1.
Después retrató al Papa, haciendo de él primero una cabeza pintada enpocas sesiones que hoy se guarda en el Museo de San Petersburgo[61],
2.
mejor visto; mejora tú mismo los accidentes y guarda la sustancia
3.
el “ángel de la guarda” se mantiene a la espera, permitiendo que su pupilo se junte
4.
Nunca entendí entonces por qué estas personas incluso cuando no está en los camellos, siempre guarda en su cabeza un turbante; Digo, si quieres mantener un rebaño y tener el entrenamiento como un hobby, qué necesidad está para eliminar el aire para pequeños enseñó y súfrase, están felices por haber encontrado suelo prolífico, sus amigos, como los niños de escuela, divertirse con saltos y piruetas? Es gente muy rara
5.
Cuando finalmente obtiene el considerable monto, guarda celoso el
6.
Porque no de otra manera puede calificarse tal explosión síquica, que no guarda proporciones con el temple de un hombre curtido en los combates, saturado de honores y ahora castigado por la adversidad
7.
de isonomía y homogeneización, el mundo contemporáneo guarda
8.
La selva umbría que lo guarda en torno
9.
Moviendo la cabeza en señal de desaprobación, el Rey dijo “no, no Príncipe Thomas, no es una buena idea, guarda tu furia para el campo de batalla
10.
«¿Sirven estos ramos de caracoles?» dijo la del guarda de consumos,mostrándolos en la puerta de su casa
11.
Dos hijaslloraban abrazadas en un rincón: la mayor, más valiente, le acariciabacon la mano los cabellos, o lo entretenía con frases zalameras, mientrasle preparaba una bebida; de pronto, desasiéndose bruscamente de lasmanos de doña Andrea, abrió don Manuel los brazos y los labios comobuscando aire; los cerró violentamente alrededor de la cabeza de doñaAndrea, a quien besó en la frente con un beso frenético; se irguió comosi quisiera levantarse, con los brazos al cielo; cayó sobre el respaldodel asiento, estremeciéndosele el cuerpo horrendamente, como cuando entormenta furiosa un barco arrebatado sacude la cadena que lo sujeta almuelle; se le llenó de sangre todo el rostro, como si en lo interior delcuerpo se le hubiese roto el vaso que la guarda y distribuye; y blanco,y sonriendo, con la mano casualmente caída sobre el mango de suguitarra, quedó muerto
12.
Guarda Una Relación Muy Estrecha, Precisa, Con
13.
Más Derivaciones: Morante Guarda Una Relación
14.
orden y del análisis; que guarda relación con el ritmo y el análisis que el estímulo
15.
Hermana de la Caridad le brotan alas y se convierte enángel de la guarda
16.
—¿Qué preciosos papeles son esos, Elena, que guarda con
17.
en sus interiores, donde guarda innumerables maravillas, y siempre asustada al paso del
18.
El recado del guarda, medio en francés, medioen provenzal, que ha traído un
19.
No tardael guarda con la
20.
Al fin, pónese de pie el guarda, enciendela linterna, y piérdese su
21.
El guarda, en prueba de respetuosaconsideración, permite que
22.
Vacas guarda en el prado:
23.
, 91: El que amenaza,una tiene y otra guarda
24.
por los Reyes Católicos, para que el Concejo los pusieseen guarda, por cuanto estaban
25.
Mientras se guarda fielmente el pacto se tratan comohermanos, y protejen
26.
haz lo que quisieres y guarda aquel secreto que ves queconviene en caso tan no pensado
27.
Quijote, y que estabafuera de la venta armado y a caballo haciendo la guarda, determinaron
28.
ocasionado de sus agudos discursos, guarda con tantacordura las leyes de reprehensión cristiana,
29.
dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de quelos caballeros andantes no se han de
30.
seguridad, poraquello de que el miedo guarda la viña, D
31.
El alcaide de palacio, el guarda mayor y el mayordomomayor del rey, se habían
32.
guarda de Quevedo, con la ordenverbal de que le recibiese preso el alcaide del alcázar
33.
tanta gente que les guarda consideración, su otro hijo les
34.
siendo la severidad de su mirada, guarda puesta en defensa dela
35.
Peroaquí el rico se guarda el dinero y cuando siente la
36.
guarda lasaguas pluviales, donde el caminante puede saciar su
37.
envencimiento ha logrado salvar la nave do guarda el porvenir
38.
pormenores eróticos los guarda el autor ylos emplea para las escenas, citas y
39.
lo guarda en la memoria, el ingenio y el artecon que se vale de esta acumulada
40.
¿Qué guarda el
41.
El amigo lehabía explicado que los guarda líneas
42.
de losque entraban y salían de guarda
43.
Y en su nido los guarda mezclados
44.
traducía a su mujer los relatosinterminables del guarda, pero la impaciencia febril de
45.
Tal secreto que se guarda
46.
Se había fundado su miedo en que reconoció que la luz salía de la casitadel viejo guarda del
47.
Guarda bìen el sabor siendo reciente:
48.
A quien lleva las cartas que le dieron, y las guarda, y
49.
hombre, que saca el mundo de la nada, dirigenuestras acciones, guarda las almas clasificándolas
50.
—Por la sencilla razón de que el testimonio de un guarda de la
51.
Cristo en lasmanos y como en su autorizada guarda la noble piedad del Muy
52.
todo campesino guarda el suyo encima de la puerta; pero,desgraciadamente, nos
53.
guarda Cuny, con sus tres colmenas puestas sobre una tabla,su antigua y nudosa parra,
54.
La casa del guarda estaba abierta; no había nadie en ella; pero
55.
—Muy bien—dijo el guarda, subiendo una pequeña escalera
56.
En una ocasión acaeció que murió el guarda del olivar á tiempo de lacogida, lo que
57.
Varmen notó con sobresalto que cuando venía el guarda al castillo á lashoras de las
58.
la obstinación del guarda, su vehemencia y sus amenazas, lahacían temer una
59.
inclinó hacia tierra la direcciónde la escopeta del guarda, que en seguida bajó sus
60.
remotos «doctores» y sólo ve elcheque que guarda en la cartera
61.
elegancia exterior, pero guarda elalma de sus abuelas; en el
62.
Tenía celos de los enfermos, del guarda, al que el doctor confiaba aveces misiones
63.
El guarda, habiendo visto desde lejos llegar al doctor, abrió la puertade par en par
64.
por la importancia de su presa, confiaba loscautivos á la guarda
65.
para vivir en la ciudad, y el vapor quedaba confiadoá la guarda
66.
correcon ellas, las cuida y guarda, son los indios sacristanes, de
67.
El traje, aunque varía según la localidad, guarda relación en los detalles generales
68.
repetirsu oración al santo ángel de la guarda
69.
esperanzas, a tomar posesión de supuesto de guarda general
70.
con los azules ojos del guarda general; éste,de ordinario
71.
inclinase demasiado hacia afuera, el guarda general se
72.
como guarda general en la época enque reconstruían la
73.
Cuando estaba ya en los postres le anunciaron al guarda
74.
y en compañíadel guarda general y de otros funcionarios
75.
erahumilde guarda general y atravesaba solo los bosques de
76.
por vicio,sino el que guarda por previsión
77.
Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos
78.
21 Cuando un hombre fuerte armada guarda su palacio, en paz está lo que
79.
ellos [lo] oyeron, dijeron: Guarda
80.
á saber,] Dios: y si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos
81.
21 Cuando el fuerte armada guarda su atrio, en paz está lo que posee
82.
24 Y el que guarda sus mandamientos, está en él, y él en él
83.
Y ši quieres entrar à la vida, guarda los mandamientos
84.
11 Y yëdo ellas, heaqui unos de la guarda vinierõ à la Ciudad, y dierõ avišo
85.
saber], Dios: y si quieres entrar á la vida, guarda los mandamientos
86.
21 Cuando el fuerte armada guarda su palacio, en paz está lo que posee
87.
á Dios, á la Reina de losÁngeles y al Santo Ángel de la Guarda,
88.
nuestros y es el que se guarda en ladedicación del templo, en
89.
operario evangélico, que no sedescuidaba un punto en la guarda
90.
El Caballero guarda silencio
91.
En redor de las andas y á la hila iba la guarda del rey con
92.
cárcel carceleros los que bastaban para la guarda della, y
93.
de la figura del sol,y habia porteros para guarda de las mujeres
94.
ricas andas, con guarda de los más principales,y endrezó su
95.
gobernador, para frontera de aquellastierras y para guarda dellas
96.
los que élcon la gente de guarda traia, y díjole que habian visto
1.
cancerbero que guardaba la entrada
2.
escribía en un trozo de papel que doblaba bien y me guardaba en el bolsillo, a la mañana
3.
y lo guardaba prudentemente en el bolsillo izquierdo de su
4.
pudo abrir con una VISA antigua que guardaba en la cartera para esos casos, aunque
5.
robando de sus roperos los visos y los culotes que con tanto celo guardaba
6.
Tomando por pretexto las pocas aficiones de la novicia a los estruendosmundanos, la marquesa se guardaba muy bien de empujarla hacia ellos;antes, la mantenía discretamente en sus inclinaciones al sosiego, yhasta las explotaba en cuanto la convenía para sus fines particulares
7.
pensaba con alarma que ya estabanen la calle de Gracia y él todavía guardaba en el cuerpo,
8.
En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos, guardaba deempujones a las dos
9.
Por fin vieron a Nelet, que guardaba el cochecito del señor Cuadros
10.
El acontecimiento se guardaba para el final de la cena
11.
había imaginado y sobre los cuales guardaba el más profundosilencio
12.
Príncipe le tenía, yel amor y cuidado con que guardaba las
13.
Sosegáronse con esto, y en toda la venta se guardaba un grande silencio;solamente no dormían la
14.
El público guardaba absoluto silencio: esperaba con
15.
El alma se le desmayó viendo que la casa guardaba su
16.
su voz,valían más que todos los papeles preciosos que guardaba
17.
visto perder laserenidad y enfurecerse; pero guardaba un vivo
18.
unaocupación más pura, regresaba a la Imagen que en mí guardaba como un FraAngélico en su
19.
aldescubrir el escondite en que el viejo guardaba la harina que
20.
Moreno, algo amoscado, guardaba silencio, maldiciendo en su interior dela
21.
Mario, profundamente abatido, guardaba silencio mientras el tren seacercaba
22.
En esta cartera guardaba lasactas de las tres sesiones que había celebrado el
23.
otrastertulias de trueno, guardaba las efusiones de su generoso
24.
que guardaba para ella toda la felicidad desu descubrimiento
25.
Al penetrar en el atrio del cinema, el empleado que guardaba la puertasalió á su encuentro
26.
á ser en suapreciación semidioses ó monstruos; nada guardaba para él susproporciones regulares:
27.
guardaba aún restos del terror y el extravío que lasvisiones infunden en el alma
28.
tomos desvencijados y grasientos que su madre guardaba en elarmario de la ropa
29.
aquellos puestos, que segúndecían, le guardaba el jefe
30.
El viejo muebledonde su madre guardaba el
31.
su suegro a cambio de las naranjas, y pensabacon fruición en lo que este guardaba en
32.
preceptos que se le imponían, y lasmuestras de la caridad que guardaba siempre en su sencillo corazón
33.
músicos agrupados en un ángulo, y el mismísimorepartidor, que guardaba la puerta y recibía los billetes
34.
Este, por su lado, guardaba de la conferencia una impresión
35.
guardaba de terror y apariciones
36.
que avaro el corazon guardaba ansioso
37.
acusar veinte, o bien, si Juana le jugaba un oro y éltenía el as o el tres, se lo guardaba y no lo
38.
El enmascarado guardaba silencio y estaba sentado en una silla, apoyadoslos codos en una
39.
ilustración, guardaba aún ciertomisterioso encanto que con todo cuidado procuraba
40.
Guardaba paraella las caricias más tiernas, los regalos, los
41.
todo lo que guardaba relación con lasletras, fuesen impresas ó manuscritas, merecía
42.
La guardaba en casa del tío Goro porque su abuela,la tía
43.
elprecioso documento que guardaba en el bolsillo y lo acercó bien alcandil:
44.
algocomún con los animales, él (Plutón) guardaba más relación con el asnoque otro
45.
Félix guardaba hacia losgorriones, los
46.
insolencia, desarmaba conviolencia la flauta y jurando amenazas la guardaba en el
47.
Sabiendo se guardaba en la posada
48.
guardaba bajo llave, temiendo laintemperancia de los viejos
49.
Aún guardaba en el cuerpo las cicatrices de
50.
de Caín, y les guardaba ojeriza, por su antiguaamistad con el
51.
andaluza, que guardaba con losrecuerdos de sus heroísmos y sus
52.
delos cuales guardaba el recuerdo de un ascendiente
53.
talleres repartiendo folletos y hojas impresasque guardaba en una caja de sombreros siempre
54.
El maestro de capilla guardaba del año anterior un recuerdo defelicidad, y hablaba de él con
55.
del templo a lo alto de lasClaverías, donde se guardaba el Monumento, y al verse cubierto de
56.
para juntarel puñado de duros que en un puchero guardaba
57.
testamento,la guardaba más consideraciones que a ésta
58.
Clementina, odiándola en el fondo del alma, le guardaba másconsideraciones que a ninguna de sus amigas
59.
guardaba una esquinaembozado en su capa hasta los ojos, y que,
60.
madre, ésta le guardaba estimación ycariño, y le mentaba a menudo en la
61.
El joven, recordando el dineroque aún guardaba en su casa, sintió
62.
exiguo, que guardaba en la cómoda
63.
recogidas por ella misma y que guardaba en su casa
64.
Ahora,todo el dinero que guardaba en el bolsillo, una peseta y
65.
En arcas y armarios guardaba donVíctor
66.
Estando en la terraza de un café compró un diario, y antes de abrirlopresintió que este papel recién impreso guardaba algo que podíasorprenderle
67.
En Aguirreche, en su cuarto, la tía Úrsula guardaba libros eilustraciones con grabados,
68.
que guardaba cierto rencor, otras en provincias,dedicándose,
69.
parecía bruto porque notenía letras, pero guardaba algo en la
70.
la de babor guardaba lahumedad del mangueo reciente, con una
71.
al no ser, guardaba en suruina los muertos esplendores del
72.
Guardaba ella en un bolso
73.
guardaba los papeles,creyendo poseer una fortuna
74.
Ojeda había estado en Montevideo años antes, y guardaba un
75.
En la cartera guardaba un cheque por
76.
El guardaba un mechón de
77.
pañuelos, los pocos víveres que guardaba en casa, todo eldinero
78.
importancia comparado conlo que guardaba en la «mansión
79.
tiempos de gloria,que guardaba la antigua elegancia en su
80.
Había visto á unjefe forzar los cajones donde guardaba la señora
81.
una bocalívida guardaba en sus entrañas los gérmenes creadores
82.
Guardaba un silenciotenaz
83.
Sentado estaba al par de su madrileña esposa, embebidoen la música y el canto, mientras le guardaba las espaldas, de pie juntoa la puerta, el paje mulato, de rigurosa librea cubierta de castillos yleones bordados de oro
84.
Febrer, lugar encantado que guardaba cuanto en el mundo
85.
menudospliegues, que guardaba el resto de la semana
86.
No hallándose en antecedentes, Julián guardaba silencio
87.
Boán y del señorito de Limioso, guardaba elsilencio de la humillación y la derrota
88.
mesa, mientras comía poco y sin gana, guardaba silencio, y a vecesJulián, que no apartaba los
89.
Los libros que guardaba en su casa, las cartas náuticas
90.
habitanteque guardaba en su casa algunos libros
91.
Ella guardaba un buen recuerdo de la expedición á las alturas
92.
Todo lo que guardaba en el fondo de su
93.
Y se fijó en don Pedro el catedrático, porque guardaba
94.
matrimonio de los inválidos guardaba grandesdeferencias y una
95.
Tribunal de Cuentas, guardaba bajo capa de cordero un corazón
96.
Apenas guardaba la conciencia de quefuesen suyos
97.
fraternal guardaba, cuandoestallaban, un silencio desdeñoso, y
98.
para él sólo guardaba toda laternura de su corazón, y todo aquel
1.
Todos guardaban silencio, mientras cuatro de los que el cuerpo trajeron cavaban la sepultura, hasta que uno de ellos dijo a otro:
2.
del barco, que se guardaban en losarmarios
3.
cabo que desde el amanecer del dia de la procesión guardaban laiglesia, en donde,
4.
guardaban bien dedar muerte á un tigre, persuadidos de que si así lo hacian, sucumbirianellos tambien
5.
los guardaban ó custodiaban con diligencia
6.
''Por ésas digo— le repliqué yo—; y mirad si guardaban bien los preceptos del
7.
Y guardaban el mismo silencio queellos cuando no les
8.
Y los pueriles conceptos que guardaban, adquirían en sus
9.
guardaban los autoresteológicos, y el resto estaba ocupado por
10.
abrasadoras;pero los ojos guardaban siempre, en lomás hondo, un reflejo cruel de
11.
Pedro le guardaban consideraciones, yapesar de la
12.
Como Ra-Ra vivía entre los esclavos del puerto, y éstos guardaban ciertarelación con aquella otra gente todavía más inferior que acompañaba algigante, había recibido ciertas confidencias sobre peligros
13.
púrpura ante susaltares y guardaban en sus relicarios el cetro de
14.
Guardaban las memorias de las Eloisa y de las Chantal, de las
15.
el punto en que no les guardaban aellas ni tan sólo aparente
16.
guardaban la lei de Moisés, i atribuyendo á la codicia de estos losmales que padecian
17.
malos clérigos, ó por frailesavarientos, guardaban aún con todo secreto la lei de
18.
antes, cuandoun perro de los que guardaban por la noche las
19.
presidio del Norte, donde guardaban a suhéroe! El pobre
20.
permitían los canónigos en la sacristía; pero loshumildes servidores guardaban un silencio
21.
Las doshermanas guardaban bastante semejanza; los
22.
laadministración de El Pardo, y allí le guardaban empajado y con ojos devidrio, como
23.
y con largaslanas; pero todos guardaban igual silencio, sin un ladrido, sin el
24.
Todos los demás guardaban silencio
25.
Burdeos, que guardaban su aromáticolicor como un secreto; los reflejos de la luz quebrándose en
26.
Los dos guardaban un secreto
27.
Los tres ingenieros guardaban aún sus ropas de campo y parecíancansadísimos del trabajo de la jornada
28.
guardaban dentro uneco del ruido de las olas
29.
guardaban aún elrecuerdo de recientes vibraciones; su carne,
30.
guardaban vivo el recuerdodel golpe de Estado del 2 de
31.
guardaban las municiones á cubierto de una explosión
32.
Para ello había motivosobrado, no ya sólo por el valor en dinero que representaba la finca, ypor las consideraciones sociales que se les guardaban a sus dueños, mastambién por el cuadro bello y pintoresco del conjunto, contemplado abuena distancia; encubridora eficaz de los lunares y manchas inherentesa casi todas las obras, así humanas como divinas
33.
hijas del Rhin que guardaban el tesoro de losNibelungos
34.
visitados por ellos que guardaban recuerdos del paso
35.
embudos, que guardaban una sensación de calor
36.
guardaban latibieza y el perfume de su carne
37.
cuando losvasos sólo guardaban la mitad del «refresco», y el
38.
Los campesinos del lago Copais guardaban un recuerdo vago
39.
Guardaban la lengua castellana
40.
A la puerta del santuario, en el atrio y también a la puerta delconvento, guardaban los caballos
41.
fijada en la paredy en la cual se guardaban las cartas que
42.
66 Y todos los que [las] oian, [las] guardaban en su corazon, diciendo:
43.
8 Y habia pastores en la misma tierra, que velaban, y guardaban las velas de
44.
arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; masrompiendo las prisiones era impelido del
45.
8 Y habia pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias
46.
arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos,mas rompiendo las prisiones, era agitado del
47.
24 Mas las asechanzas de ellos fueron entendidas de Saulo: y ellos guardaban
48.
preso con dos cadenas: y los guardas delante dela puerta que guardaban la cárcel
49.
arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos: masrompiendo las prisiones era agitado del
50.
guardaban las puertas de dia y de noche, para matarle
51.
preso con dos cadenas, y los guardas delante dela puerta que guardaban la cárcel
52.
Empezaron el ataque por los 25 hombres de á acaballo que guardaban elpaso que cubria la retaguardia, y
53.
guardaban en semejantes ayunos
54.
guardaban, y siendo sentidas, fueron presas y lomesmo á los
55.
en su interior guardaban
56.
Zalacaín y el vasco francés, dueños de la situación, guardaban unaserenidad completa, corrían
57.
El bravío luchador miró de soslayo a los centinelas que guardaban la entrada, exhaló un
58.
Guardaban el recinto dos caballeros, que interceptaron el paso a su compañero de hermandad
59.
Llevaba dos años prometiéndole a su esposa que, «cuando tuviese tiempo y tranquilidad», ordenaría los volúmenes de la biblioteca: libros mayores y de historia, diarios y apuntes, listas y registros en que los Di Caela guardaban, desde los antiguos tiempos, toda clase de papeles
60.
Dos de éstos estaban abiertos, y no había en ellos nada interesante: guardaban cuentas relacionadas con las posesiones de Kara en Albania
61.
El verdugo, el Rey y la Reina discutían acaloradamente, hablando los tres a la vez, mientras los demás guardaban silencio y parecían sentirse muy incómodos
62.
Emplearía un buen rato en dar con él pues, probablemente, tuvo que descifrar varios borradores antes de llegar a la conclusión de que las matemáticas que figuraban en ellos no guardaban relación con el problema de marras
63.
No guardaban relación unas con otras; diríase que habían sido escritas al azar
64.
Sabían que los perros capturados iban a parar a la perrera municipal, donde los guardaban tres días, transcurridos los cuales, si nadie los reclamaba, los animales eran sacrificados
65.
Se guardaban muy bien de mostrar su desprecio, pero en los angostos pasillos de las dependencias del cuartel, desde los oficiales hasta la más horrible y necia bruja esperaban que ella les cediese el paso
66.
Al fin, cuando ya más de uno luchaba contra la tentación de ponerse en pie y salir corriendo aun a sabiendas de que los soldados que guardaban las puertas les abrirían el cráneo con sus afiladas hachas de oro, el Emperador carraspeó por dos veces e inició su esperado discurso
67.
Al igual que el resto de los profesores, había sido acusado de los crímenes más descabellados, pero el motivo real de que se encontraran allí estribaba en que eran todos licenciados -y, por tanto, los mejores- o acaso que algunos de los alumnos les guardaban rencor por algo
68.
Creo que el garaje antes era un establo, y la habitación es donde guardaban las sillas y esas cosas
69.
Al verlo, el desgraciado se echó en sus brazos, llorando y señalando a la fuente en donde algunas compasivas mujeres se inclinaban sobre el cadáver del desgraciado niño; aquéllas, como los hombres, guardaban silencio
70.
Pocos se quejaban, pues la mayoría guardaban silencio
71.
Dioses, por el momento los empleados de la sala de control que respiraban oxígeno guardaban silencio mientras en el comunicador se oía el parloteo sibilante de los tc'a
72.
Los tc'a guardaban silencio salvo uno, que emitía un lento goteo de estática equiparable en su placidez al de los knnn
73.
Tenía la esperanza de que esa orden de evacuación se limitara a quienes no guardaban relación directa con el embrollo
74.
Me resultaría por cierto muy difícil explicarles por qué motivos llegué a tener la seguridad de que todos estos hechos guardaban entre sí una relación
75.
«diferencias irreconciliables» guardaban relación con su amor por la carne
76.
A su izquierda había una pequeña habitación en la que se guardaban palos de golf, raquetas, bolos y otros utensilios propios de una casa de campo
77.
No tienen documentos privados del señor Leónides, aparte de unas obligaciones que le guardaban
78.
Los diamantes se entregaban de inmediato a los capataces de cada sección, que los guardaban en cajitas de hierro
79.
Los caballetes trastabillaron mientras se recogían los cuadernos y se guardaban los carboncillos
80.
Se conocían desde hacía tanto, que ninguno podía recordar el número de años, aunque ambos guardaban en la memoria cada detalle de ese primer día en que iniciaron la amistad
81.
Mi buen amigo Miki Shima, el ilustre doctor japonés al cual recurro ante la necesidad de curar dolencias o averiguar lo exótico, sostiene que estos modernos prostitutos de su país suelen memorizar buena parte de los singas, antiguos manuales eróticos, llamados libros de almohada, porque se guardaban en las cajas de madera lacada que las damas elegantes usaban para apoyar la nuca en la noche sin desarmar el peinado
82.
Dos soldados guardaban la entrada
83.
Al cabo de unos momentos todos los presentes en el campo guardaban silencio, abrumados por la presencia de la mujer
84.
Para muchas obreras ésa constituía la única comida del día y algunas guardaban una parte para llevar a sus casas, a pesar de la vergüenza que les significaba pasar ante las supervisoras con los restos envueltos en papel
85.
Surgieron profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a otros, los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas
86.
Me reencon-tré con mis primos y esos días, que fueron de tanta tensión para los adultos, fueron de vacaciones para los niños; nos hartamos de leche re-cién ordeñada, de quesillo fresco y conservas que se guardaban desde el verano, montábamos a caballo, chapoteábamos en el barro bajo la lluvia, jugábamos en los establos y manzardas, hacíamos representa-ciones teatrales y formamos un coro deprimente, porque ninguno tenía aptitud musical
87.
La biblioteca de su sede episcopal era el lugar idóneo para recibir al incómodo huésped ya que, siendo la lectura el punto flaco del rabino, pensaba el obispo que viendo la riqueza cultural de sus anaqueles, que guardaban incunables valiosos de las bibliotecas de Alejandría, Damasco y Estambul cuando aún era Bizancio y traducciones recopiladas de la Escuela de Traductores de Toledo, se daría cuenta de que estaba tratando con un hombre de su nivel intelectual que le aconsejaba bien y, sobre todo, al respecto de una serie de actuaciones que podían ser beneficiosas para su comunidad
88.
Había también grupos de volantineros, relatores de cuentos, vendedores de mágicos ungüentos, sacamuelas y echadoras de cartas ante cuyas mesas guardaban cola un sinfín de mujeres, entre las que abundaban las mozas casaderas y, en fin, todas aquellas gentes que intentando mercar lo que elaboraban se disputaban fieramente la atención de los posibles compradores; y envolviéndolo todo el continuo griterío que siempre acompaña, cual telón de fondo, a toda multitud variopinta que se reúne ansiosa de hacer negocios
89.
La multitud vociferante se había aglomerado frente a las tres puertas de la aljama, pero no satisfecha con tal medida estaba ya apoyando escaleras en los contrafuertes del muro ante la pasividad de los guardias que, desde las garitas y las casamatas que guardaban las esquinas de la muralla, observaban inquietos, conscientes de que eran incapaces de detener aquella marea humana
90.
Al llegar al molino detuvieron las caballerías y, tras atarlas a un poste, se dirigieron a una barraca donde se guardaban los aperos para el servicio del artefacto
91.
Y ciertamente, las cosas que Matilda contaba, apenas guardaban relación con las elaboradas investigaciones de Juan en torno al idealismo alemán y, últimamente, también en torno a Bradley, el neohegeliano inglés
92.
Jay se tocó el ala del sombrero y fue hacia donde estaban las estanterías, detrás del mostrador, junto a la puerta de cristal que conducía a la sala del humidificador, donde se guardaban los mejores cigarros y el mejor tabaco de pipa
93.
Hombres armados guardaban las subidas
94.
El Black Hawk aterrizó; las ametralladoras M-60 guardaban un ominoso silencio a ambos costados de la máquina
95.
¿Entonces? En medio del torbellino de preguntas, la gente sólo estuvo segura de una cosa: de que el avión, los pétalos, las tarjetitas y la cinta publicitaria guardaban relación con los muertos del crasticeddru
96.
Todos guardaban silencio, impresionados
97.
La cochera, que quedaba al norte, cerca del lago, era donde antaño se guardaban los caballos y las calesas
98.
Y en el de encima de éste, se guardaban las sedas raras, las porcelanas, los sables y las armaduras, el tesoro del Imperio
99.
De entre unos cuantos rollos de pergamino que se guardaban en un cajón, Kawanabi seleccionó un documento oficial
1.
¿No la guardabas allí, Lawrence?
2.
–¿Por qué guardabas todo eso en el sobre? – preguntó Marino
3.
–Sí, sabía que la guardabas en el escritorio, Tony
4.
—¿Y los guardabas en ese estante secreto? —preguntó Susan con ingenuidad, al ver abierto el compartimiento oculto tras la chimenea
5.
Y si no hubiéramos sido amigos, yo no habría ido a tu casa al día siguiente, a aquella casa a la que nunca me habías invitado, donde guardabas tu secreto, un secreto malvado e incomprensible que envenenó nuestra amistad
1.
guardado el silencio que guardan quienes desconocen
2.
—Pero desconoce el detalle, el estado en que se encuentra lo que quedade ellos; porque, si se me permite manifestarlo, los gastos de la casa ylas quiebras habidas en ciertos negocios no han guardado la debidaproporción con la merma de los haberes
3.
Así, aquel germen de pasión y de inteligencia, guardado en un huevo, se reconocía con
4.
del convento, y, por último, me dieron el medallón que usted tiene guardado
5.
cumplimiento de la orden no fué guardado ni muchomenos como debiera, el conde
6.
de mandar ser guardado la provición en el consumo
7.
: ¿qué hago yo en el mundo? He guardado luto rigurosocuatro
8.
nombre del candidato, guardado hasta entoncescon el mayor sigilo por D
9.
cuenta suestado, sus votos y su posición, se había guardado bien de manifestar sucariño de un
10.
Ella se había guardado la carta en el seno
11.
guardado en el fondode su interior, podria servirles de confortacion yregalo
12.
Aunsuponiendo que ella me hubiera guardado un resto de
13.
consideración que a ningunootro hubiera guardado; y él, frío,
14.
congoja y sobresaltos; hecho lo cual, y guardado el tintero en
15.
Suopinión sobre él estaba formada, y todo lo referente á su persona lotenía guardado en una carpeta llena de papeles puesta sobre una mesapróxima
16.
un manuscrito guardado en elbolsillo interior de su larga levita
17.
creíaestar mejor guardado de las fieras sueltas, que iban
18.
elsalvajismo y la soledad habían guardado un pedazo de mundo
19.
El clérigo se había guardado lostalonarios
20.
El dinero sigue guardado en los campos en forma detesoro, en el fondo de una tinaja, o
21.
Lo hubiera guardado con la misma unción
22.
un alfiler guardado en la vaina de un sable;un cardo con
23.
Pero en lo íntimo de mi corazón, yo había guardado el recuerdo deValentina: la
24.
Los más débileslamentaban que el comisario hubiese guardado en un rancho cerca de
25.
recontó todo lo que había en el doble fondo,pasmándose del caudal allí guardado
26.
necesario, esta guardado en suvientre, bajo la caperuza de lona
27.
en los abandonados subterráneosque habían guardado las
28.
delabuelo estaba en casa, bien guardado por su padre en un
29.
unungüento maravilloso guardado a prevención desde los
30.
Y revueltos con los cacharros quehabían guardado el vino y el
31.
guardado en tiempo de paz:vainilla, canela, rollos de cuero,
32.
guardado de ellosun recuerdo: el de las penitencias que me han
33.
esto estámuy bien guardado
34.
Tablancacomo rey en sus palacios, y se había guardado muy
35.
despedirnos, y había guardado yo después en un cajón de
36.
la había oprimido, y dando por guardado en el fondo de
37.
he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor
38.
guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor
39.
5 Así que, Pedro era guardado en la cárcel; y la iglesia hacia oracion áDios sin cesar por él
40.
4 Mas Festo respondió que Pablo estaba guardado en Cesaréa, y que el mismo
41.
10 Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un
42.
10 Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo tambien te guardaré dela hora de la tentacion que ha
43.
5 Así que, Pedro era guardado en la cárcel: y la Iglesia hacia oracion áDios sin cesar por él
44.
23 Y mandó al centurion, que Pablo fuese guardado suelto [de las prisiones,]
45.
10 Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en uno,
46.
10 Porque has guardado la palabra de mi paciencia, y yo te guardaré de lahora de la tentacion, que ha de
47.
seria guardado su honor y en ella ternia la parte que quisiese
48.
y una línea que se abre en los abismos cerrándose inmediatamentehubiera guardado en el misterio
49.
–Pero ¿qué pensaba hacer con ese dosier? ¿Por qué lo había guardado en la caja de un banco?
50.
–¿Qué dirá tu emperador? – intervino Buoron, que había guardado silencio durante todo el diálogo
51.
Pero el cilindro de metal en el que había guardado el pergamino no estaba allí
52.
Jack lo había guardado allí esa misma mañana después de examinarlo cuidadosamente
53.
Debió haberse guardado la pistola mientras el estaba distraído hablando con McBride
54.
Por lo tanto, era lógico suponer que la había dejado en la habitación, pero no la habían guardado en el cuarto de equipajes junto con las maletas
55.
Pero mi suerte, que para mayores males, si es posible que los haya, me debe tener guardado, ordenó que en aquel punto me sobrase el entendimiento que después acá me ha faltado; y así, sin querer tomar venganza de mis mayores enemigos (que, por estar tan sin pensamiento mío, fuera fácil tomarla), quise tomarla de mi mano y ejecutar en mí la pena que ellos merecían; y aun quizá con más rigor del que con ellos se usara si entonces les diera muerte, pues la que se recibe repentina presto acaba la pena; mas la que se dilata con tormentos siempre mata, sin acabar la vida
56.
Ninguno cautivaron sano de trecientos que quedaron vivos, señal cierta y clara de su esfuerzo y valor, y de lo bien que se habían defendido y guardado sus plazas
57.
Guardado está en el ropero,
58.
Gacel hizo un gesto de asentimiento, tomó su fusil, la espada y la bolsa de cuero en que había guardado municiones, algo de comida y todas sus pertenencias, y echó a andar en la dirección que le habían indicado, pero el cobrador le gritó desde el techo del autobús
59.
El marqués no pudo reprimir una exclamación de cólera y sorpresa, tanto más justificada cuanto que tenía la seguridad de que el joven estaría a aquellas horas muy guardado en las cárceles de la Inquisición, y Pluma dijo con expresión de candidez que hizo reír a Susana: [194]
60.
Aquel triunfo despertó en él un entusiasmo que en asuntos amorosos dormía oculto en su pecho como tesoro guardado para una alta ocasión
61.
Y entonces descubrió que sus rodillas volvían a estar firmes, que en un lugar secreto de su ser había algo de Tirun, algo que nunca había sido consciente de tener guardado allí, justo al lado de donde guardaba su mal genio y su ira
62.
Les hubiera deseado bien, no les hubiera guardado rencor; pero creo
63.
Supondría que alguien lo había guardado
64.
De pronto sacó el libro que había guardado en el bolsillo y se lo entregó a Tuppence, diciendo:
65.
Al amanecer, la escolta entraba en Argel, y se detenía delante de un enorme palacio guardado por un destacamento de soldados y marineros berberiscos
66.
En lugar de eso, ella había guardado silencio unos instantes
67.
-En esa caja está guardado el oro –dijo uno de los prisioneros
68.
Los tres marineros se levantaron, y recogieron sus bastones y alguna fruta que había guardado para apagar la sed, en el caso de no encontrar agua dulce
69.
Gertrude, que ya había guardado el suéter y la lana en su bolsa, se puso en pie y se acercó al catre cojeando ligeramente
70.
Mientras pensaba en Aroughs y en el sitio que, se suponía, debía llevar a cabo, Roran se llevó la mano al pecho, donde había guardado el paquete con las órdenes que no era capaz de leer y con la misión que no se creía capaz de cumplir
71.
Allí se habían guardado durante siglos los pergaminos, donde estaban descritas las propiedades de aquel objeto y su forma de uso, que el príncipe debía estudiar
72.
De una plumada se había borrado la imagen de la gitana que había guardado todos esos años en su corazón, único amor en la soledad de su destino
73.
Cuando todo hubo concluido, recogió el cabello cortado y lo escondió bajo la colchoneta junto con su hábito, y de detrás de una cómoda en la que hasta aquel instante había guardado todas sus pertenencias sacó una pequeña alforja, que se colocó en bandolera; en ella ya guardaba alguno de sus tesoros indispensables para llevar a cabo sus planes y allí colocó el resto de sus pertenencias
74.
Lo abrió y extrajo de su interior ropas femeninas que, supuso, había guardado allí el mayordomo para vestir a las posibles criadas que entraran al servicio de la casa llegadas de los pueblos de alrededor y que su intuición le dijo que en un determinado momento podía necesitar; aunque viejas, una pobre mujer podría usarlas
75.
A Catalina, al principio, saliendo de un cenobio y habiéndose guardado del mundo y de sus miserias dos años en Benavente, le parecía imposible que algo así existiera, pero cuando pudo comprobar lo que era el vicio de los hombres y la indefensión de muchas mujeres llegó a comprender y a querer a aquellas pobres desgraciadas, por otra parte, y en muchas circunstancias, alegres y conformes con su profesión; claro está, desempeñada en una casa como aquélla, que era de las más prestigiadas de la Corte y en la que el trato, a tenor de la belleza y juventud de sus pupilas y al carácter protector y abierto de María Cordero, era excelente
76.
¿Lo ha guardado Esther?
77.
Antes de su partida, Zabulón había entregado a su hijo un tercio de la herencia que le correspondía, cifra por cierto nada despreciable, en la esperanza de que, como buen judío, algún día regresara por mor de percibir el resto, y de eso vivieron aquellos largos meses en los que la tarea que se había impuesto le impedía realizar trabajo fijo alguno; pero el montante dinerario se había ido agostando y había llegado el momento de realizar un cambiable bancario que portaba bien guardado en el bolsillo interior de su zamarra
78.
Angélica ha guardado cama desde la noche anterior y todo este día siguiente
79.
Segundo, porque no quería perder, con los cabellos y la vergüenza, las comodidades de su espléndida casa, su cuenta en la tienda y el almacén, la sirvienta para todo servicio, los perfumes, y el dinero guardado bajo llave en sus cajones
80.
El ordenador le respondió con un sonido para indicar que ya lo había guardado
81.
Al final, dijo que Karima había guardado en la maletita un par de pantalones, una blusa y unas bragas; no llevaba sujetador
82.
Había por lo menos otros diez más tirados por el suelo, pero el muchacho había atribuido una importancia especial a ése y lo había guardado en el cajón de la mesita para poder leerlo una y otra vez, como se deducía por las sucias y maltratadas páginas
83.
Sólo tenía cuatro o cinco mesas, era el secreto mejor guardado de la ciudad, pero, cómo no, ella lo sabía, ella siempre lo sabía todo
84.
Hasta entonces, Jessica había guardado silencio
85.
No había muerto, simplemente lo había guardado en un cajón para que no lo cubriera el polvo y ahora podía volver a sacarlo
86.
El vodka estaba ahí guardado
87.
No dejó de compartir el rey esta última opinión y de aceptar tal proposición, si bien estaba estupefacto de la seguridad con que hablaba el joven y no sabía a qué atribuir una pretensión tan loca; porque en el fondo de su corazón se hallaba persuadido de que el príncipe perecería en aquella lucha insensata, y así quedaría a salvo su honor y mejor guardado su secreto
88.
El escudo, guardado en una funda de piel fina, lo llevaban colgado a la espalda debajo de su equipo, mientras que el casco, desprovisto del penacho de crin de caballo, cuidadosamente guardado, lo metían con lo demás, se lo colgaban del pecho o lo llevaban puesto si marchaban para atacar
89.
No había tenido bastante plata para retirar su barco del agua y tenerlo guardado durante el invierno
90.
Quizá fuese el oro y la plata fundidos del incendiado templo de Júpiter Optimus Maximus, guardado en lingotes en el Tesoro, porque comenzó apoderándose de ellos y en su lugar dejó un escrito en el que se decía que Roma debía al Gran Dios tantos talentos de oro y tantos otros de plata
91.
Y así fue como Cepio condujo a sus dos legiones fuera del campamento a la mañana siguiente, mientras la esclava de Silo se quedaba en él con los gemelos reales; igual que el oro, descargado del asno y guardado en la tienda de Cepio
92.
Pero ¡ay!, el Gobierno no fue más afortunado que su Presidente: los pobres ministros, que se creían en situación muy desairada ante una Reina que, mientras tomaba juramento, tenía guardado el escrito de su renuncia en la gaveta de la mesa donde estaban el Crucifijo y los Evangelios, hablaron sin tasa para disuadirla
93.
Comprendí que no habito en una prisión sino en un cuenco de porcelana, guardado en el armario entre cucharillas de porcelana con dragones que enfilaban la lengua a lo largo del mango
94.
Zerimski no empezó a hablar hasta que la gente no se hubo sentado de nuevo en su puesto y guardado el más completo silencio
95.
Descubrió su padre una noche el bien guardado depósito de los infantiles ensayos, [309]
96.
- Las confesiones de hoy son un poco amargas; pero allá van para que todo, conducta y conciencia, quede guardado en el archivo de estas hojas
97.
Anna le entregó su carnet de conducir, que había guardado con el pasaporte, lo que permitió que el empleado rellenase más casillas
1.
Durante un corto intervalo, guardamos silencio todos y
2.
en nuestracasa guardamos los papeles
3.
Guardamos silencio y escuchamos el final de la canción
4.
Guardamos silencio, considerando ese aspecto de la situación
5.
Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros
6.
Yo le doy el nombre que ellas quieren y les proporciono el mismo artículo a todas; pero nos guardamos tan bien el secreto y disimulamos de tal modo, que tanto se cuidarían de darse el colorete delante de mí como delante de cualquier persona
7.
Susanne me preguntó en un francés tan nítido como el de su padre si bebería un poco de vino, y Jacob hizo alguna observación sobre el queso, pero, por lo demás, guardamos silencio
8.
Se relajó en el asiento, con los ojos cerrados, y guardamos silencio por algunos segundos
9.
–Las buenas las guardamos para clientes con dinero
10.
Entre soldados guardamos lealtades que no caducan, sin importar quién esté en el Gobierno
11.
Esconderé a Tim en el armario en que guardamos la cuerda
12.
Mientras abría yo la puerta, guardamos silencio y fueron saliendo todos; yo salí detrás y cerré la puerta suavemente
13.
Guardamos silencio durante un buen rato
14.
—Se les mantendrá vigilados en la tienda grande, donde guardamos el grano para los caballos
15.
Después de que lacrara el sobre, el cardenal Cain y yo lo guardamos en una caja fuerte, en el IOR
16.
Los tres guardamos silencio durante unos segundos, en espera de que la imaginación se pusiera a trabajar
17.
¿Recuerdas dónde diablos guardamos el explosivo? – Las paredes del módulo estaban abarrotadas de provisiones
18.
Parte lo guardamos para rellenar diversos pozos de ventilación
19.
Guardamos el gran telescopio muy bien custodiado
20.
Yo no podía tener estas ropas en Villa Olivares, por eso las guardamos aquí
21.
Klara y yo guardamos silencio unos momentos, al cabo de los cuales ella se echó a reír
22.
Sabemos y guardamos en la mente
23.
–Siempre guardamos las tormentas grandes para los que vienen de convención -bromeó
24.
—Aquí se supone que los guardamos en este lugar —dijo el miembro, mientras cerraba su mono blanco
25.
Guardamos silencio unos momentos mientras reflexionábamos en ello
26.
Guardamos silencio un rato mientras Ryan escudriñaba la habitación como hiciera en el apartamento de Tanguay
27.
Lio se subió de un salto a un palé cubierto con una lona y todos guardamos silencio
28.
—No está en la caja donde lo guardamos
29.
Vinieron a traernos el café y el té, así que guardamos silencio
30.
Algunos de ellos los guardamos aquí, en mi casa
31.
–¿Al enterarse de que guardamos un fiambre en casa?
32.
Se oyen voces en el pasillo y los dos guardamos silencio
33.
Asiente con la cabeza y guardamos silencio
34.
Por un momento guardamos silencio, imaginando la terrible angustia que tuvo que asaltar a aquella gente en sus instantes finales
35.
Por toda respuesta, guardamos silencio
1.
ellos pertenecen a la mafia o guardan algún tipo de relación con ella, de modo que, según
2.
deformada de la realidad espiritual que estoy exponiendo, con la que guardan escasa
3.
guardado el silencio que guardan quienes desconocen
4.
guardan sobre ellas cada día en la red o los que entregan a
5.
inteligirse las promesas, cuando no guardan ninguna relación con el objeto por el que se
6.
Pero si consideramos que los aconteceres históricos, como los movimientos telúricos, se dan sólo cuando las circunstancias los propician, hemos de convenir en que éstos deben ocurrir en un momento dado, y su preparación y desarrollo guardan siempre estrecha relación con el medio y las condiciones de los actores
7.
A continuación, identifique los órganos que conforman el encéfalo y las relaciones que guardan entre sí:
8.
recientes, en país extranjero, guardan celosamente el cultode la patria en su corazón, y
9.
interrupciónde Muñoz, a una de esas muchachas que guardan
10.
guardan hasta en el Casino diariamente
11.
haya apoderado detodo el oro que guardan las entrañas de la tierra, sino eso, que haencontrado oro, un
12.
En los Libros de Caja del siglo XVI, que se guardan en el ArchivoMunicipal,
13.
Flamencos en santo Tomás y hoy se admira en el Museo provincial,donde se guardan
14.
conocido, y cuando ninguna de las preciosidadesque en el templo se guardan pudo
15.
Los que guardan lapuerta
16.
Las mugeres guardan la proporcion relativa ordinaria en cuanto á laestatura, y por lo demás participan de
17.
pulgadas: las mugeres guardan la proporcion ordinaria
18.
guardan las mismas proporciones que se advierten entre losMoxos
19.
Lasmugeres guardan en su porte una
20.
soldados que guardan el puesto, apénas están vestidos, y viven en lamayor miseria: un puñado de
21.
Juntan los huesos y los guardan, atando cada uno ensu respectivo lugar, y cubriéndolos con las
22.
cuando son amigas, pues à ninguno, ni aun à Dios, guardan fé) llamaron á ciertos caciques de ellos, y los
23.
—Cajita de metal fundido en donde losbagobos y otros infieles guardan la cal para
24.
ganapán y una princesa fregona? ¿Quédiré, pues, de la observancia que guardan en los tiempos
25.
estranjeros, que con muchapuntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros
26.
hasta reinando la mayordesfachatez, se guardan siempre algunas consideracionesá la conciencia
27.
guardan silencio, como decomún acuerdo; ninguno de ellos se
28.
los muchos miles que guardan susamigos federales y cuanto puede apostarse a una
29.
poesía, y guardan en la memoria estancias enteras de su padre
30.
Cual centinelas que la guardan, tiene a su rededor los ocho
31.
son prudentes y juiciosos,se guardan sus impiedades para mejor ocasión, y en la cátedra, que es
32.
Guardan en lomás hondo la resignación del siervo
33.
Se lo guardan, de lo mejor de la Mancha, en una cubadel tiempo del francés
34.
se guardan en el Tesoro,y yo con las llaves en mi poder
35.
quien las visita, y los zancudoscanguros, que se guardan a
36.
pueblo,las casas y las sillas, el granero donde guardan el arroz, y
37.
guardan ciertas consideraciones, y se nosdesmiente cuando afirmamos una cosa
38.
De esas hornacinas que un arcominúsculo decora, y donde los musulmanes guardan,
39.
Todos guardan ensu hato de ropa el título de
40.
consultaban las estrellas? (Lossabinos guardan silencio
41.
todos los que guardan el dinero;por otro lado se llama
42.
guardan siempre un aireindefinible que las diferencia
43.
encarnadas, prestas a embalsamar el ambiente con los suavesaromas que guardan en
44.
tapete yalmohada, y se le guardan por los curas todas las
45.
muchachos, que maravilla el orden ycompás que guardan,
46.
Las industrias de la Argentina guardan íntima relación con susproductos
47.
guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo [está] cerca
48.
ella, los cuales guardan los mandarnientosde Dios, y tienen el testimonio de Jesu-Cristo
49.
12 Aquí está la paciencia de los santos; aquí [están] los que guardan losmandamientos de Dios, y la fé de
50.
los que guardan las palabras de este libro
51.
13 Porque ni aun los mismos que se circuncidan, guardan la ley: mas quieren
52.
guardan las cosas que en ella [están] escritas: porque el tiempo esta cerca
53.
ella, los cuales guardan los mandamientosde Dios, y tienen el testimonio de Jesu Cristo
54.
12 Aquí [está] la paciencia de los santos: aquí [están] los que guardan losmandamientos de Dios, y la fé de
55.
guardan, sustituyeron á la imponente salmodia de antes; y las pisadas de los hombres y las faldas
56.
La mayor parte de los autores modernos guardan silencio sobre la alúmina, pero los
57.
muerto, lecortan la cabeza con gran presteza, despues guardan el
58.
cavilando en los misterios que guardan aquellasparedes, y
59.
Estas dimensionesque guardan relación con el edificio, forman una grandiosa masa,á cuya
60.
–Pero ¿por qué -preguntó Félix- no hablan los supervivientes? ¿Por qué guardan silencio?
61.
Además del puente y el camarote del capitán, el Castor cuenta con una cocina pequeña en la que se guardan las provisiones de comida y agua fresca, castillos en proa y popa, cubierta inferior, con su sección de remos, alojamiento para la tripulación (que utilizan por turnos) y bodega para carga
62.
Son ellos quienes guardan el recinto sagrado
63.
–Son los yamabushis quienes guardan la llave de la puerta -dijo el maestro como si hubiera escuchado mis pensamientos-
64.
Los anillos de Saturno guardan algún parecido con el cinturón de asteroides: billones de diminutas lunas heladas orbitando el planeta
65.
Jamás he estado en la casa donde se guardan los papeles
66.
La responsabilidad de la declaración de entradas y salidas recae sobre los propios patrones de las embarcaciones; los impresos se guardan en las oficinas de los comandantes de puerto, donde son revisadas por los más concienzudos e ignoradas por los otros, y los puertos más pequeños ni siquiera tienen comandancia
67.
Inmundos bichos; aún ahora, cuando tantos años han pasado, mis peores pesadillas no remiten a esos días en los que me esperaba una muerte segura, sino a sus mordiscos, de los que aún los dedos de mis pies guardan señales
68.
El juez insistió con el mazo y dijo: «Si no guardan silencio, desalojaré la sala»
69.
En los archivos del castillo se guardan las crónicas de la orden
70.
parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos llaman, para que gente ignorante se admire y venga a la comedia; que todo esto es en perjuicio de la verdad y en menoscabo de las historias, y aun en oprobrio de los ingenios españoles; porque los estranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos y disparates de las que hacemos
71.
—Porque en ella se guardan todos los conocimientos de nuestra cultura
72.
Si alguna vez los lectores se han preguntado por qué hay tal abundancia de trilogías en el moderno negocio editorial, déjenme explicarles que hay para ello más razones de las que puedan parecer a primera vista, muchas de las cuales no guardan ninguna relación con los deseos de los escritores y editores, o con lo que sería mejor para la historia
73.
Se ve mejor la verdadera relación que guardan entre sí
74.
¡Los guardan meses enteros en los estantes! ¡Mi prima segunda enfermó una vez, y por poco se muere, por haber comido cangrejos en lata!
75.
–Donde guardan todos los objetos necesarios para las chalupas y las galeras
76.
También vi unos cofres donde supongo que guardan los adornos de oro -explicó Nadia
77.
Huelga decir que tanto los nombres como las situaciones son fruto de mi imaginación y no guardan, por tanto, la menor relación con la llamada «realidad»
78.
—A mí me gustaría saber, si fueran ustedes tan amables —dijo el comisario—, hasta qué punto los objetos que colocaron en la cueva guardan relación con lo que dice el sura
79.
Por consiguiente, los nombres y apellidos de los personajes, los nombres de las empresas y sociedades, las situaciones y acontecimientos del libro, no guardan ninguna relación con la realidad
80.
—¿Y qué pensáis? Por supuesto, y se guardan todos los libros como es ley del Emperador
81.
-Señora condesa, yo a ser usted me reiría de don Diego y de las mortificaciones de cuantas marquesas impertinentes peinan canas y guardan pergaminos en el mundo
82.
Y como la cólera le daba fuerzas, mientras que el estupor clavaba en la inmovilidad al propietario de la mano, le derribó en el centro de la habitación echándole la zancadilla, v apoderándose de él y levantándole en alto en la oscuridad, le arrojó en el cajón donde se guardan de día los colchones, y que estaba abierto y vacío por haber sacado ya los colchones
83.
¡Un vientre lujuriante, de pliegues delicados y juntos, como el papel plegado en dobleces menudos, y dispuestos en torno del ombligo, cajita de marfil donde se guardan los perfumes!
84.
-Y sepan -añadió Galán- que si los señores escarmentados no guardan el respeto debido a las personas, aquí no faltará quien les dé la última mano del escarmiento
85.
paréceme a mí que es de los que nadan y a un tiempo guardan la ropa, y perdone usted el paréntesis), le contará cómo se les frustró el magno complot, por precipitación, por azoramiento, y más que nada por obra de esta Providencia particular de nuestra España que nos saca de todos los apuros; le dirá también cómo sacaron a la Princesa (regimiento de línea) o parte de él, por la complicidad de Ramón Nouvilas; cómo les faltó la Guardia Real, gracias a las precauciones que tomó el Gobierno; cómo León, que debía ser el primero en la peligrosa lid, vino a ser el último; [43] cómo los Conchas, de quienes el Regente tenía seguridades de lealtad (pocos meses ha los egregios Duques concedieron a Pepe la mano de Vicentita, hermana de Doña Jacinta, y perdone usted este otro paréntesis), han sido los más audaces en el atentado, seguidos de Juanito Pezuela
86.
El día que su esposa recibió, con los brazos abiertos, al nuevo doctor, el marido hizo las clásicas bromas de que si no le voy a dar nunca trabajo, que si no voy a permitir que entren en esta casa más frascos que los que se guardan abajo en la bodega… Al señor Orridge le había parecido un hombre divertido, y ella una mujer muy agradable, por lo que pensó que, antes de darse por vencido, sería una buena idea pedirle consejo a la señora Norbury acerca de dónde podía encontrar una enfermera adecuada, pues no en vano se hallaba ante una de las vecinas más antiguas de West Winston
87.
Estoy convencido de que el inspector ha llegado a la conclusión de que lo de las cartas es una broma, y que las muertes de mis parientes fueron simples accidentes, como dictaminó el jurado, y no guardan relación con los mensajes
88.
-Eso sí; tienen un guardián permanente porque los valores que guardan ascienden a una fuerte suma
89.
Y en la manera de comer guardan la tradición: se atracan y no comen realmente; no saben lo que es la variedad, la composición artística de las viandas para producir sabores especiales y excitantes; no han llegado a penetrar la filosofía del condimento, que es una filosofía como otra cualquiera
90.
Guardan la corona en Hurlstone, aunque tuvieron algunas dificultades legales y se vieron obligados a pagar una suma considerable antes de obtener permiso para conservarla
91.
La policía es de la opinión de que este ultraje a la señorita Cushing puede haber sido perpetrado por estos jóvenes, que le guardan rencor y esperaban asustarla enviándole estos restos mortales procedentes de las salas de disección
92.
–Pero esos hechos no guardan relación con esto
93.
Después de aquello, los dos guardan silencio
94.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno
95.
–No pensarás que las maquinaciones de Sparacino guardan relación con estas muertes, ¿verdad? – preguntó el fiscal general
96.
Snell demostró que los senos[23] de los ángulos son los que guardan siempre la misma relación, y esta relación constante se llama “el índice de refracción”
97.
Mis problemas matrimoniales no guardan relación con todos los hombres horribles que tu madre antepuso a ti cuando estabas creciendo
98.
Los sindonólogos asistentes a la proclamación guardan un cálido recuerdo de aquellos momentos
99.
Hasta ahora he extractado el que Reyes te ha transmitido y estos dos más que, en apariencia, no guardan sentido dentro de lo sucedido en el convento, y parecen, más bien, referirse a los textos que estaba transcribiendo sobre Loyola
1.
- dijo el capitán, guardando
2.
(guardando en confidencia su nombre),
3.
Y el fuego de la patria guardando en su regazo Para encender la antorcha de gloria y libertad
4.
Trataba doña Lupe a supresunta sobrina con urbanidad; pero guardando las distancias
5.
la idealidad más alta, guardando viva la tradición deun
6.
que habían pasado la niñezen los míseros lugarejos de la provincia de Teruel guardando reses
7.
tienda abierta?Cuanto más, estaría guardando el ganado de algún rico
8.
Entre ellos su modo de insultares al aclarar el dia, guardando un gran silencio en su caminata, pues sise les ofrece parar por algun acontecimiento, con un suave silvido
9.
—Pues bien—dijo el sargento mayor guardando el papelcon una horrible sangre
10.
—Sea lo que vos queráis—dijo el joven guardando laprovisión
11.
ociosidad y elbienestar, guardando aún los signos de su origen
12.
Eninterés del Rey convenía seguir guardando el secreto, y
13.
guardando al Reyy se precipitase hacia el puente para tomar
14.
humedad en el vaso de uncactus que vive en la altura, guardando
15.
atractivo para cuando vayaanocheciendo; guardando el cuerpo del fogoso trotón de ese jándalo,
16.
El Plural es lo mismo, guardando el orden del Singular, añadiendo las personas dichas en los
17.
guardando la misma significación y sentido"
18.
o copia en menor escala, guardando siempre laproporción debida, de aquel a modo de numen
19.
alborotado bajo elpañuelo, guardando en sus marañas briznas de
20.
inclinación menos santa,aunque guardando algo de ella
21.
Raimundo, guardando en los oídos el eco de su voz y en su corazónel fuego de sus
22.
bien;es preciso no dar que decir, guardando en todo las
23.
Lo digoporque estoy guardando a lord G
24.
fervor y procuraba ayudarle en la satisfacción de susdeseos íntimos, guardando siempre los
25.
Como guardando la tradición de la familia, es él el Aguirre inquieto quese pierde por el
26.
Guardando para él sus reflexiones, el conde escuchaba con crecienteirritación aquel
27.
Al amanecer vieron á los territoriales del país guardando las
28.
comida y losfue guardando en la cesta, preparándose para
29.
raícessalientes, guardando la escopeta entre las piernas
30.
Y guardando la carta, con el regodeo del que se reserva
31.
guardando lasceremonias de proclamas, los casaban tal vez
32.
guardando medida proporcional con los mezquinoshaberes de
33.
No se dio por convencido el caballero pobre, y guardando
34.
54 Y el centurion, y los que estaban con él guardando á Jesus, visto elterremoto, y las cosas que habian
35.
dadolos criollos, por haber resistido que entrasen por la esquina de lamatriz, que estaba guardando con su
36.
los banderilleros, guardando anchos espacios;y tras ellos, en pleno corral, pateaba la
37.
plaza, confundiéndose ésta en laobscuridad y guardando en sus entrañas las bestias
38.
que sólo era posible guardando buenas relaciones conaquel personaje extraordinario
39.
guardando un ancho espacio entre pareja y pareja,empuñando el hachón de lívida
40.
sintieron abriendo el cajón de su mesa, y al poco rato apareció guardando algo en el bolsillo
41.
guardando el pañuelo entre elchaleco y su cuerpo, acaso porque
42.
demostraciones depadre, y continuó guardando el
43.
Unaescalinata hecha en uno de los estribos, nos condujo guardando ciertasprecauciones al lecho del río
44.
Algunos gateaban por el suelo, removiendo los destrozos y guardando los objetos de valor en sacos
45.
Y cuando llegue la noticia de que Argentina, Portugal, la República Dominicana y la Santa Sede son los únicos países que mantienen sus embajadas en España, a pesar de que la ONU ha propuesto como medida sancionadora la ruptura de relaciones diplomáticas, Pepita seguirá guardando silencio
46.
Y ¿hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado?; ¿qué, el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores distilada?; ¿qué, el hacerle sentar sobre una silla de marfil?; ¿qué, verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio?; ¿qué, el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere
47.
Cogiéronlos los escuderos en medio, guardando vencidos y vencedores gran silencio, esperando a que el gran Roque Guinart hablase, el cual preguntó a los caballeros que quién eran y adónde iban, y qué dinero llevaban
48.
El hijo de la familia, de la tradición y de la religión ejercía en Jacques la misma seducción que los aventureros atezados que vuelven de los trópicos, guardando un secreto extraño e incomprensible
49.
Y guardando el recibo del conde en su cartera, añadió:
50.
Tirun, Hilfy y Tully permanecían inmóviles en el umbral del puente, guardando silencio mientras el gemido chirriante que brotaba del altavoz iba subiendo de tono a lo largo de toda la escala auditiva
51.
–Uh -dijo, guardando la idea en su mente para el futuro-
52.
Me sorprendió verlo tan anciano, tan minúsculo y tembloroso, guardando del pasado sólo su blanca melena leonina y su pesado bastón de plata
53.
En un pequeño cofre tenía las monedas que había ido guardando desde el primer día, de los sueldos que como paje le habían asignado y que, en previsión de posibles incidentes y al no tener gasto alguno, había ahorrado en su totalidad; las extrajo de su arquilla y las desparramó sobre su cama
54.
Rodrigo Barroso y su compadre Aquilino Felgueroso, que se le había arrejuntado meses después de salir de la trena al recibir recado que le llegó a través de un comerciante amigo del primero por el cual supo que el bachiller estaba vivo, y guardando el secreto porque así se lo ordenaba el mensaje de su compinche, habían oído el sermón del arcediano en repetidas ocasiones
55.
Abonó el precio indicado y guardando con cuidado los huevos en la bolsa salió de la cafetería
56.
Los comandos estaban de pie en la cabina del tren, guardando su equipo, cuando Squires bajó la vista hacia él
57.
«De manera que Ern ha pasado por aquí —pensó el señor Goon, guardando el botón en su bolsillo
58.
Samir estaba guardando entre sus ropas un fajo de billetes
59.
Dejan guardando las puertas hombres muy bien pertrechados
60.
Después, guardando el arma, me dijo:
61.
-Está bien -dijo con complacencia, guardando el croquis-
62.
Esto lo dijo Cordero guardando en su lugar las plumas con el libro de cuentas y todos los trebejos de escribir, y tomó después con una mano el sombrero para llevarlo a la cabeza, mientras la otra mano trasportaba el gorro carmesí de la cabeza a la espetera en que el sombrero estuvo
63.
Y la condujo al retrete y se quedó guardando la,puerta en espera de que acabase
64.
—No —respondió Sila, guardando silencio un instante mientras pensaba—
65.
Festivo y locuaz estuvo Calpena el resto de la tarde, tirando de la lengua al bruto de Zoilo para gozar con sus extravagantes teorías del querer fuerte, y reunidos en el llamado comedor, bebieron y jugaron con discreta [89] fraternidad amo y criados y amigos, guardando cada cual su puesto en las alegrías de aquella igualdad temporal
66.
Gozaba la excelente señora la simpatía y admiración de todo el pueblo, por lo bien que sabía manifestar su superioridad social sin ofender a nadie, porque guardando las etiquetas era cariñosa y accesible
67.
Poco después entró el oficial que la mandaba; acordaron entre los dos que los soldados estarían mejor en la estancia próxima, guardando la puerta por el exterior; y pues la alcoba del preso ofrecía completa seguridad, por no tener otra puerta que la de comunicación con la capilla, no era preciso poner gente en esta
68.
Bruno mantuvieron siempre vivo su cariño a Rafaela Milagro, guardando a ésta la fidelidad de discípulas en arte social
69.
Lo encontró guardando de nuevo la caja de música en su funda de cuero
70.
El señor Munder, con un aspecto deslumbrante, avanzó hacia esta parte de la habitación, acercó un sillón a la mesa, se sentó, guardando un gran cuidado en poner bien el faldón de su levita, y enseguida se convirtió, por su apariencia, en un Lord presidiendo un tribunal, vestido de paisano
71.
Cuando la alcé de nuevo, ya se había puesto aquel lindo vestido negro y estaba guardando las medias y el liguero en el bolso
72.
Topete y Malcampo, guardando al General la debida cortesía, permanecieron un rato vacilantes y cortados, sin encontrar en su pensamiento la fórmula de las congratulaciones para casos como aquel, más frecuentes en las comedias que en la vida
73.
Mackey estaba guardando el arnés en la parte de atrás del camión grúa
74.
–¡Muy bien, Martel, ya ha terminado el juego! ¡De pie! – dijo Neilson, guardando la porra en su funda
75.
Se había puesto en pie, guardando el sobre en el bolsillo interior de la chaqueta
76.
Guardando en su portafolios el último memorándum que había llevado a Luxor para estudiar, Ahmed tuvo la sensación del deber cumplido
77.
Ella estaba junto al armario, guardando los materiales, cuando yo entré en clase
78.
Lo estaba guardando todo con cuidado en un sobre de plástico cuando se abrió la puerta posterior de la casa y me vi contemplando directamente los aterrorizados ojos de una mujer, de pie en el vestíbulo, al lado de un oficial de la policía que sostenía en su mano una tablilla metálica con un sujetapapeles
79.
Abelardo, siguiendo los consejos de Goyo, se había mantenido recluido en la finca de Arturo guardando silencio desde que Eugenia fue asesinada
80.
Desmonté el molino de viento y fui guardando los listones en el tubo de cartón
81.
Pero a Sumo lo estamos guardando
82.
Kristen apartó los ojos de las bandejas que estaba guardando
83.
Sin embargo, cuando Negro le ha pagado ya los cepillos y Azul está guardando los demás en el maletín para marcharse, no puede resistir la tentación de hacer un pequeño comentario
84.
Se ha detenido a preguntarles: ¿con qué derecho? ¿De acuerdo con qué normas? No; lo ha soportado todo guardando silencio
85.
guardando que las fieras no lo ataquen;
86.
de quien guardando está la isla del fuego,
87.
–Pues que lo haga guardando las distancias, joder
88.
Pero por el momento sólo estamos Cynthia y yo guardando el fuerte
89.
Me estaba guardando el teléfono en la chaqueta cuando empezó a sonar
90.
Savage había descubierto algo en ello, pero por el momento lo estaba guardando para sí mismo
91.
El resto del tiempo, la formidable sala permanecía vacía y silenciosa, guardando secretos y formando un osado tributo a la pericia de los ingenieros del ejército
92.
Se levantaron los tres, obviamente aliviados ante el fin del encuentro, guardando cada uno lo que hubiera querido decir, ocultándolo tras las convenciones, la despedida, el beso en la mejilla, el "nos vemos pronto"
93.
No pudo evitar un aleteo en el estómago cuando pensó que, guardando las distancias, ella estaba a punto de reiniciar su relación con Felipe, a pesar de todo
94.
Y mientras los infantes tiraban de Jesús, yo desconecté los circuitos de la «vara de Moisés», guardando las lentes de contacto
95.
Guardando el bote de gas paralizante en la bolsa del pan, Billy respondió:
96.
Tony Mott fue detrás, guardando las distancias tal y como le habían ordenado
97.
Y, guardando el comunicado, se puso en pie, dejando en tablas el forcejeo
98.
Y guardando el sorprendente pasaje de avión prosiguió el lento caminar hacia la jefatura
1.
a los operadores a guardar la traza de las comunicaciones
2.
Los micronutrientes, vitaminas y minerales deben estar en cantidad adecuada y deben guardar entre ellos relaciones determinadas, puesto que el exceso de unos des-equilibra a los otros
3.
Cuando volvieron a sus casas se apresuraron a guardar cuidadosamente lainteligencia en los armarios y en los cajones
4.
Estatarde, en vez de guardar mi diario en el cajoncito del
5.
guardar en su almario,algo muy bien estampado en sus tablitas
6.
burlesca que era una profanación, nopodía guardar mi seriedad
7.
guardar mi virtud y servido de guía en el ásperosendero del bien
8.
guardar orden en su relación
9.
explicarse el motivo,obstinárase en guardar el más profundo silencio con su tía y
10.
,10, 3: Por guardar la cabeza mampáranse los golpes con el
11.
por lotanto, hubiera sido guardar el secreto, ocultando que los deseos de todoel mundo
12.
consiguiente á la proporcion quedebieran guardar con los hombres
13.
halló Alejandro en losdespojos de Dario, que la diputó para guardar en ella las obras del
14.
al campocon las demás zagalas del lugar, y dio en guardar su mesmo ganado
15.
Elisabat y puntualidad de don Quijote en guardar eldecoro a la caballería, se quedó el cuento
16.
vea en condiciónde juntarse con la de quien tan mal sabe guardar la fe que promete
17.
grande amigo mío, y puesto prendas entre los dos, que leobligaban a guardar el secreto que le
18.
diligencia mejorasen losbienes de mi fortuna, no he querido dejar de guardar el decoro que a
19.
habíande guardar con Sancho en el gobierno de la ínsula prometida, otro día, quefue el que
20.
sobresaltar su honestidad y ponerle encondición de faltar a la fee que guardar debía a su señora
21.
quien había mandado guardar elcofre consabido, durmiendo y con la cabeza sobre el
22.
El guardar el decoro de la duquesa había costado á donPedro un tesoro
23.
consideracionesque guardar; no pocos dicen lo contrario de lo quepiensan; y hasta los mas
24.
guardar el cútis porque leroian mas que el fuego, se aprestaba á vaciar losingredientes en
25.
emplazarlo enla playa lo juzgo (hazme el favor de guardar
26.
Pero es incapaz de guardar rencor por una
27.
seobstinaba en guardar silencio
28.
placerindecible el guardar la puerta para que nadie los
29.
guardar el secreto de mi corazón
30.
tiempo de guardar los libros, Pepe tomabanota de ellos en unas
31.
sirven a los campesinospara guardar la ropa, el trigo y la harina
32.
enternecerse, es preciso guardar las fuerzas para losdeberes que
33.
Pero el hombre encargado de guardar la puerta corrió hacia ella:
34.
¿Quién eraaquel hombre encargado de guardar la
35.
ganado, y otra encima de ella para guardar lahierba
36.
guardar silencio y he cumplido mi promesa, porque la posicióndesahogada y
37.
Primero obtuve de ella la promesa de guardar el más absoluto silenciosobre lo que
38.
los palacios, y seconvertían en condes y marqueses para guardar con sus espadas al
39.
ocupandoharto más sitio del que podían guardar con la genteque ellos traían
40.
junctaban algunasgaleras, les era fuerza, por guardar las suyas,embarcar la gente y tenerla en el
41.
excedieron sin comparacion álas que hicieron los Catalanes, porque nunca violaron el derecho de lasgentes, ni ofendieron á sus enemigos de bajo de palabra, ni seguro;aunque en otras cosas los nuestros anduvieron muy sobrados, y noguardaron las leyes de una guerra justa; pero la ocasion de esto fué noquererlas guardar los Griegos, con que quedan bastantemente disculpadoslos Catalanes y Aragoneses en esta parte, pues
42.
puesto en acción susrecursos para guardar sus libertades y salvar las vuestras
43.
lasconcierne, sino guardar la funcion lógica en los juicios, como lacondicion de la posibilidad de
44.
infiero ademásla necesidad de la proporcion que ha de guardar la actividad producentecon la
45.
Por último, las palabras con que los reyes prometieron guardar todo locontenido en la
46.
¿Qué no podrian decirle los moros enpunto á guardar las
47.
Guardar cuanto podia la justicia,
48.
El pone en los guardar gran
49.
Sin duda querían recoger y guardar en sí laspreciosidades y
50.
guardar un poco dedinero, no vaya a ser que se muera el papá, y
51.
—Es una gran felicidad—repuso sonriendo irónicamente Osorio, mientrasvolvía a guardar en la cartera los papeles—
52.
¡Ay, que tío! La tonta esuna en guardar consideraciones a quien no las merece
53.
bien para guardar el convento, es decir,el caparazón
54.
El doctor Trevexo volvió a guardar los papeles en la levita y selevantó
55.
Después los vuelves á guardar, antes de que el barón se vaya decaza con
56.
señalar losmovimientos y a guardar el compás
57.
limpios y se acordaban delos pobres, cuidando de guardar aparte los restos de la
58.
los sacerdotes sólo teníanmisión para guardar el orden; el jefe
59.
gustotienes en guardar tanta porquería?»
60.
proporcionar a la razón social su autoridad demacho o guardar el
61.
ojos y con seis alas parecían guardar el tronomayor
62.
eltiempo sentado en un diván que aún parecía guardar la huella
63.
laartillería para guardar el ganado y el material
64.
Los ojos, abiertos,parecían guardar aún la impresión de
65.
guardar aún lahuella de señoriales y delicados cuerpos que
66.
guardar en sumochila un cuaderno, escrito con lápiz, lleno de
67.
En la soledad no había por qué guardar los
68.
La mujer encargada de guardar las togas,
69.
haciéndolesonar dulcemente, volvieron todos a guardar silencio y a esperar conansia
70.
Y tornaron a guardar silencio
71.
que el pueblo tiene empleados en guardar los chacareríos, que,
72.
guardar elcrédito, mirar por el decoro! La situación llegó a ser
73.
Bastos, unamigo de Rumaldo, que se las dio a guardar, y
74.
ventajoso en el testamento de donAquiles y a guardar el puesto
75.
entradas, y es por eso tan difícilde guardar, llegan, salen, se
76.
después de guardar el papelucho en su carterade cuero
77.
3 Solícitos á guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz
78.
3 solícitos á guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz
79.
guardar paraalcanzar la salvación, descubriendo juntamente
80.
Y ¿cómo guardar el secreto haciendo ingresar aquellosmiles en lo que llamaba
81.
guardar las apariencias, evitar el escándalo
82.
que guardar un desairado silencio
83.
Colérico y sin poder guardar las formas que le imponía la buenaeducación, por ser
84.
por San Juan, y aun guardar en el bolso tal cual pieza de á cinco duros para lo que pueda
85.
elmando de un capitan, cuyo piquete tenia por fin el guardar al espléndidoprovinciano de los bandoleros y
86.
Por guardar el decoro al alto estado
87.
Y al cabo sucedió que losimperiales, después de guardar
88.
La Ignacia tuvo que guardar la botella del medicamento,para que el enfermo no se la bebiera de un trago
89.
–En el Génesis está escrito: «Y habiendo expulsado al hombre, Dios puso querubines al este del jardín del Edén, y la llama de la espada vibrante; para guardar el camino del árbol de la vida…» -murmuré
90.
Todos los días, excepto los domingos y las fiestas de guardar, se les entregará a cada una su labor cuando salgan al patio, y se recogerán por la noche
91.
Los rosales, podados en su desnudez invernal, estaban rodeados por algunas plantas húmedas, mala hierba, un seto de creosota y una cabaña para guardar las herramientas y macetas
92.
Irene ardía en deseos de preguntarle cuándo volverían a verse, pero una vez más su instinto le aconsejó guardar silencio
93.
Tal vez se sorprenda el amable lector por esta revelación, pero yo siempre he procurado guardar una parcela de cariño para los hombres que han compartido mi vida una vez que éstos han caído en desgracia
94.
Me parecía que el hombre debía guardar, en sus acoplamientos, la sencilla impulsividad, el espíritu de retozo que eran propios del celo de las bestias, dándose alegremente a su placentera actividad a sabiendas de que el aislamiento tras de cerrojos, la ausencia de testigos, la complicidad en la busca del deleite, excluían cuanto pudiera promover la ironía o la chanza -por el desajuste de los físicos, por la animalidad de ciertos machihembramientos- en las trabazones de una pareja que no podía contemplarse a sí misma con ojos ajenos
95.
Me extrañó (me disgustó) que pusieran a un pinche a llevar ese sumario: una mala señal, como si en ese Juzgado dieran por sentado que la causa iba a una vía muerta y estuvieran limitándose a guardar las formas
96.
Está en todas partes; se desliza detrás de las columnas, desaparece para resurgir en otro lugar, ubicua, inasible; entona el gesto cuando un fotógrafo la acecha; alivia una jaqueca importante, hallando la oblea oportuna en su cartera; regresa a mí con una golosina o una copa en la mano, me contempla con emoción por espacio de un segundo, me roza con su cuerpo con gesto íntimo, que cada cual cree ser el único en haber sorprendido; va, viene, coloca unr palabra ingeniosa donde alguien citó a Shakespeare, da una breve declaración a la prensa, afirma que me acompañará la próxima vez que yo vaya a la selva; se yergue, esbelta, ante el camarógrafo, de las actualidades, y es su actuación tan matizada, diversa, insinuante, dándose sin dejar de guardar las distancias, haciéndose admirar de cerca aunque siempre atenta a mí, usando de mil artimañas inteligentes para ofrecerse a todos como la estampa de la dicha conyugal, que dan ganas de aplaudir
97.
Aquel mismo día Laurencio rindió cuenta de mi dinero, y de ella resultó que me debía treinta libras, que yo no podía guardar en mi bolsillo
98.
Es que, ¿no comprendes?… hay que guardar las apariencias
99.
Recuerdo la escena con claridad aunque, en aquel momento, ignoraba que su irritación fuese una reacción natural al enterarse de que sus dos colegas, cada uno por su lado, se dedicaban a propalar vagas insinuaciones que contradecían la promesa que se habían hecho de guardar secreto
100.
Podía guardar su secreto con gran efectividad, o engañarlo para que se traicionara en algún punto
1.
Una vez dentro del recinto Tonny colocó las guardas, que consistían en cuatro grupos de humroides por ocho de cada uno, alrededor de las vallas y con el resto de ellos encaminó a los hangares
2.
Éste iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas que era muygrande hablador y muy
3.
casi en este mesmo sitio, un hombre tan valiente que, apesar del comisario y de las guardas, los
4.
pueden,los sacan del reino y los pasan a sus tierras, a pesar de las guardas delos puestos y
5.
los guardas de orden del rey, yluego le acompañó hasta el convento de Atocha
6.
guardas en los caminos para ordenar elpaso de las carretas que
7.
guardas paseaban por las vías con la carabina pendiente del
8.
Mas los guardas no lo sabían
9.
El hortera, a quien los guardas del Retiro habían detenido, no negó loque su
10.
guardas yla gente que había acudido le hicieron coro
11.
guardas contra las jóvenesdel día, bien puedes ir pensando en
12.
—Me parece que me guardas consideración—dijo el pintor
13.
guardas caían despavoridos entorno del sepulcro
14.
Puente, uno de los guardas le dijo:
15.
golpe de senescales, justicias,condestables, monteros y guardas
16.
a los guardas de árbol en árbol, hasta encerrarlos en suscasuchas
17.
Esperaba siempre algúnregistro: los guardas reales
18.
—Soy un cazador legal—decía con zumbona gravedad a los guardas cuandoéstos
19.
éste comparado con aquél, del que hablaban conasombro los guardas y era la pesadilla
20.
¡Ytodavía los guardas ladrones, que gozaban de un buen sueldo,
21.
los cursos de agua eran los sitios másfrecuentados por los guardas
22.
franquear aquel obstáculo si le perseguían los guardas
23.
grande, tan agigantado por el silencio, quepodía despertar a los guardas a muchas
24.
conversación con los guardas de Consumos, entrándose en losmerenderos para hablar
25.
acólito el Chispas habían caído enuna emboscada de los guardas
26.
padre cubierto de sangre, pereciendo bajo las escopetas delos guardas, que le daban el
27.
estrella alta 10 grados, y enamaneciendo, que las guardas
28.
Los guardas le
29.
—Ahí abajo está el tío Leandro con los pastores y los guardas
30.
Allí estaban en efecto los pastores y dos guardas jurados con
31.
preso con dos cadenas: y los guardas delante dela puerta que guardaban la cárcel
32.
preso con dos cadenas, y los guardas delante dela puerta que guardaban la cárcel
33.
forma de laberinto con líneas paralelas que vigilaban los guardas
34.
Los guardas seguían empecinados en que los clientes mantuvieran la fila en procesión perfecta
35.
Esas inscripciones, que trataban de proteger al difunto contra la profanación de su tumba, acompañaban a su imagen como los guardas custodios de su alma, en su viaje hacia los misterios del mundo invisible
36.
y de los guardas proporcionados por los sumos sacerdotes,
37.
Eso daba tiempo a los guardas para entrar en acción, bien armados y dispuestos, en la parte donde se había detectado la intrusión
38.
Se acercaron dos guardas y se situaron en sus puntos de vigilancia, uno a cada lado de la capilla donde estaba el pergamino
39.
Luego juntas semillas buenas, secas, y las guardas por separado
40.
Ándanla casi toda, y no hay pueblo ninguno de donde no salgan comidos y bebidos, como suele decirse, y con un real, por lo menos, en dineros, y al cabo de su viaje salen con más de cien escudos de sobra que, trocados en oro, o ya en el hueco de los bordones, o entre los remiendos de las esclavinas, o con la industria que ellos pueden, los sacan del reino y los pasan a sus tierras, a pesar de las guardas de los puestos y puertos donde se registran
41.
Tanto si llegaban a un acuerdo como si no, los guardas vendían de todos modos las telas a las zonas controladas por los comunistas
42.
—Los guardas de la puerta
43.
Si lo guardas en tu armario con la intención de consultar con un científico
44.
Panayis había sido capturado en la última, pero había logrado matar a sus dos guardas y huir sin ser reconocido
45.
—Señor —gritó uno de los guardas desde el exterior—, ¿estáis bien?
46.
Hicieron el interminable recorrido que les llevaría hasta la Capella Sixtina y, una vez dentro, esperaron a que el bullicioso tumulto de japoneses con cámaras colgantes y vídeos clausurados que habían entrado con ellos estuvieran fuera y, arropándose en el barullo, burlaron milagrosamente la vigilancia de los guardas hasta quedarse completamente solos; aquella lujuriosa obra renacentista, que Martín nunca en sus visitas anteriores había podido ver tan luminosa y viva, pues se encontraba ennegrecida por el humo de los cirios y el polvo de los siglos, les sobrecogió de éxtasis el alma
47.
–Pero ¿dónde lo guardas?
48.
Los tres reímos con tanto estruendo y tan poca alegría que asustamos a los guardas de seguridad
49.
-Pues te guardas el dinero, ¿eh?
50.
No había cercas, no daban el quién vive guardas adustos ni perros mordedores
51.
La puerta de la sala se abrió y entraron los dos guardas
52.
Los guardas le colocaron las esposas y lo levantaron con dificultad
53.
Es dinero del cliente, pero lo guardas tú porque quieres asegurarte de que podrás cobrarlo cuando lo ganes
54.
Después admiré el Doctrinal de Caballeros, del Obispo de Burgos don Alonso de Cártagena, impreso en 1487, fijándome en las anotaciones que el propio don Antonio puso en las guardas de tan interesante y arcaico libro
55.
–¿Qué piensa decir a los guardas de la puerta? – gritó Sheila
56.
Los guardas se habían repuesto y corrían tras ellos
57.
La llave de doble pala, después de desprender los restos de cera, encajó a la perfección en el orificio y giró las guardas
58.
Mientras tanto, guardas los recibos en alguna parte
59.
Frente a la habitación en que se encontraban sonó un violento: «¡Largaos, por la Galaxia!», y a través de la puerta entreabierta vieron momentáneamente a dos guardas uniformados que se retiraban a toda prisa
60.
Roland habló con los guardas y entraron en el amplio jardín
61.
Hay que suponer la incredulidad con que los cardenales judíos conocerían la noticia de la intervención del ángel, pero los guardas jurados jurarían y perjurarían que era la verdad
62.
Y esto cumplido, de allí a otro mes, cuando ya era casi gastado el verano, pasé la noche como solía con Leonor y muy de mañana fui al castillo porque me vieran los guardas de la puerta y luego salí y les dije que me iba a bañar en una playa allí cerca, donde los del castillo se bañaban con las calores, y así lo hice: bajé a la playa me desnudé y entré en el agua por dejar mis rastros y pisadas marcadas en la arena derechamente hasta el mar, mas luego me fui dando un rodeo por dentro del agua hasta unas peñas que al lado estaban
63.
Eso ocurrió durante la huelga del acero de 1892, cuando Frick llamó a un ejército de guardas de seguridad y les mandó abrir fuego sobre los trabajadores
64.
si los lees y los guardas
65.
Percibió un ligero movimiento a la derecha: uno de los guardas miraba el reloj
66.
hijo, en la mente guardas y recibes,
67.
Los guardas de seguridad tenían línea directa con el piso, pero a primeras horas de la tarde dio el resto de la jornada libre al personal de servicio, para no tener a nadie dando vueltas por la casa mientras hablara con sus abogados
68.
Te lo guardas en el cajón, y dejas las trampas para más tarde
69.
guardas que daban instrucciones y gozaban por unos minutos del
70.
-¿Qué recuerdo guardas de esos días en los que gustaste la muerte?
71.
Así se te pudra todo el dinero que guardas, y se te convierta en pus dentro del cuerpo para que revientes, zurrón de avaricia
72.
–Rezagados que los guardas tienen que ir recogiendo después del recuento
73.
Su régimen amplió la extensión del Vedado del Yaque, creó otros vedados, creó el primer parque nacional en 1934, formó un cuerpo de guardas forestales para imponer la protección de los bosques, suprimió el antieconómico uso del fuego para quemar árboles con el fin de despejar tierras para la agricultura y prohibió que se cortaran pinos sin su permiso en el área que rodea a Constanza en la cordillera Central
74.
Dos mujeres guardas llegaron por el corredor, corriendo a toda prisa
75.
¿Qué canción es ésa? ¿Quién la escribió? ¿Dónde la oyó Reich? El laboratorio afirma que los guardas fueron bombardeados con un ionizador de la púrpura visual
76.
Soborné a los guardas y entramos de noche por la entrada del califa, algo que me pareció extraño
77.
Los guardas se quedaron en la sala de espera
78.
Corrió a lo largo del asteroide, alcanzó una puerta, derribó a los guardas, la abrió y salió al vacío de los pasadizos exteriores
79.
Unos guardas armados salieron corriendo del hangar en cuanto el agitador se levantó sobre sus cabezas iluminando la escena que se desarrollaba debajo
80.
Y todos esos dólares que guardas en agujeros en el suelo
81.
Los guardas la harían desaparecer por la retaguardia, lejos de las hordas de la prensa
82.
Todos, incluso los guardas del campo, debían estar escondidos en alguna parte
83.
Eso me hace pensar que los hombres que hay en la isla no son simples guardas encargados de proteger la vida de los animales y alejar a los visitantes, sino guardianes muy feroces, como esos dos que hemos visto antes en el patio
84.
Los guardas deben permanecer abajo, excepto cuando empiezan el turno
85.
–Papel para guardas -murmuró-
86.
Aquella mañana, los guardas del muro eran el reverendo Myles, el vicario de Muro, y el señor Bromios, el posadero
87.
Las murmuraciones de los esclavos y guardas habían llegado a oídos de Tyros, despertando en éste la curiosidad de ver aquel esclavo extranjero, de cabello rubio, que se había atrevido a desafiar a nobles y a guerreros
88.
¿Le guardas rencor a tu centurión?
89.
Buruandi llegó por fin después de ocultarse el sol con el cabello revuelto por el fuerte viento sur que corría afuera, las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes, cuando las puertas de la muralla habían sido atrancadas y los guardas habían encendido las antorchas en las torres de vigía
90.
Los dos hombres habían permanecido fuera de la encinta, vigilados por los guardas, que desconfiaban de su aspecto extravagante y no les perdían ojo
91.
La llegada de hombres armados había sobresaltado a los guardas de las puertas de Olgacena que fueron rápidamente a avisar al bedín y a los demás notables de la aljama
92.
Siguiendo las ordenanzas, los portales del puente estaban cerrados y los guardas se negaron a dejarlos pasar
93.
Investigando las historias, los guardas del parque descubrieron una escena horripilante a dos kilómetros del campamento abandonado
94.
El y varios guardas de seguridad, al sospechar que había inmigrantes ilegales dentro, lo abrieron inmediatamente
95.
La dirección del astillero, la policía de San Pedro (incluso la compañía de seguridad privada que perdió a ocho de sus guardas) permanecieron en silencio
96.
El dinero que recibes como renta ha de distribuirse, no lo dejes enmohecer; si lo guardas, la economía se viene abajo
97.
¿Cuánto tiempo tenían antes de que volvieran los guardas?
1.
y en este otro guardo las clorofíceas"
2.
El tapado y los pendientes los guardo conmigo
3.
Le guardo todas las consideraciones que ella se merece,porque
4.
—Las unas y los otros los guardo yo como armas preciosas
5.
—A pesar del susto, no le guardo rencor
6.
Y en prueba de queningún rencor guardo hacia usted … ahí va por los
7.
Con uncasquete que guardo del año pasado y las cintas
8.
Guardo de Israel el recuerdo del sol, tan fuerte, tan hermoso, fulgurante durante el día, suave en los crepúsculos, sereno al amanecer
9.
Guardo de Israel el recuerdo de los que fueron los más bellos instantes de mi vida
10.
Todas las piedras las guardo en la casa en que vivo, a orillas del mar
11.
Los fieles se inclinaban ante ellas, y eso quería decir: yo guardo la promesa
12.
Hasta el último momento lo guardo todo aquí —se golpeó la frente—
13.
Guardo la impresión de una hora divertidísima, muy movida y propia del momento
14.
(Otras imágenes guardo de don Miguel, pero ésas pertenecen al próximo volumen de mis memorias
15.
¿Por qué se empeña? ¿Es que acaso no le gustan el mar o las mulatas? Del mar guardo espantosos recuerdos, eso es muy cierto; los más horrendos que haya podido guardar persona alguna, pero de las mulatas de Cartagena, señor, de ellas sí que me gustaría estarle hablando con pasión durante cuatro años
16.
Guardo las direcciones para no perderlas en una bolsita de cuero que tomo prestada de la vitrina de los regalos
17.
Guardo silencio y él prosigue:
18.
esta pequeña, es del armario donde guardo los venenos
19.
No puedo identificar los contenidos y no me atrevo a ponerlos en la comida, pero los guardo por si en el futuro llegara a mi casa un visitante del otro lado del mundo capaz de pronunciar sus nombres
20.
Del primer encuentro con ellos guardo un recuerdo más nítido que el de mi padre en Europa, porque me recibieron con tan exageradas muestras de afecto, que me asusté
21.
Pero no guardo un recuerdo agradable de aquel encuentro
22.
—Bueno —zanjó Lola—, pues por ahora me la guardo en el bolso, y el primero que se entere de algo, que me lo diga
23.
Y dijo Goha: "¿Devolverte la bolsa de cien dinares y un dinar que Alah me ha deparado? ¡Oh perro de judíos! ¿es que esta mañana ha fermentado tu razón en tu cráneo? ¿0 acaso piensas que debo dártela como te di la de ayer? En este caso, puedes desengañarte, porque ésta la guardo por miedo a ofender al Altísimo en Su Generosidad para conmigo, que soy indigno de ella
24.
Yo tengo una salud de hierro; la de ella es muy endeble; yo guardo mis penas sólo para mí, y con ellas me aguanto; Gracia no las oculta; yo soy muy seria, y ella muy jovial, hasta el punto de decir chistes en las mayores aflicciones
25.
»La imagen que guardo de ella es la de Granada
26.
–Quiero que sepa que no le guardo rencor por lo que dijo de Lyle en el juzgado
27.
–El bueno lo guardo en aquel armarito de allí
28.
–Falleció y la guardo en una caja
29.
Por lo menos, de esa sólo guardo un vago recuerdo
30.
No, no guardo a las chicas, aunque esa idea tiene su lado bueno
31.
De lo que pasó después de eso sólo guardo intermitencias de recuerdos irregulares y mal iluminadas
32.
–Yo guardo las de mi madre -confesó Tino-
33.
mantener en orden este castillo donde guardo, indiferenciadas, maravillas y desdichas
34.
En él guardo el sentido de humor que todo el mundo le dirá que me falta
35.
'verás qué bien te lo guardo todo'
36.
Le guardo todas las consideraciones que ella se merece, porque
37.
Cada vez que me viene la regla -lo que hasta ahora sólo ha ocurrido tres veces- me da la sensación de que, a pesar de todo el dolor, el malestar y la suciedad, guardo un dulce secreto y por eso, aunque sólo me trae molestias y fastidio, en cierto modo me alegro cada vez que llega el momento en que vuelvo a sentir en mí ese secreto
38.
–Deja, que luego la guardo -le oía decir mientras reposaba en ella con las manos entrelazadas, reclinada la barbilla y extraviados los ojos en la pared
39.
Aun en el caso de que los perdiera, guardo en la memoria tal cúmulo de reglas que nadie podría aspirar a ocupar mi puesto
40.
No es necesario que todo eso se me señale, lo sé tanto como cualquier perro; no pienso propasarme con la verdadera ciencia, le guardo el respeto que merece; pero para aumentarlo me falta saber, constancia, calma y no en último término y especialmente durante los últimos años también el apetito
41.
Siempre las guardo en un cajón
42.
–No lo guardo en secreto -repuso ella-
43.
—En el camino de vuelta me paso por casa y te las guardo
44.
Pero como lo perdí a la edad de doce años, no guardo de él sino un recuerdo muy borroso
45.
–No, las guardo en el despacho de papá
46.
Pero tengo conmigo una copia de su Apologético, comprada hace algunos años a los monjes del monasterio, que guardo como oro en paño
47.
Luego me lo guardo en el bolsillo y me voy
48.
¿Acaso ése a quien llamáis "traidor" es el mismo hombre que se alojó aquí tras el incidente en el torneo? ¿El dueño de los calzones que guardo a buen recaudo?
49.
Pero es una ensoñación porque todavía guardo un secreto
50.
Esta noche, me acuesto con ganas de revolver entre los sueños y los recuerdos que guardo en la papelera de la pasión
51.
—Yo siempre guardo buen recuerdo de quienes han compartido mi cama —declaró, en broma
52.
Guardo un pequeño museo en un cajón de mi escritorio y le enseñé varias muestras a Martins
53.
—Dispongo de un baúl, de recio candado, en el que guardo todo lo que es de guardar
54.
–Libby, yo lo guardo todo
55.
perderme, y llevarme conmigo este sentimiento que no merecí, este rayo celestial que guardo con susto como si lo hubiera robado
56.
Meo en la verja de cadena que hay entre la autopista y la línea ferroviaria, para acelerar su corrosión, luego guardo el saco de dormir, tomó un trago de agua de la cantimplora, me lo cuelgo todo y empiezo a caminar
57.
Lo guardo todo
58.
El abrigo lo guardo en la oficina… me pongo el chaquetón por las mañanas y me lo llevo a casa por las tardes
59.
Por este y otros hechos compartidos guardo un sentimiento fraternal hacia Joan
60.
De Santiago Carrillo guardo el recuerdo de otro momento en que se produjo en mí un sentimiento de sorpresa y admiración
61.
Guardo tristeza en el barril deharina
62.
Guardo un juego de llaves maestras en la oficina de mantenimiento
63.
– Hablando de gatos, guardo un recuerdo algo extraño -dijo Sumire como si se acordara de repente-
64.
Abrí con llave el cajón de mi despacho, el del centro de la derecha donde guardo mis armas y municiones, cogí un revólver, y llené el cargador
65.
El mandamiento de detención de Wolfe como testigo presencial está en el cajón de mi mesa donde guardo los recuerdos
66.
ƒl guardo la pistola, pero hab’a dejado el aturdidor en su mano
67.
—La aguanto —dijo—, y le guardo las debidas consideraciones
68.
Friego los platos y los guardo
69.
Me parece que ya no les guardo rencor en absoluto y quisiera ver en qué estado se encuentran los nidos vacíos
70.
—Pues si tienen pelos que se depilen a la cera y yo les guardo las espaldas, la hostia
71.
Tapo los macarrones con queso que huelen muy fuerte y los guardo en la nevera vacía, y decido que Marino tiene razón sobre la trufa
72.
En ese cuarto guardo libros, papeles inservibles que me resisto a tirar, y está cerrado porque perdí la llave
73.
vida y de alma, pues guardo en un
74.
-Pues si tienen pelos que se depilen a la cera y yo les guardo las espaldas, la hostia
75.
¿Se da cuenta? Como yo tampoco se lo guardo a usted
76.
“-No es amable para mí pero no le guardo rencor porque advierto que está nervioso, ¿Qué es ese placer?” “-QQue la señora de Verdurin me haga tocar las cosas de un compositor cuyas obras conoce muy bien
77.
–Te la guardo con el mayor cuidado hasta tu regreso, claro que lo sé, no me hagas recomendaciones tontas-se enoja, se pone de rodillas, saca lustre a sus zapatos, le escobilla el pantalón, la camisa, le toca la cara la señora Leonor-
78.
En un arcón de mi camareta guardo la Real Cédula firmada el pasado diecisiete de junio por el mismísimo rey don Fernando y su hija, la reina Juana, por la que se te reafirma en la Gobernación de los territorios de la orilla occidental del golfo de Urabá, con dos únicas condiciones
79.
Pero no le guardo rencor
80.
He abierto el cajón donde guardo papel y sobres y es lo primero que he visto
81.
«Yo la guardo el desayuno caliente y
82.
Cuando me ha dado señales, también las guardo ahí
83.
Lo guardo en mi memoria, señor
84.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
85.
También hay un sobre blanco con la invitación al cóctel de Barclays, que guardo cuidadosamente en el bolso
86.
Necesitaba llorar para lavar un poco el dolor que le nacia en el alma, pero reprimio los sollozos antes que se liberasen, y guardo las lagrimas antes de que rodasen
87.
Pinilla se lo guardo en su cinto; todos corrieron, y la plaza quedó desierta, hasta que la ocupó la tropa
88.
–No lo sé, yo guardo hasta las felicitaciones de Navidad que me mandan
89.
Por fortuna, lo único que guardo aquí son los casos actuales, y ése era el único
90.
Porque es la hucha de lo que guardo para la vejez de los españoles y no quiero que se mezcle con lo otro
91.
yo soy un ambicioso, y lo que es peor, mil veces peor, infinitamente peor, yo soy avariento, yo guardo riquezas mal adquiridas, sí, mal adquiridas; yo soy un déspota en vez de un pastor; yo vendo la Gracia, yo comercio como un judío con la Religión del que arrojó del templo a los mercaderes
92.
Uno es la nómina de mis infinitos amantes, de cuyos nombres no guardo noticia (con la sola excepción de los muy insignes); y el otro que me falta, es la menor huella de deseos lascivos, un solo sentimiento de lujuria o, si se quiere, de apetito carnal, de exacerbación de la libido, de anhelos eróticos o de espasmos amorosos
93.
–No guardo el dinero ahí
94.
Cada vez que termino unas cuantas páginas, las guardo en un sobre que echo por la ranura de la cajade seguridad de Cal
95.
—Me lo guardo en la reserva
96.
historias totalmente increíbles con las que distraería a mi padre, a mí mismo me había contado innumerables durante la infancia y la adolescencia, y recientemente una sobre Ranz y mi tía Teresa y otra mujer con la que no guardo parentesco, en cierto sentido sobre mí mismo (quizá también esa historia era mía; tal vez Luisa querría escucharle, a Custardoy el joven)
1.
Así la veíamos a veces desde el jardín y por un momento guardábamos silencio
2.
De sobremesa, se me antojó romper el silencio que mi mujer y yo guardábamos, convencido de que callando no íbamos a ninguna parte, y de que las explicaciones razonables disiparían aquella nube
3.
Tuve la tentación de ir a la cocina para tocar las cucharas, los tenedores, los vasos; de recorrer la casa para comprobar que había armarios y que tenían puertas que giraban sobre sus bisagras para ocultar o mostrar espacios en los que guardábamos las cosas
4.
No era mayor que un armario, pero dentro guardábamos las herramientas y un cubo lleno de perlas que pertenecía a todos los empleados
5.
Guardábamos esto para este día
6.
Nunca los guardábamos en el garaje
7.
Comíamos dos y guardábamos las otras dos para desayunar
8.
Cometí la ingenuidad de consultárselo a Ethel, quien, no atreviéndose a romper sobre mi cabeza un jarrón de porcelana china, regalo de boda de sus padres, y única pieza de valor que guardábamos en casa, lo estrelló sobre mis pies
1.
-Las setas cuyo secreto tan bien guardáis -aclaró- en verdad mantienen a la muchacha en una forma excelente y le fortalecen los músculos
2.
- ¡Y vos, dueña, que tenéis el oficio contrario a San Pedro y guardáis las puertas del infierno!…
3.
Ahora guardáis silencio mientras se me insta a que renuncie a los derechos y privilegios que me concedió nuestro difunto Pontífice
4.
Quiero que lo que guardáis en ella esté ahí, a mi disposición, si alguna vez lo necesito
5.
"Oh, y ¿dónde guardáis esas gemas?, me encantaría verlas"
6.
Su mano os aprieta las gargantas pero ni aun así Los veis, y Su morada es una misma con el umbral que guardáis
1.
Guardé cuidadosamente todos los papeles que se demoraban sobre mi mesa y
2.
—De sobra lo sé y nunca te guardé rencor por ello
3.
La guardé, la miré bien,le tuve consideración
4.
Apreté los dientes y guardé silencio
5.
Guardé en el cajón de la mesa, bajo llave, la carta que me había dado mitío para Machín;
6.
12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; álos que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo deperdición; para que la Escritura se cumpliese
7.
12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á losque me diste, yo los guardé y
8.
Por eso guardé un largo
9.
Yo, que siempre guardé el comun decoro
10.
Inmediatamente que me dieron un cuarto en el hotel y guardé mi
11.
Siempre guardé, aun así, muy en lo profundo, el ansia de reembarcarme
12.
Entonces guardé silencio, y arrancaron mis miembros, y hundieron mis pies en el lodo
13.
En diciembre de 1962, el segundo año, al renovarse el ciclo, don Juan se limitó a dirigirme; yo mismo recolecté los ingredientes, los preparé, y los guardé hasta el año siguiente
14.
Guardé silencio mientras revivía brevemente el pasado
15.
La leí, lancé una exclamación y la guardé en el bolsillo
16.
-Así es la verdad -respondió Sancho-, pero fue cuando muchacho; pero después, algo hombrecillo, gansos fueron los que guardé, que no puercos; pero esto paréceme a mí que no hace al caso, que no todos los que gobiernan vienen de casta de reyes
17.
Guardé silencio mientras en mi interior rugía una incómoda mezcla de furor y desconcierto, de interrogación y certezas
18.
Guardé mi ropa en la cómoda recién pintada y empecé a elaborar una lista de todas las cosas que necesitaba: una fregona, una escoba, un cubo, productos de limpieza
19.
Hice exactamente lo que me dijo, guardé incluso las balas en la guantera, y me volví hacia él
20.
Haciendo que leía La Correspondencia guardé con disimulo el papelejo
21.
Guardé silencio, no sabiendo qué contestar, y Poirot empezó de nuevo, lentamente a construir edificios con las cartas, hablando entrecortadamente mientras lo hacía:
22.
«Puesto que no me dio instrucciones, la guardé en la creencia de que algún día habría de reclamarla
23.
Guardé silencio y oculté la agitación que sentía
24.
Los otros devoraban su parte; pero yo guardé la mía, adquiriendo con su posesión la fuerza moral que había perdido
25.
Antes de hacerlo me guardé una bomba de mano en el bolsillo por si surgían sorpresas en el paseo nocturno
26.
Empecé a lamentar el haber aceptado quedarme con ella, pero ya era demasiado tarde para cambiar las cosas, así que la guardé en mi caja de seguridad privada, y volví a mi trabajo
27.
Las guardé ahí hasta que mi amigo, el señor Holmes, las hubiera visto en su presencia
28.
Abrí el maletero y guardé en la mochila la gruesa pila de carpetas que me había llevado
29.
Aunque me fijé en que le había desilusionado la calidad malgastada de su hijo, guardé silencio
30.
Guardé los recortes en la carpeta del expediente de Waddell y traté de imaginar qué conejos pugilistas se sacaría esta vez del sombrero su abogado, Nicholas Grueman
31.
Le enseñé a usted el juego completo, ¿recuerda? Y luego lo guardé en el cajón porque no quería dejarlas abajo
32.
No guardé los pantalones ni los guantes, los eché al cesto de la ropa sucia
33.
Guardé las cintas en la caja, en la que también puse el vídeo con cuidado
34.
Yo llegué a conocer a muchos por casualidad, haciendo cola con el cubo ante el fregadero del sexto piso, intercambiando trucos de cocina con las mujeres, escuchando los cotilleos; pero seguí los consejos de Sam y no hice amistad con ninguno de ellos, guardé las distancias con una actitud cordial aunque reservada
35.
Guardé el dinero en mi equipaje
36.
—Una vez encontré una caverna donde los ecos de la voz de UL no desaparecían; no se la enseñé a los demás y guardé la voz de UL para mí solo
37.
¡Ah, querido hijo, te confieso mi puerilidad! Tillet me había escrito tres cartas amorosas que lo retrataban tan bien -dijo, suspirando y bajando la mirada-, que las guardé, como curiosidad
38.
Prendió usted el televisor, de un tamaño un tanto mezquino -venda la armadura y cómprese una pantalla de cine, me dije-, abrió la puerta del balcón, con lo cual mis pies se congelaron en el acto pero guardé prudente silencio en aras de nuestra amistad, y nos instalamos cómodamente para ver el seguro triunfo peruano
39.
Yo guardé silencio y al cabo de unos instantes, pregunté:
40.
¿Qué podía hacer? Era un miserable, sí, pero no hasta el punto de abandonar a Honorine a las setenta y dos horas de la boda… Guardé y he guardado silencio desde entonces
41.
Guardé silencio, Viniendo de Frank esta observación era de lesa majestad y no se me ocurrió ninguna réplica
42.
Guardé silencio; parecióme oír una voz que se lamentaba, alguien que suspiraba
43.
Pero sus cosas personales las guardé y las puse en la buhardilla
44.
Por un momento guardé silencio
45.
–Le guardé el secreto
46.
A su debido tiempo, en la tarde del día de mi boda, me aproximé nervioso a la entrada del salón de baile, que estaba atestado de gente y ruidoso, y me detuve lo suficiente para inspeccionar a la multitud a través de mi cristal; después, lejos de toda vanidad, lo guardé dentro de mi rico y nuevo manto, antes de poner un pie en la habitación
47.
En realidad, me limité a confirmarle lo que ya sabía y me guardé
48.
Y cuando a poco llegó desde Argel el prometido poema de Leyla y Majnun guardé la postal bajo la cubierta del libro porque se complementaban
49.
Guardé silencio más tiempo de lo que es de esperar en las conversaciones telefónicas
50.
La alfombra (un oso polar que aún estaba parcialmente vivo) cobró una inquietante animación, por lo que, después de reintegrar nuevamente la costilla a su dueña, enrollé cuidadosamente la alfombra y la guardé en el cuarto de baño
51.
Toma -dijo la muchacha abriendo un cajón-, lo apagué y lo guardé en el aparador
52.
Me levanté, me acerqué a la mesa, recogí los papeles y los guardé en el maletín
53.
Guardé silencio porque me di cuenta de que Dana acababa de dar en una de las claves de la situación
54.
Me guardé la linterna de bolsillo en el ídem de los téjanos y salvé la distancia andando; suerte que las zapatillas deportivas eran de suela de goma y no hacían ruido
55.
Guardé silencio durante unos instantes
56.
Murmuré «Gracias» y me guardé el billete en el bolsillo de la bata sin mirar de cuánto era
57.
Cerré el manual de instrucciones, lo guardé en un cajón y empecé a quitar la funda de plástico con que protegía el secador del polvo, de la humedad, de los ácaros y de cualquier otro elemento que pudiera dañarlo antes del estreno, pero ella me atajó diciendo:
58.
¿Qué quería con ponerse tan fuera de sí? Entré en la habitación de al lado y guardé el reloj en el cofrecillo
59.
Reuní las piedras y las guardé en el bolsillo; miré el reloj: si iba ahora al banco, en una hora podría estar ya todo en orden
60.
Yo guardé la mía en el bolsillo y tuve la esperanza de que me hubiera visto hacerlo
61.
Volví a meterlo todo en el cartón, lo guardé en un cajón, me tomé tres pastillas para dormir y me fui a la cama
62.
Guardé el arma en el abrigo
63.
Hace muchos siglos, lo puse en un cofrecito que guardé en un pequeño baúl
64.
Sin embargo, mi labor era la de dar una opinión solo cuando me la pidiesen, así que me guardé mi parecer
65.
Me di un susto tremendo, como podrá comprender, y ahora el caso es que no sé qué hacer con un documento que me guardé sin querer cuando salí corriendo del lavadero
66.
Me lo guardé en el bolsillo y trepé por el declive para salir de la gruta
67.
—Así es la verdad —respondió Sancho—, pero fue cuando muchacho; pero después, algo hombrecillo, gansos fueron los que guardé, que no puercos
68.
Doblé la autorización de registro y me la guardé en el bolsillo
69.
Como voy al gimnasio todos los días, las guardé en su momento en la taquilla de la ropa y cada día las saco para traerlas aquí con intención cumplir mi promesa, pero siempre regreso con ellas
70.
Lo guardé en el bolsillo menor de mi pantalón y salí corriendo
71.
Durante años guardé el plano a la espera de una situación política que permitiera intentar el descubrimiento de la escultura
72.
La guardé en un cajón y traté de olvidarme, de negar con todos los argumentos racionales lo que me había ocurrido
73.
—Que guardé y entregué a la policía —le dije
74.
Doblé el delantal y lo guardé en el cajón, bajo la caja registradora
75.
Un día, pesaroso y cabizbajo, guardé todos mis papeles en la cartera; me despedí del mundo de las quimeras, y tomé un asiento en el coche para Madrid
76.
Me lo guardé en el bolsillo y regresé junto al carnicero
77.
– Sabía lo que iba a ocurrir –contestó Lloyd a las perneras de los vaqueros mientras se arropaba en los últimos jirones de su astucia – Guardé algo de comida
78.
Me la quedé mirando y, luego, me guardé el pañuelo en el bolsillo
79.
Tras vacilar unos instantes, guardé el disquete en el bolsillo de mi bolsa
80.
Me desabroché el botón del cuello de la camisa, me quité la corbata y me la guardé en el bolsillo de la americana
81.
Cuando estuvo lo bastante fría, la guardé y entré en la tienda de licores
82.
Arranqué un par de hojas y me las guardé
83.
La guardé en el aparador
84.
Cerré el armario con llave, la guardé entre los pétalos protectores y bajé
85.
-Me lo entregó y yo lo guardé en el bolso
86.
Cuando me quité el traje de Tara y lo guardé para llevarlo después a la tintorería, confieso que estaba abatida
87.
Me incliné a recogerla antes de que los otros pudieran verla y me la guardé bajo la túnica
88.
Me subí los pantalones y guardé el pene en su interior
89.
Me guardé el permiso de conducir y tiré dos tarjetas de visita viejas
90.
Como yo guardé silencio, Makoto continuó:
91.
–Ya… y ¿qué hiciste con la bomba? – ¡Oh!, me la guardé
92.
No les hacía caso, a empujones me abrí camino trabajosamente por los locales sobrellenos hasta llegar al guardarropa, y cuando me dieron el número lo guardé con gran cuidado en el bolsillo, pensando que acaso ya pronto lo necesitase otra vez, cuando estuviera harto del bullicio
93.
Afortunadamente guardé una copia, y la he estado estudiando
94.
Me guardé la vela con cuidado en uno de los bolsillos de la capa
95.
Decidí no dar explicaciones y me guardé el juego de ganzúas en el bolsillo de la capa