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    Usar "alcanzar" en una oración

    alcanzar oraciones de ejemplo

    alcancé


    alcanza


    alcanzaba


    alcanzaban


    alcanzabas


    alcanzado


    alcanzamos


    alcanzan


    alcanzando


    alcanzar


    alcanzas


    alcanzo


    alcanzábamos


    1. alcancé todavía en dos de los pueblos de mi cargo, loque cesó a


    2. tomé trabajo descrebirlo que yo alcancé de los Incas y de su


    3. No alcancé a ver nada, pero ellos mencionaban cosas horribles entre balbuceos: rostros que esbozaban muecas, manos que eran garras, cuernos de aspecto maligno que empujaban el barco y lo hacían cabecear y girar


    4. Una vez dentro de aquel campo de minas, introduje el destornillador a través de una rendija con exquisito cuidado y alcancé el tornillo, el cual no estaba suelto después de todo


    5. Yo no alcancé a reconocer a todos los presentes, pero al acto acudieron todos aquellos de mis amigos a cuyos oídos había llegado la noticia, entre ellos Llenita, Nana y los electricistas de mi antigua fábrica


    6. Le alcancé, bajando los escalones de dos en dos


    7. Por fin los alcancé y volé en torno a ellos


    8. A pesar de que la mayor parte de las mujeres se contentan con dos o tres variantes clásicas, los gigolós asiáticos de lujo están en capacidad de ofrecer el repertorio completo por el precio adecuado: caballo galopante, flauta de jade, patos del mandarín, golondrinas aparejadas y otras acrobacias de nombres más largos que no alcancé a anotar durante la conversación


    9. Me mostró sin aspavientos un papel que no alcancé a leer, porque no tenía mis lentes a mano, pero creo que era el resultado de un examen de sangre


    10. Sin embargo, no alcancé a encontrar el edificio que buscaba, porque me vi envuelta en una agitación callejera

    11. Alcancé a llegar al hospital en el momento en que Ernesto acababa de recibir a sus dos hijas y estaba sentado con dos paquetes rosados en los brazos, llorando


    12. Me agaché en los matorrales que hay a ese lado de la cerca, y fui reptando de uno a otro (el lamentable estado de las rodilleras de mis pantalones es testigo de ello), hasta que alcancé el macizo de rododendros que está justo enfrente de la ventana de su habitación


    13. Es un objetivo que alcancé hace años y, cuando me muera, sé que el pueblo me recordará con cariño, que hablarán calurosamente de mí e incluso colgarán, en la elegante y moderna entrada del nuevo hospital, un retrato de mi persona bajo el cual una placa mencionará la nobleza de mi existencia, lo humanitario que fui, cuánto contribuí al bienestar de la comunidad


    14. —Está bien —admití con resignación, y le alcancé con la mano los calzones y el jubón


    15. Alcancé la puerta antes de que él tuviera tiempo de llamar al timbre


    16. Vi en la pantalla del monitor a los cuatro chiquillos que esperaban en el porche y, tras descolgar el auricular, me disponía a decirles que abría enseguida cuando alcancé a oír lo que estaban comentando:


    17. El conductor del camión compactador estaba recostado contra la cabina de su vehículo y yo alcancé a percibir su furia


    18. »Fue durante aquellos reinados cuando alcancé el ocaso de mi existencia, llegando a la madura y anciana edad de cincuenta años


    19. El brazo colgaba de un hombro del cual pendía también un bolso raído con la tapa vuelta del revés para facilitar el acceso a lo que contenía y alcancé a ver en su interior unas tablillas con anotaciones


    20. Le alcancé un vaso de vino y me senté junto a él

    21. Alcancé los árboles, y oí cómo llegaba Smiley justo cuando se encendieron las luces del coche en la carretera que quedaba por encima de nosotros


    22. Lo único que alcancé a comer en medio de la rebatiña fueron los dos últimos vasos de helado de crema en una tienda infantil


    23. Alcancé la cima de la torre sin incidentes


    24. Extendió los brazos y vi que algo aparecía debajo de él que no estaba un instante antes: en ese momento alcancé a ver una muchacha que estaba tendida en el suelo unos centímetros más abajo y entonces vi que el hombre se deslizaba rápidamente por el alféizar, se dejaba caer y desaparecía


    25. Cuando alcancé finalmente el edificio que andaba buscando, localicé un portal, en el lado de la avenida, desde el cual podía observar mi objetivo sin ser visto


    26. Me deslicé furtivamente hacia adelante, y al fin alcancé la puerta


    27. –Todos los guerreros de Invak pueden aparecer aquí ahora, si les place -le dije yo cuando alcancé los mandos y encendí el motor


    28. Recuerdo que al llegar mi turno enfoqué al infinito con aliento contenido, esperando ver pulpos, dragones y enanillos y quién sabe qué vagas ensoñaciones de propina, porque existía entonces la creencia, que posteriores descubrimientos se han encargado de refutar, de que las hembras de otros mundos no se recataban de mostrar muslo y pechuga, como si las galaxias fueran un perpetuo calendario de bodega, y que sólo alcancé a distinguir una suerte de nalga sucia que era la Luna, como me explicó didáctico mi padre dándome un bofetón para que no me hiciera el vivillo y le pasara los gemelos a mi hermana, quien, soñadora, juró, pese a tener ya entonces más dioptrías que pelos en la cabeza, que había visto en el cielo la cara risueña de Carlos Gardel y que hasta creía haber oído los primeros compases de sola, fané y descangayada


    29. Por encima de la tabla del fondo de mi pupitre alcancé a divisar el inolvidable bigote


    30. Cuando la alcancé estaba tumbada de lado, se frotaba una pantorrilla y murmuraba enfadada

    31. Lo alcancé justo cuando franqueaba la puerta de su cuarto


    32. Alcancé mi maleta, tomé la dirección del mercader y se la copié


    33. Alcancé a oír los golpes de las puertas de los coches y los aceleradores de los destartalados motores en el estacionamiento y la calle


    34. Alcancé a golpear a uno de ellos en el hombro


    35. Luego alcancé la americana y la cuenta y me levanté despacio


    36. —Algunas partes de la historia son demasiado tristes para contarlas, otras demasiado tediosas para oírlas… basta con decir que cuando alcancé una edad que un moro cachondo considera como madurez, llegué, en sus mentes, a tener la misma relación con mi madre como un dividendo con una corporación por acciones… es decir, una nueva riqueza creada a partir del funcionamiento habitual de la vieja


    37. Alcancé el primer ataúd y miré dentro


    38. Alcancé adentro, le destrabé la puerta, y entré


    39. Eso me pasó a mí; pero cuando alcancé el mármol brillante de la cima vi que no había detrás ninguna suave ladera, sino un abismo, precipitándose hacia las profundidades en sombra, los agudos peñascos mortíferos y el desierto


    40. Cuando lo alcancé, jadeando, él estaba ya entrando a un auto

    41. Cuando lo alcancé con la vista, estaba examinando el auto


    42. Les alcancé, haciendo oídos sordos a los gritos del patán


    43. Me apresuré, busqué a los hermanos Miyoshi y los alcancé cuando se dirigían colina abajo para hablar con un armero


    44. –Esto es algo de lo que aprendí hablando con el anciano que rige la ciudad de Cynia, y que parece ser un mandatario de todo el planeta… Hay muchas cosas que no alcancé a comprender…


    45. Pero después de haber visto todos los espectáculos alcancé un punto en el que las luces y la música y el ruido y la frenética actividad fueron demasiado


    46. Alcancé a ver la camisa blanca y el gorro amarillo tejido a mano de Shehyn entre la multitud


    47. –Precisamente porque alcancé ese conocimiento fue por lo que preferí vivir entre los indios


    48. Fue ese día, frente al molino Ruyter, cuando alcancé muy de veras por qué nuestra infantería fue, y aún había de ser durante cierto tiempo, la más temida de Europa: el tercio era, en combate, una máquina militar disciplinada, perfecta, en la que cada soldado conocía su oficio; y ésa era su fuerza y su orgullo


    49. En cuanto se detuvo el tren en Maineville-la-Teinturiére, renunciando a mis proyectos, descendí, alcancé el acantilado y seguí sus senderos sinuosos


    50. Sólo entonces alcancé a comprender lo grande que era Alejandría
























    1. Debemos consideraral marqués de Villena[184] como al más antiguo maestro de este género,pues su larga vida alcanza hasta el siglo XV y comprende parte del XIV


    2. Todo lo doy por bien empleado, cuando se alcanza un


    3. en la etapa final, en la que se alcanza el amor incondicional, aquel amor que


    4. Entonces la campaña alcanza un punto en donde la polémica electoral queda encubierta o ya no es percibida por los electores


    5. [*1] Estructura O Sistema Lingüístico Derivado De Otro Y Simultáneo / Parelelo / Análogo A Otro, Normalmente Con Una Concreta Limitación Geográfica, Pero Sin Diferenciación Suficiente Frente A Otros De Origen Común Que No Alcanza La Categoría Social De Lengua / Idioma


    6. Grailem alcanza hacia fuera para el mango y la convierte a abrir la puerta


    7. Si la restricción calórica es significativa, se alcanza una mayor eficiencia en la produc-


    8. – Esta radiación alcanza la dermis y la circulación


    9. tradicionales poderosas, se alcanza un avance que coloca a El Salvador en la vanguardia


    10. En 2007 alcanza los 3

    11. Los países del conglomerado 1 (Argentina y Chile) muestran la mayor formalización de la fuerza de trabajo: la población ocupada asalariada alcanza el 73,5%


    12. El régimen estatal-proteccionista alcanza a los no pobres pero de manera estratificada, en función de la formalidad o informalidad del trabajo y las ocupaciones


    13. Diferenciación Suficiente Frente A Otros De Origen Común Que No Alcanza La


    14. La arteria alcanza el canal de los aductores y luego se llamará arteria poplítea


    15. Claro es quela enfermedad alcanza en proporción


    16. El hombre necesita su parte animal mientras recorre el camino hacia la última realidad que se alcanza a través de la iluminación


    17. imperio alcanza, a veces, aun a los que leniegan y le


    18. que es de lo único de que se me alcanza unpoquito


    19. los edificios alcanza los 5 mil metros con una configuración de


    20. por cada paso varial de modo que la compilación alcanza el

    21. señora alcanza también aquella figuración correspondiente a suedad, a su posición y a


    22. El númerode usuarios no anglófonos alcanza el 52,5% en el verano de 2001, el 57%en diciembre de 2001, el 59,8% en abril de 2002, el 64,4% en septiembrede 2003 (del cual un 34,9% de europeos no anglófonos y un 29,4%


    23. Es denotar que el tigre jamas enviste á las personas cuya cabeza no alcanza


    24. adonde laceleridad y presteza previene los discursos del enemigo, y alcanza lavitoria antes que el


    25. por todo se estiende, y atodos alcanza, y aun hasta los encantados no perdona; y, pues la


    26. alcanza de famael buen soldado cuanto tiene de obediencia a sus capitanes y a los quemandarle


    27. quizas no tan ruidosa,pero en cambio el proyectil silba gran trechopor los aires, y alcanza un


    28. del esquino, tansencillo á la par que complicado, alcanza una


    29. Empero esa concentración sólo se alcanza (dícese) por medio


    30. La culpa de todo ello estriba, a lo que a mí se me alcanza, en que lapoesía,

    31. alcanza lasproporciones con que empieza a presentarse a


    32. quesiente y no alcanza a expresar! Veo el cuadro entero, vivo,


    33. Todo elesfuerzo de la imaginación no alcanza a dar


    34. veces alcanza la reputacion lo que no pueden las fuerzas


    35. alcanza árepresentarse la imaginacion? hacedle mas pequeño dividiéndole por todala eternidad en


    36. alcanza; pero el entendimiento no descubreningun absurdo; antes por el contrario, lo ve muy ajustado á


    37. inteligencia es la percepcion de estos aspectos;pero tambien lo es que no se alcanza por qué


    38. flotando en la onceava dimensión que rodea a una conciencia y alcanza a las otras conciencias


    39. Nó, la moralidad de las acciones, no es un negocio decálculo: el virtuoso alcanza premio; puede


    40. prisión, y bien se alcanza que si resultaran culpables, no

    41. las secciones que tienen obras sanitarias, alcanza en las que


    42. descubridor que traslarga navegación alcanza una tierra


    43. extraordinarios que alcanza lapesca en un puerto de exportación


    44. Majestad, que aunen el día no alcanza a cubrir los sueldos y


    45. mano tiembla y el cuerpo no puedetenerse en pie, alcanza el


    46. mantener, y unsueldo en una oficina que apenas me alcanza para


    47. tribuna, y alcanza el perro clavado enlas andas de San Roque


    48. de la Marina se alcanza sólo en elcultivo asiduo de las ciencias que la constituyen


    49. Desde la cima de la sierra se alcanza el mar, las montañas y una deliciosa campiña


    50. Con tal estado de ánimo no se alcanza la victoria…













































    1. Don Quijote, apenas lo vio, lo miró todo de arriba abajo, y notó que por entre las troneras de los bombachos se le alcanzaba a ver que los calzoncillos eran Arturo Calle, lo que confirmaba la condición del joven desquiciado


    2. alcanzaba unos auriculares e iniciaba la grabación


    3. siquiera una parte; yo tenía el mío, con el que tampoco alcanzaba a establecer una relación


    4. Y curiosamente, en el momento en que todo cuanto alcanzaba mi vista se


    5. mismos motivos geométricos que en el superior y finalmente el espacio que alcanzaba hasta el


    6. Probablemente no alcanzaba el dinero


    7. Hacia fines de la década de los setenta, los resultados de una estrategia modernizadora excluyente eran contundentes: el analfabetismo alcanzaba a la mitad de la población mayor de 7 años; sólo un tercio de la población urbana y el 5% de la población rural tenía acceso al agua potable; menos de la tercera parte de la población tenía acceso al saneamiento; 120 de cada 1000 nacidos vivos morían antes de cumplir el año y el 2% de las empresas agrícolas concentraban el 8% de la tierra cultivable (Renzi y Kruijt, 1997)


    8. laIglesia, figuraba como el banquero del clero, y en las sacristías sunombre alcanzaba gran


    9. caballos, puesto á las órdenes de Miguel Ustáriz, alcanzaba unaespléndida victoria en el sitio de Mosquitero sobre los 2


    10. muerte a todo el que alcanzaba

    11. como los que venían al remo vieron que la galera Loba les iba entrandoy que los alcanzaba,


    12. tenerle; porque, maguer eratonto, bien se le alcanzaba que las acciones de su amo, todas o las


    13. alcanzaba con su espada á uno y otrolado de la habitación, y no les dejaba avanzar


    14. el Romero atodo escape lo alcanzaba


    15. las que se alcanzaba el triunfo pasando sobrealgún muerto; los galopes audaces en


    16. poner el peso de laFrancia en la balanza en que no alcanzaba a pesar bastante el


    17. Bien se me alcanzaba que lo que tanto deleite encerraba para


    18. y que abominaban delboticario, porque lejos de estar en olor de santidad, alcanzaba la


    19. Endoña Inés alcanzaba actividad creadora


    20. intelectuales por el placer que esto leproducía y los triunfos que alcanzaba, jamás veía

    21. lospececillos, el total no alcanzaba, con las mermas del


    22. En el bosque era tan alta la yerba que Meñique no alcanzaba a


    23. La conjunción significaba que dos naciones seunirían contra él; el cometa que él los vencería á todos, y el anillo dela luna á cualquiera se le alcanzaba que era signo de la inmortalidad


    24. En ocasiones, cuando el tiempo alcanzaba, subía a las torres


    25. esqueletosapilados en la sombra, y alcanzaba aun a pensar con orgulloso espanto enel


    26. veces el alma alcanzaba de un solo rapto las beatitudes de lapasión ideal; otras, la


    27. Entre los árboles y en cuanto alcanzaba lavista, tupidos arbustos, amarilleando


    28. Bien se les alcanzaba a entrambos, marido y mujer, que los especialistascélebres


    29. No alcanzaba á


    30. De la generación que procuramos pintar ahora bajo el punto de vistapolítico-moral, y de la que eran muestra genuina Leonardo Gamboa y suscompañeros de estudios, debemos repetir que alcanzaba nociones muysuperficiales sobre la situación de su patria en el mundo de las ideas yde los principios

    31. sus fresquísimas y lozanas carnes, cuyamorbidez no alcanzaba a encubrir el fango y suciedad


    32. tierra como topos, y aun así, les alcanzaba elestallido de los


    33. hombre de indiscutiblecompetencia en cuanto se les alcanzaba a


    34. la maldad de ahora alcanzaba mayorhondura que las de antes en


    35. popularidad que les alcanzaba yendo al lado del torero


    36. o casi se decía, que aquella diferencia interna se alcanzaba mediante la desesperación soberana de la que era en cierto modo el sello


    37. La explosión llegó a sus oídos cuando alcanzaba la rampa final


    38. Hablé luego de algo que siempre alcanzaba los corazones de todos sin excepción: de la valentía de nuestros soldados luchando en los diversos frentes que Francia tenía abiertos contra los que querían ahogar nuestra Revolución


    39. Se estaba tomando un tazón de Krispies de arroz, sentada a la mesa del comedor, y yo alcanzaba a oír los ruiditos secos que producían los cereales al inflarse


    40. De la oscuridad que se extendía en los límites de la estación, donde no alcanzaba mi vista, procedente del este, de Nueva York, del océano Atlántico y de Austria, apareció una tenue luz amarillenta, y en cuanto dejé de correr, distinguí la máquina deteniéndose en la estación

    41. Cuando la desesperación alcanzaba cotas insoportables, sonó el teléfono


    42. Por la mañana Tejero comprendió que preparar su golpe de mano le llevaría bastante más de veinticuatro horas y que por tanto no podría darlo el viernes, pero alguien -tal vez uno de sus capitanes, tal vez uno de los ayudantes de Milans-le hizo notar que la mayoría parlamentaria de que disponía Calvo Sotelo no alcanzaba para que éste resultara elegido en la primera votación, y que el presidente del Congreso debería convocar una segunda que en ningún caso podría celebrarse antes del lunes, lo que les concedía un mínimo de cuatro días para los preparativos; fuera cual fuera el día que eligiese el presidente del Congreso, aquél fue el día elegido: el día de la segunda votación de investidura


    43. Era un resultado ínfimo, que no alcanzaba siquiera para formar grupo parlamentario propio en el Congreso y que lo confinó en el desván del grupo mixto junto con su eterno compinche Santiago Carrillo, quien por entonces alargaba su agonía al frente del PCE y no se cansaba de repetirle entre risas que así les pagaba el país a los dos el gesto de aguantar el tipo en la tarde del 23 de febrero; pero también era un resultado suficiente para permitirle ejercer de aristócrata de izquierda o de centro izquierda y de estadista de la concordia


    44. Fue justo entonces, en el momento quizá más oscuro de su vida, cuando llegó lo inevitable, la hora anhelada del reconocimiento público, la oportunidad de que todos le agradecieran el sacrificio de su honor y su conciencia por el país, el humillante aquelarre nacional de la compasión, era el gran hombre abatido por la desgracia y ya no molestaba a nadie ni podía hacerle sombra a nadie ni volvería jamás a la política y podía ser usado por unos y por otros y convertido en el perfecto paladín de la concordia, en el as invicto de la reconciliación, en el hacedor sin mácula del cambio democrático, en una estatua viviente apta para escudarse tras ella y asear conciencias y calzar instituciones tambaleante s y exhibir sin pudor la satisfacción del país con su pasado inmediato y organizar escenas wagnerianas de gratitud con el prócer caído, empezaron a lloverle homenajes, galardones, distinciones honoríficas, recuperó la amistad del Rey, la confianza de sus sucesores en la presidencia del gobierno, el favor popular, consiguió todo lo que había deseado y previsto aunque todo fuese un poco falso y forzado y apresurado y sobre todo tardío, porque para entonces él ya se estaba yendo o se había ido y apenas alcanzaba a contemplar su desplome final sin entenderlo demasiado y a mendigar de quien se cruzaba en su camino una oración por su mujer y por su hija, como si su alma se hubiera extraviado definitivamente en un laberinto de contrición autocompasiva y meditaciones atormentadas sobre los frutos culpables de la egolatría y él se hubiera definitivamente transformado en el viejo príncipe pecador y arrepentido de una novela de Dostoievski


    45. Se adelantaba hacia el animal con el paso flexible, rápido y silencioso del trampero, lo alcanzaba y, si no llevaba el collar, que es la marca de los hijos de buena familia, corría hacia él con una brusca y asombrosa velocidad y le pasaba por el cuello su arma, que funcionaba entonces como un lazo de hierro y cuero


    46. Ahora habían dejado ya de mirar hacia atrás, pues hasta donde les alcanzaba la mirada no había ni rastro de los perseguidores


    47. Stand Hard compartía con el conferenciante el amargo sentimiento de que la parte más dolorosa de toda aquella historia estribaba en el hecho de que un par de desvergonzados mentirosos cuyo coeficiente intelectual ni siquiera alcanzaba el promedio, y que en buena lógica deberían dedicarse al oficio de trileros en cualquier mercado pueblerino en lugar de presidir sus respectivas naciones, hubieran sido, no obstante, los protagonistas de una feroz aventura bélica de incalculables proporciones que había llevado la muerte y la desesperación a millones de hogares a todo lo largo y lo ancho de la faz de la tierra


    48. A los seis meses de haber desembarcado en Túmbez el viejo zorro ya se las había ingeniado para apresar a su principal enemigo, pero sorprendentemente en lugar de aprovechar esa ventaja para asestar un golpe definitivo conquistando la capital del Imperio, prefería permanecer inactivo, limitándose a atesorar riquezas mientras afirmaba públicamente que dejaría en libertad a su prisionero en cuanto éste hubiera cumplido su promesa de llenar de oro un salón hasta donde alcanzaba la mano


    49. Mediciones sonoras indicaron que este océano alcanzaba una profundidad de quince a dieciocho kilómetros en algunos puntos


    50. Por circunstancias de la mortalidad infantil en Egipto, que alcanzaba también a la realeza, esta consumación raramente se efectuaba, y a menudo era el hijo de una de las esposas secundarias o concubinas el que se casaba con la heredera, convirtiéndose en príncipe de la corona













































    1. Los emolumentos que comportaba el cargo ofrecido por el Pajuel apenas alcanzaban el


    2. importación-exportación cuyos beneficios alcanzaban los 10 millones de dólares anuales


    3. Tales condiciones aguzaron su ingenio, lo hicieron laborioso y amante de la independencia y, dado el esfuerzo que significaba lograr el sustento y las pequeñas industrias de que disponía, era el pueblo al que con mayor dureza golpeaban los crecidos impuestos del régimen colonial, que para la fecha de la subversión, alcanzaban, bajo diversas denominaciones, a la agobiante cifra de 29


    4. »Pero ¿hasta dónde alcanzaban las raíces de estas ideas?


    5. Porque los alientosde los padres alcanzaban a todo eso, o poco menos, y los merecimientosque suponían en el hijo, a mucho más


    6. médico y delpadre alcanzaban a ver en ella síntomas de dolencia


    7. Y à cuantos con las bolas alcanzaban,


    8. era tanalta, que el sol se ponía en su pico tres horas más tarde que en lasllanuras de su falda, y que desde su altura se alcanzaban los mismoslímites de la tierra


    9. no alcanzaban un diámetro grande,más bien parecían gráciles y


    10. alcanzaban los ojos, se veía tampocouna figura humana

    11. nipara profanarla con un blanqueo, y que sólo alcanzaban las


    12. puerta se alcanzaban á ver, y tanta magnificencia le sugirió estas reflexiones: «En lo tocante á los


    13. El suelo y los estantes de madera se consumieron en un abrir y cerrar de ojos y enseguida se dio cuenta de que las llamas alcanzaban la escalera


    14. Yo recordaba que cuando habíamos estado aquí con el Adelantado, los remos alcanzaban el fondo en todos momentos


    15. Los dos estaban rezando, implorando el uno por el otro, con sendos rostros en dirección al cielo por si una puerta se abría y sus plegarias alcanzaban a Quien todo lo oye


    16. En pocos segundos los bátavos alcanzaron la columna, la cual se rompió literalmente en miles de fragmentos: hombres aterrorizados huían a través de la hierba alta intentando escaparse de las lanzas que los alcanzaban en los riñones


    17. El acceso a los andenes estaba prohibido, pero las salas de espera que se alcanzaban a ver desde el exterior seguían abiertas y algunas veces había mendigos que se instalaban allí los días de calor, porque eran sombrías y frescas


    18. En aquella época no se permitía la boda de ningún miembro del Partido, con la excepción de oficiales de rango relativamente superior (aquellos que alcanzaban la categoría de «28-7-regimiento-1»)


    19. El modo incansable y obsesivo con que perseguían a las personas y sus sangrientos métodos alcanzaban niveles realmente espeluznantes


    20. Cada jefe tomaba su porción y, en consecuencia, ni los materiales ni los procedimientos alcanzaban la calidad prometida

    21. Las columnas que operaban en las otras calles no alcanzaban mejor fortuna y la plaza estaba siempre ocupada por los mercenarios del maharajá


    22. Los altos, oscuros y lúgubres árboles que se elevaban por encima de ellos parecían observarlos mientras recorrían el camino por entre los gruesos troncos y las retorcidas raíces que se levantaban de la humedad de la tierra y que alcanzaban, a veces, hasta un metro de altura


    23. En esa época había abandonado la escuela y trabajaba en una fábrica de ropa, la situación de la familia era precaria, sus aportes y los de Gregory no alcanzaban


    24. Su barco hacía agua por tantas partes que los dedos no alcanzaban para tapar los agujeros del naufragio


    25. Recordé las carreras desesperadas perseguido por la pandilla de Martínez con la certeza de que si me alcanzaban me matarían, sin embar305 go todavía estaba vivo


    26. Por otra parte, les resultaba fácil deducir el excelente estado físico del muchacho cuyas fuerzas y buena voluntad alcanzaban para cumplir las pesadas faenas exigidas por el tío Rupert y, estaban seguras sobrarían para retozar con ellas


    27. No alcanzaban las horas ni las palabras para decirse los más íntimos pensamientos y los más remotos recuerdos, en un ambicioso intento de poseerse mutuamente hasta la última estancia


    28. Pero en realidad a mi marido no le alcanzaban las fuerzas para ataques de celos


    29. Comíamos cuatro veces al día en largas ceremonias que no alcanzaban a concluir cuando ya comenzaba la siguiente, de modo que mi abuela se levantaba de la mesa solo para dormir y para ir a la capilla


    30. Alcanzaban a menudo otros planetas, y luego dejaban de transmitir cualquier información debido a que sus antenas no podían alcanzar la Tierra

    31. A lo largo de sus márgenes, en bandas que rara vez alcanzaban más de un kilómetro de ancho, unas especies tras otras habían evolucionado y florecido y fenecido


    32. Cuando alcanzaban por fin la ciudad portuaria, entregaban las alfombras de cabellos, el resto del dinero y el certificado del recaudador de impuestos


    33. Por eso, los rostros de los amantes, con aquellos ojos entrecerrados y esas tiernas y serenas sonrisas, alcanzaban una expresión inconmensurable de alegría y plenitud; una serenidad extraordinaria


    34. —Y, cuando quise quemar los campos y sacrificar a las aves y reses inmortales, vi cómo el trigo quemado volvía a crecer en cuanto lo alcanzaban los rayos del sol


    35. 983 hombres, de los que el contingente español suponía un 32 %, siendo, por otra parte, la más grande de todas las unidades de voluntarios extranjeros que servía en el Este, pues se trataba de toda una División, mientras que los demás contingentes de voluntarios alcanzaban, en el mejor de los casos, el nivel de Regimiento


    36. teóricos de la División alcanzaban casi los 18


    37. Cuando hacia el mediodía de un jueves de octubre, el vital vehículo no se hizo presente y los pescados comenzaron a languidecer bajo el fuerte sol primaveral, los pescadores se dieron cuenta de que la pobre pero idílica caleta no permanecía ajena a esas tribulaciones del resto del país, que los alcanzaban hasta entonces sólo por la radio o la televisión de doña Rosa


    38. Remató el botero su relato detallando cómo los últimos caballeros, heridos y sin fuerzas para sostenerse un punto más, se retiraron sin volver espaldas hacia el último reducto de la iglesia, matando y muriendo como leones acorralados; pero al ver que los turcos, furiosos por el precio de la victoria, no respetaban vida de ninguno de cuantos alcanzaban, salieron de nuevo a la plaza para morir como quienes eran; de manera que seis de ellos —un aragonés, un catalán, un castellano y tres italianos—, abriéndose paso a cuchilladas entre la turba de enemigos, aún pudieron arrojarse al mar queriendo ganar a nado el Burgo, mas fueron en el agua presos


    39. Eso era para abrir boca, porque cuando el personal se caldeaba y las apuestas alcanzaban cifras respetables, los cálculos fallaban, y el apostador perdía hasta el último céntimo


    40. Los mártires generalmente alcanzaban la santidad y los días en que eran ejecutados eran sagrados en su recuerdo

    41. La enea, las variedades más pequeñas de espadaña de hojas angostas, los juncos, los helechos, incluso los arbustos de sauce que, con el tiempo, se convertían en árboles, crecían junto a los bordes, si bien los esbeltos juncos, que alcanzaban una altura de cuatro metros, constituían la vegetación principal


    42. Los valles del Río de la Hierba y del Pequeño Río de la Hierba eran más húmedos, casi pantanosos en ciertas épocas del año, y allí se daban variedades de hierba que en algunos lugares alcanzaban alturas superiores a las de un hombre, mezcladas frecuentemente con plantas herbáceas


    43. Miró al vacío, mientras movía las mandíbulas y sus ojos azul verdoso alcanzaban el


    44. Aquí y allá, los caballeros khazaris alcanzaban a sus presas y masacraban a los tuiganos, pero el grueso de los hombres de Yamun escapó de la muerte


    45. Las vociferaciones y los disparos al aire los alcanzaban con mayor nitidez a cada momento


    46. La única diferencia entre el Penzance de Burt Lazlo y el Pinafore de Walter Burguis estaba en la altura de techo de los interiores, ello debido a que la estatura de Bella, la esposa de Lazlo, superaba el metro ochenta, mientras que ni Ellen ni Walter Burguis alcanzaban el metro setenta y cinco


    47. Si los que precedieron al formidable estallido oscilaban entre 0,4 y 2 milímetros, los aparecidos con posterioridad alcanzaban hasta cinco y diez milímetros de grosor


    48. Por desgracia, la mejora económica de Ruanda acabó frenada por la sequía y la acumulación de problemas medioambientales (sobre todo la deforestación, la erosión del suelo y la pérdida de fertilidad del mismo), coronada en 1989 por varios factores: una marcada caída de los precios que entonces alcanzaban en el mundo las esenciales exportaciones de té y café de Ruanda, las medidas de austeridad impuestas por el Banco Mundial y una sequía en el sur del país


    49. Una vez que la oposición hutu había sido eliminada, los extremistas tomaron el control del gobierno y de la radio y se dispusieron a exterminar a los tutsi de Ruanda, que todavía alcanzaban la cifra de aproximadamente un millón, incluso después de las matanzas y exilios anteriores


    50. Estas olas gigantes, que se originaban por la interacción del viento y la corriente, alcanzaban velocidades de cincuenta kilómetros por hora, rara vez más










































    1. Si hacías bien tu trabajo, alcanzabas su reconocimiento


    1. hombres los pude contener ysosegar, no habiendo mas desgracia en toda la accion de nuestra parte,que un hombre herido, que despues murió, de haberle alcanzado, porhallarse desviado, uno de los tiros


    2. había sido aún alcanzado por el mal, creo


    3. parajes, un par de abogados que habían alcanzado cierta notoriedad y con ello consideré que


    4. población, las consecuencias hubieran alcanzado una proporción realmente dramática


    5. no hayas alcanzado la perfección, para poder medirte con Leviatán en condiciones de


    6. sabiduría y la felicidad que intuyen que han alcanzado los espíritus que han vencido


    7. El razonamiento que haces es correcto para los espíritus que han alcanzado ya cierto


    8. Haré una descripción general de los logros que ha alcanzado el espíritu que se ha


    9. No lo vieron más en el pueblo; a veces Allaby temió que Zaid ya lo hubiera alcanzado y


    10. Especialmente los boletines al mediodía han alcanzado una gran importancia para las informaciones de los electores durante la campaña electoral

    11. - Si se formula una acusación y la persona que es víctima del ataque lo ignora, por cualquier razón, el comercial se mantendrá en el aire hasta que el candidato que autorizó la transmisión decida que se han alcanzado los objetivos planteados


    12. Las victorias que la agitación social había alcanzado después de 1900 -la jornada de ocho horas, la legislación que regulaba las relaciones entre los productores y los beneficiadores de café, etc


    13. emocional creada por el ego, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas


    14. por el gobierno noruego, ha alcanzado importantes avances y se ha convertido en el


    15. aprecia en ALBA y UNASUR, y con el apoyo europeo, también ha alcanzado a Nicaragua,


    16. Gran parte de lo alcanzado en Nicaragua tiene como origen el interés y la


    17. Esto fue posible por el acuerdo alcanzado entre las diputaciones católicas y las


    18. Así, la caída del empleo formal refleja procesos de desregulación laboral, liderados por Chile, quien para inicios de la década, ya había alcanzado un mercado laboral flexible, lo que en la mayoría de los demás países ocurrió hacia la mitad de la década de los noventa (Sojo y Pérez Sáinz, 2002)


    19. Lo primero que debemos determinar es el grado de mercantilización de la fuerza de trabajo alcanzado en un determinado régimen de bienestar


    20. alcanzado en España lapopularidad y el aplauso que las obras de otros

    21. naciones, que buscandoalianzas y aventurando algo han alcanzado bienes que


    22. alcanzado una granvictoria sobre las huestes de Sapor, el Rey Sasanida


    23. cada uno de losBermúdez que él había alcanzado, contra la


    24. los que aman; yo que le quiero austed he alcanzado a leer en el


    25. alcanzado a vislumbrar el prólogo, y que en sus páginasencierra


    26. han alcanzado realmente la posesión de las primeras, debeser


    27. admiradores de don Ramón leshabía alcanzado la derrota; pero quien más sufría era el señor


    28. Al practicar este movimiento, y á los tres diasde haberlo emprendido, Canterac fué alcanzado por Bolívar y


    29. oficial Blidor que han alcanzado con modelos de escudos


    30. En 2010, este objetivo aún no se ha alcanzado

    31. y fama, pues cuanta yo he alcanzado, alcanzo yalcanzare por las armas en esta vida, toda me


    32. alcanzado; pero quien más jubilaba y se contentaba era laventera, por la promesa que Cardenio y


    33. fuera ya lahora que los hubieran alcanzado estos canes, y les hubieran hecho algúndesaguisado


    34. mal; diríase que le han alcanzado á Eugenio lasmaldiciones del suicida


    35. A unas seisleguas de Lyón los han alcanzado


    36. alcanzado su madre, y queen aquel momento escribía al


    37. Gurdilo iba á perder la victoria que seimaginaba haber alcanzado con su discurso


    38. el calor había alcanzado su grado máximo


    39. EL calor había alcanzado su grado máximo


    40. No sé quéprofundidad habrán alcanzado las raíces de tu amor, porque

    41. El éxito alcanzado por «Cyrano» no tiene precedentes en la


    42. memoriaaquellas palabras que le había alcanzado a oír en la plaza Leicester,las cuales


    43. que bien pudieran conocertodos se cumplia con él lo que la BenerableMadre havia alcanzado del


    44. entierran; dicen que la cura no ha alcanzado, y que losmédicos no la entendieron


    45. alcanzado elogios por servicios a lasociedad!


    46. alcanzado en los tiempos antiguos y queempieza a ser motivo de


    47. alcanzado igualmente cierta resonancia


    48. frívola, que había alcanzado de cinco á sietede la tarde los


    49. triunfos que lasarmas portuguesas habían alcanzado en Ceilán y en otras islas másremotas


    50. —¿Pero estás segura de que has alcanzado con los perdigones














































    1. adelantado en política, dígalo la estabilidad que alcanzamos, lafijación de nuestras


    2. asi? no alcanzamos otra razon que traer enrespuesta, sino que el perjuicio para el comercio era efectivo, pues deno ser asi, la medida hubiera sido adoptada y hubiera continuado cuandollegó á establecerse; ha sucedido lo contrario, luego laconsecuencia es lejítima, que era perjudicial y onerosa alcomercio


    3. El cielo se aclaró cuando alcanzamos las estribaciones de las montañas Vingaard


    4. «Teníamos la Luna por objetivo, pero en su lugar alcanzamos Londres», bromeaba sin inmutarse


    5. Tanto alcanzamos, tanto más nos queda por alcanzar


    6. - Al doblar el recodo del valle, el doctor Gerard y yo alcanzamos a los demás


    7. El traidor y yo alcanzamos a intercambiar una mirada y creo que en ella nos perdonamos los agravios del pasado


    8. Escribo, ella escribió, que la memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede todo tan deprisa, que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no podemos medir la consecuencia de los actos, creemos en la ficción del tiempo, en el presente, el pasado y el futuro, pero puede ser también que todo ocurre simultáneamente, como decían las tres hermanas Mora, que eran capaces de ver en el espacio los espíritus de todas las épocas


    9. Entre otras cosas, fuimos con Willie a Nueva Orleans tras las huellas del célebre corsario Jean Laffitte, y alcanzamos a conocer esa exuberante ciudad antes de que el huracán Katrina la redujera a una vergüenza nacional


    10. No puedo decir que llegué a querer a mi padre, porque no hubo tiempo para ello, pero en los breves meses que alcanzamos a convivir me puso un tesoro en las manos al darme detalles de mi historia, sobre todo de mi madre, Lynn Sommers

    11. Alcanzamos la Torre a través de Poor Jewry, dejando atrás la mansión de los hermanos de la Santa Cruz y seguidamente cruzamos la puerta trasera que se abre cerca de Hog Street


    12. Como a las cuatro de esta tarde alcanzamos el cuarenta y uno por ciento, será la lucha por el diecinueve por ciento restante la que decidirá el ganador del 24 de julio


    13. Eran las cuatro en punto cuando alcanzamos el curioso apartamento de Nathan Garrideb


    14. Imaginemos que comenzamos en el centro del núcleo y alcanzamos los 3,16 picómetros en todas direcciones, llegaremos más allá del núcleo y de las capas interiores de electrones, pero no alcanzaremos las capas exteriores


    15. Bajamos corriendo por la ladera de la colina, cruzamos en diagonal un campo amplio e irregular y alcanzamos la calle mayor del pueblo


    16. Cuando alcanzamos el nivel de la calle, sorteamos a los acólitos que, con incensarios en las manos, se reunían para un sacrificio


    17. En treinta segundos alcanzamos la cota de 800 pies, llevando a cabo el estacionario del módulo


    18. Alcanzamos al Maestro y a los restantes discípulos cuando pasaban bajo el arco de la puerta de la Fuente, en el extremo meridional de Jerusalén


    19. No hablamos más hasta que alcanzamos y matamos al jabalí


    20. Alcanzamos la flota poco antes de alcanzar las Ciudades Gemelas del Gran Helium y el Pequeño Helium, y en el puente del buque insignia de John Carter recibimos la bienvenida acompañada de una gran ovación

    21. Cuando alcanzamos los vagones cochambrosos del Escuadrón Volador, su expresión es de franca repugnancia


    22. En estos momentos, cuando alcanzamos cierto punto de absurdo le vuelvo la espalda, porque ya sé lo que quiere: que se discuta su caso interminablemente, que se analice su personalidad, sus instintos, su comportamiento


    23. Continuamos descendiendo, hasta que alcanzamos un túnel oscuro y hostil hecho en la húmeda tierra


    24. Cuando reconocemos la Unidad de todas las cosas y que la fuente de todo poder se encuentra dentro de nosotros, alcanzamos la fuente de la inspiración


    25. Jim y yo le alcanzamos mientras abría los tres candados de la puerta principal


    26. Aquí está Melanie, " él dijo, cuando alcanzamos las puertas principales


    27. Con ayuda de los cables metálicos que colgaban, Porta y yo alcanzamos la última pilastra del puente, y luego, por traviesas vacilantes, llegamos por fin a la orilla


    28. Cuando alcanzamos la ribera de Tagliamento aún no era de día


    29. Su principio es el mismo que utilizan los deslizadores: nos proyectan fuera de la atracción de un planeta y, finalmente, de un sistema, hasta el momento en que alcanzamos la velocidad necesaria para que la nave entre en modo VLIL


    30. Las redes de fuerza los captan y los dirigen hacia la unidad de propulsión, en la cual son convertidos en energía, lo cual nos permite aumentar nuestra velocidad y hace al elemento más eficaz… Hasta que alcanzamos una velocidad próxima a la de la luz

    31. Y así, mientras yo soplaba para ahuyentar a las moscas de la roja e hinchada pupa del labio y mantenía la cara alejada de mi maníaco hijo, alcanzamos la cima del paso, detuvimos los caballos jadeantes y dejamos que recobraran el resuello


    32. Justo cuando alcanzamos el río y enfilamos por la orilla hacia el pequeño puente de piedra, me invadió una oleada de náuseas


    33. En el momento en que alcanzamos la puerta, Ollie habló con voz monocorde


    34. cuando bajo las piedras ya apartadas alcanzamos a la propia tierra y cavamos en


    1. Si las últimas producciones dramáticas de Gil Vicente alcanzan hastabien entrado el siglo XVI, las primeras, como hemos dicho, seescribieron en el primer decenio del mismo, y por tanto, siguen tambiéninmediatamente á las primeras de Juan del Encina


    2. ciudad, en unas colinas que alcanzan, en disminución, hasta los acantilados


    3. La virulencia y carencia de ética social que alcanzan las campañas electorales en la actualidad, y muy particularmente la actual, en inciden una virtual situación de “empleo técnico” en las encuestas para los candidatos de la Unidad Social Cristiana y Liberación Nacional; así como una mayor beligerancia de la prensa en el análisis de la conducta (


    4. Mientras, entre los asalariados, las mujeres no alcanzan el 50%, en ninguno de los países (CEPAL, 22


    5. Domesticar la incertidumbre en América Latina En términos generales, los regímenes estatal-proteccionista y estatal-productivista, alcanzan altos grados de desmercantilización de la fuerza de trabajo


    6. Por el contrario, no bien la ciencia, la moral y el arte alcanzan ciertaelevación, dejan


    7. unDios incompatible con la extensión que alcanzan a estas horas


    8. alcanzan y perjudican, por la dispersión delas afecciones y los


    9. de suespíritu alcanzan más allá de las cumbres y los mares, y


    10. Los meses de primavera nose alcanzan con las vigas de

    11. varían y alcanzan precisamente sumáximum durante la estación


    12. unorgullo cuyos límites alcanzan a los cuernos de la luna


    13. alcanzan lasaguas de las crecientes anuales


    14. no alcanzan las aguas, sirven de refugioen la predicha estacion á los reptiles de las cercanías, y á todos


    15. que en el de 1854 alcanzan basta el décimo


    16. unallanura á donde jamas alcanzan las inundaciones


    17. descubierto los altos ribazos de esta corriente;entretanto, la línea del nivel á que alcanzan las inundaciones,


    18. que se alcanzan con ella; y séque la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio,


    19. cualquier orden que sea,que valiente y andante caballero; mas alcanzan con Dios dos docenas


    20. de esas que luego alcanzan loshonores del organillo, y aquella

    21. másadentro del punto á donde alcanzan los últimos reflejos de luz? Esascurvas del arroyo son las que yo


    22. en cambio á los más lejanos pueblos en una civilización superior,no alcanzan á todos los hombres, dejando


    23. alcanzan los beneficios del artículo 10del Convenio de Vergara;[91] pues,


    24. burguesa no alcanzan acomprender que pueda haber en los


    25. línea de la tierra que losojos alcanzan, para ser fiel a la eterna


    26. , que las suposiciones mas extravagantes no alcanzan ávencer


    27. Bien necesita el lector algun solaz y descanso despues de tratados tanabstrusos, que todos los esfuerzos del escritor no alcanzan áesclarecer, cuanto menos hermosear


    28. Para todo hay dinero enel templo; a todo alcanzan los fondos de fábrica,


    29. Estos desgraciados, cuyas entradas a la policía alcanzan a


    30. resonancia que no alcanzan deordinario las producciones de los

    31. alcanzan los sentidos materiales


    32. grandes conosoriginados en un pequeño estanque, los vapores alcanzan, cuando estáobstruido el


    33. , con toda lasuntuosidad á que alcanzan los recursos de sus moradores


    34. Comparativamente, la alcanzan con relativa frecuencia, pero no producen daños significativos


    35. De esta forma saltan por encima de los obstáculos que retrasarían a un ser humano, y en el llano alcanzan una velocidad que avergonzaría a un purasangre


    36. Por lo general, los desgraciados a quienes se encierra en Los Pozos son condenados a acabar allí sus días, y hay algunos que en ellos alcanzan cierta vejez


    37. Ves aquí, Sancho, los medios por donde se alcanzan los estremos de alabanzas que consigo trae la buena fama


    38. Los políticos alcanzan el poder gracias a la violencia; los empresarios la emplean o la sufren; los abogados viven a su costa; los jueces y los periodistas mueren por ella; los policías y los militares la han convertido en su oficio, y los narcotraficantes la adoran


    39. Y detrás los cazadores, sin correr el menor peligro, Al fin los perros alcanzan a la zorra, que muere rápida y horriblemente


    40. Nos internamos cada vez más adentro de la selva, pero ellos siempre nos alcanzan, a veces tardan años, pero finalmente llegan de nuevo y entonces nosotros debemos destruir los sembrados, echarnos a la espalda los niños, atar los animales y partir

    41. ¿Qué velocidad alcanzan estas lanchas?


    42. Alcanzan por fin el inicio del sendero que baja a la cueva de los Cámbaros


    43. –Hasta los modelos definitivos son para una altitud limitada; las baterías sólo alcanzan para llegar hasta los trescientos kilómetros


    44. Las temperaturas sobre la superficie helada del Lago Ilmen alcanzan los 53ºC bajo cero y para colmo, lo que debían ser 30 Km


    45. Los artilleros rusos machacan certeramente el sector español y alargando el tiro, alcanzan carreteras, depósitos de víveres y munición, caravanas de vehículos…Al amanecer del 14, comienza la ofensiva soviética desde el sector de Oranienbaum


    46. …Alcanzan Orodesh cuando la 121ª División alemana era fuertemente atacada, pillando al enemigo por sorpresa y haciéndolo huir a la desbandada


    47. Y sólo durante la mejor hora del ocaso es posible contemplar desde allí la zona de los calabozos y se alcanzan a adivinar las sombras de los demonios en medio de las nubes que se van oscureciendo en el horizonte


    48. ¿Por qué los grandes gobernantes, que alcanzan el poder por elección y no por herencia, tienden a destruir los proyectos de su antecesor?


    49. En la década del 80, con la medicina embarcada en un nuevo idilio con la física, las oportunidades de que se produzcan excesos alcanzan un nivel nuevo y alarmante


    50. Hay eficacias que sólo se alcanzan con el miedo













































    1. intendencia, la cual seguía por lo visto en vigor, alcanzando a la entera red del organismo,


    2. Luego bajó su mano hasta el pubis y luego entre las piernas alcanzando la concha


    3. Entre 1990 y el 2002 el desempleo en América Latina aumentó para ambos sexos, pero el masculino aumentó 3,4% mientras que el femenino aumentó 6%, alcanzando una tasa de desocupación del 7,7% para los primeros y del 11,1% para las segundas (CEPAL, 2004)


    4. el otro en el porta-bayoneta, y no alcanzando las cartucheras y cananas, se suplían con saquillos


    5. Mas tarde, el 9 de Diciembre, los tropas de Sucre se coronaban delaureles en Ayacucho, alcanzando una


    6. comprendía, alcanzando el valor de susfrases


    7. proporciona el exterminio, no alcanzando otraretribución que el saqueo de la casa del


    8. jóvenes y viejas, alcanzando sus elogios hasta a lassotanas que


    9. dado cuenta de latablazón del piso; y no alcanzando, sin duda, los medios de los Limiososa echar


    10. por lasinmediaciones de la puerta cerrada, alcanzando á oír

    11. vagode las cuchillas, el humilde soldado del 6º, alcanzando al


    12. Llegó á Tarija, y alcanzando de los Regidores una compañía


    13. Afectado por aquel enfrentamiento, espoleó su caballo y se lanzó hacia delante sin saludarlo, alcanzando, tras un corto y enfurecido galope, a su división


    14. Mao anunció la predicción de que China estaba alcanzando una sociedad de comunismo, que en chino significa «compartir los bienes materiales», y los campesinos lo entendieron en el sentido de que todo el mundo recibiría su parte independientemente de la cantidad de trabajo que realizara


    15. Hilfy corrió y rebasó a Tully y a Tahar, alcanzando a Khym en las puertas de presión que se hallaban al final de la rampa


    16. Tremal-Naik, cargado de municiones, Kammamuri y el tigre se lanzaron a tierra, alcanzando el tronco principal del banian sagrado


    17. Mico amarró el bote a la escalera y subió con agilidad, alcanzando la toldilla, donde apareció ante él un capitán, acompañado por media docena de oficiales


    18. El huracán soplaba entonces con rabiosa ira; los relámpagos se sucedían sin interrupción; los truenos retumbaban, recorriendo toda la escala de tonos en menos de un minuto, y sobre el mar se oía rugir el viento, mientras las olas saltaban, alcanzando la ventana de la caverna con su espuma


    19. Roran, que notó que la discusión estaba alcanzando un tono peligroso, se interpuso entre los dos


    20. Había acabado veladamente excomulgado, mezclando su pasado como sacerdote con las enseñanzas budistas, hinduistas y sijks y su experiencia personal, alcanzando una comunión perfecta con su interior; un estado de gracia y bienestar que Fiamma admiraba con sana envidia

    21. Miró al cielo, y en los rojos naranjas de las nubes adivinó un cuerpo de mujer alcanzando con su mano la azulada luna llena


    22. Y, en Francia, la situación estaba alcanzando un clímax terrible, no sólo para el mundo mortal por el cual aún me preocupaba, sino también para los vampiros del teatro


    23. operaciones para el despegue: conectada la VHF, conectada la HF, las agujas alcanzando el «Verde»


    24. En tal caso, la rapidez con que se formaba ésta tenía que inducirnos a suponer que cada ribosoma podía multiplicar su capacidad, alcanzando una productividad realmente increíble


    25. El fundamentalismo anarquista enviaba sus kamikazes a la caza del explotador o del ministro (o del propio rey, al que arrojaron una bomba el día de su boda); los movimientos sindicales y obreros iban alcanzando su mayoría de edad, y los separatismos catalán y vasco pisaban fuerte y se dejaban oír


    26. Generalmente, el porcentaje de B aumenta cuanto más se avanza hacia la Europa Oriental, alcanzando el punto culminante del 40 % en Asia central


    27. Para empezar, puede que los teléfonos portátiles estén alcanzando la saturación del mercado, pero el campo de las comunicaciones inalámbricas en general todavía está en una fase muy temprana


    28. En cualquier caso, las naves con cohetes podrían mantenerse bajo aceleración durante largos períodos alcanzando mayores velocidades


    29. Kitty y Lydia, decididas a indagar, cruzaron la calle con el pretexto de que querían comprar algo en la tienda de enfrente, alcanzando la acera con tanta fortuna que, en ese preciso momento, los dos caballeros, de vuelta, llegaban exactamente al mismo sitio


    30. Los británicos contraatacaron, alcanzando el puesto de mando de la 21

    31. La niebla se mostraba más espesa ahora, alcanzando el alto de los tejados, densa y gris


    32. «Esto es el tercer anillo de la superficie del Bajo Paraíso: un sol indescriptible e infinito que irradia en todas direcciones, alcanzando los límites extremos de los siete Superuniversos y los vastos e incomprensibles dominios del espacio increado


    33. En la Tierra, al nacer como un ser indefenso, en todo igual al resto de los mortales, rompió normas y previsiones, alcanzando así, desde el comienzo, un máximo de gloria y provocando la admiración de sus criaturas celestes subordinadas


    34. Antes incluso de 1994, Ruanda estaba alcanzando niveles cada vez más elevados de violencia y robo, cometidos sobre todo por jóvenes sin tierra y hambrientos que carecían de ingresos ajenos a la agricultura


    35. –Es de las que me gustan -dijo con la voz tomada, alcanzando el vaso todavía con dificultad-


    36. Eliseo Mercal reconocía el camino entre los raíles, los pasos que iban alcanzando las traviesas, el humo de alguna locomotora cercana y el viento que levantaba la carbonilla que al igual que en sus manos tiznadas se adhería a la ropa, manchaba la piel


    37. Don Sesmo lo vio pasar a su lado, enfilando la salida del salón, alcanzando el recibidor


    38. La estaba alcanzando


    39. El humo ya les estaba alcanzando


    40. –Aquí tienes lo suficiente para comprarlos dos veces-dijo, alcanzando una parte a Turan

    41. La primera version se denomino PzKpfw IV Ausf A contaba con un motor de 250Cv, alcanzando una velocidad de 32 km/h, pesaba 17,5 ton


    42. Posteriormente, cuando las fuerzas alemanas lanzan su ataque al interior de Francia, Rommel avanza desde Abeville, alcanzando Rouen el 10 de Junio y el 19 se encuentra en posesión de Cherburgo


    43. —Y antes de que el guerrero pudiera reaccionar, lo apartó con su poderoso brazo derecho, haciéndolo a un lado y alcanzando así las puertas de bronce


    44. Se criaba a rinocerontes en granjas por sus cuernos, que aún seguían alcanzando un gran valor en Oriente


    45. En la noche del 9 al 10 se bombardearon los objetivos militares del puerto de Barcelona y Garraf, alcanzando muelles y almacenes, la estación de Torredembarra


    46. Ayer fueron bombardeados los objetivos militares de Figueras, alcanzando depósitos de material de guerra en la estación de ferrocarril y una fábrica de municiones, provocando explosiones


    47. En la noche del 15 al 16 fueron bombardeados los objetivos militares del puerto de Barcelona, alcanzando muelles y provocando explosiones


    48. Nuestros aparatos han bombardeado en el día de hoy los objetivos militares del puerto de Barcelona, alcanzando los muelles y un barco


    49. Casi todos los disparos fueron efectivos, alcanzando a hombre o a bestia, y la confusión del enemigo se intensificó, de manera que sólo unos pocos consiguieron asaetear la línea romana


    50. Dos lanzas de fuego brotaron de repente de la pared en la que habían impactado los proyectiles, alcanzando a Aileen, el cuerpo de Chuck y el cadáver torcido de Ashwini Anand, las paredes y el suelo





































    1. Compraron con dicho objeto elcorral ya mencionado de Burguillos, sito en la calle del Príncipe, ypidieron licencia para alquilarlo, con destino á representacionesteatrales; pero como se oponía á su deseo el anterior privilegio, de queya disfrutaba la otra cofradía, sólo celebrando un acuerdo con éstapodía alcanzar lo que anhelaba


    2. Consagrado al estudio desdesus primeros años, recibió á los diez y siete el grado de doctor; enseñólargo tiempo en Valencia astronomía; entró después en el serviciomilitar, asistiendo á las funciones de guerra más importantes de laépoca, como al levantamiento del sitio de Chipre y á la batalla deLepanto, y distinguiéndose en ellas hasta alcanzar el grado decapitán[305]


    3. podemos tener recolectada y tratada la información requerida para alcanzar el estado


    4. que tan sólo unos pocos conseguirán alcanzar, los que acierten a pasar entre las patas de


    5. embate a pie firme? Alcanzar el campo de batalla, empero, es honor suficiente; los ciegos y


    6. alcanzar notoriedad en la sombra, poder en el Ejército, adquirir una fortuna de las de antes y


    7. una laboriosa transformación para alcanzar su auténtico valor


    8. no debe alcanzar los cuarenta


    9. ellos y cuando más cerca los ven de alcanzar sus objetivos, más menudean los ataques y los


    10. constatación sobre el terreno de la práctica imposibilidad de alcanzar el objetivo fijado

    11. precaución de detener el ascensor un par de pisos antes y alcanzar el nuestro, con todo sigilo,


    12. Antes de alcanzar el umbral de la puerta, nos


    13. oquedad inquietante se diluía en la tiniebla antes de alcanzar el extremo


    14. última gran prueba antes de alcanzar un tramo superior, en el que se impondría, al fin, una


    15. • El destino del espíritu es alcanzar la felicidad a través


    16. Le falta todavía alcanzar la humildad y el desapego, es


    17. inmortales y su destino es alcanzar las mayores cotas de evolución espiritual


    18. por las rocas y alcanzar uno de aquellos asientos de piedra en


    19. renuncie de manera clara y voluntaria a alcanzar las más


    20. Prefiere la posibilidad de alcanzar el cielo, con el

    21. elaboración y documentación antes de alcanzar su estado


    22. sucede en las demás naciones, y la necesidad de alcanzar


    23. Para alcanzar rápidamente la trinchera que les


    24. En ese momento, les faltaba por recorrer 9,5 kilómetros para alcanzar el recinto donde estaban los cohetes espaciales


    25. puede alcanzar sus más altas cimas en la aventura del conocimiento


    26. tre de vientos encontrados para alcanzar la expresión de su singu-


    27. alcanzar un estado estético favorable a la plena expresión de las


    28. Pero cualquiera que sea su categoría, es necesario tener bien claro qué es lo que se puede alcanzar y qué es lo que se intenta lograr a través de la encuesta


    29. Para aumentar las garantías de alcanzar el resultado buscado se recurre a tablas de números aleatorios, que presentan un comportamiento que puede predecirse


    30. Dado que cada uno depende del otro para alcanzar sus objetivos, las interacciones entre ambas organizaciones merecen una atención detallada

    31. ¿Cómo podemos alcanzar la paz ahora? Haciendo la paz con el momento presente


    32. Alcanzar el propósito


    33. alcanzar una representación (un discurso) política utópica contra esa opresión


    34. muestran las rutas que han seguido para alcanzar los mayores logros en América


    35. En 2008 se aprobó una legislación de convivencia voluntaria, que sin alcanzar


    36. Ubique y siga el vientre inferior del omohioideo hasta alcanzar el triángulo posterior


    37. En elmodelo del Museo naval, antes mencionado, pueden apreciarse lasvariaciones introducidas para alcanzar facilidad y rapidez mayor en lasfaenas con empleo de menos brazos que en el siglo XV


    38. dilatación del sonido radiante, parecía a puntode alcanzar el


    39. En el diálogo con el Sí, yo comprendo la manera de vencer las sustancias cancerígenas y cómo dar espacio a los procesos vitales que permiten hacer crecer a todo mi ser, cómo alcanzar la plenitud del ser, haciéndo de él un dono para mí mismo y para el Universo entero


    40. Cada día trato de aprender cuál es el paso de la vida como robo a la vida como don y, aún antes, trato de aprender cuál es la manera de abandonar la avidez para alcanzar la reciprocidad

    41. Aceptar una total impotencia y transformarla en potencia (es una gran potencia aceptar la impotencia) es la potencia suprema que un hombre puede alcanzar


    42. Los alquimistas tenían una paciencia infinita para llevar a cabo el opus, para alcanzar la capacidad de extraer el oro del plomo


    43. Ulises se caracteriza, entre otras cosas, propio por su coraje en atravesar todos los traumas relacionados con su dependencia y con su complicidad con la madre y por su decisión de querer alcanzar plenamente la dimensión del mundo paterno


    44. Poseidón recorre este camino de transformación y es por eso que no infiere demasiado sobre Ulises, es más, cuando lo golpea lo hace justamente para permitirle alcanzar la isla de los Feacios, pueblo que desciende de su propia estirpe y que ayudará a Ulises a alcanzar la meta que hasta ese momento había resultado inalcanzable


    45. apresuró a seguir la dirección que indicoleIsabel, logrando alcanzar en un instante al


    46. la gloria literaria, a mis obras, a lo que me hizo alcanzar unpuesto tan elevado en la


    47. —Pues qué, ¿ha renunciado usted al porvenir que podía alcanzar en lacorte?


    48. Opera para hacer suerte y alcanzar una posición brillante;realizado esto, y cuando


    49. alcanzar muy en breve el capelo de cardenal


    50. perofaltóles el sol, y la esperanza de alcanzar lo que deseaban,











































    1. No alcanzas a comprender la increíble razón: ellos no pueden aceptar la verdad


    2. —Eso es porque no entiendes y no alcanzas a imaginar lo que les espera dijo Elrond


    3. —Eso es porque no entiendes y no alcanzas a imaginar lo que les espera —dijo Elrond


    4. No alcanzas a hacerte idea de lo larga que es la eternidad


    1. Aunque lastima que no alcanzo a poner en práctica este famoso "mors tua vita mea”… Que los visitantes no deseados son los policías, que no sé qué hechizo, siempre estoy presente cuando ellos están ofendidos por alguien! Qué mala suerte tengo! Pero, estoicamente la vivienda


    2. Como muchos que vivieron y pelearon atrapados en una realidad que hoy, más de veinte años después, no alcanzo a comprender


    3. No alcanzo a


    4. alcanzo una de esas ciudades en un instante y me encuentro


    5. el general Ballivian, comotambien si alcanzo, con este largo trabajo, á


    6. y fama, pues cuanta yo he alcanzado, alcanzo yalcanzare por las armas en esta vida, toda me


    7. No alcanzo el bien que le pude


    8. ] No alcanzo que se pueda explicar el por qué se halla en nuestraalma la representacion de la


    9. unidad, comprende toda la variedad de los fenómenosinternos, no alcanzo por qué la actividad


    10. Esto, no alcanzo de qué manera sepodrá conseguir, si en vez

    11. que alcanzo del que practicaban en lo espiritual


    12. En todo cuanto alcanzo con lavista


    13. tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo


    14. querer; mas perfeccionar el bien, no lo alcanzo


    15. delíneas rectas y de líneas curvas; pero no he estudiado hasta el presentela erudicion del arte, y no alcanzo


    16. En todo quanto alcanzo con la vista


    17. Julianne lo alcanzo a través de su


    18. Pero algo pesado volo tras el, resono en el suelo y le alcanzo en la pierna


    19. No alcanzo a comprender cómo ha conseguido mantenerlo abierto hasta ahora


    20. A ellos puedo odiarlos, y los alcanzo en el odio

    21. Voy muy doblada y me sujeto la barriga porque el culo no lo alcanzo en esta postura


    22. En la lejanía alcanzo a adivinar el pelo rubio de Michel De Vries, mi amigo, mi benefactor, el hombre que más odio en el mundo


    23. –Pues sólo alcanzo a comprenderlo en parte -dijo el padre Brown-


    24. Tu devoción nunca alcanzo esos límites


    25. Me parece bastante claro por lo que dijeron acerca de esperar un informe que no había llegado, aunque no alcanzo a imaginar qué puede hacer en Chimneys que pueda proporcionarle información


    26. -Yo alcanzo a divisar un haz de luz que penetra en mi prisión


    27. —No alcanzo a comprenderos, paternidad


    28. Si no alcanzo cómo hay absolutistas en el mundo


    29. de con el tono ofendido de quien supone que se están riendo de él-; pero no alcanzo a ver qué relación tiene con la muerte del señor Joseph Stangerson


    30. Me resulta muy molesto, pues soy corto de vista y ni siquiera alcanzo a distinguir los números de las casas

    31. –Ahora te la alcanzo, pero estáte quieto, ¿quieres?


    32. Pero, ¿por qué iba a tomarse la molestia de fotografiar la flota de Pilarinós? No alcanzo a comprenderlo


    33. Tantos años en el cuerpo, y todavía no alcanzo a entender por qué cada fanfarrón que cree tener enchufe estima imprescindible concluir las conversaciones amenazándome con el coco de mis superiores


    34. – ¿Sabes -oyó decir a César con una voz completamente diferente y gutural- que tienes una deliciosa crestita de vello que te baja por la espina dorsal hasta donde alcanzo a ver? Pero me doy cuenta de que nadie la cuida como es debido, está arrugada y desordenada tanto hacia un lado como hacia el otro


    35. No alcanzo a imaginar por qué demonios tendría su compañera esa tarjeta con esas anotaciones…


    36. En eso, al menos, alcanzo una puntuación de mil por ciento: estoy asustado


    37. En cuanto alcanzo la crueldad, quiero postrarme


    38. No alcanzo a expresar la satisfacción que me produce que hayan comenzado ya a instalar la iluminación de gas en las calles y que vayan a desaparecer de una vez esas condenadas farolas de aceite colgadas de cadenas; porque he de reconocer que también yo tengo mi parte de contribución en este éxito


    39. Sigan sus mercedes que enseguida les alcanzo


    40. ¿Es el azar el que deja las huellas de los animales en la nieve?… ¿Fue eso lo que me puso delante de su cámara, o yo mismo anduve hasta ella, por causas inconscientes que no alcanzo a explicarme?… Lo mismo podría decirse de usted

    41. Mientras alcanzo el pestillo, la puerta es sacudida violentamente, y percibo una nauseabunda vaharada de aire fétido que parece filtrarse por los intersticios de la puerta


    42. —Lo que no alcanzo a comprender —comentaba María, mientras ayudaba a Lucio a recoger su ropa y ponerla en la maleta— es cómo sabían cuál era tu habitación


    43. Me parece que desde aquí alcanzo a ver el borde


    44. “-Sin duda es porque no soy capaz de comprenderlo, pero no alcanzo su pregunta”, dijo el señor de Cambremer


    45. Me parece curioso, pero realmente no alcanzo a comprender las razones


    46. alcanzo el país de luz


    47. La percepción se abrió paso por el litro de alcohol y le alcanzo en lo mas vivo con mano dura


    48. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    49. En seguida las alcanzo


    50. —Por poco no la alcanzo

    1. Eran las seis y cuarto cuando alcanzábamos nuestra posición en la orilla del río


    2. En ese momento la Fundación se encontraba muy mal de dinero; los grupos no mandaban lo suficiente para el mantenimiento de la oficina; incluso añadiendo los ingresos producidos por el libro, no alcanzábamos a cubrir los gastos


    Mostrar más ejemplos

    alcanzar in English

    attain reach arrive at get to give pass reach for grab for catch up with amount to be equal to tot up <i>[informal]</i> come at find out discover

    Sinónimos para "alcanzar"

    cazar aprehender coger obtener conseguir agenciar adquirir saber descubrir entender resolver averiguar