo
30.
En la distancia, por el este, podían ver el río Jordán y las montanas de Moab, ocultas tras una bruma ocre
31.
y el beneficio de la niebla cosas ocultas
32.
Los danzantes tenían las caras ocultas por paños negros, como los penitentes de cofradías cristianas; avanzaban lentamente, a saltos cortos, detrás de una suerte de jefe y bastonero que hubiera podido oficiar de Belcebú de Misterio de la Pasión, de Tarasca y de Rey de los Locos, por su máscara de demonio con tres cuernos y hocico de marrano
33.
—, ¿Qué dice ese gesto?: descubre las emociones ocultas tras las expresiones faciales, RBA, 2004
34.
—Tenía la impresión de que allí ocurrían cosas cuidadosamente ocultas, de las que yo no llegaba a enterarme
35.
Sin embargo, lo que pocos sabían era que los espejos eran en realidad puertas ocultas que permitían a aquellos clientes que lo deseasen salir por la puerta de atrás
36.
—¡Oh!, lo confieso —dijo la señora de Villefort—, soy muy aficionada a las ciencias ocultas, que hablan a la imaginación como una poesía y se resuelven en cifras como una ecuación algebraica; pero continuad, os suplico, lo que me decís me interesa sobremanera
37.
Y bastaba que se pisara en el suelo con un poco más de fuerza, para que el piso del mundo sonara a hueco, como si por debajo se extendieran ocultas cisternas y minas, cavernas y abismos que retumbaban con fragor
38.
Llevaba su viejo jersey de lana encima de otro de cuello alto, y lo sabía porque todas las mañanas, en la penumbra, lo observaba mientras se vestía, capas ocultas de camisetas y calzoncillos largos
39.
Y hay historias secretas que permanecen ocultas en las sombras de la memoria, son como organismos vivos, les salen raíces, tentáculos, se llenan de adherencias y parásitos y con el tiempo se transforman en materia de pesadillas
40.
Algunas estaban medio ocultas entre la hierba, ocupadas en digerir los pájaros que habían sorprendido en sus nidos, y de cuando en cuando las veían limpiarse en el peludo dorso las patas, aún llenas de sangre
41.
En eso estaban los habitantes de la aldea, cada grupo dedicado a lo suyo, pero todos en la plaza, cuando hizo su espectacular aparición Sombe, quien acudía llamado por las fuerzas ocultas para imponer orden, castigo y terror
42.
Eragon soltó una maldición y agitó los brazos para mantener el equilibrio y no caer sobre la parte del suelo que activaría las púas ocultas en el suelo y el techo
43.
Una vez en el patio, los mapuche abrieron sus sacos, extrajeron las armas que llevaban ocultas y se abalanzaron sobre los soldados
44.
Ésa fue la época en que actuaban con impunidad las fuerzas ocultas de la naturaleza humana y el buen humor divino, provocando un estado de emergencia y sobresalto en las leyes de la física y la lógica
45.
Allí, en la Puerta del Sol, en esos mismos momentos, entre los miles de personas que se empujaban impacientes, había ladrones acechando para aprovechar cualquier descuido, y tal vez tocones viscosos que se acercaban a las chicas, y otros seres que merodeaban con ocultas intenciones
46.
Por entre las graciosas ramas de coral, a través de las ocultas cavernas submarinas, millones de toneladas de agua pasaban de la bahía a la vastedad del océano
47.
Llevaba tal revuelto de talismanes que un día iba a caer fulminada por tantas fuerzas ocultas; entre las patas de conejo, los colmillos de iguanas, los huesos horquetados de gallina rubia, los pelos de elefante, los cuarzos y las piedras, Ilusión empezaba a andar gibosa y cansada; claro que ella lo atribuía al peso de sus infortunios, pues si algo llevaba a sus espaldas era sus toneladas de dolores inventados, muchos de los cuales empezaban a ser realidades palpables, ya que nada llega a atraer más al fracaso que el sentirse fracasado
48.
Permaneció inmóvil en el umbral de la cámara con las manos ocultas bajo los brazos cruzados, mirándonos y preguntando en silencio:
49.
Ocultas en la cabina había otras armas, armas de los hombres tribales, «AK47» y «M16»
50.
Y puedo revelar las enfermedades ocultas del animal y sus enfermedades futuras, y decir de qué mal han muerto el padre, la madre y los antecesores hasta la quinta generación ascendente
51.
Si todo salía bien, yo podría introducir las piezas del equipo, ocultas en el interior de la cámara digital
52.
Mientras así hablaba la monja, pudo hacerse cargo el buen Ansúrez de que su rostro no carecía de belleza y gracias, y apreciar la excelente proporción de partes y formas ocultas por el hábito dominico
53.
Proponía que todos los hombres sinceros se unieran para establecer una síntesis científica para encontrar el sistema perfecto para el desarrollo de las “artes” (ocultas)
54.
—Al principio, Rochefort es el enemigo —precisé— Simboliza las fuerzas ocultas, la trama negra… Es el agente de la conspiración diabólica en torno a d'Artagnan y sus amigos; la intriga del cardenal que se anuda en la sombra, poniendo sus vidas en jaque…
55.
En ese momento, aunque yo mismo estaba al corriente de todos los detalles sobre El vino de Anjou, incluso de ciertas claves ocultas para el cazador de libros, me veía, en cambio, lejos de imaginar las complejas implicaciones que el asunto de Las Nueve Puertas iba a tener en la historia
56.
Entre hojas verdes brillaban los dorados de viejas encuadernaciones; la fundación Ungern contenía la más importante biblioteca europea especializada en ciencias ocultas
57.
Lord Carnarvon estaba muy interesado en las ciencias ocultas
58.
Cada alteración se debe a razones visibles u ocultas
59.
El gallo, que parecía acorralado por su enemigo a un lado del redondel, acaba de erguirse reanimado por reservas de energía hasta ahora ocultas, y de un furioso picotazo ha abierto un tajo sangrante en la pechuga del otro, que vacila sobre sus patas y retrocede desplegando las alas de plumas recortadas
60.
Me decía, para tranquilizarme, que, si verdaderamente esas riquezas se hallaban ocultas a lo largo del Camino, quienes prepararon los escondrijos tuvieron que dejar rastros que permitieran su recuperación
61.
Felipe IV sintió por ello una enorme frustración; estaba convencido, o al menos eso parece deducirse de su actuación, de que los templarios guardaban en cámaras ocultas riquezas sin cuento procedentes de Tierra Santa
62.
Se trata de un libro de prodigiosas propiedades, ocultas a los ojos de la mayoría
63.
Las vigas estaban ocultas en parte por un enredo de gruesos cables eléctricos que parecían una pila de espaguetis negros
64.
Aquel hombre le recordaba inevitablemente los problemas de la estocastocracia, las fuerzas ocultas o declaradas que pugnaban en la superficie, y la inquietante presencia de los extranjeros en algún punto del espacio
65.
están a los de abajo tan ocultas,
66.
Yamun ni siquiera esperó a ver la partida del mensajero antes de volver su atención a las tropas ocultas en la cañada
67.
Una cosa exigía Hilbert en la cual los griegos no parece que habían pensado, la de que los postulados propuestos para la Geometría deberán ser congruentes entre sí (libres de contradicciones ocultas, internas)
68.
No le quedaban fuerzas para emitir ningún sonido, pero en las cámaras ocultas de su corazón, aullaba, y aullaba, y aullaba
69.
Infinidad de circunvoluciones y relaciones ocultas
70.
Si no ven las armas, quiere decir que están al otro lado, ocultas
71.
Bajo el banco, las quince cargas ocultas en la mochila se activan simultáneamente, sin detonación
72.
Debe intuir verdades ocultas por la barrera del tiempo
73.
Ocultas las tres en el rincón del terrado, junto a los dos caballeros, sofocaban la risa
74.
Miró escaleras abajo; siempre había criadas ocultas en los pasillos de la casa de los Coelho y escuchando detrás de las puertas
75.
Las ciudades mayas permanecieron desiertas, ocultas por los árboles y prácticamente ignoradas por el mundo exterior hasta que en 1839 fueron redescubiertas por un rico abogado estadounidense llamado John Stephens, junto con el dibujante inglés Frederick Catherwood
76.
Casualmente, Johanson miró en ese momento a una de las cámaras ocultas
77.
Y le había parecido siempre que la madre, de pie tras él, no seguía los acontecimientos con suficiente atención; la traía a sí hasta sentirla a sus espaldas, y tanto le hacía notar, con ruidosas exclamaciones, algunas apariciones más ocultas por ejemplo un conejito que allí adelante, entre la hierba, se alzaba en dos patitas, alternando luego ese movimiento con otro como si se dispusiera a echar a correr que la madre, por último, le tapaba la boca y recaía, probablemente, en su anterior desatención
78.
Childan notó que todas las partes del fonógrafo estaban ocultas; incluso los altavoces
79.
Sentado en la galería, también aguardándoles, estaba un enorme gato de pelaje amarillo, con las patas delanteras ocultas bajo el pecho
80.
En algunos lugares, las ruinas estaban ocultas por la maleza o cubiertos de un espeso musgo verde
81.
Aunque las uñas del gato estaban ocultas, la maestra, esta vez sin consideración con el gato, las presionó con tanta fuerza que produjeron unas estrías sangrientas
82.
Un silencio oscuro de edificio antiguo con altos techos en sombras, solerías de hielo, maderas muertas, caóticas rutas internas sobreconstruidas en el irreconocible diseño original y el presentimiento de estar rodeados por innumerables rincones perdidos en los que existe la posibilidad de encontrar pruebas ocultas, pesadillas latentes, seres olvidados
83.
El obispo había escuchado rumores de que fray Zenón, con el paso de los años, delegaba cada vez más responsabilidades en ayudantes más jóvenes y versados en biblioteconomía para concentrarse él en las rarezas ocultas al público de la colección apostólica, de manera que, cuando se trasladó a Sevilla, todo el mundo en el Vaticano pensó que se trataba de una jubilación oficiosa
84.
Abajo, ocultas por el largo mantel, Casilda, la estatuaria, la belleza oficial, de aquéllas que aparecen acuñadas en antiguas monedas o en los billetes de alta denominación, agarró ferozmente la muñeca de Blanca hundiendo en ella sus uñas
85.
No por las armas Heechees, sino porque tienen un montón de armas propias que quieren mantener ocultas
86.
Al rayar el alba extendiéronse las dos guerrillas a lo largo de la margen, ocultas entre las milpas secas, hasta cubrir todo el frente de los cerros del norte y noroeste
87.
Dejaron las bicicletas bien ocultas entre los árboles que se alzaban a un lado del ancho camino, que no estaba demasiado bien cuidado
88.
Los soldados empezaban a confluir hacia la plaza, saliendo de ocultas callejas laterales
89.
Trabajadores vestidos con monos transportaban cubos y mangueras hacia las subestaciones de cañerías ocultas en los huertos de hongos
90.
Antes de que rompiera el alba artificial, Gurney y él volvieron a la superficie, desmontaron el resto del módulo de combate camuflado y trasladaron al subterráneo las armas ocultas y los componentes blindados
91.
La hipnosis es un instrumento poderoso, no sólo para proporcionar acceso a las zonas más remotas y ocultas de la mente, sino también para permitir una memoria mucho más detallada
92.
En su momento no pudo explicarse qué causas ocultas de la razón le habían dado aquella clarividencia, pero muchos años más tarde, ya en las vísperas de la vejez, las descubrió de pronto y sin saber cómo en una conversación casual sobre Florentino Ariza
93.
Así repasó la carta, esta vez letra por letra, escudriñando cada letra para que ninguna de sus intenciones ocultas se le quedara sin desentrañar, y la leyó después cuatro veces más, hasta que estuvo tan saturado que las palabras escritas empezaron a perder su sentido
94.
Fue bien recibida, como un regalo sin intenciones ocultas, y así se enriqueció el ritual de los martes
95.
Él agitó los pies, incómodo, luchando por encontrarse a sí mismo bajo la desazón de las corrientes ocultas del Sueño
96.
–Tus intenciones están ocultas como el asta de caribú en la primavera
97.
En los grandes laboratorios del Ministerio de la Paz, en las estaciones experimentales ocultas en las selvas brasileñas, en el desierto australiano o en las islas perdidas del Antártico, trabajan incansablemente los equipos técnicos
98.
Eran un pueblo pobre de pescadores y cazadores de ranas, que vivían en casas de paja y juncos, en islas flotantes ocultas en las profundidades de los pantanos
1.
Tal vez sea ése el impulso oculto que me empuja, a veces, hacia las
2.
parecía sostener entre las manos, oculto bajo el mostrador
3.
milagrosa, procedente de un manantial oculto y vedado al común de los mortales
4.
" - "No importa que usted mantenga oculto mi presencia"-replica siempre se detiene en sus tres patas "que no quieren que ni yo ni mi astronave puede ver
5.
generalmente un proceso oculto a los interesados y tiene
6.
El Rostro Oculto de la Mente
7.
oculto de sus fantasías y deseos, es también un lugar de encuentro
8.
En el viñedo oculto y con rizos de oro
9.
el Ser, siempre había estado allí pero parcialmente oculto por la identificación con las cosas, es decir, la
10.
La conciencia es el poder oculto en el momento presente; es por eso
11.
Cuando las tratan con amabilidad, sospechan algún motivo oculto
12.
también en el mundo yace oculto el desenvolvimiento de un orden y un propósito superiores
13.
oculto, casado y con hijos para sobrevivir
14.
· El surco interventricular anterior el cual puede estar oculto por la grasa epicárdicda
15.
Oculto tras de las cortinas, y con el corazón lleno de angustia,
16.
permanecido oculto é impunehasta entonces, haciéndose la delación tan en forma, tan
17.
oculto, con una reprension severa habia sido privado, y que toda la Compañía habia incurrido en la
18.
y el sol oculto entre un cendal de nubes,como pesaroso de
19.
delsuelo los indicios que revelan el curso del oculto arroyo
20.
Y así en la selva oculto se lamenta:
21.
En el oculto nido,
22.
objeto;dado que lo muy oculto y abstruso, no secomprende con aplicacion liviana
23.
oculto en el Jesu de Roma
24.
El delfín que oculto entre lahiedra—Arrojaba por la nariz la
25.
unpeñón, sin agua y sin comida, cerca de la gran barrera de los dioses, sies que yo no le oculto antes en uno de mis bolsillos
26.
oculto en el misterio del porvenir
27.
El segador medio oculto en la obscuridad, añadió:
28.
que conocía la verdad del bien oculto pasado de Burton Blair, yel cual, por alguna
29.
En uno de los sauces, al otro lado de la isla, el misteriosopájaro oculto
30.
anterior,excluyó la idea de que hubiera dinero oculto en la casa,
31.
Oculto el rostro entre las manos, se quedó en esa actitud,
32.
pudo trepar a su copa y mantenerse en unacontinua oscilación,{95} medio oculto entre
33.
Después, huyendo de las partidas que lopersiguen, oculto entre las
34.
Y oculto el rostro entre las manos, la mirada en el vacío,
35.
municiones en este cuarto oculto en el sótano
36.
nobles prendas, oculto y sepultadoantes bajo las ruines condiciones de su sórdida existencia
37.
cochero le señaló untejado de pizarras oculto entre los árboles, se apretó el corazón
38.
los tiempos de Laguna sino en anteriores, comose ve en la carta que un judío oculto
39.
lazo oculto en aquellas provocaciones, que tenía tal vezel buen
40.
dirección de la mirada de la joven, y vio, algo oculto entre
41.
Y por cierto que era encantador este riachuelo oculto bajo el
42.
con precauciones, solapadamente, descendió por elramaje de la parra y oculto detrás
43.
estatutos de la sociedad:un armario oculto en el rincón más
44.
respiración de un monstruo oculto tras lascortinas rojas del
45.
protección; usted es el hombre másextraordinario que he conocido, y está oculto en una
46.
También era motivo de sus detenciones eldeseo oculto de
47.
La idea del Demonio oculto en el cuerpo de aquella fascinadora cruzábalepor la
48.
por el oculto reproche
49.
rostro entrapajado, casi oculto bajo el cruzamiento delos vendajes, unos bigotes con
50.
conocían los habitantes de Madrid; un oculto paraíso, untrozo de poesía para la horda
51.
tesoro oculto en sus bolsillos
52.
justificar la precaución que tomé depermanecer oculto en la
53.
se lo oculto, y acabará por merecertodo el rigor de su destino;
54.
Oyó Isidro, oculto en un ángulo del corredor, el ruido de una
55.
En llegando a lo alto de la meseta, que también tiene repecho de piedra,se está en el piso del templo, cuya única nave, en los días de función,como de la que ahora se trata, se descubre toda entera—el altar mayoral fondo, retablo de madera de dos cuerpos—más allá de las dos puertaslaterales, casi oculto tras el bosque de cirios blancos, candelabrosdorados y plateados, macetas de flores artificiales y gran profusión derelumbrantes cartulinas
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enemigo estaba átan corta distancia, oculto en el suelo, en una
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traidor, delarañazo oculto, del golpe de tijera en la trenza, y
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hermana en mitaddel camino, y oculto entre los tamariscos
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Pensó que tal vez el enemigo, oculto en la maleza, veía
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otro enronquecía oculto tras los matorrales,con el arma
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que por no malograr lasorpresa de la aparición del primo se había quedado oculto detrás de
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parte de un lenguaje que el creese encuentra contenido y oculto en la letra
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esperaban sorprender elperiscopio del enemigo oculto entre dos
64.
Además, oculto en el mar estaba el enemigo, que surgiría
65.
A laizquierda el río oculto entre
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oculto tras los abedules próximos a la puertecilla
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33 Nadie pone en oculto la antorcha encendida, ni debajo del almud; sino enel candelero, para que los que
68.
12 Porque torpe cosa es aun hablar de lo que ellos hacen en oculto
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33 Nadie pone en oculto el candil encendido, ni debajo del almud; sino en elcandelero, para que los que
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el terraplén de la quinta y allí, oculto detrás de una espesura de madreselvas que brotaban en la
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soledad,como un pensamiento de la Providencia germina oculto entre lostorrentes de la creacion!
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como un nido está oculto entre lashojas de los árboles: al pasar con la imaginacion el umbral de
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oculto y recogido en el pensamiento delsoberano artífice
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los pueblos; son la manecilla de metal que mide lashoras del mundo en ese reloj oculto y misterioso
75.
simpatía que losenlazan, hay otro hilo oculto en los hechos, que al fin las aproxima enla esfera
76.
A todo ello se añadía la minuciosa elaboración de un espectáculo de luz y sonido oculto dentro de la presentación multimedia que había absorbido los esfuerzos de todos, y su ensayo con el técnico y el incauto de Wicherly
77.
Según ese texto, el tesoro estaría oculto cerca de Jerusalén, en una región que se halla tras los valles rocosos, más baja que las cumbres pero separada de ellas, en tres de sus lados, por abruptos barrancos
78.
26 El lado oculto
79.
Y el árbol de la vida permanecía oculto por ellos,
80.
Solía decirse que el emperador poseía un saber oculto, transmitido de generación en generación desde los inicios de la historia del país
81.
La condujo por el sendero que él mismo había abierto con sus pasos y desembocaron en un pequeño claro, semejante a un nido, que quedaba oculto por los helechos que, en aquel lugar, les llegaban a la altura de la cintura
82.
En algún lugar oculto tras sus labios, había una sonrisa que parecía estar esperando una oportunidad para salir a la superficie
83.
Shklovskii, hay allí oculto un agujero negro que se comió el núcleo estelar en explosión y amortiguó los fuegos de la supernova
84.
Un observatorio astronómico de alta energía en órbita terrestre ha descubierto que el núcleo galáctico es una fuente intensa de una línea espectral particular de rayos gamma, lo cual concuerda con la idea de que allí hay oculto un agujero negro de gran masa
85.
Detrás de ellos, oculto entre las sombras, Jack Gould esperaba nervioso
86.
Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando
87.
—Y creyeron que ese algo estaba oculto en las armaduras
88.
Furioso por el cariz equivocado que desde el principio había tomado aquel combate, sólo pretendía impedir el desastre total, aunque se preguntaba si por casualidad el enemigo no estaría a punto de echársele encima con todo el grueso de sus fuerzas, que podía estar aún oculto en la selva
89.
Dijeran lo que dijesen, para el beduino continuaría siendo siempre un misterio, al igual que lo era el idioma en que hablaban las gentes a las que de tanto en tanto conseguía escuchar oculto entre los matorrales
90.
Al reflexionar acerca de ello hoy en día, llego a la conclusión de que la versión de Charles Colson -consejero de Nixon- venía a resumir el auténtico mensaje oculto: Cuando los tienes agarrados por los cojones, sus mentes y sus corazones seguirán por sí solos
91.
Casi al instante, y tal como había surgido, el arquero desapareció de lo alto de la roca, y cuando media docena de soldados consiguieron coronarla, tan sólo fue para encontrarla vacía y comprobar que desde algún oculto rincón surgía una nueva saeta que ponía fin a la vida del más arriesgado
92.
Empezaba a sospechar el motivo oculto tras la sugerencia de su suegra
93.
—Nada importa eso —dijo Defarge— Estuvo bien oculto, mas, por desgracia, lo encontraron
94.
Si uno se cuela por un cierto agujero del alambre tejido, aparece en el interior de un barrio oculto al que es imposible llegar transitando las calles convencionales
95.
Aquel triunfo despertó en él un entusiasmo que en asuntos amorosos dormía oculto en su pecho como tesoro guardado para una alta ocasión
96.
Huyendo del loco, Sotillo salió despavorido de la casa, y no había andado veinte pasos cuando otro hombre, que estaba oculto en el hueco de un portal, le detuvo y le dijo:
97.
Extrajo el fajín de color arena que llevaba oculto en la manga y lo colocó junto a la bolsa de monedas
98.
Al oírlo dio un paso atrás; había salido fuera de las ramas y do los árboles; pero volvióse a internar en ellos, y permaneció oculto en la oscuridad, inmóvil y mudo
99.
Pero ¿cuál es el motivo oculto de este proceder de Renauld?
100.
Pero la casa no tenía ningún rincón oculto
1.
Pero cuando nos ocultábamos de nuevo tras los arbustos, olvidábamos los ojos de aquella mujer que nos había contemplado con una mirada muerta, aunque sin vernos, y proseguíamos nuestras travesuras
2.
De vez en cuando, oíamos ruidos metálicos o voces en ruso y nos ocultábamos en el acto, de bruces, en una zanja o detrás de un matorral; una patrulla nos pasó delante de las narices sin vernos
1.
Me oculté la cara entre las manos,
2.
oculté la cara en lasalmohadas, mientras una mano húmeda y
3.
en el suelo y oculté lacara entre las manos
4.
Salté del vagón y me oculté entre las ruedas del Talgo, escondrijo que abandoné a la carrera cuando un bocinazo intransigente, como correspondía a la categoría de la línea, me indicó que aquél estaba por arrancar
5.
Me acurruqué en el sofá, hundí la cara entre los brazos y me oculté del mundo
6.
Los oculté en el hauda de Bangavady
7.
Guardé silencio y oculté la agitación que sentía
8.
Una vez en el bosque, puse la trampa como la había encontrado, y la oculté a las miradas cubriéndola con tierra
9.
Oculté el rostro entre las manos, e intenté convencerme de que aún estaba en posesión de mis facultades
10.
Imagínate, oculté la existencia de Epitafio de un asesino; discutí con Goyo y apareció muerto al poco tiempo… Si les hablo de cómo he conseguido este ejemplar de la obra de Abelardo, irán a La Caña Vieja, donde ya estuvieron, y les dirán que no me conocen de nada, que jamás estuve allí
11.
La persona a la que pertenecían no hacía el menor caso de los artefactos del tejedor, pese a que se había detenido junto a una pila gigantesca de cestas de mimbre para todo uso que habría sido una bendición en cualquier casa, mientras a sus pies reposaba un extraordinario cesto para excursiones que todo auténtico buscador de gangas habría cogido sin dudar… Me oculté detrás de una pilastra para vigilar con más atención
12.
Me oculté en los bosques, y ese tipo llegó trotando hasta el claro
13.
Así que oculté a Antiocus en mi tienda y me encaminé hacia el Pretorio
14.
Yo tengo la culpa de todo, yo causé su mal y lo causé con villanía, porque oculté mi religión, que era un estorbo, y siendo enemigo me presenté como amigo
15.
Era algo delirante; se lo oculté a todo el mundo
16.
Le oculté sólo lo que me ponía en mayor relación con su padre: mis experiencias en los pasillos subterráneos y todo lo demás
17.
Lleno de curiosidad, indiferente al peligro potencial, me oculté tras uno de los edificios cuadrados y repté colina arriba
18.
-Quiero confesar algunas cosas que le oculté el otro día
19.
–En mi declaración de insolvencia oculté unas cuantas cosas
20.
Cogí los dólares y los oculté en la habitación de la camarera, dentro de una maleta vieja
21.
—Escribí las instrucciones completas y las cifré, luego las oculté bajo un puente en un bote de bencedrina —dice Alan—
22.
Yo oculté una sonrisa detrás de la mano
23.
Por supuesto les oculté que entre los papeles que aún descansaban sobre la mesa frente a la que estaban sentados, tengo los documentos de Murat
24.
Me oculté de la noche y el silencio, hasta mucho después de las doce, en un refugio para cocheros que hay en Harrow Road
25.
Me oculté tras el poste
26.
No le oculté que el dentista me había prometido una confesión antes de beber el veneno